Por Corresponsal
La revolución del pueblo libanés contra el ajuste capitalista pegó un salto esta semana luego de la interrupción impuesta por la pandemia de coronavirus. La gente volvió a las calles más radicalizada contra el gobierno y los bancos. La represión de las fuerzas armadas, que se cobró la vida de Fawaz Fowad, de 26 años, en Trípoli el 27 de abril le echo más leña al fuego.
Lucha de clases, pandemia y después.
El año pasado colapsó la economía del Líbano, que arrastra una de las deudas públicas más altas del mundo, 76.000 millones de euros, equivalente al 150% de su PBI. El gobierno adoptó un brutal plan de ajuste diseñado por el FMI, pero el pueblo reaccionó. En octubre, un estallido social encabezado por la juventud volteó al gobierno a fuerza de barricadas y enfrentamientos violentos con la policía y el ejército. No se trató para nada de un rayo en cielo sereno, sino que fue parte de un proceso global de rebeliones contra las primeras expresiones de la crisis económica capitalista. Ecuador, Chile, la huelga general en Francia y otros hitos fueron parte también de esta coyuntura de ascenso de las luchas.
El nuevo gobierno del país, que surgió del mismo régimen político, no ofreció ningún cambio sustancial, por lo cual las protestas se mantuvieron, encabezadas por un acampe de una vanguardia juvenil en el centro político del país. La cuarentena implementada en marzo obligó a levantar ese acampe e impuso una pausa en el conflicto. Pero la política hambreadora del gobierno, la absoluta ausencia de medidas sociales para garantizar la supervivencia de millones de libaneses ante la imposibilidad de trabajar de la mayoría, combinada con una devaluación descontrolada y aumentos del 55% de los precios, acabó repentinamente con la cuarentena.
Se encienden las cenizas de octubre
Desde el 20 de abril, el pueblo libanés rompe la cuarentena al grito de “mejor morir de coronavirus que de hambre”. Su bronca se dirige al gobierno y, particularmente, a los bancos, que llevan un mes cerrados y sin efectivo en sus cajeros. Durante el fin de semana, el dólar paralelo llegó a 4.300 liras, frente al oficial que se mantiene a 1.507, y el lunes 27, el pueblo estalló en furia, incendiando varios bancos, incluyendo el Central. Tras el asesinato de Fowad, el estallido pegó un salto aún mayor, expandiéndose nacionalmente de su epicentro en Trípoli.
Las imágenes de los enfrentamientos reafirman que la única respuesta del régimen va por el lado de la represión, con un despliegue militar descomunal y la utilización de la fuerza contra miles de manifestantes que no tienen más opción que salir a las calles. Estas imágenes quizás anuncien lo que se viene a nivel global, con un salto en la explotación y en las condiciones de miseria y pobreza de los trabajadores y los pueblos del mundo. Esa disyuntiva entre la enfermedad y el hambre empieza a plantearse en todos los rincones y las respuestas de los gobiernos, con matices, consiste en ceder a las presiones de las corporaciones y las multinacionales.
En este caso es el régimen libanés el que tambalea ante la fuerza del pueblo trabajador movilizado. Nuestra solidaridad está con ellos, y con nuestros compañeros del Movimiento por el Cambio, que luchan en primera línea y construyen una alternativa política revolucionaria por un Líbano y Medio Oriente socialistas.
Para este escenario nos preparamos desde la Liga internacional Socialista, estrechando los lazos de solidaridad y lucha con los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.