El domingo 28J se cumplen 51 años de la rebelión de Stonewall, bar LGBTI de Nueva York cuya comunidad enfrentó y derrotó la violencia policial. Una mirada al presente allá y acá, para militar nuestros reclamos con un horizonte anticapitalista y socialista.
Por Pablo Vasco
Hablar de Stonewall es reivindicar a Marsha Johnson, la trans negra que junto a otres lideró aquella revuelta en 1969 que dio origen a las Marchas del Orgullo. A más de medio siglo, en buena medida hoy el activismo LGBTI del mundo también mira hacia EE.UU., en donde la rebelión popular combina profundas demandas antirracistas, de género, económicas e incluso políticas que cuestionan el sistema capitalista-imperialista.
Si el sistema de salud yanqui ya es malo, Trump lo empeora para las personas trans. Como la ley de salud prohíbe “discriminar por raza, color, nacionalidad, sexo, edad o discapacidad”, en 2016 se reglamentó que sexo incluía género para no discriminar a nadie por su identidad. Pues bien: en medio de la pandemia Trump, que ya causó estragos sanitarios enormes, planteó derogar esa reglamentación.
A esto se sumaron dos travesticidios en una semana, elevando a 14 las personas trans asesinadas este año. Al calor de la rebelión negra, juvenil y popular, la comunidad LGBTI salió a responder en las calles. El lunes 14, más de 20.000 personas marcharon en Brooklyn y varios miles más en todo el país bajo la consigna Black Trans Lives Matter: las vidas negras trans importan.
Al otro día de la movilización, el martes 15, la Corte Suprema dictaminó que la no discriminación por sexo en la ley laboral federal para los casos de despido incluye las causales por género. No sólo es un triunfo que varias organizaciones norteamericanas consideran histórico, por tratarse además de una Corte conservadora, sino que el esperado fallo implica también un golpe al proyecto de Trump para atacar la salud de les trans. Una vez más, se confirma que la lucha es el único camino para defender y conquistar nuestros derechos.
Y acá, del dicho al hecho…
Cuando asumió, hace siete meses, Alberto Fernández prometió “abrazar a todos quienes sean discriminados”. Su hijo llevaba un pañuelo arcoiris en el bolsillo y en el festival en Plaza de Mayo tocó Sudor Marika. Luego creó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. Lógicamente, generó expectativas. Sin embargo, hasta ahora más bien sobra discurso pero faltan respuestas:
Sabiendo que la pandemia y la cuarentena afectan más a las mujeres y las disidencias sexo-genéricas, el nuevo ministerio no integra el comité nacional de crisis. Y su “consejo asesor nacional” sobre diversidad tiene más de 30 integrantes pero ni una sola persona de la comunidad LGBTI.
En cuanto al apoyo económico a las personas trans, sólo por iniciativa y presión de las organizaciones sociales -como ATTTA y la FALGBT- se dispuso un muy insuficiente subsidio de $ 8.500 por mes. Se otorgaron menos de 4.000, cuando la población trans se estima en 40.000, y hubo prácticas de utilización política en favor de agrupaciones peronistas. Sigue pendiente la ley de inclusión laboral trans, que junto a la ley integral trans ha presentado la FALGBT(2).
Sabiendo que gran parte de las travestis y trans se prostituye para vivir, Desarrollo Social excluyó del registro de la economía popular (Renatep) a lxs trabajadorxs sexuales, en una postura discriminatoria abolicionista, línea que el Ministerio de Mujeres comparte.
Continúan los travesticidios, que ya suman 36 en lo que va del año. En cuanto a violencia de género en general, la ministra Gómez Alcorta se limitó a “fortalecer” la línea 144, cuyas trabajadoras siguen precarizadas, sin aumentar el presupuesto suficiente para abrir casas-refugio, garantizar asistencia jurídica y psicológica gratuita y subsidios de reinserción laboral y habitacional para las víctimas de violencia machista.
Respecto del derecho al aborto, ni se debate en el Congreso el proyecto de ley de la Campaña Nacional -que apoyamos- ni AF cumplió su promesa de presentar su proyecto. Las lesbianas, bisexuales, no binaries y varones trans también abortan.
En salud, en vez de impulsar la producción pública de antirretrovirales, siguen los déficit en la entrega de dichos medicamentos, está frenada la nueva ley de VIH y en algunas provincias limitan los análisis de carga viral. También hay faltante de hormonas para los tratamientos de cambio de género y se han cerrado consultorios amigables como en La Matanza, Olavarría y otros.
En educación, el escándalo de la red de escuelas católicas FASTA(1) confirma que persiste la retrógrada injerencia religiosa, sostenida con cuantiosos subsidios del Estado, que salen del bolsillo popular. La ESI aún no se aplica en todo el sistema educativo y se frenó en el Congreso la reforma para actualizar sus contenidos y darles perspectiva de género y disidencias.
Otra gran tarea democrática pendiente es la separación de la Iglesia del Estado. Esa deuda seguramente no la va a saldar el actual gobierno, como lo indican la buena sintonía y los elogios del presidente y su frente político al Papa.
Las injustas sentencias contra Higui por defenderse de una violación “correctiva” y contra Marian Gómez por besar a su esposa en público muestran la marca patriarcal de la justicia.
Sigue la violencia policial contra nuestra comunidad, lo que a su vez alimenta las conductas de violencia social. El último caso fue el del joven santacruceño Javier Astorga, a quien la policía provincial insultó, golpeó brutalmente y le quebró la mandíbula por ser gay.
Vamos por más, por todo
Desde ya, no todas son pálidas: en Catamarca la semana pasada se aprobó con media sanción el cupo laboral trans, en Pico Truncado se creó un área de diversidad y hubo otros avances. Pero así como años atrás conquistamos las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género, y como lo reafirma la rebelión en EE.UU., los avances logrados son el resultado de nuestras luchas. Del sistema capitalista, sus instituciones y gobiernos, aun con sus distintos matices, no podemos esperar más que medidas de ajuste y recorte de derechos.
Esto no es un capricho sectario. Ya la opresión patriarcal es parte del sistema porque la clase capitalista se beneficia del trabajo doméstico no remunerado y de la mayor precarización de las mujeres y disidencias. Encima, la actual crisis capitalista global, que la pandemia agrava, lleva a reducir derechos sociales y democráticos en todo el mundo. Nos quieren hacer pagar los costos de la crisis al pueblo trabajador, incluida nuestra comunidad, siempre más desventajada. Y para imponer ajustes, habrá más autoritarismo.
Si hay algo utópico es apostar a “un capitalismo donde ganemos todos”, como plantea AF. No existe ni existirá. La única salida realista es enfrentar al capitalismo y reemplazarlo por un sistema justo e igualitario, libre de toda explotación de clases y opresión de géneros: el socialismo.
En el activismo surgen debates, como por ejemplo si hacer política organizada o no y cómo. Aunque en el conversatorio del 28J vamos a ahondar en esto, aquí van algunos ejes. Primero, si nuestro colectivo y el pueblo en general no hacemos política, la hacen las clases enemigas. Segundo, esa militancia requiere reconocer y valorar las diferentes identidades en lucha, pero no para dividirlas y hasta oponerlas entre sí al estilo de la “política identitaria”: eso es estéril y de hecho funcional al orden establecido. Tercero, lo que hace falta es unir las distintas luchas y hacerlo en torno a la única clase social capaz de derrotar al capitalismo y abrir paso al socialismo con democracia, la clase trabajadora, y con un partido revolucionario e internacionalista al frente para disputar el gobierno y el poder, que a su vez es la única forma de dar vuelta todo.
A 51 años de Stonewall, con más orgullo LGBTI y anti-sistema que nunca, te invitamos a que te sumes a este desafío apasionante.
1 Tiene 23 colegios (18 subsidiados), 3 institutos de formación docente y una universidad. En 2018 recibió del Estado $ 445 millones.
2 El 23/6 se inició el debate en la Comisión de Mujer
de Diputados.