Por Pablo Vasco
Tras cuatro meses de poderosa lucha contra la reforma anti-jubilatoria de Macron, es necesario hacer un balance del movimiento, el rol de sus protagonistas, las perspectivas de la situación y las tareas de las y los socialistas revolucionarios.
1. Un movimiento histórico. Desde el 19 de enero, Francia vivió doce jornadas nacionales de lucha, con paros y manifestaciones masivas, contra la reforma reaccionaria del gobierno de Macron y los capitalistas que elevó de 62 a 64 años la edad de retiro jubilatorio y de 37,5 a 43 los años de aporte para cobrar el haber completo. La enorme fuerza social desplegada en este proceso confirma su carácter histórico, comparable a otros hitos como los movimientos contra el Plan Juppé (1995), la ley de Contrato Primer Empleo (2006) y la reforma laboral (2016), y superior a la lucha de los chalecos amarillos (2018).
Las huelgas fueron mayoritarias entre las y los trabajadores ferroviarios y del resto de transportes públicos, refineros petroleros, electricidad y recolectores de basura; fuertes en docentes, químicos, salud y otros sectores, y parciales en las demás actividades. Las marchas fueron de una masividad inédita, hasta en las pequeñas ciudades, con picos de 3,5 millones de personas en 400 localidades de toda Francia. Participaron trabajadores -muchos por primera vez-, estudiantes, jubilados y sectores populares y medios. Durante el conflicto hubo también acciones más firmes: piquetes y fondos de huelga, bloqueos de depósitos petroleros, puertos y rutas; ocupaciones de la Bolsa de París y otras sedes públicas; cortes de luz en estadios, aeropuertos, municipios y reuniones parlamentarias, y duros enfrentamientos entre los manifestantes y la policía.
2. El marco continental y local. El proceso francés contra la reforma jubilatoria estuvo precedido por una potente oleada de huelgas obreras y movilizaciones en Gran Bretaña, en franca recuperación tras casi cuatro décadas desde la derrota que impuso Thatcher en 1985. Aparte de huelgas y conflictos en Alemania, España, Italia, Bélgica, Portugal, Grecia y otros países europeos, los movimientos británico y francés son la vanguardia de la lucha en el Viejo Continente y expresan la entrada en escena de uno de los principales batallones de la clase obrera mundial.
En cuanto a Francia, desde octubre pasado hubo numerosas huelgas cuyo reclamo central fue el de aumento salarial: ferroviarios, choferes de autobús, refineros, aeroportuarios y varias empresas privadas. Los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo y la falta de personal en los servicios públicos, así como la inflación anual de 8%, que en los alimentos llegó al 15%, son los principales motivos del fuerte descontento social que se venía acumulando contra el gobierno y su plan de austeridad al momento de lanzar el proyecto de reforma.
3. Un gobierno débil, pero autoritario. Asumido en mayo de 2022 tras un balotaje contra la ultraderechista Le Pen, Macron es un presidente considerado “mal elegido” ya que sólo obtuvo un 38,5% del padrón nacional y con una abstención récord. Su gobierno capitalista-imperialista carece de mayoría parlamentaria propia y depende de alianzas con otros bloques, que varían según el caso. Aun así, con apoyo de la gran patronal (Medef) está decidido a avanzar con sus medidas antiobreras (reforma jubilatoria), antipopulares (recortes a las áreas sociales y los subsidios al desempleo), antijuveniles (regimentación vía un “servicio nacional universal”) y antiinmigrantes (mayores requisitos y expulsiones inmediatas, leyes hoy en debate). El gobierno de Macron y su ministro de Interior Darmanin es cada vez más autoritario. Si ya el régimen democrático-burgués francés es muy presidencialista, Macron acentuó sus rasgos bonapartistas.
Impuso su reforma jubilatoria vía decretos antidemocráticos para acotar el debate en el Senado (art. 47.1 y 44.3) y pasar por sobre la Asamblea Nacional (art. 49.3). El Consejo Constitucional la validó y rechazó dos veces la opción de un referéndum, que proponían la izquierda institucional (Mélenchon, LFI) y la ultraderecha (Le Pen, RN).
Macron intimó penalmente a sectores de huelguistas. Aplicó una dura represión policial, con decenas de heridos y cientos de detenidos y procesados, incluso menores. Lo mismo ante la lucha ecologista de Sainte-Soline, en el oeste del país. Amenazó a entidades de derechos humanos, ambientalistas y antirrepresivas. Restringió el derecho a manifestar. Subió un 30% el presupuesto militar. Y dispuso un operativo represivo en la isla de Mayotte, colonia francesa en el Océano Índico, contra la inmigración desde las hermanas Islas Comoras.
4. La Intersindical y la nueva dirección. La presión de las bases obreras obligó a una unidad inédita de las ocho centrales nacionales en la Intersindical. Aun sin desbordes, tuvo que llamar a doce jornadas de huelga y movilización, más la del 1° de Mayo. Pero como su línea fue de presión al gobierno para descomprimir, convocó de manera salteada sin nunca incluir el reclamo salarial ni llegar a la huelga por tiempo indeterminado que hubiera permitido derrotar la reforma y todo el ajuste de Macron y la patronal. La marcha del 1° de Mayo, que desde hace 14 años no era unitaria, fue masiva. Ahora se apresta a retomar el “diálogo social” con el gobierno, aunque ha llamado a una nueva jornada nacional de lucha para el 6 de junio, previa al debate parlamentario de un proyecto para derogar la reforma. Ya en 2006 la movilización obligó a derogar la ley precarizadora de CPE aprobada unos meses antes.
Una debilidad del movimiento fue el escaso nivel de autoorganización de la vanguardia y los propios huelguistas. En general, las asambleas generales fueron pocas y poco concurridas. Con desigualdades, en varias ciudades y sectores gremiales surgieron piquetes de huelga, comités de acción y organismos de coordinación interprofesional, como la AG Interpro 92 (Hauts de Seine, conurbano parisino oeste). Pero no alcanzaron un desarrollo y extensión suficientes que permitan desbordar a la burocracia de la Intersindical. Aun así la desconfianza relativa de delegados y activistas de base se expresó en la CGT, la central de más tradición y peso social: en su tenso congreso en marzo pasado, por primera vez en su historia, por leve mayoría se rechazó el balance oficial y se cambió al secretario general por una candidata inesperada. La CFDT, la central más numerosa y más jugada a la colaboración de clases, también reemplazó a su líder por una mujer.
El estudiantado se incorporó al movimiento en forma creciente y, además de motorizar acciones propias, es vanguardia en las marchas antirrepresivas. A nivel universitario surgió una Coordinación Nacional Estudiantil, con delegadxs de 45 instituciones y mociones votadas en asambleas. La tradicional federación UNEF, liderada por el PS, se rompió y un sector se unió a los centros y agrupaciones estudiantiles nucleados en L’Alternative para crear una nueva federación nacional de tono combativo: la Unión Estudiantil. Y los secundarios retomaron su método habitual de bloqueos a sus colegios.
6. La politización del conflicto. Si bien persisten luchas sectoriales, sobre todo por salarios, el proceso general entró en una fase de reflujo. De un carácter inicial más bien reivindicativo anti-reforma, la lucha se fue politizando para apuntar más de conjunto contra Macron, su gobierno y todo el plan capitalista de ajuste. En las marchas se cantó “Macron dimisión” o “Fuera Macron”. Hoy el presidente y sus ministros no pueden asistir a un acto público sin sufrir cacerolazos, protestas o repudios. La foto del cortejo presidencial en medio de una avenida parisina vacía el 8 de mayo, aniversario del fin de la II Guerra Mundial, ilustra bien ese aislamiento y crisis política.
Esta politización implica que la clase trabajadora ha ganado en conciencia y confianza en sus propias fuerzas. Por primera vez en décadas creció la sindicalización, con unos 100.000 nuevos afiliados. A la vez, en la vanguardia obrera y estudiantil, sobre todo en miles y miles de activistas jóvenes que se han radicalizado, y en sectores de base, hay cambios en la cabeza y se debate la ilegitimidad del gobierno, el régimen político de la Quinta República y el sistema capitalista; la crisis económica, la crisis de esta democracia autoritaria y qué salidas hay; el rol de los sindicatos; el deterioro ambiental; la posibilidad o no de la revolución y el socialismo, todos temas muy políticos.
En un marco de polarización global, es posible que una parte del descontento la pueda canalizar Le Pen, quien ya prometió que si fuera gobierno sometería esta reforma “injusta e inútil” al parlamento o a un referéndum. Hubo además algunos ataques neofascistas a piquetes y locales sindicales y de izquierda, y hace poco una marcha de 500 encapuchados en París, riesgos a no ignorar. Por su parte, la alianza de izquierda institucional LFI apoyó el movimiento y se recuperó un poco, pero su eje es hacer oposición parlamentaria, tiene disputas internas de liderazgo y en las encuestas sigue detrás de Le Pen.
7. Los debates en la izquierda revolucionaria. En general, toda la extrema izquierda participó en la lucha, denunció al gobierno, criticó a la burocracia sindical y propuso la huelga general. Pero varias corientes lo hicieron condicionadas por sus encuadres políticos, que creemos erróneos. Lutte Ouvrière, que tiene inserción sindical pero poco antes del conflicto insistía en el “retroceso” de la clase trabajadora, actuó en forma defensiva y propagandista. Tampoco tuvo iniciativa el alicaído sector mandelista de Poutou y Besancenot, responsable del desgaste del NPA, que en el congreso de fin del año pasado dividió el partido para ir tras LFI, y a tono con ésta propone como salida una Asamblea Constituyente.
Un párrafo aparte merece Revolución Permanente. Hace dos años se fue del NPA en soledad, en vez de quedarse y trabajar con las otras tendencias internas revolucionarias, lo que les hubiera permitido ganar juntos la dirección de ese partido en el congreso. Durante el conflicto montó su propia “red por la huelga general”, por fuera de las coordinaciones sindicales genuinas. Lo mismo intentó a nivel estudiantil. Y aunque en un momento caracterizó “una situación pre-revolucionaria latente”, lo que es un debate válido, propuso una salida limitada de tipo “democracia radical”. Todo el accionar de RP es sectario, autoproclamatorio y divisionista, al igual que lo hacen su corriente internacional y su partido madre en Argentina, el PTS, dentro del Frente de Izquierda.
El ala revolucionaria del NPA, partido en el que militan nuestros compañeros de la LIS Francia, intervino en el movimiento impulsando las instancias reales de coordinación sindical y estudiantil -con un rol dirigente en la CNE-, y llamando a derrotar la reforma, a Macron y todo el plan capitalista. Como salida de fondo proponen un gobierno de los trabajadores y el socialismo en base a los organismos de autodeterminación de la clase. En el proceso de lucha y la crisis política que continúa están ganando nuevos militantes. Es un paso más en la enorme tarea política que sigue planteada en Francia en el próximo período: construir una dirección socialista revolucionaria, un partido que reagrupe a las y los revolucionarios y avance como una alternativa de poder ante futuras crisis.