Ganó Trump. ¿Ahora qué?

Por Vicente Gaynor

Al final la carrera no terminó cabeza a cabeza. Trump ganó con una ventaja de 4.5 millones de votos obteniendo sólo algunos miles de votos más que los 74 millones que sacó en 2020. Pero los demócratas cayeron más de 10 millones de votos, de los 81 millones con los que ganó Biden en 2020 a los 70 millones que logró Harris en esta elección. La participación total también tuvo una caída de 10 millones, de 155,5 millones en 2020 a 144,5 millones ahora. Un 35% de las personas en edad de votar no lo hicieron. Trump vuelve a la Casa Blanca con los votos del 33% del padrón electoral.

Los republicanos le arrebataron la mayoría a los demócratas en el Senado y probablemente la mantengan también en la cámara baja. El segundo gobierno de Trump contará con la mayoría conservadora de la Corte Suprema que logró establecer en su primer mandato y con el respaldo sólido de un Partido Republicano radicalizado a la derecha.

Debemos prepararnos para enfrentar una ofensiva fuerte contra los trabajadores en general y contra las mujeres, inmigrantes, personas LGBT+ y negros en particular. En el resto del mundo implica un aliento a las diversas expresiones de la extrema derecha, como muestran los festejos de Netanyahu, Orbán, Milei y otros.

Sin embargo, también debemos prever importantes expresiones de resistencia que la ofensiva de Trump provocará, como sucedió con su primer mandato y en la mayoría de los casos en los que la extrema derecha logra gobernar. Estaremos en la primera línea de esa resistencia, militando a la vez para construir una fuerza política de izquierda en Estados Unidos.

¿Quién tiene la culpa?

La responsabilidad central de que Trump y un una extrema derecha que no es mayoría en la sociedad vuelvan al poder la tiene el Partido Demócrata. Bernie Sanders, el día después de la elección, señaló:

“No debería sorprendernos que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él”. (1)

No es casualidad que los estados clave que giraron hacia Trump en esta elección son los del “cinturón de óxido” que concentran parte importante de la clase obrera industrial. Lo que no dice Sanders es que él y el DSA, en vez de postular una opción independiente, apoyaron al capitalista e imperialista Partido Demócrata.

El demócrata Biden ganó la presidencia en 2020 por la expectativa de millones en que desandaría las medidas reaccionarias del gobierno anterior de Trump. Pero mantuvo las exenciones fiscales para los ricos y corporaciones, también sus medidas negativas en materia policial, ambiental y migratoria, incluso deportó más inmigrantes que Trump.

Al no ofrecer una política migratoria algo mejor que la del gobierno anterior, Biden le permitió a Trump aumentar sus votos en comunidades de mayoría latina más de un 13%. La promesa de Biden del salario mínimo de 15 dólares quedó en el olvido, quebró la huelga ferroviaria de 2022 e intervino en la huelga portuaria de 2024 para que los puertos sigan funcionando. En materia de género, educación y salud también quedó lejos de las expectativas que había generado. La desilusión con el PD significó perder más de 10 millones de votos en relación a 2020.

Es la política, estúpido

En 1992 un estratega demócrata les explicó a los republicanos por qué Bill Clinton le había ganado la presidencia George H. Bush con la célebre frase: “Es la economía, estúpido”. Esta vez, se podría invertir. A Biden le tocaron cuatro años de relativa recuperación económica, en los que cayó la desocupación, algunos salarios aumentaron por la falta de mano de obra y la inflación se redujo bastante. A pesar de esto, los demócratas han perdido apoyo entre los trabajadores porque, pese al buen momento económico, sus políticas siguieron beneficiando esencialmente a los mismos multimillonarios de siempre y decepcionaron, perjudicaron o atacaron a trabajadores, inmigrantes, negros, mujeres y personas LGBT+.

La crisis política que se expresa en todo el mundo como una cara de la crisis capitalista sistémica iniciada en 2008 tiene un factor común. Buena parte de la humanidad pierde la confianza en los representantes del orden político actual. Decaen los partidos tradicionales y sigue habiendo fuertes luchas sociales, pero a nivel político crecen las expresiones radicalizadas más hacia la derecha.

En Estados Unidos, la mayor cantidad de votos en disputa no eran los que estaban indecisos entre Trump y Harris, sino los millones que dudaban entre votar y no votar. Trump logró retener a los sectores radicalizados a derecha que no votarían a un republicano más moderado. Los demócratas, en cambio, se mostraron como los defensores del desgastado orden político establecido, del “no cambio”.

En esto también acertó Sanders:

“Mientras que el liderazgo demócrata defiende el status quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tiene razón”.

Lo trágico es que Sanders jugó un rol lamentable en los últimos años, ayudando a lo que ahora critica. Habiendo sido él mismo una expresión tan masiva como luego fue Trump de la ruptura con el viejo orden político, pero por izquierda y hablando de socialismo, llamó a apoyar a Hillary Clinton en 2016, Biden en 2020 y Harris ahora.

Con la eterna excusa del «mal menor», Sanders ayudó al mal mayor. Millones de estadounidenses primero buscaron un cambio por izquierda. Pero la frustración llevó luego a muchos a buscarlo por derecha, y a otros millones a abstenerse de votar. Así, Trump ganó el martes con casi los mismos votos con los que perdió hace cuatro años. Es culpa de los demócratas, que decepcionaron a millones.

También influyó el genocidio en Palestina

Un factor que ayudó a hundir a los demócratas es el genocidio palestino que comete el Estado de Israel con pleno apoyo del gobierno estadounidense. Un segmento importante de la población descreyó de las mentiras sionistas, descubriendo que Israel es el victimario que masacra a miles de palestinos indefensos. Por eso apodaron a Biden como «Genocida Joe». Esto provocó la radicalización de un sector de la juventud, que organizó combativos acampes universitarios, y la ruptura de un sector importante de las bases demócratas.

Posiblemente algunos millones de personas que usualmente votan a los demócratas, muchas de ellas de las comunidades árabe-americanas y musulmanas, esta vez no votaron a los pro-genocidas, por más que no desearan que ganara Trump.

La hora de la resistencia

Algunos sectores norteamericanos de izquierda, en especial los que militaron por Harris, aseguran que ya se viene el fascismo. Sin dejar de ser un riesgo, no hay elementos en la realidad que sustenten esto: por eso su tesis es falsa y desmovilizadora. Por ahora, a la burguesía dominante le sigue conviniendo gobernar mediante las instituciones de la “democracia” capitalista y no necesitan arriesgar tanto e imponer dictaduras fascistas.

El fascismo implica la derrota física de toda organización política, sindical o social de resistencia. Al no ser este el caso, va a haber luchas ante los ataques. Los conflictos que vendrán incluso pueden tener más fuerza que los del primer gobierno de Trump. El movimiento obrero realizó huelgas importantes estos años y la radicalización de un sector de la juventud es profunda. Miles de activistas siguen sacando conclusiones de esas experiencias, y Trump es un revulsivo que va a provocar respuestas sociales.

Hay que poner atención en los sectores más oprimidos y vulnerables, como los inmigrantes y la comunidad LGBT+. El triunfo de Trump fortalecerá a los grupos extremistas de la derecha racista, sexista y homófoba, incluidos algunos grupos fascistas que ya demostraron su voluntad de atacar con violencia asesina. Y el Estado, más que antes, dejará correr. Tenemos que organizar la defensa solidaria de los más oprimidos y prepararse para enfrentar los intentos de violencia fascista.

En el plano internacional es posible que Trump retire el apoyo a Ucrania, fortaleciendo la actual ofensiva de Putin. También es posible que el nuevo gobierno suelte el supuesto “límite” de Biden a Netanyahu sobre no bombardear las instalaciones nucleares de Irán, lo que agravaría la escalada bélica en Medio Oriente. Y que de llevar adelante la política económica proteccionista que ha prometido aumenten las tensiones con China y se profundice la crisis que ya se siente en Europa.

La alternativa que hace falta

El fracaso demócrata que le abrió la puerta a Trump (otra vez), confirma más que nunca que la lógica del supuesto mal menor es una trampa para el pueblo trabajador y la juventud. Solo lleva a un mal cada vez peor. A su vez, las candidaturas de Jill Stein y Cornel West no lograron votaciones significativas y una vez más el descontento se expresó vía la abstención.

Pero el descontento es más profundo que nunca y construir un partido de la clase trabajadora y de izquierda, independiente de los demócratas, sigue siendo la tarea central en Estados Unidos. La capitulación de Sanders y el DSA dilapidó una gran oportunidad, pero mostró que hay espacio político.

No hay atajos. Los revolucionarios tenemos el desafío de las grandes luchas que se vienen y de organizar a la numerosa vanguardia radicalizada para sentar las bases del partido obrero y socialista que hace falta. Los compañeros de la LIS en Estados Unidos, junto con la OTI y otros grupos revolucionarios, estamos comprometidos con esta tarea.

  1. «No debería sorprendernos que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. Primero fue la clase trabajadora blanca, y ahora también son los trabajadores latinos y negros. Mientras que el liderazgo demócrata defiende el status quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tienen razón. ¿Aprenderán las grandes empresas y los consultores bien pagados que controlan el Partido Demócrata alguna lección real de esta desastrosa campaña? ¿Entenderán el dolor y la alienación política que decenas de millones de estadounidenses están experimentando? ¿Tienen alguna idea sobre cómo podemos enfrentarnos a la oligarquía cada vez más poderosa que tiene tanto poder económico y político? Probablemente no. En las próximas semanas y meses, aquellos que nos preocupamos por la democracia de base y la justicia económica necesitamos tener algunas discusiones políticas muy serias».