Nuestras luchas pueden derrotarle.
Por Gérard Florenson
Muchas vueltas y negociaciones han culminado con el nombramiento de Michel Barnier como primer ministro: aún no conocemos la composición del gobierno pero podemos analizar las razones de este primer paso.
Después de haber intentado en vano relanzar su mandato con la disolución de la Asamblea Nacional y tras la derrota electoral sufrida por su partido, Emmanuel Macron se encontraba en una mala posición. ¿Cuáles eran, y siguen siendo, sus objetivos? Quiere mantenerse en el poder, lo que no es fácil dado que su derrota ha puesto en peligro su supervivencia política hasta tal punto que su dimisión parecía una posibilidad. Quiere permanecer en el poder por orgullo, por supuesto, pero también para seguir «reformando Francia», si es que la palabra «reforma» tiene algún significado cuando hablamos de la destrucción sistemática de los derechos sociales para garantizar y reforzar los beneficios de los capitalistas.
Nada de esto debe sorprendernos, ni la elección de Michel Barnier para dirigir con él esta política. Macron se dio cuenta rápidamente de que recurrir al Partido Socialista para presentar una imagen más centrista era una ilusión. La única alianza posible era con la derecha tradicional, con unos Republicanos en decadencia dispuestos a agarrar el primer salvavidas para evitar hundirse definitivamente. Al mismo tiempo, dado que esta alianza no proporcionaría una mayoría absoluta, Macron sólo podría asegurar la supervivencia del gobierno impidiendo que las oposiciones, el Nuevo Frente Popular (NFP) y la Agrupación Nacional, se unieran para votar una moción de censura, que sí tendría mayoría.
Michel Barnier, casi la única elección posible
Casi porque aunque hay otros como él, no hay tantos con la capacidad de traer calma al no arriesgarse a presentarse a las elecciones presidenciales, pero a su vez, alguien que Macron necesitaba tanto para mantenerse a la derecha como para llevar a cabo sus políticas.
Michel Barnier es un reaccionario como muchos de su partido. Se ha mencionado muy acertadamente su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y las restricciones que le hubiera gustado establecer al derecho al aborto. Esto puede parecerle simpático a la extrema derecha, pero no es este perfil el que le interesa a Macron.
Michel Barnier es un puro producto (y actor) de la Unión Europea capitalista, de sus instituciones y de sus políticas, y en este sentido está en sintonía con Macron. La ley de desmantelamiento de los regímenes de pensiones, los ataques a la seguridad social y a los derechos de los desempleados y, por supuesto, la ley de inmigración, están en consonancia con las exigencias de la Comisión Europea y con las directrices a las que se asocia el gobierno francés.
El tándem Macron-Barnier significa una continuación y un empeoramiento de las políticas de los gobiernos anteriores, con medidas anti obreras y antipopulares, exclusivamente al servicio del gran capital. Es una ilusión creer que esta política puede ser derrotada, que las leyes antisociales y destructoras de la libertad ya aprobadas pueden ser derogadas mediante combinaciones parlamentarias. El único camino es enfrentarse al gobierno Macron-Barnier, cuya composición aún no conocemos, pero cuyos objetivos sí. Eso significa movilización en los lugares de trabajo y en las calles, una huelga general y un Mayo del ‘68 que llegue hasta el final.
Algunos errores de análisis y de orientación
Se ha dicho que el nombramiento de Barnier fue una mano tendida al Rassemblement National (RN). Es cierto que Macron quiere protegerse de la censura, pero si abraza a Bardella es para ahogarlo mejor. En las masivas manifestaciones contra la reforma de las pensiones, hubo trabajadores que desgraciadamente votaron por el RN: ¿cómo van a tomarse la negativa a censurar al gobierno? No es una situación conveniente para los dirigentes de RN. Quieren tranquilizar a las grandes empresas, pero éstas están encantadas con el nombramiento de Barnier. No quieren desórdenes porque esperan llegar al poder en las próximas elecciones presidenciales, pero el desorden, o más bien el estallido de la guerra de clases, no esperará a su buena voluntad.
Un error más grave es ver y denunciar la elección de Macron como una «negación de la democracia»… apelando a la letra y a las tradiciones de la V República, ese conocido modelo de instituciones democráticas. El NFP ganó las elecciones, así que bajo pena de caducidad, Macron tuvo que ofrecerle a Matignon.
Con la salvedad de que el NFP ganó en realidad el mayor número de escaños, pero eso se debe al actual sistema electoral. Con la representación proporcional, el Rassemblement National habría ganado más escaños. ¿Habría que haber exigido entonces el nombramiento de Bardella para Matignon?
Seguir por este camino y, peor aún, esperar la destitución de Macron por las asambleas parlamentarias es, como mínimo, una pérdida de tiempo a la hora de preparar un plan de lucha para derrotar a Macron-Barnier y a todas las políticas patronales. En el peor de los casos, es una voluntad deliberada de devolver todo al terreno electoral, el de las instituciones burguesas. ¿No dijo Mélenchon que su elección ahorraría días de huelgas? Más penosa es la deriva del NPA «anticapitalista», que ha olvidado gran parte de su pasado.