Por Alejandra García P.
El presidente Petro en su afán de contestar hasta al ladrido de un perro callejero responde, en varios idiomas, incluso a trinos falsos; agitando por tercera vez en forma abierta el fantasma de un golpe blando, denunciando una supuesta “ruptura institucional” con la cual se buscaría terminar con su gobierno.
Existe mucha agitación, idas y venidas, chismes y rumores en las alturas; como si todos los implicados padecieran de una verborrea crónica. Aupados por los medios que buscan ganar audiencia, se emiten declaraciones a diestra y siniestra sobre los más diversos hechos. Por un lado, se presiona a la Corte Suprema para que elija pronto el reemplazo del Fiscal Barbosa, de una terna definida por Petro, pues le urge tener control de esa institución. Por otro, la Procuraduría decide la suspensión temporal del ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva, pero Petro, en abierta confrontación, lo mantiene en su puesto hasta la fecha. A la vez, continúa el proceso contra Nicolás, el hijo de Petro, por enriquecimiento con dineros de la campaña, apoyándose en las pruebas suministradas por su anterior cónyuge. Y de manera paralela, se abrió una investigación sobre la financiación de la campaña por donaciones hechas de manera irregular por la Federación Colombiana de Educadores-FECODE, colocando en riesgo a un alfil muy importante del presidente, Ricardo Roa Barragán, actual presidente de Ecopetrol, quien fuera gerente de la campaña.
¿Cómo se desarrollarán estos procesos en los próximos meses y en los dos años y medio que faltan aún del gobierno de Petro? Bien vale intentar responder a esos y otros interrogantes.
¿A qué se debe todo esto? ¿Campaña pre-electoral?
El triunfo de Petro revolcó las aguas de la compleja, y putrefacta, política colombiana. Como subproducto de un gigantesco proceso de movilización de masas, frente al cual el propio Petro se proclamaba como el más apto para frenarlo, el nuevo gobierno generó enormes fricciones entre las instituciones del régimen. Todo gobierno intenta tener bajo su control directo o indirecto la totalidad de instituciones del régimen. Las fracciones de clase que se le oponen luchan por mantenerlas y utilizarlas a su favor. Ese es el juego normal de la mal llamada democracia. Petro y su gobierno hacen parte de ese juego pues proclaman a los cuatro vientos el respeto a la “institucionalidad”; es decir, el respeto a lo básico del régimen político y del Estado burgués.
El gobierno de Petro, al no contar con mayoría parlamentaria propia, inició negociando con las fracciones burguesas más afines, integrándolas a su gabinete. Luego vinieron los rompimientos y reacomodos, las salidas de ministros y el engorroso trámite parlamentario de las reformas que siguen sin concretarse.
Un “tira y afloje”, una tenaza que aprieta y suelta según convenga en cada momento, es lo que desespera a Petro. El tiempo corre veloz y ya se vislumbra una campaña presidencial para la cual cada fracción de clase y los partidos que la representan prepara sus huestes. El propio Petro está contribuyendo a generar, en forma muy adelantada, un clima preelectoral. Algunos lo acusan de estar ya, en la práctica, en campaña. El llamado a la unidad en un solo partido de toda la variopinta pléyade de organizaciones que, unificadas en el Pacto Histórico, le dieron el triunfo es un intento de contar con mejores fuerzas para el 2026; luego de las complicaciones y derrotas que tuvo en las pasadas elecciones territoriales de 2023.
¿Qué está en juego?
Como se afirma popularmente, soñar no cuesta nada. Los partidos y dirigentes de la pequeña burguesía sueñan –y venden a las masas su sueño– que es posible realizar cambios “históricos” a la sociedad actuando desde el interior del régimen político y respetando las estructuras económicas y sociales en las que se asienta el dominio de las clases dominantes en el sistema capitalista, pero cada cierto tiempo su sueño se convierte en pesadilla.
Petro se siente acorralado por el régimen político del cual hace parte, así haya sido “oposición” parlamentaria. Convoca a las masas a movilizarse y así a forcejear con algunas instituciones del régimen que necesita controlar, en este momento la Fiscalía y la Procuraduría. Sea que lo logre o no, continuará dentro del laberinto.
¿Es posible salir del laberinto?
Solo una opción obrera, revolucionaria, con un carácter de clase absolutamente antagónico al actual estado burgués y a su régimen, que levante como banderas una transformación económica y social revolucionaria, puede ser no sólo la salida del laberinto sino la destrucción del mismo. No se trata de mantenerse en los marcos y estructuras de la vieja sociedad, como pretende Petro; así llame a hacerle algunos remiendos.
Se trata de dedicarse a construir una organización política que acompañe a las masas para destruir, como mínimo y lo más pronto posible, el régimen político y todas las instituciones corruptas que lo componen a través de una revolución profundamente democrática; que abra en forma inmediata el camino para gigantescas transformaciones económicas y sociales que destruyan el sistema capitalista y patriarcal actual e inicien la construcción de una sociedad socialista feminista.
Petro llama a movilizarse, pero su convocatoria no va en ese sentido, por eso las organizaciones revolucionarias no debemos dejarnos engañar por estos llamados y asumir el reto de cualificarnos políticamente para develar el carácter burgués de su gobierno y avanzar en la construcción del movimiento de masas y su dirección.
Bogotá, 6 de febrero de 2024
Publicado originalmente en El trabajador socialista