Este material es un esbozo inicial sobre los aspectos más importantes de la situación europea. En el Viejo Continente hay tres fenómenos principales que interactúan a distinto ritmo: la crisis de la economía capitalista, las consecuencias de la pandemia y la invasión rusa a Ucrania. Aunque lo dominante es la continuidad de la crisis económica, aquí partiremos por destacar los nuevos hechos acontecidos luego del I Congreso de la LIS (2021), entre los cuales el principal es la guerra en Ucrania.
La guerra en Ucrania impacta sobre los gobiernos y los pueblos
Cuando Rusia invadió Ucrania hace casi un año, Putin preveía una corta “operación relámpago” triunfante. Pero se abrió una crisis inédita desde el fin de la Guerra Fría, el conflicto bélico se prolonga por la resistencia ucraniana a la invasión y lo más probable es que marque buena parte de 2023. Con epicentro en el Este, la onda expansiva de la guerra y sus derivaciones afectan a la estructura y la superestructura de toda Europa. El imperialismo occidental y sus gobiernos, aun con desigualdades, en general siguen apoyando a Zelensky. La Unión Europea (UE) aceptó la candidatura de Ucrania al bloque, destinó 18.000 millones de euros en ayuda económica para este año, suministra armas, equipamiento bélico y alentó a sus países miembros a aumentar los presupuestos militares. La OTAN logró apoyo para desplegar más tropas en la región y la adhesión de Suecia y Finlandia, tradicionalmente neutrales.
Las torturas y matanzas a la población civil en los pueblos que abandona el ejército ruso y los ataques con drones y misiles a las ciudades provocan rechazo a la invasión de Putin y activan campañas solidarias. La solidaridad no se refleja en un movimiento masivamente organizado contra la invasión debido las direcciones políticas y sindicales, que actúan desde dos perspectivas: una pro-OTAN y otra campista pro-Putin. La ocurrencia de conflictos bélicos europeos preocupa a la sociedad: entre 1991 y 2001 fue la Guerra de los Balcanes, desde 2021 la Guerra en Ucrania y persisten las amenazas entre Serbia y Kosovo. Los enfrentamientos entre los bloques imperialistas occidental y ruso han hecho reaparecer el temor al uso de armas nucleares y a una nueva conflagración mundial.
Se agravó la crisis económica y se desató una crisis energética
Las medidas que los gobiernos tomaron en 2008 no fueron suficientes para revertir la crisis, que con la pandemia y la guerra se ha profundizado. Hay recesión, deterioro del nivel de vida y reapareció el alza de precios, incluso en las grandes potencias. Durante 2022 la inflación alcanzó picos históricos de dos dígitos, pero finalizó el año bajando al 8% de promedio anual. Este porcentaje comparado con el de otras latitudes parece insignificante, pero en Europa implica un cambio importante ya que no aparecía desde hace décadas. La inflación encarece alquileres, hipotecas, servicios y alimentos; deprecia salarios, pensiones y subsidios sociales. En definitiva, deteriora el nivel de vida, aumenta la desigualdad y extiende la pobreza, en un continente que aun así sigue siendo relativamente rico.
Según la OCDE, “la economía mundial está sufriendo la crisis energética más grave desde los años 70”. Antes de la guerra Rusia abastecía de petróleo y gas a gran parte de Europa, sobre todo a Alemania e Italia. Pero como represalia a las sanciones económicas, Putin limitó las exportaciones, los precios del gas alcanzaron picos históricos y comenzó la búsqueda de alternativas. La UE desaceleró la “transición energética” con el carbón y la energía nuclear, puso en funcionamiento nuevas terminales y consiguió otros proveedores internacionales. Con estas medidas, favorecidas por el impacto tardío del invierno, lograron cubrir el 90% de la capacidad de reserva, lo que reduce la posibilidad de cortes masivos de suministro y, coyunturalmente, el agravamiento del malestar social por esta circunstancia.
“Planes anticrisis” y ataques al pueblo trabajador
Los gobiernos vuelcan millones de euros para sostener las ganancias empresarias y evitar el colapso capitalista, a la vez que aplican medidas sociales paliativas. En Alemania, Francia, Reino Unido, España, Italia y otros países tales medidas incluyen: reducción temporal del precio del combustible; subsidios a los alquileres, servicios y transporte; bonos sociales, recomposición de salarios y pensiones (por detrás de la inflación) y reducción del IVA en los precios de algunos alimentos. Esto no significa reflotar el “Estado de bienestar”, algo que la burguesía no quiere ni puede hacer. Sí quieren evitar que un deterioro extremo de las condiciones de vida genere huelgas generales, movilizaciones masivas y estallidos populares como los que se ven en otras regiones. Tales “planes anticrisis” son atenuantes importantes, pero parciales e insuficientes.
Como perspectiva, las multimillonarias ayudas económicas anunciadas por la UE serán un aliciente, pero no alcanzan para motorizar la economía hacia una recuperación real. Además, su aceptación implica: aceptar reformas laborales, jubilatorias y asumir una parte de la ayuda como deuda a reintegrar por los Estados. El BCE y el FMI prevén recesión, la desaceleración económica puede alcanzar un pico en los primeros meses de 2023, se ralentizará la recuperación del empleo y seguirá la inflación, alentando una mayor conflictividad social.
Es necesario destacar la situación de Alemania, pilar económico y político de la eurozona. Durante 2022 sufrió una aguda desaceleración económica, llegó al 10% de inflación (no vista desde 1949) y la reducción del suministro de gas ruso afectó el aparato productivo. Evitó el desastre con una masiva ayuda estatal, nuevas terminales y proveedores de gas. Las predicciones para 2023 no descartan nuevos colapsos del sistema financiero, prevén recesión e inflación, con lo cual la economía alemana tampoco se perfila como la locomotora de una recuperación continental sostenida.
Crisis migratorias, cambio climático y violencia de género
Cada año miles de personas mueren intentando entrar a la UE, a veces abandonadas en el mar. La construcción de la “Europa fortaleza” implica varios aspectos: a) establecen gendarmes extra-fronteras mediante convenios de la UE con países como Turquía o Marruecos para frenar a los migrantes; b) si pasan esa barrera, aplican las detenciones y deportaciones inmediatas, “en caliente”; c) en casos de ingreso transitorio, funcionan campos de retención en condiciones cada vez más duras e inhumanas; d) si logran entrar y no ser retenidas o expulsadas, las personas migrantes sobreviven indocumentadas y en condiciones de precariedad y hasta semiesclavitud laboral. La guerra en Ucrania agravó esta situación, con cientos de miles de nuevos migrantes forzoso hacia los países de Europa occidental.
En cuanto al cambio climático, ha provocado las temperaturas más altas jamás registradas en el Viejo Continente, que dejaron un saldo socioeconómico terrible: sequía extendida, 660.000 hectáreas de bosques quemados, daños en la agricultura y al menos 20.000 personas fallecidas. El capitalismo extractivista y su consiguiente destrucción ambiental generan en respuesta acciones y movilizaciones populares en toda Europa.
A su vez, los ataques machistas contra las mujeres y personas LGBTI siguen siendo graves: hay asesinatos, agresiones sexuales individuales o en manada, intentos de recortes al derecho al aborto y a otros derechos de género. El movimiento feminista y de la diversidad organiza protestas, marchas y huelgas, pero no han alcanzado la misma magnitud que antes de la pandemia. El reformismo y la institucionalidad siguen actuando para tratar de frenar y enchalecar las acciones y la organización independiente del movimiento.
Las falsedades y limitaciones del reformismo
Los reformistas (PS, PC, Verdes) no dejan de traicionar el apoyo popular, aplican o colaboran con los planes de austeridad y se desgastan ante las masas.
Emulando la traición de Syriza en Grecia, Podemos dio un salto reaccionario en el Estado español, al integrarse como socio menor del gobierno burgués de Pedro Sánchez y el PSOE tras la falacia de “lograr cambios desde adentro”. Esa coalición y los “Ayuntamientos para el Cambio” que sostienen el régimen del ’78 y el capitalismo no hicieron cambios de fondo en favor de las mayorías populares. Podemos y sus socios de IU están en retroceso electoral y militante.
La Francia Insumisa, que como parte de la NUPES (con el PS, PC y Verdes) hizo una alta elección, es liderada por Mélenchon sin democracia interna y prioriza el parlamentarismo sin salida. El Bloque de Izquierda portugués mantiene su política de adaptación a la institucionalidad burguesa. Die Linke se ha asimilado al régimen alemán y está cruzada por disputas internas que podrían decantar en divisiones. Estas organizaciones muestran una dinámica similar: al surgir plantean posturas más radicales, pero las van diluyendo al lograr cargos o llegar al gobierno. Dejan de lado la movilización, rebajan su programa y se adaptan a la casta política con la excusa del “mal menor” y la utopía reaccionaria del “capitalismo humanizado”.
En ausencia de direcciones socialistas revolucionarias de peso, las mentiras y fracasos de la centroizquierda les abonan el camino a las fuerzas políticas y sectores sociales más reaccionarios.
La UE en cuestión
La viabilidad económica y política de la UE, las ventajas y desventajas para países más pobres o en crisis de pertenecer al bloque y el desarrollo del Brexit siguen generando dudas entre los trabajadores y el pueblo. Son debates tensionados por “euroescépticos” y “europeístas”, sectores diferentes en cuanto a su identificación política y disputa electoral, pero con coincidencias estratégicas: ambos sostienen la explotación del capitalismo imperialista y sus regímenes opresivos. Tenemos que diferenciarnos de ambos, denunciando pacientemente que la Unión Europea, el Banco Central Europeo y sus demás instituciones están al servicio de la burguesía imperialista.europea y planteando nuestra propia salida alternativa.
El imperialismo europeo intenta revertir el declive económico y político que lo relega detrás de EE. UU. y China, pero tiene serias dificultades para lograrlo. Sus instituciones pierden credibilidad (Brexit, Qatargate, etc.). Los gobiernos y regímenes adoptan un carácter cada vez más autoritario, que reprime las luchas y persigue al activismo (Catalunya, “chalecos amarillos”, etc.). Incluyen monarquías parasitarias y corruptas, una justicia sometida al poder y mecanismos antidemocráticos de elección de presidente y primer ministro que distorsionan la voluntad popular. Los altos porcentajes de abstención electoral son otro indicador del descrédito popular de los partidos tradicionales.
La UE está cuestionada y, más allá de las mentiras de los propagandistas a su servicio, no es un bloque progresivo para los trabajadores y los pueblos sino todo lo contrario, tanto para los del continente como para los de los países dependientes o neocoloniales de África y otros continentes.Por ejemplo, la UE deja correr la opresión marroquí sobre el pueblo saharaui y varios países europeos mantienen convenios de expoliación y tropas en países africanos. Parte de nuestra política en las metrópolis imperialistas es denunciar y rechazar dicha dominación e injerencia económica, política y militar.
El peligro de la extrema derecha
Si bien las derrotas político-electorales de Trump y Bolsonaro debilitan globalmente a la ultraderecha, en Europa este sector tiene presencia en todos los parlamentos y gobierna en varios países, como antes en Austria y Finlandia. En la actualidad, por ejemplo, el presidente húngaro Viktor Orban logró su tercera reelección, en Polonia y Eslovenia gobiernan fuerzas ultraconservadoras, en Italia es primera ministra Giorgia Meloni del partido postfascista Fratelli d’Italia, en Francia el Agrupamiento Nacional de Marine Le Pen es la primera oposición parlamentaria y en Suecia los Demócratas quedaron como segunda fuerza. En España Vox creció en elecciones autonómicas.
Sin embargo, las actuales fuerzas de extrema derecha tienen notorias diferencias con las organizaciones fascistas y nazis surgidas antes de la II Guerra Mundial, ya que se mantienen dentro de la institucionalidad democrático-burguesa. Su discurso combina aspectos racistas, machistas, antiinmigrantes y antiislámicos con posturas populistas, por la libertad, los nativos del país y los jóvenes. Ganan peso en sectores pequeñoburgueses e incluso obreros, pero por ahora la burguesía imperialista europea no apuesta a la extrema derecha para cambiar el régimen actual hacia una opción contrarrevolucionaria, con métodos de guerra civil contra la clase trabajadora y los sectores oprimidos. No obstante, en varios países crecen las acciones violentas alentadas por los discursos de este sector contra los migrantes o la izquierda radical.
Una creciente polarización social y política
Como expresión de un fenómeno mundial, la situación política y social en Europa también se polariza: en un polo están las expresiones de derecha y ultraderecha, mientras que en el polo opuesto están la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares que, a distinto ritmo, protagonizan huelgas, movilizaciones y rebeliones en Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, España, Portugal y otros países, incluidas huelgas generales en Bélgica y Grecia.
La clase trabajadora europea adquiere cada vez un mayor protagonismo en el enfrentamiento a sus respectivos gobiernos, las patronales y sus planes de austeridad. Nuevas capas de trabajadores, en especial jóvenes, participan en estas luchas. Este clima de descontento y protesta social también incluye a sectores de las clases medias. Pero lo más trascendente es que alimenta cambios políticos, debates e interrogantes en la cabeza, sobre todo entre la vanguardia obrera y juvenil, que abre espacio para el diálogo y oportunidades para la construcción de nuestros grupos y partidos.
Las fuerzas reformistas, ya sea como gobierno u oposición, son parte del régimen capitalista dominante, por lo que muestran todas sus limitaciones y por eso sufren un desgaste frente al movimiento de masas. Esto deja un espacio político vacante a su izquierda, lo que abre mejores condiciones para avanzar en la construcción de organizaciones y partidos socialistas revolucionarios e internacionalistas.
Francia, vanguardia de luchas y procesos políticos
Después de Alemania, Francia es la segunda potencia de la UE. El gobierno de Macron es bastante débil, subió con pocos votos en una elección con abstención récord y depende de pactos parlamentarios. La polarización político-electoral la expresan a ultraderecha Le Pen y a centroizquierda Melenchón, que lograron alta votación. El país tiene algo menos de problemas que otros en materia energética, ya que, a diferencia de Alemania, que depende del gas ruso, el 70% de la electricidad francesa es de origen nuclear y el resto se abastece con petróleo argelino. En cambio, está fuertemente afectado por la crisis de la economía, que no logra recuperarse tras la pandemia. El gobierno aplica recortes a los sectores públicos, pero aumenta el presupuesto militar y represivo. La inflación anual fue del 6% y del 10% o más en los alimentos, lo que genera un marcado descontento social por el deterioro de los salarios, jubilaciones, subsidios sociales y becas estudiantiles.
Con los chalecos amarillos en 2018 y la oleada de huelgas en 2019 como antecedentes, en los últimos meses de 2022 hubo una ola de fuertes huelgas y movilizaciones por aumento salarial de los trabajadores de las refinerías petroleras, ferroviarios, transportes, salud, educación y varias empresas privadas. Si en ese momento no se llegó a la huelga general fue por el freno impuesto por las burocracias sindicales: CFDT, CFTC, CGT dirigida por el PC, CFE-CGC, FSU docente, FO y SUD centristas. Asimismo, hubo protestas feministas y ecologistas. Con desigualdades, en todos los procesos de lucha participa una vanguardia juvenil radicalizada. Ahora, el anuncio de la contrarreforma jubilatoria de Macron (suba de la edad de retiro a 64 años y llegar a 43 años de aportes en 2027), en un nuevo intento tras su fracaso en 2019, causó tal rechazo de las bases que la Intersindical de todas las centrales, por primera vez desde hace 12 años, lanza la huelga general con movilización, que alcanzan una gran masividad y la participación de nuevos sectores de la clase trabajadora. Pero la burocracia no llama a una lucha consecuente hasta derrotar la reforma, sino a huelgas aisladas para frenar. Por ahora no hay un desborde general, sino algunos avances parciales de continuidad de la lucha y coordinación por abajo. Por todo esto, el pronóstico del resultado es abierto. En el parlamento, Macron tiene el apoyo de los republicanos; Le Pen, ambigua, anuncia que se va a “oponer” pero no la va a “obstruir”. El resultado de esta pulseada marcará la relación de fuerzas en lo sucesivo. Además, no se descarta que Macron disuelva el parlamento y convoque a elecciones anticipadas.
Desde el punto de vista político, en la extrema izquierda, de fuerte tradición en Francia, se produjeron novedades muy trascendentes. Si bien Lutte Ouvrière aun en declive sigue siendo una secta grande, la otra fuerza importante, el NPA, se ha dividido en dos mitades por responsabilidad del sector mandelista que apunta a ser el ala izquierda de LFI-NUPES, la izquierda reformista institucional, en un rumbo sostenido de abandono de la construcción del partido revolucionario. Este curso oportunista liquidador fue resistido correcta y unitariamente por un ala revolucionaria del NPA integrada por tres fracciones, más allá de sus divergencias: por orden de importancia son La Chispa, Anticapitalismo y Revolución, y Democracia Revolucionaria, más algunos militantes no alineados. Están formando una nueva organización, con todos los desafíos político-organizativos que implica. Así, erró su pronóstico otra corriente trotskista sectaria, Revolución Permanente, ligada al PTS argentino, que se fue del NPA hace un año y medio y preveía la “impotencia” y disgregación del ala izquierda. Con La Chispa venimos desarrollando relaciones de intercambio desde la LIS. Nuestros militantes en Francia, a través de esta corriente, están integrados a la nueva organización revolucionaria. Desde allí seguiremos trabajando por el reagrupamiento de los revolucionarios a escala nacional e internacional.
Gran Bretaña en crisis política, recomposición de la clase trabajadora y sus luchas
El proceso del Brexit evidenció la desastrosa conducción de la burguesía británica. El nivel de vida empeoró: la inflación llegó al 10%, aumentaron la pobreza, el desempleo y la desigualdad social. Desde la separación de la UE en 2020 se sucedieron cinco jefes de gobierno. Boris Johnson y Liz Truss, que duró sólo 44 días en su cargo, protagonizaron grandes escándalos y fracasos. Desde octubre es primer ministro Rishi Sunak, conservador y representante de la City, en medio de una inestabilidad inédita.
La histórica huelga del transporte (RMT) abrió una nueva etapa de ascenso y recuperación de la clase obrera de la derrota sufrida bajo el gobierno de Thatcher. La lucha no cesó por vacaciones ni fiestas. En octubre surgió el movimiento vecinal contra la suba de tarifas: Don’t pay, no pagar. En diciembre y enero hubo una oleada de luchas y marchas por salarios, mejores condiciones laborales y de vida, contra los ataques a la salud, educación y transporte públicos. Hubo fuertes huelgas de enfermeras, docentes universitarios y otros sectores. La burocracia sindical se vio obligada a llamar a movilizar, pero no coordina los conflictos. Y aunque hay plenas condiciones e incluso un proceso de afiliación sindical, no convoca a la huelga general.
El régimen monárquico-parlamentario atraviesa serios problemas. A la muerte de Isabel II se suma que el antes sólido bipartidismo conservador-laborista tiene cada vez más dificultades. Y resurgen problemas nacionales históricos no resueltos. En 2014 el gobierno británico permitió un referéndum sobre la independencia de Escocia, donde ganó el No. Pero el reclamo reflotó con la exigencia de un nuevo referéndum, que fue rechazado por el Tribunal Supremo. El Partido Nacionalista Escocés (SNP) respetará dicha decisión, pero el conflicto sigue latente. En Irlanda habrá elecciones en 2025, pero el Sinn Féin, que tiene un apoyo superior al 30% del electorado, sobre todo juvenil, pide anticiparlas. Se presenta como progresista, nacionalista y pro-unnidad de Irlanda, republicano, antimonárquico y antibritánico, con un programa de centroizquierda que enciende la alarma del poder británico. No hay que descartar que en el Reino Unido y otros países europeos resurjan los reclamos de autodeterminación de nacionalidades oprimidas. El trotskismo aparece cada vez más dividido, con fuertes elementos de sectarismo. En este marco, la necesidad de construir una nueva herramienta política de izquierda revolucionaria se hace indispensable.
En el Estado español se acumulan las contradicciones y las protestas
España es uno de los eslabones débiles de la UE. La inflación trepó a un pico del 10,7% (el más alto en 38 años), aunque finalizó el año el 5.6% que es uno de los índices europeos más bajos, la tasa de paro es 12,7%, las personas en riesgo de pobreza superan el 20% y creció la brecha social. El gobierno de Sánchez no hizo cambios de fondo, sino parches sociales. Esa coalición “progresista”PSOE-Podemos tambaleó varias veces, pero se repuso con el apoyo de ERC (catalanes), PNV y EHBildu (vascos) y otros. Sin embargo, como las crisis son recurrentes, todavía no tiene asegurado el fin de la Legislatura. En el bloque gobernante hay desgaste entre sus componentes y ante las masas. En el bloque de la derecha y ultraderecha, el PP parece recuperarse como recambio, Vox crece y Ciudadanos, en tres años pasó de postulante de gobierno a una expresión en peligro de extinción. Este año hay elecciones autonómicas y presidenciales, con pronóstico abierto. Un eventual triunfo del PP podría abrir un cogobierno con Vox.
La crisis del régimen del ’78 se expresa en los escándalos de la monarquía, la justicia reaccionaria, las “cloacas del Estado” y otros ámbitos. Se sostiene por la defensa a ultranza de los partidos mayoritarios, que rechazan cambios constitucionales y porque retrocedió el proceso catalán, que cuestionó directamente la institucionalidad monárquico-parlamentaria. Fue así por la traición del gobierno catalán de ERC-JxCat, orientado a recuperar una autonomía limitada en vez de aplicar el mandato de autodeterminación del referéndum del 1-O. El PSOE y ERC acordaron una tramposa “mesa de diálogo”, modificar el delito de sedición, seguir con la malversación y liberar a dirigentes independentistas presos, pero sin amnistía ni autodeterminación. El proceso catalán retrocedió por las traiciones de los dirigentes, pero el pueblo no está derrotado: seguirá generando movilizaciones y crisis políticas, lo que podría reavivar los reclamos propios y de los vascos.
Los efectos de la crisis provocan luchas de los trabajadores. El proceso más dinámico está en la defensa de la salud pública, muy sentido por toda la población. En este sector nunca se recuperaron los recortes presupuestarios de 2012 y el deterioro es evidente. Durante la pandemia hubo conflictos que dieron lugar a huelgas en varias autonomías; la principal fue la de Madrid, con una movilización de 300.000 personas. Los docentes también retomaron las huelgas y hay otras luchas parciales. La burocracia de CCOO y UGT, brazos sindicales del PCE y el PSOE, actúan para evitar la unidad de las luchas y la huelga general. En Catalunya, la CUP se sigue definiendo anticapitalista y formula críticas al gobierno, aunque permitió la investidura presidencial de Pere Aragonés (ERC) y está en un frente con otros sectores reformistas, Desde la ruptura con Podemos, Anticapitalistas tiene como eje construir Adelante Andalucía: un proyecto de soberanía autonómica y programa limitado que busca representar al “progresismo” local. Este contexto político plantea la necesidad de poner de pie una nueva alternativa de izquierda revolucionaria con un programa consecuente.
Algunos ejes de nuestra orientación política
1. Responder a las iniciativas progresivas y debates sobre la guerra en Ucrania en base a la política y el programa de la LIS. Utilizar la web, volantes y publicaciones e impulsar nuestras campañas internacionales.
2. Participar en las luchas obreras, juveniles, sociales, impulsando la movilización, la coordinación de las luchas, la huelga general, la autoorganización y la autodefensa. Postular un programa político transicional que responda a las necesidades de los trabajadores y el pueblo, para que la crisis la paguen los capitalistas. Intervenir en los procesos políticos, contra los reformistas, la derecha y la ultraderecha, planteando la necesidad de enfrentarlos en las instituciones y en las calles con la mayor unidad de acción posible, y de construir nuevas alternativas políticas de izquierda radical.
3. A la defensa de los derechos sociales se suman los derechos democráticos, de género y ecológicos, con un encuadre socialista revolucionario y antiimperialista. Entre otros puntos, planteamos la disolución de los aparatos represivos, la democratización radical de la justicia, la abolición de las monarquías y senados y la apertura de procesos constituyentes, siempre como parte de un programa que plantee una salida revolucionaria.
4. Frente a los europeístas (como la socialdemocracia) o los euroescépticos nacionalistas (como la derecha y ultraderecha), en todas sus variantes, proponemos una tercera estrategia distinta: por gobiernos de la clase trabajadora, por una Europa de los trabajadores y los pueblos, por una federación libre de repúblicas socialistas de Europa.
5. Todo esto se enmarca en la estrategia de construir, consolidar y hacer crecer a nuestros actuales grupos. Para avanzar necesitamos ganar nuevos militantes y formar nuevos cuadros, en especial en la juventud. También buscar los grupos de la izquierda revolucionaria afines políticamente para conocernos, intervenir juntos en la realidad y establecer relaciones de debate e intercambio en la perspectiva de su integración a la LIS.