Este artículo, que destaca las raíces históricas del fundamentalismo islámico y su carácter político reaccionario en la época actual, fue escrito en 2006 por el difunto Lal Khan, fundador y principal teórico de The Struggle. Sin embargo, sigue siendo muy relevante incluso hoy en día, ya que los acontecimientos posteriores a 2006 en Medio Oriente, Afganistán, Pakistán y otros lugares han reivindicado el análisis básico presentado en este escrito bastante conciso.
Por Lal Khan
Vivimos en tiempos turbulentos. La época actual se caracteriza por avances sorprendentes, por un lado, y condiciones de extremo retroceso y angustia socioeconómica, por el otro. Esta situación representa un desarrollo socioeconómico a escala mundial muy desigual y, sin embargo, profundamente entrelazado. Esto ha creado convulsiones sin precedentes que están estallando en todo el planeta.
En esta época posterior a la guerra fría, uno de los fenómenos más significativos que ha pasado a primer plano es el fundamentalismo islámico. Hay varias formas de fundamentalismo vinculadas a movimientos de revitalización de diversas religiones, pero a nivel internacional el fundamentalismo islámico es más pronunciado y extendido. En gran parte de Asia y África se ha convertido en el punto focal de la actividad política en un mundo unipolar que rápidamente está fuera del control de la «única superpotencia» (el imperialismo estadounidense).
Desde Egipto hasta Argelia se ha convertido cada vez más en una amenaza para el orden social existente. En el atolladero sociopolítico de Oriente Medio se ha convertido en un factor cada vez más dominante. En Indonesia, Filipinas, Malasia y otros países «islámicos» del Lejano Oriente ha comenzado a afirmarse con más fuerza en el contexto de un orden social en decadencia. En el subcontinente indio ha surgido en los conflictos nacionales y étnicos crónicos que asolan esta desafortunada tierra. Su resurgimiento en Asia Central ha creado ansiedad y estrés entre los regímenes de Moscú y Beijing. Irán, Arabia Saudita y Afganistán están bajo el dominio de diferentes versiones de este fenómeno. Pakistán se encuentra en el umbral de la barbarie fundamentalista.
Pero ¿qué es el fundamentalismo islámico y cuáles son sus perspectivas reales? Aunque no es un fenómeno nuevo, en los últimos tiempos ha adquirido un carácter cruel y virulento. En realidad, el fundamentalismo moderno es una culminación reaccionaria de tendencias de resurgimiento islámico en una época de economía y política globales modernas. Después del Renacimiento europeo y la caída del dominio musulmán de 800 años en España a finales del siglo XV, comenzó un período de largo y prolongado declive para la mayor parte del mundo musulmán. Debido a diversos factores sociohistóricos, el movimiento islámico contra la sociedad esclavista comenzó a estancarse. Los avances que logró en ciencia y tecnología, como la invención del álgebra, comenzaron a perder impulso y finalmente se detuvieron.
Esto llevó a la colonización de la mayor parte del mundo musulmán por el resurgimiento del imperialismo occidental. La revolución industrial en Europa sentó las bases económicas y militares de esta colonización. Los decadentes regímenes feudales de estos países islámicos se habían convertido en trabas al desarrollo social. Hubo varios movimientos basados en el resurgimiento islámico contra estas monarquías feudales y luego contra los gobernantes coloniales.
Hubo algunos elementos progresistas, pero basados en la ideología de las relaciones sociales de un período primitivo de la historia, y no lograron avanzar mucho. Algunos de estos movimientos estuvieron en el Congreso del Este organizado por los bolcheviques en septiembre de 1920 en Bakú, Azerbaiyán. Este congreso fue principalmente de contenido antiimperialista y fue organizado para unir e inspirar la lucha, principalmente contra el dominio colonial británico. Los peculiares patrones de desarrollo socioeconómico de estos países bajo dominio imperialista tuvieron un profundo impacto en la naturaleza del movimiento antiimperialista y en estos movimientos revitalizadores islámicos en particular. Estos movimientos se dividieron en diferentes líneas ideológicas y metodológicas.
La Revolución Rusa de octubre de 1917 tuvo un impacto aún mayor en la lucha antiimperialista en estas sociedades islámicas. Dio una nueva visión y esperanza a los elementos más ilustrados incluso dentro de estos movimientos revivalistas islámicos. Por ejemplo, uno de los principales líderes de la escuela Deoband (una facción sunita), Obaid Ullah Sindhi, estuvo tan inspirado por la revolución bolchevique que desarrolló una pasión por conocer a Lenin. Viajó a la Unión Soviética con este propósito en 1921. Irónicamente, los actuales herederos de la misma escuela de pensamiento son los principales líderes del movimiento talibán en Afganistán y movimientos similares en otros lugares.
Otro erudito islámico, Maualna Hasrat Mohani, se sintió tan inspirado por la revolución bolchevique que giró a la izquierda y finalmente se convirtió en secretario general del Partido Comunista de la India en 1924. Fue poeta y revolucionario. Pasó por la prisión y la tortura en la lucha contra el dominio imperialista.
Incluso durante el movimiento de independencia contra el imperialismo, el proletariado emergente en estos países y la ideología de izquierda dominaron la lucha. Sólo debido al papel criminal de la teoría estalinista de las dos etapas es que estos movimientos de liberación nacional no pudieron culminar en revoluciones sociales. Era muy posible que si los dirigentes estalinistas de estos partidos no hubieran confiado en la llamada «burguesía nacional», el resultado hubiera sido diferente. Si los Partidos Comunistas hubieran mantenido una postura de clase independiente y adoptado la política del frente único dentro de la lucha de liberación nacional, aquello podría haberse convertido en la revolución social.
Los ejemplos de India, Irak, Irán, Siria, Sudán, Argelia, Indonesia y varios otros países son demasiado evidentes para ignorarlos. Fue debido a las políticas colaboracionistas de clases de los dirigentes del Partido Comunista, y a su falta de confianza en el proletariado virgen y vibrante, que estas revoluciones fueron abortadas y en algunos casos, como el de Irán, estas políticas de hecho llevaron a la imposición del fundamentalismo islámico.
En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, el fundamentalismo islámico se convirtió en un fenómeno totalmente reaccionario y contrarrevolucionario. Fue utilizado principalmente por el imperialismo estadounidense para aplastar a los movimientos progresistas y de izquierda en los países musulmanes. La principal corriente del fundamentalismo moderno se basó en Ikhwan-ul-Muslimeen (Hermandad Musulmana) en Egipto y otros países de Medio Oriente y la Jamaat-e-Islami en Pakistán. El Ikhwan-ul-Muslimeen fue fundado en 1928 en Egipto por Hasan al Banna (1906-1949). Jamaat-e-Islami fue una continuación de este proceso. Fue fundada en 1941 en la India británica por Maulana Abdul Ala Moudoodi (1903-1978). En comparación con el sufismo y otras corrientes moderadas de movimientos revivalistas islámicos, Ikhwan-ul-Muslimeen y Jamaat-e-Islami tenían un carácter virulento con fuertes connotaciones neofascistas. Esto llevó al crecimiento de una versión más fanática del fundamentalismo islámico en las décadas siguientes.
En las décadas de 1950, 1960 y 1970 hubo fuertes corrientes de izquierda en el mundo islámico. En Siria, Yemen, Somalia, Etiopía y otros países islámicos, hubo golpes de estado de izquierda y el derrocamiento de regímenes feudales/capitalistas podridos que llevaron a la creación de estados obreros bonapartistas o estados obreros deformados. En los demás hubo fuertes oleadas de movimientos de masas con dirigentes populistas de izquierda emergiendo en la cresta de estas oleadas. En el clima de la guerra fría, algunos de estos dirigentes incluso desafiaron al imperialismo occidental y llevaron a cabo nacionalizaciones y reformas radicales. Las burocracias de Moscú y Pekín realmente no aprobaron ni toleraron estos actos.
Uno de estos dirigentes fue Jamal Abdul Nasir, quien se convirtió en presidente de Egipto aprovechando una ola de popularidad de masas. Aunque la burocracia en Moscú rechazó su oferta de unirse al Pacto de Varsovia y nacionalizar la economía más grande de Medio Oriente, él siguió adelante y nacionalizó el canal de Suez, lo que contrastaba marcadamente con los intereses del imperialismo, especialmente de los británicos y franceses. Esto culminó en la guerra de Suez de 1956, en la que británicos y franceses sufrieron una derrota humillante a manos de Nasir.
Hubo otros acontecimientos similares en los países musulmanes, que provocaron cimbronazos en Washington y otros centros de poder imperialista. Una de las piedras angulares de la política exterior estadounidense fue patrocinar, organizar, armar y fomentar el fundamentalismo islámico moderno como arma reaccionaria contra la creciente ola de levantamientos masivos y revoluciones sociales. Jamaat-e-Islami e Ikhwan-ul-Muslimeen fueron seleccionados para el trabajo principalmente debido a su crueldad y carácter fanático neofascista. Después de la derrota de Suez, los imperialistas dieron máxima prioridad a esta política. El departamento de operaciones especiales de la CIA y el Pentágono repartieron grandes sumas de dinero y proporcionaron asistencia en el diseño de la estrategia y el entrenamiento de estos fanáticos religiosos.
Sin embargo, en estas sociedades, a los fundamentalistas les resultaba difícil conseguir una base de apoyo, a medida que oleada tras oleada de corrientes de izquierda atravesaban estos países. No tenían otra alternativa que caer en el regazo del imperialismo para su supervivencia y existencia. La mayoría de estos estados también eran de naturaleza reaccionaria e inestable. Estos regímenes también dependían en gran medida del imperialismo estadounidense para sofocar la revuelta masiva que enfrentaban desde abajo. De ahí que en varios países los fundamentalistas islámicos se convirtieran en títeres de estos estados feudales/capitalistas en connivencia con el imperialismo. Llevaron a cabo espionaje, vandalismo y asesinato de activistas de izquierda. Saquearon las oficinas de los periódicos de izquierda, acosaron a las mujeres y llevaron a cabo actos de patoterismo. Las bandas de vigilantes de estos fanáticos islámicos se convirtieron en una importante herramienta de la reacción y la contrarrevolución en estos países.
El siguiente gran conflicto se produjo en Indonesia, que tenía el Partido Comunista más grande fuera del antiguo bloque soviético. Nuevamente debido a la absurda e históricamente invalidada teoría de las «dos etapas», la dirección del Partido Comunista pasó al Frente Popular con políticas de colaboración de clases. A pesar de esto, la CIA no pudo tolerar la creciente ola revolucionaria desde abajo que atravesaba Indonesia. Esto habría arruinado todos sus planes en la cuenca del Pacífico en Asia. Habría significado un golpe devastador para sus intereses a escala mundial. Así, en la contrarrevolución más sangrienta del siglo XX, más de un millón de comunistas y sus familias fueron aniquilados mediante un genocidio organizado y planificado por la CIA. Una vez más, la herramienta principal en esta operación fue la rama indonesia de este fundamentalismo islámico moderno, el partido Sarakat-e-Islam.
Durante la guerra civil de 1971 en Bengala Oriental (ahora Bangladesh), los grupos terroristas de Jamaat-e-Islami, Al-Shams y Al-Badar desempeñaron un papel similar en alianza con el ejército paquistaní. Asesinaron a cientos de miles de activistas, trabajadores, estudiantes, intelectuales y campesinos de izquierda bengalíes. Más de cien mil mujeres fueron violadas y quedaron embarazadas. Estas víctimas pertenecían principalmente al JSD y a los soviets (consejos obreros) surgidos del levantamiento revolucionario.
La mayor operación encubierta llevada a cabo por la CIA que involucra al fundamentalismo islámico tuvo lugar en Afganistán. Esto comenzó después del derrocamiento del régimen reaccionario de Daud por parte de oficiales del ejército radicales mediante la revolución de Saur (primavera) de 1978. Durante esta operación, los imperialistas gastaron más de 32 mil millones de dólares en armas, dinero en efectivo, apoyo logístico y operaciones militares. Pero la verdad es que la retirada de las tropas soviéticas en 1988-89 y la caída del gobierno izquierdista de Najibullah en 1992 no se debieron a esta Jihad (guerra santa) patrocinada por la CIA, sino a las políticas burocráticas bochornosas y a luchas internas entre facciones dentro del PDPA. (Partido Democrático Popular de Afganistán).
Lo que está sucediendo ahora, y ha sucedido en el pasado, en esta trágica tierra es el resultado directo de la interferencia estadounidense y la colaboración imperialista-fundamentalista. La llamada Jihad afgana no sólo ha devastado Afganistán sino que también se ha convertido en una amenaza y una fuente de inestabilidad en todo el sur de Asia. La CIA no sólo dio apoyo militar y logístico, principalmente a la facción fundamentalista pro Jamaat-e-Islami, sino que también patrocinó y ayudó a desarrollar la producción de heroína y su comercio. Junto con este tráfico de drogas y la enorme cantidad de armas pesadas que abundan en toda la región, la situación está cargada de peligros extremos y catástrofes sin precedentes. En caso de que esta guerra civil traspase las fronteras, zonas mucho más allá de Afganistán quedarán devastadas.
Utilizar drogas y otras formas de delincuencia para financiar la mayoría de las operaciones contrarrevolucionarias en las que se involucra se ha convertido en una política de la CIA . Instiga a las bandas de vigilantes de matones criminales y a la escoria de la sociedad a cometer toda forma de delincuencia, especialmente el narcotráfico. En Vietnam, el tráfico ilegal de drogas de las guerrillas anticomunistas fue patrocinado. En Nicaragua, durante la década de 1970, se alentó a los Contras a contrabandear marihuana con el fin de comprar armas para sus operaciones contra el régimen sandinista. Se pueden observar ejemplos similares en todas las guerras indirectas patrocinadas por Estados Unidos en Asia, África y América Latina.
Esta política de drogas de Estados Unidos en Afganistán está teniendo un impacto desastroso en la juventud de todo el mundo. Hoy en día, el 70% del suministro mundial de heroína proviene del nexo mafioso entre Afganistán y Pakistán. Los modernos laboratorios en la frontera entre Pakistán y Afganistán (que convierten el opio crudo en heroína) se instalaron con ayuda de la CIA.
Después del colapso de la Unión Soviética y del régimen del PDPA en Afganistán, el imperialismo estadounidense perdió interés en esta área. Su utilidad como estado tapón de primera línea había desaparecido y, por lo tanto, dejaron que Afganistán se pudriera en el desastre que ellos mismos habían creado. Paradójicamente, el imperialismo occidental está utilizando ahora su Frankenstein del fundamentalismo islámico, que él mismo creó, para asustar a los trabajadores y a las masas en los países avanzados. Desde el colapso del estalinismo, los medios occidentales han estado librando una campaña histérica para aterrorizar a los trabajadores occidentales y someterlos a presiones atroces bajo un sistema capitalista en decadencia. Han exagerado la proporción de personas como Gadafi, Saddam Hussain, los mulás iraníes, los talibanes y Osam Bin Laden como monstruos bárbaros que beben sangre y comen bebés. Todo esto se hace con un propósito específico en mente. Las brutalidades de regímenes como el saudita y otros similares subordinados al imperialismo son criminalmente ocultados.
Esta hipocresía se admite abiertamente en un artículo de The Independent (Londres, 27 de septiembre de 2000). Robert Fish, al comentar el informe de Amnistía Internacional sobre Arabia Saudita, dice: «lo que Amnistía no dice – dada la relación petrolera única de Arabia Saudita con los Estados Unidos, su dependencia política de las armas estadounidenses en el Golfo y su miedo a los «enemigos terroristas» de Estados Unidos – es que no se ejercería la más mínima presión sobre sus autoridades para que respetaran las leyes de derechos humanos. Incluso cuando decenas de miles de tropas estadounidenses estaban estacionadas en el Reino después de la invasión y ocupación de Kuwait por Irak, la discriminación contra las mujeres continuó sin disminuir.»
En los últimos diez años, 28 mujeres han sido ejecutadas oficialmente en Arabia Saudita por la policía religiosa, seis de ellas en los últimos 24 meses. Cientos de empleadas domésticas, principalmente filipinas, son violadas, torturadas y azotadas según las leyes islámicas sauditas. Las mujeres no pueden conducir, moverse libremente fuera del reino ni recibir una educación completa de acuerdo con estas leyes. También es cierto que la mayoría de estos dictadores y monstruos fueron creación del imperialismo estadounidense. Por ejemplo, Osama Bin Laden fue entrenado, patrocinado y plantado por la propia CIA. El 27 de agosto de 1998, en una entrevista a la AFP, Osama Bin Laden confesó: «Instalé mi primer campamento en Pakistán, donde estos voluntarios fueron entrenados por oficiales paquistaníes y estadounidenses. Las armas fueron suministradas por los estadounidenses, el dinero por los sauditas…»
Después del bombardeo de las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia, Estados Unidos disparó 70 misiles de crucero desde el Mar Arábigo contra el campamento base de Osama cerca de Jalalabad, en la frontera entre Pakistán y Afganistán. Esto fue más un ejercicio de propaganda que una operación militar seria. En Medio Oriente, las organizaciones fundamentalistas islámicas como Hezbollah, Hamas y otras fueron creadas por la agencia de inteligencia israelí Mossad en los años 1960 y 1970. Fueron creadas para desestabilizar a la OLP y subvertir la radicalización de izquierda dentro del movimiento palestino.
A pesar de la campaña de propaganda de los medios occidentales contra el fundamentalismo islámico, el imperialismo estadounidense continúa utilizando a estos fanáticos religiosos donde lo considera necesario. Lo utilizarán de nuevo para intentar aplastar los movimientos revolucionarios; otra cosa es si tendrán éxito esta vez.
En 1996, la captura de Kabul fue posible gracias a un acuerdo secreto entre el Secretario de Estado estadounidense para el Sur de Asia, Robin Raphael, los talibanes y la facción militar del ex general estalinista Shahnawaz Tanai. Este acuerdo fue fomentado por el ISI (Inter Services Intelligence, la agencia de inteligencia de Pakistán). Irónicamente, Benazir Bhutto lo patrocinó en Islamabad. Esto arroja algo de luz sobre sus credenciales como «progresista». El dinero para esta operación para capturar Kabul provino del gigante petrolero estadounidense Unocal. No es casualidad que el ex secretario de Estado de Estados Unidos, Robert Oakley, sea empleado de Unocal. En las diversas guerras indirectas entre estados imperialistas, especialmente los franceses y estadounidenses, los fundamentalistas islámicos están siendo patrocinados y utilizados de manera bastante conveniente por ambos lados. Este es el caso de Argelia, Sudán y varios otros países. Los imperialistas franceses y alemanes se codean abiertamente con los mulás reaccionarios de Irán por los intereses de sus corporaciones multinacionales, especialmente las petroleras.
La razón principal del resurgimiento del fundamentalismo islámico es el enorme vacío político creado por el colapso del estalinismo y la izquierda en estas sociedades. En el contexto de graves dificultades socioeconómicas, desempleo y pobreza, las masas se encuentran en un callejón sin salida. La arrogancia y el desprecio de los monarcas y dictadores del mundo árabe e islámico alimentan aún más el odio y la ira de las masas. La traición histórica por parte de los partidos de izquierda, los dirigentes sindicales y las direcciones populistas tradicionales ha sumado insulto a la herida. Las democracias corruptas y saqueadoras han aumentado la frustración social. Sin camino hacia adelante, algunos sectores atrasados de las masas y la pequeña burguesía han comenzado a mirar hacia atrás. Los estrategas del fundamentalismo han explotado los vicios de los líderes y del sistema actuales y están ofreciendo la ilusión de las virtudes de una época pasada y lejana.
La hipocresía del imperialismo y el fundamentalismo es muy recíproca. Estos líderes islámicos utilizan los sentimientos anti-FMI y antiimperialistas entre las masas para ampliar aún más su base. Los niveles masivos de desempleo dan lugar a una lumpenización a gran escala en la sociedad. Esto lo aprovechan las organizaciones islámicas, que no sólo proporcionan armas y dinero a estas hordas de jóvenes lúmpenes, sino que también les brindan un santuario donde estar escondidos de forma segura lejos de las manos de la maquinaria estatal. Grandes sectores de jóvenes desposeídos, frustrados y desconcertados entran en el fundamentalismo de la misma manera que muchos intentan encontrar un escape en una dosis de droga. No pueden afrontar las dificultades, por lo que intentan utilizar el fundamentalismo como camino hacia el olvido. Más temprano que tarde tendrán que despertar. Un gran número de jóvenes impolutos, especialmente aquellos que migran de las zonas rurales a las urbanas, son impactados por las condiciones sociales y culturales que encuentran en las ciudades. Viran al fundamentalismo islámico en busca de piedad y honestidad. Intentan encontrar la paz eterna en el Islam para encontrar consuelo para sus almas y mentes. Pero cuando estos cautivos de la fe se enfrentan a la cruda realidad del fundamentalismo islámico y éste muestra su fea cara, tal vez sea demasiado tarde, habiendo pasado el punto de no retorno. En pura desesperación, se entregan para convertirse en carne de cañón de este frenesí y la mayoría de ellos desaparecen de la vida para siempre. Aquellos que sobreviven se encuentran entre las criaturas más corruptas y monstruosas de este planeta.
Por otro lado, importantes sectores de la clase dominante que han saqueado el Estado y la sociedad también utilizan el fundamentalismo como escudo. La mayoría de ellos son capos de la droga y padrinos del dinero negro que encajan perfectamente en este enfoque fundamentalista. Por un lado, utilizan la retórica antiimperialista para salvar su dinero de las garras del FMI, la economía dominante y los impuestos estatales. Por otro lado, utilizan las «fatwas» de los mulás para justificar y proteger sus crímenes y su contrabando de drogas, etc. En países como Pakistán, este crecimiento canceroso de la economía subterránea ha superado con creces el cuerpo de la llamada economía registrada. De ahí que esta mafia haya asumido un papel enorme en la economía, la política, la sociedad y el Estado. La principal fuente de financiación del fundamentalismo islámico se basa en enormes sumas de dinero procedentes del tráfico de drogas y otros sectores de la economía subterránea. Este proceso fue iniciado por el imperialismo estadounidense. Ahora esta economía subterránea está perturbando el funcionamiento del propio capitalismo.
En 1979 apenas había heroinómanos en Pakistán. En 1986 la cifra oficial era 650.000. En 1992 ascendió a 3 millones y en 1999 la cifra oficial fue de 5 millones. Otro aspecto peligroso es la participación de instituciones estatales en el tráfico de drogas, especialmente los militares. La profunda penetración de la economía subterránea en el aparato estatal está dejando su huella. Algunos generales militares están ahora involucrados en las operaciones y organizaciones fundamentalistas.
La indulgencia del ISI (Inter Services Intelligence) en esta orgía de economía subterránea ha llegado tan lejos que se ha convertido en una organización autofinanciada. Un ex jefe del ISI, el general Hameed Gul, en una entrevista al periódico mensual Herald de Karachi, dijo: «Si los marxistas pueden tener la Primera, Segunda, Tercera y Cuarta Internacional, ¿por qué no podemos tener una brigada internacional islámica?». De ahí las operaciones desde las repúblicas de Asia Central hasta Nigeria, desde Sinkiang (China) hasta Argelia y desde Chechenia hasta Indonesia. Ahora Osama Bin Laden incluso está intentando conseguir armas nucleares, químicas y biológicas para luchar contra su propio mentor, el imperialismo estadounidense.
En una sociedad donde el Estado no ha logrado proporcionar atención sanitaria, educación y empleo, el fundamentalismo islámico ha utilizado estas privaciones para fortalecer sus propias fuerzas. Con enormes cantidades de dinero negro fluyendo libremente, han construido escuelas religiosas (madrazas) para entrenar y formar fanáticos desde una edad muy temprana para que se conviertan en carne de cañón para el frenesí religioso. En Pakistán, el dictador militar y títere del imperialismo estadounidense, el general Zia-ul-Haq, instigó este proceso para sofocar el movimiento de masas y las corrientes de izquierda en la sociedad. En 1971, había 900 madrazas en Pakistán. ¡Al final del gobierno de Zia había 8.000 madrazas registradas y 25.000 no registradas!
A medida que el sistema escolar estatal colapsaba, estas madrazas se convirtieron en la única vía para que los niños de familias pobres obtuvieran una educación. Las familias pobres no pueden alimentar, vestir ni educar a sus hijos. Pueden dejar que sus hijos sufran los horrores del trabajo infantil o enviarlos a estas prisiones que engendran fanáticos histéricos que están dispuestos a quitar vidas humanas por causas que ni siquiera comprenden.
En estas madrazas los mantienen encadenados y, a menudo, los mulás los someten a abusos infantiles. La gran mayoría de ellos ni siquiera tiene la oportunidad de ver a un ser humano femenino hasta que alcanzan la vida adulta. Esto crea una psicología específicamente intolerante y demente que se exhibe en las calles de Kabul y en otros lugares. Los talibanes (estudiantes religiosos) surgieron de algunas de estas madrazas en Pakistán, dirigidas por una secta islámica deobandi bajo los auspicios de su grupo político, el JUI (Jamiat Ulma-e-Islam).
Otra razón importante del surgimiento de este fundamentalismo se encuentra en el papel desempeñado por los dirigentes de izquierda y los políticos democráticos y seculares. En sus intentos de desarrollar el capitalismo y su superestructura política, la llamada «democracia parlamentaria», han llevado a la mayoría de estas sociedades al borde del desastre. La miseria, la pobreza y las enfermedades acechan el territorio. Su liberalismo y democracia no han logrado entregar alimentos, ropa y refugio a las masas. Estos supuestos liberales y demócratas se enorgullecen de ser títeres del imperialismo y del capitalismo que sólo explota a las masas. La izquierda estalinista ha seguido este discurso político en busca de la «revolución democrática nacional», que nunca fue posible en esta época de imperialismo y decadencia capitalista. La economía nunca ha sido lo suficientemente fuerte, ni para completar la formación del Estado nación ni para sostener la superestructura política de la democracia parlamentaria.
Habiendo llegado al poder y luego no cumpliendo las expectativas que generaron, estos «liberales» y «demócratas» recurrieron a la demagogia islámica. Frente a la disidencia y el descontento masivo, los propios reyes, dictadores y líderes democráticos se presentan como grandes incondicionales del Islam de una manera crudamente bonapartista. Intentan influir a su favor en el apoyo de capas atrasadas de la sociedad para mantener sus regímenes inestables. Pero una vez que comienzan los levantamientos, rara vez sobreviven. La corrupción y el saqueo de estos gobernantes democráticos fortalecieron aún más la base para que el fundamentalismo islámico prosperara en un entorno donde la alternativa revolucionaria no se vió en el horizonte político.
Sin embargo, a pesar de todo esto, el fundamentalismo islámico no ha logrado desarrollar una base social masiva en la mayoría de los países islámicos. En Pakistán, a lo largo de diversas elecciones, todos los partidos fundamentalistas juntos jamás obtuvieron más del 5% del voto popular. No tienen ningún plan o programa real para resolver los problemas y las crisis de las enormes economías modernas y complejas. Ellos mismos prosperan gracias a la corrupción, el crimen y el dinero negro. Sus métodos de operación son fascistas y bárbaros. Pero los llamados liberales y demócratas burgueses que gritan a todo pulmón sobre la amenaza y el peligro del fundamentalismo son las mismas personas que han creado las condiciones mismas para su existencia. La principal causa de su alboroto es obtener más ayuda del imperialismo para prolongar su orgía de engaños y saqueos.
Al mismo tiempo, los fundamentalistas islámicos están divididos en innumerables sectas inmersas en guerras internas y terrorismo. Los chiítas no pueden tolerar a los suníes, los deobandis no pueden tolerar a los wahabíes, etc. También están divididos en base a las diferentes facciones del dinero negro que se enfrentan entre sí. Incluso con su profunda penetración en el Estado, una vez en el poder tienen que someter sus ideologías utópicas puristas a los dictados del Estado burgués. Esto abre aún más conflictos entre ellos, lo que resulta en más conflagraciones y derramamiento de sangre.
En realidad, el fundamentalismo islámico es un fenómeno reaccionario que representa una fase peculiar de una sociedad capitalista enferma, una sociedad que se ha estancado debido a la crisis orgánica del capitalismo. El fracaso del capitalismo a la hora de eliminar el feudalismo y la existencia de formas primitivas de sociedad humana crea un caldo de cultivo para el fundamentalismo islámico. Este desarrollo combinado y desigual crea contradicciones que proporcionan una base para tales tendencias reaccionarias en un período de reacción y crisis social. Ni siquiera los miles de millones de petrodólares han servido para llevar a cabo las tareas de la revolución burguesa, es decir, la revolución industrial, en los estados musulmanes ricos en petróleo. Esto muestra el carácter reaccionario de estos gobernantes y su bancarrota histórica. Al mismo tiempo, el fundamentalismo islámico es un fenómeno temporal y superficial. Todos los esfuerzos por modernizarlo lo han acabado socavando. De ahí que la brutalidad y el frenesí histérico resurjan para revitalizarlo. Su mayor enemigo es la historia y la civilización humana.
Una vez que la clase trabajadora comience a moverse, este fundamentalismo islámico se desvanecerá como una gota de agua se desvanece de la superficie del hierro candente. Pero si no se eliminan las contradicciones y crisis básicas de la sociedad, éstas volverán una y otra vez en nuevos períodos de reacción. Seguirá devastando y violando la sociedad y la civilización humana hasta que sea erradicada y la causa básica de su existencia, la privación, sea desarraigada. Es una manifestación peculiar de la agonía del capitalismo. Deshacerse de esta plaga sólo será posible cuando se abola el sistema dentro del cual se propaga. Esto sólo es posible mediante una revolución socialista.