1. Introducción
Como venimos debatiendo desde el pasado Congreso de la LIS a través de informes, artículos y documentos, que fuimos actualizando sistemáticamente, el mundo vive una polarización política y social extrema. Un fuerte clima de tensiones políticas y crecientes luchas sociales, incluyendo rebeliones, revoluciones y oportunidades para la izquierda en un polo de la situación, y el surgimiento de fuertes expresiones de derecha y extrema derecha en el otro polo, que caracteriza la situación mundial. Esto se desarrolla como parte de una marcada crisis capitalista, ahora combinada, desde inicio de 2022, con la guerra de Ucrania y las tensiones permanentes entre EEUU-OTAN y Rusia, en el marco de un salto en las disputas interimperialistas incluyendo a China, como se evidenció también estos meses con la crisis frente a Taiwán y el Asia en general. Estas tensiones anticipan las luchas que se vienen por la hegemonía mundial. Las disputas interimperialistas y la fuerte polarización social y política se dan en un mundo subsumido en crisis económicas y sociales, en ajustes, hambrunas y destrucción ambiental. Y con la perspectiva de que vayamos a más lucha de clases, giros a izquierda y búsqueda política de franjas de masas por fuera de los partidos tradicionales.
Este breve marco de una situación mundial, que se abordará en forma específica en este pre congreso de la LIS en el texto sobre la situación internacional, nos sirve para adentrarnos en la situación de nuestro continente, donde muchos de esos rasgos existen y se profundizaron en diversos países. Nuestra región es uno de los puntos más dinámicos en relación al ascenso y la lucha de clases. En Latinoamérica, venimos de haber presenciado e intervenido en la importante oleada de luchas y rebeliones que arrancó en abril de 2018 en Nicaragua contra la dictadura de Ortega-Murillo y pegó un salto cualitativo en 2019 con Chile a la vanguardia y otros procesos que se dieron en Ecuador, Puerto Rico, Bolivia, Colombia, Haití, etc. En 2021 estalló Colombia y se produjeron importantes movilizaciones en Cuba.
Y ahora estamos presenciando un nuevo momento, una nueva oleada en el continente, donde a tono con la situación mundial se vuelven a visibilizar procesos en diversos países. En 2022 hubo importantes acciones de franjas de masas en Ecuador y Panamá. Elementos de un importante ascenso en diferentes países como Argentina contra el ajuste o Brasil contra el bolsonarismo. Y desde fines del año pasado hasta hoy estamos presenciando un importante proceso de movilización en Haití y una rebelión generalizada en Perú contra la avanzada golpista de la derecha. En otro capítulo de este texto vamos a profundizar sobre los rasgos de la situación. Aquí los mencionamos como referencia y a sabiendas que hacen parte de una situación que tiene su génesis en la crisis económica y social internacional, que nos coloca ante la necesidad de fortalecer nuestra intervención y construcción política, hacia las nuevas oportunidades y desafíos que vienen.
En este contexto escribimos el siguiente documento, que analiza esta situación y desarrolla los fuertes debates políticos existentes, analiza el salto en la injerencia imperialista de distintas potencias, las derrotas electorales de varias fuerzas ubicadas a derecha, los nuevos gobiernos de tinte progresista que arrastran el fracaso de sus gestiones anteriores, desarrollando un debate estratégico contra todas las variantes reformistas y posibilistas. Y también al interior de la izquierda hay experiencias políticas en desarrollo, en varias de las más importantes intervienen camaradas de la LIS y sobre las cuales abordamos nuestra opinión. Finalmente, también nos referimos a la política y programa a levantar en medio de esta situación, al servicio de fortalecer la construcción de organizaciones revolucionarias y de la LIS en toda Latinoamérica.
2. La crisis económica y social
Nuestro continente está sufriendo en los últimos años las consecuencias de la crisis global capitalista y el accionar irracional de las grandes corporaciones extractivas en alianza con los gobiernos capitalistas de la región y las potencias imperialistas que intervienen aquí. Esta política, junto a la fuerte dependencia de organismos como el FMI, y los planes de ajuste que aplican gobiernos de diversas procedencias políticas, marca toda la situación. Y se suman los nuevos intentos de EEUU por retomar y profundizar el control político y económico en el continente, ante los avances constantes de China como gran competidor en toda la región.
Para comprender esta disputa, hay que saber que EEUU ostenta el 22% de todas las inversiones sobre el continente y actúa no solo en el plano económico, sino también en el político y militar. Pero en el plano económico, en los últimos años China le sacó ventaja en el rubro de intercambio comercial con Latinoamérica: si en 1994 era de tan solo el 1,7% hoy llega al 14,4%, con 450.000 millones de dólares, el más alto de todos. Y a eso se suma que intenta tomar la delantera con corporaciones actuando en la explotación del litio en Argentina, Bolivia y Chile. Los avances de China orientados a usufructuar nuestro continente como exportador de materias primas, se dan sobre todo por el avance de la “ruta de la seda” desde el Pacífico, que ya incorporó en acuerdos económicos a 20 países del continente. En el plano geopolítico Rusia es el otro actor que intenta avanzar, pero desde otro ángulo: vía los acuerdos militares y venta de armamentos a ocho países de Latinoamérica.
En este contexto la situación económica y social, igual que en el resto del mundo, empeoró notoriamente durante el período de fuerte pandemia, y a la vez mostró la decadencia social en la que viven millones de latinoamericanos. Obviamente ante esa situación, la única respuesta del imperialismo y de los gobiernos de la región fue intentar descargar esa crisis sobre las espaldas de las mayorías populares, trabajadoras y de la juventud.
Pasado el pico de pandemia durante 2021, se fueron manifestando nuevas expresiones de la crisis económica, que se mantuvieron todo 2022 y las previsiones para 2023 son de continuidad de la crisis. Por ejemplo, los datos surgidos de estudios de la CEPAL advierten que en el marco de lo que llaman una década pérdida, el continente mantendrá un fuerte contexto de desaceleración económica. Y comparativamente marcan que la línea de crecimiento que venía algo más alta en años previos, cerrará 2022 en un 3,7% y para 2023 caerá a 1,3% y como promedio general de crecimiento por país será de apenas 0,9%. La misma CEPAL advierte que si se toma como dato el sexenio 2014-2019, por la ralentización de la economía mundial nuestro continente vivió esos años un raquítico crecimiento de 0,3%, comparable a los años de la “gran depresión” o a la I Guerra Mundial.
Las economías de la región sufren hoy esta crítica situación, a la que hay que sumarle el drama de las deudas externas y la dependencia, que asfixian a las economías y atan políticamente a varios países a los designios de organismos internacionales de crédito. Es un problema de primera magnitud: la deuda bruta de todos los países de la región equivale al 78% del PBI y sus intereses al 59%.
Frente a esta situación que padecen las grandes mayorías, hay un salto en las políticas extractivas y destructivas, que no solucionan los dramas sociales y empeoran la situación de vida mientras expolian nuestras riquezas. Nuestro continente es muy codiciado por sus vastas riquezas naturales. Latinoamérica tiene enormes recursos energéticos, con países como Venezuela o Bolivia que están entre los principales en petróleo el primero y gas el segundo. Argentina también tiene petróleo y minerales, junto a Chile, y ambos junto a Bolivia integran el llamado triángulo del litio. Brasil y México tienen vastos recursos petroleros y minerales, Perú riquezas minerales, Ecuador petróleo, entre otros. Además, el continente tiene el 22% del agua dulce, muy preciada por las potencias en un mundo de sequías y contaminación. Tenemos a la vez el 23% del patrimonio forestal del planeta y más del 50% de la biodiversidad (la Amazonía tiene el 10% del mundo) y 178 regiones ecológicas. Todo ello viene siendo fuertemente deteriorado por el avance de políticas extractivas, sobreexplotación de recursos, desmontes generalizados, agricultura intensiva y sojización, entre otros males del capitalismo.
Esto se agrava por un fenómeno regresivo provocado por el capitalismo imperialista: el cambio climático. Entre otros efectos genera fuertes deshielos, en un continente que a lo largo de la cordillera andina tiene enormes formaciones que se pierden a ritmo acelerado. Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia han perdido alrededor del 40% de sus glaciares, como países más afectados. Según un informe del Banco Mundial, “los huracanes, inundaciones y sequías son cada vez más frecuentes, y se estima que 17 millones de personas podrían verse obligadas a abandonar sus hogares y casi 6 millones a caer en pobreza extrema de aquí a 2030, sobre todo debido a la falta de agua potable, así como a una mayor exposición al calor excesivo y a las inundaciones”. Otro informe agrega que en Centroamérica y el Caribe los rendimientos productivos de los campos de frijol y maíz van a disminuir un 20%.
En suma, la combinación de planes de ajuste, ataque a conquistas sociales, políticas extractivistas y destructivas, empeoran las condiciones de vida de la población en todo el continente. La consecuencia de esto es el salto -o en algunos países la continuidad- de la desigualdad social y niveles de pobreza e indigencia muy marcados. La desigualdad crece a la par de los planes de ajuste que aplican tanto gobiernos derechistas como “progresistas”. Según el economista Thomas Piketty, el 1% más rico del continente se lleva el 25% de la riqueza total (en EEUU ese 1% se lleva el 18% de las riquezas del país).
Ese aumento de la desigualdad es paralelo al aumento de la pobreza e indigencia y la falta de futuro de poblaciones enteras. Entre otros efectos, crecen las corrientes que intentan, a riesgo de vida, ir hacia el norte, hacia EEUU, evidenciando la desesperación de sectores populares (sobre todo de Centroamérica) pese a la represión posterior. Como dato, en 2021 unas 1.700.000 personas fueron reprimidas e interceptadas camino a EEUU o cerca de su frontera.
En la actualidad, los niveles de pobreza se mantienen altos en algunos países y empeoran en otros. Para este fenómeno, otro factor que interviene negativamente es la inflación, que como promedio continental superó el 8% en 2022. La pobreza en Latinoamérica era de 29,8% en 2018 y en 2022 llegó al 33,7%. La pobreza extrema, en igual período, subió del 10,4% al 14,4%. Con esta tendencia y la resultante de los planes de ajuste, se prevé que hacia 2023 y 2024 unos 8 millones de personas entrarán en riesgo de inseguridad alimentaria, sumándose a los más de 85 millones que hoy ya la sufren.
Algo similar sucede con los niveles de empleo y desempleo, drama que recorre toda la región y es motor de fuertes luchas. El salario ha perdido poder adquisitivo durante la pandemia, tuvo una leve recuperación en la segunda mitad de 2021 y volvió a caer tras los efectos de la guerra de Ucrania sobre la economía mundial. Algo similar pasó con la desocupación, que sigue siendo muy alta y en los últimos años ronda el 8%. Ala vez, la OIT estima que entre el 50% y 80% del empleo creado tras la pandemia es empleo informal, o sea fuertemente precarizado y en malas condiciones.
Para intervenir en esta situación es necesario estar a la vanguardia en todos los procesos de la lucha de clases que podamos, y fortalecer la construcción de organizaciones revolucionarias y alternativas de izquierda, en disputa con los gobiernos de derecha y “progresistas”, ambos responsables de la situación junto a todos los imperialismos que aquí intervienen.
3. Un nuevo ciclo de fuerte ascenso y polarización
Latinoamérica asiste a un nuevo momento de irrupción del movimiento de masas, un período que no se manifestaba con tal magnitud desde el inicio del milenio con las insurrecciones, rebeliones y procesos revolucionarios en Ecuador, Argentina, Bolivia o Venezuela y que dieron paso, como expresión política, a gobiernos autodenominados progresistas, reformistas y de centroizquierda, con su punto más radical en el bolivarianismo con Chávez. Casi dos décadas después, transitamos un nuevo auge en la lucha de clases. En 2018 la polarización política y social se expresó en el alza del movimiento de masas contra los planes de ajuste y saqueo. La respuesta de los gobiernos fue la represión, que potencia los fenómenos que signan el período: polarización, crisis política, social y económica. Es una situación de crisis recurrente que caracteriza a Latinoamérica. El análisis y la intervención militante nos deben preparar para dar saltos en las organizaciones en un marco donde primará el descontento de amplias franjas de masas y la politización en la vanguardia que surge en las luchas, rebeliones y revoluciones.
Con las rebeliones de Chile en 2019 y Colombia en 2021 el cambio fue cualitativo, el impasse de la pandemia llevó a profundizar la crisis, retornando con fuerza las crisis políticas en Brasil o Argentina y las grandes movilizaciones en Centroamérica, de nuevo Ecuador, Haití o Perú que sellan el fin de 2022 e inicio de 2023. Esto genera el temor de la clase gobernante y el imperialismo en una etapa signada por la instabilidad y la polarización, que origina fenómenos a derecha e izquierda. Repasar el ciclo que marcó el 2000 aportará a la comprensión del ciclo actual, con sus diferencias, contradicciones, debates y desafíos.
Una mirada al ciclo de inicio del siglo
En el inicio de milenio en Latinoamérica se desató una oleada de alza en la lucha de clases, insurrecciones y rebeliones frente a la aplicación de los planes neoliberales que se profundizaron en los ’90 tras la apertura de los mercados y el intento de aumentar la influencia del imperialismo estadounidense. Aquel detonante global intensificó un giro a izquierda en América Latina, que, con sus particularidades, dio paso a gobiernos autodenominados progresistas, reformistas y de centroizquierda, proceso conocido como “marea rosa”, cuya mayor expresión fue la revolución bolivariana que llevó a Chávez al poder en Venezuela, planteando el “socialismo del siglo XXI”.
Este ciclo de gobiernos “progresistas” fue parte de un proceso regional de levantamientos sociales: rebeliones en Ecuador (1998-2000), Argentinazo (2001), derrota del golpe militar en Venezuela (2002, proceso que se desarrollaba desde el Caracazo de 1989), Guerra del Agua en Bolivia (2003) e insurrección campesina y popular que llevó a la caída de Losada (2005), entre otras manifestaciones.
Como resultado se fueron constituyendo gobiernos signados por esta situación continental. Presionados por el movimiento de masas, avanzaron en mayor o menor medida en ciertas concesiones sociales en un contexto de bonanza económica por el auge del precio global de los commodities, que aportó a sus proyectos. La revolución bolivariana con Chávez fue el proceso que más avanzó fruto de la efervescencia social y una ruptura con la burguesía tradicional de Venezuela. Así se intensificaron los roces con el imperialismo, que llevaron a algunas nacionalizaciones y avances democráticos. Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador llegaron al poder por la caída de gobiernos tradicionales fomentados por insurrecciones populares y planteando nuevas constituciones. Lula, que llegó al poder en Brasil con el PT, rápidamente volcó su gobierno a reafirmar el papel subimperialista de su país planteando un “progresismo” ligado a un proyecto social-liberal con eco en Kirchner en Argentina, Mujica en Uruguay y a otro nivel Bachelet en Chile.
Pese a sus diferencias, todos se mantuvieron en los parámetros de la democracia burguesa y en la administración de los Estados capitalistas. El boom de los precios internacionales de las materias primas y bienes de consumo les permitió un contexto favorable. A su vez, al no romper con la lógica de acumulación capitalista, fueron consolidando el carácter extractivista y rentista de los países latinoamericanos, con crecimiento del PIB y nuevas burguesías parasitarias del Estado vía los nuevos representantes de los regímenes. Esta situación abrió nuevos conflictos sociales, económicos y ecológicos mostrando los límites de los proyectos “progresistas”.
Dichos proyectos fueron sucumbiendo ante el deterioro económico que abrió la crisis mundial de 2008 y que afectó a la exportación. Entonces ratificaron su rumbo en los marcos del capital, aplicando medidas de ajuste y retrocediendo en las concesiones. Como resultado, la pérdida de base social los llevó a derrotas electorales frente a las derechas en diversos países. Y en casos como Venezuela y Nicaragua se impusieron retrocesos contrarrevolucionarios dando lugar a los actuales regímenes autoritarios, tras violentas represiones años atrás a luchas opositoras, sobre todo de franjas de la juventud.
Cierre del ciclo progresista
Este primer ciclo del siglo XXI, de alza del movimiento de masas, mostró la contradicción de una dirección que pese a su lenguaje de izquierda se mantuvo dentro de los márgenes de la democracia burguesa y la institucionalidad del Estado capitalista. Así demostraron sus límites y traiciones. Por eso, luego del auge de los gobiernos progresistas y de centroizquierda, diferentes combinaciones sociales y políticas le permitieron a la derecha volver a gobernar varios países del continente. En simultáneo, envalentonados por la polarización, hubo ensayos antidemocráticos de la derecha en Honduras y Paraguay. En Brasil en 2016 hubo grandes movilizaciones populares contra la reforma previsional de Dilma Rousseff y el PT, que perdió base social con esa medida regresiva. El régimen y sus sectores más reaccionarios avanzaron en su impeachment, luego en la detención de Lula y la burguesía clásica retornó al control estatal, aunque debilitada, y así se abrió paso a Bolsonaro, expresión del polo de derecha.
En Venezuela, tras la muerte de Chávez y la derrota de Maduro en las elecciones a la Asamblea Nacional de 2010, hubo un giro autoritario del gobierno ante los intentos de la derecha de imponer otro gobierno con aval del imperialismo yanki. El telón de fondo fueron las masivas y radicales movilizaciones contra el régimen del PSUV y sus medidas autoritarias y regresivas. La contrarrevolución se consumó en Venezuela desde el aparato estatal con el PSUV y generó retrocesos muy marcados en las conquistas de la revolución bolivariana.
Uno de los rasgos definitorios de la debacle del “progresismo” han sido los casos en que se combinó la política capitalista con lógicas estalinistas para aplicar los planes de ajuste con represión constante, como en Venezuela o Nicaragua. En los últimos años hubo un giro mayor del PC cubano en la contención represiva frente a su apertura al capital, chocando varias veces con franjas populares descontentas.
Estos ejemplos marcan cómo los gobiernos pseudo-progresistas permiten la recomposición de las derechas y sectores reaccionarios al pactar, aplicar programas antipopulares y traicionar sus promesas. Para justificar su debacle, tras abrirle espacio electoral a la derecha, sus voceros planteaban que en Latinoamérica se venía “una noche negra”, un “giro a derecha continental”. Nada más equivocado. Al contrario: demostraron que no tenían ninguna solución a la crisis del capitalismo en la región más que someterse a los planes del imperialismo. Así abrían espacio a las derechas, aunque el movimiento de masas no había sido derrotado. Incluso una característica clave de la coyuntura posterior es la crisis de las derechas que retornaron al poder como resultado del vacío abierto por las variantes posibilistas. Este rasgo se pone a prueba en el ciclo actual, cuyo debate ideológico retomaremos más adelante.
Una nueva ola de luchas y experiencias políticas
América Latina vive un nuevo ciclo de gran envergadura social y política. Con distintos ritmos, la tendencia continental está teñida por inestabilidad y polarización. Los rasgos comunes varían según impacta la crisis económica, política, sanitaria, ecológica e institucional en cada país. Nuevas, masivas y radicales movilizaciones, semiinsurreciones y rebeliones constituyen una situación pre-revolucionaria que tiene a la polarización social y política como un elemento central, donde también pesan fuertemente las corporaciones mediáticas, oligárquicas y judiciales afines a las viejas y nuevas derechas.
Las derechas en el poder luego del ciclo progresista sólo agravaron la situación de crisis. La respuesta no se hizo esperar. En 2018 estalló la rebelión en Nicaragua ante el acuerdo con el FMI de Ortega-Murillo, y Haití marcó un primer capítulo de un estallido revolucionario que sigue. En Ecuador se vivió en 2019 una rebelión con los indígenas y campesinos al frente que acorraló al gobierno de Lenin Moreno y su ajuste neoliberal pactado con el FMI; se planteó su caída pero la dirección de la CONAIE no avanzó aunque logró revertir el acuerdo. Luego Chile vivió una verdadera revolución contra la herencia pinochetista. Empezó con la suba del pasaje del metro y contagió a todo el pueblo que desarrolló instancias de autoorganización y autodefensa con consignas contra el gobierno de Piñera y por una nueva constitución, pero la ausencia de dirección revolucionaria permitió un pacto de todo el régimen. En Colombia en noviembre de 2019 hubo un paro general y, tras la pandemia, en 2021, una rebelión generalizada contra la reforma fiscal y la represión de Duque. En Bolivia en 2019 Evo sucumbió tras semanas de genuinas protestas; la derecha aprovechó el vacío para un golpe títere proimperialista e impuso a Áñez, luego derrotada por la movilización minera.
En Brasil, Bolsonaro no pudo aplicar todo su programa reaccionario y debió enfrentar luchas feministas y antirracistas que impactaron en todo el país, sumando mayor polarización política con la vuelta de Lula. En Argentina la crisis política y económica sumó mayores antecedentes tras la pandemia y el gobierno de Fernández decidió pactar de nuevo con el FMI. Las tensiones sociales con luchas de desocupados y sindicales, en especial en la salud, anticipan lo que se viene. En Perú se da el deterioro consumado del régimen fujimorista, la crisis institucional continúa y ya van seis presidentes en cuatro años. En 2022 dio un salto cualitativo con la vacancia de Pedro Castillo y la respuesta popular para quitarse de encima al gobierno golpista y a todo el régimen corrupto. En México, si bien el movimiento de masas viene más atrás, las principales referencias políticas burguesas están debilitadas y surgen nuevas expresiones por fuera del PRI. A mediados de 2022 Ecuador volvió a tener jornadas de paro nacional y un triunfo parcial de sus demandas. En julio pasado Panamá, encabezado por docentes y otros sectores populares, vivió un fuerte ascenso y enorme movilización que marcó toda la situación. Haití volvió a conmocionarse en las calles. Y en Cuba desde hace tiempo se suceden las protestas, superiores a la crisis de 1994, por la falta de comida, energía y medicamentos, agudizada por la crisis y el bloqueo. Surgen movimientos contra la burocracia, con sectores populares que genuinamente quieren hacerse escuchar. Es importante seguir el caso cubano y ver cómo podemos ligarnos a sectores de izquierda críticos que participan de las movilizaciones. A la vez este proceso, en el que es correcto intentar intervenir con nuestra política, tiene contradicciones a tomar en cuenta porque las aprovechan actores políticos de la derecha que abona una vía de restauración capitalista directa y pro EEUU. Es decir, hay que responder políticamente a esta crisis desde una posición independiente, anticapitalista y socialista, crítica del régimen cubano y separada por completo de las fuerzas reaccionarias de la derecha continental.
Este nuevo momento contiene elementos que explican los fenómenos de la primera ola (2018-2019) y de la ola post pandemia como continuidad del ciclo de alza de luchas de clases. Su denominador común es la lucha contra los planes de ajuste y la fuerte represión de los gobiernos desencadena una mayor respuesta social. Si bien durante la pandemia por las medidas sanitarias y la preocupación popular se frenaron las movilizaciones, pasada la fase de mayor encierro la crisis económica se agravó y luego el mundo se conmocionó con la invasión imperialista rusa a Ucrania, acelerando las alarmas de crisis global y sumando una crisis inflacionaria de niveles históricos.
Otra característica del actual ascenso es que en las luchas no surgen organismos de autodeterminación de las masas ni de la clase obrera. Esto dificulta la tarea de derrotar a los regímenes y abrir condiciones para luchar por gobiernos de trabajadores apoyados en organismos de nuestra clase. El ascenso en general es más bien popular y si bien es profundo y extendido aún no ha dado un salto de calidad en términos de autoorganización obrera ni en una centralización democratica de los sectores en lucha. Así se ve en la actual lucha del pueblo peruano y en procesos anteriores.
Otro rasgo central de los levantamientos es su dinámica. Se generan rebeliones y revoluciones cuyos objetivos democráticos tienen gran importancia pero que se combinan desde un inicio con los reclamos sociales más sentidos por el movimiento de masas. La movilización enfrenta al régimen y sus instituciones antidemocráticas y se avanza en reclamos económicos tan profundos, que no se pueden resolver en el marco de la decadencia capitalista actual. Cada avance o reforma progresiva es cada vez más efímera si no se enfrenta estructuralmente el sistema. Por lo tanto, las rebeliones que estamos viendo son objetivamente anticapitalistas, aunque inconcientes al no existir una dirección revolucionaria con peso de masas que ayude a avanzar la conciencia de la clase trabajadora para transformarlas en revoluciones socialistas. Esta contradicción genera polarización, impide triunfos contundentes y como no se solucionan los probleas de fondo se provocan situaciones de crisis recurrente, que nos plantean nuevas oportunidades para intervenir, estructurarnos y construir partidos revolucionarios. La falta de fuertes alternativas de izquierda es utilizada por los regímenes cuestionados para seguir en el poder o reciclarse.
Mayor polarización e inestabilidad
El actual ciclo de ascenso en la región se diferencia del de 2000 por: a) el telón de crisis económica que imposibilita la contención de las direcciones reformistas, con mayor inestabilidad social; b) una mayor polarización social y política que dinamita los centros; sectores de masas empiezan a buscar respuestas por fuera de los partidos tradicionales y las institucionalidades del régimen, con lo que crecen opciones de extrema derecha y a la vez se abre más espacio para la izquierda revolucionaria; y c) se hizo una experiencia con los “progresismos” en el gobierno, que debilita a esas direcciones y genera mayor descontrol frente a los procesos de masas.
La ausencia de direcciones socialistas y revolucionarias de peso, más el no surgimiento de organismos democráticos en las rebeliones, son debilidades cualitativas y explican la distorsión electoral que lleva de nuevo al gobierno a fuerzas “progresistas” y de centroizquierda. Aunque a diferencia del 2000, tras los alzamientos sociales actuales la mayoría de los nuevos gobiernos llegan debilitados y sin un apoyo de masas como en el ciclo anterior. Los actuales triunfos electorales fueron en parte defensivos. En Chile Boric junto al FA y al PC perdió en primera vuelta contra el protofascista Kast, de modo que más franjas de la población votaron a Boric en la segunda vuelta para derrotar el peligro de la ultraderecha. En Brasil el triunfo de Lula fue por poco margen ante la posibilidad concreta de continuidad de Bolsonaro. En México ganó AMLO por el deterioro del histórico PRI, pero sin constituir base propia para aplicar sus planes. En Argentina triunfó Fernández ante el desastre de Macri. Ninguno genera partidos o movimientos como fueron antes el PT brasileño, el PSUV venezolano o el MAS boliviano. Este aspecto suma menor control a los procesos de base.
Los nuevos gobiernos surgen más debilitados y en un contexto de auge del movimiento de masas frente a la crisis económica. En la polarización, la derecha impulsa su política con apoyo en grandes franjas de descontentos, incluidos sectores medios y muy pobres, marginales o lúmpenes. Y se asocian a iglesias, grandes medios, sectores judiciales, oligárquicos y del aparato represivo, que en medio de la crisis no toleran que gobiernen variantes reformistas tibias. Un ejemplo es el de Brasil tras la derrota de Bolsonaro, cuyos adherentes, apoyados por sectores del aparato represivo, usaron métodos de acción directa, similares al caso de Tump, buscando apoyo en militares para dar un golpe. En Chile se organizan grupos de fachos alentados por la crisis migratoria y el reordenamiento tras el rechazo a la nueva constitución. En Argentina, el intento de asesinato de Cristina Fernández y el surgimiento de fachos-libertarios. En El Salvador, el presidente Nayib Bukele aplica medidas represivas, violaciones de derechos humanos y ataques a derechos de las mujeres y LGBTI, con un gabinete y fuerzas de seguridad acusadas de corrupción y otros crímenes cuya investigación detiene o desvía una justicia afín. Estos fenómenos no son generalizados, pero crecen. Y como hay polarización, encuentran firmes respuestas en las acciones obreras y populares, el movimiento feminista y disidente contra el conservadurismo, el movimiento ambiental contra el negacionismo y la juventud antirrepresiva contra el autoritarismo.
El fenómeno global de la extrema derecha se expresa también en Latinoamérica. Ante el fracaso de los gobiernos de fuerzas burguesas tradicionales, las nuevas derechas se apoyan en el descontento de sectores políticamente más atrasados. A la vez, la derecha clásica utiliza la democracia burguesa para ganar espacio, el golpe parlamentario hoy en Perú, antes las acciones en Bolivia, la persecución judicial en Brasil y las denuncias mediático- judiciales contra Cristina. Denunciamos dichas acciones, sin por eso defender a Evo, Castillo, Lula o CFK, a quienes criticamos desde la izquierda.
Si bien en las actuales condiciones el imperialismo y la burguesía no se plantean tratar de derrotar al movimiento de masas mediante dictaduras como en los años ’70, sí debemos prepararnos para un endurecimiento de la represión y el autoritarismo de los gobiernos, incluso los de centroizquierda y enfrentamientos con grupos neo fascistas. En Nicaragua, Venezuela o Cuba, por las características de sus gobiernos y regímenes van a mantener un control social de tipo dictatorial.
Por la debilidad e inestabilidad de los regímenes e instituciones burguesas, las clases dominantes apuestan a “normalizar” la situación mediante la zanahoria de la democracia y el garrote cuando no les queda otra opción. Y en un escenario de crisis integral, la inestabilidad recurrente caracterizará la etapa pre-revolucionaria en el continente, donde la disputa revolución/contrarrevolución será cada día más directa y abierta. Aun con amplias posibilidades en la lucha de clases y el plano político, en este último aspecto todavía hay retraso y no surgen fuertes expresiones a izquierda a la altura de la respuesta que hay en las calles. Es el desafío a recorrer el período que viene.
4. Los nuevos progresismos: límites, debates y perspectivas
Tras los fracasos del progresismo del primer turno, las derechas buscaron retomar la iniciativa junto al imperialismo yanki a través del Grupo de Lima. Los gobiernos de Piñera en Chile y Duque en Colombia quisieron dar un paso más en la región con el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur) en 2019, pero fracasó por las rebeliones que golpearon a ambos países, baluartes de la estabilidad neoliberal y felpudos de EEUU. Así el péndulo electoral volvió a la centroizquierda, en medio de una disputa interimperialista que tensiona a Latinoamérica entre el avance de China y el reimpulso yanki.
¿Nuevo ciclo progresista?
En 2022 hubo algunas elecciones importantes. Petro ganó como primer presidente de izquierda en Colombia. En una reñida segunda vuelta, Lula volvió al poder con el PT en Brasil. Un año antes, en una polarizada elección, Castillo venció a la hija del dictador Fujimori. Xiomara Castro ganó en Honduras como expresión distorsionada del estallido social. Boric se impuso en Chile en segunda vuelta al candidato ultraderechista. Antes Luis Arce llegó al gobierno en Bolivia en 2020, Alberto Fernández en 2019 en Argentina y AMLO en 2018 en México. La característica central fueron los estallidos sociales y la polarización política, con varias elecciones en que disputaron el progresismo y la derecha.
En general grandes franjas buscaron votar por izquierda, lo que se expresó distorsionadamente en variantes progresistas por falta de opciones de izquierda fuertes. Las variantes de derecha derrotadas igual logaron apoyo de amplios sectores. Ante esto, los voceros del progresismo/posibilismo argumentan que “la relación de fuerzas no da” para cambios progresivos por el peso de las derechas y el fascismo. Con esa excusa, y en el marco global de crisis económica y disputa interimperialista, corren a derecha los programas de sus nuevos gobiernos. A esto se suma que por la polarización y la falta de alternativa revolucionaria muchos llegaron al gobierno por un voto defensivo ante variantes ultraderechistas. Es decir, son gobiernos más frágiles e inestables que los de la primera ola “progresista”.
García Linera, ex vicepresidente de Evo, planteó a un medio chileno que “no es casual que el regreso del progresismo al gobierno en países como en Bolivia o Argentina haya tenido a la cabeza a candidatos moderados y que haya sido eso lo que le permitió la victoria electoral (…) el signo de la época no es el de las grandes reformas, sino la administración y reencauzamiento de las que se iniciaron en la primera ola[i]”, una definición que ya había propuesto sobre la dirección previa al decir que “la primera oleada del progresismo latinoamericano comenzó a perder fuerza a mediados de la segunda década del siglo XXI, en gran parte, por cumplimiento de las reformas de primera generación aplicadas[ii]”, o sea por lograr supuestas metas y ahora los nuevos gobiernos deben administrarlas, aunque también augura que la nueva oleada progresista tiene “opositores políticos cada vez más escorados hacia la extrema derecha. Las derechas políticas han superado la derrota moral y política de la primera oleada progresista y, aprendiendo de sus errores, ocupan las calles, las redes y levantan banderas de cambio. Han cobrado fuerza social mediante implosiones discursivas reguladas que las ha llevado a enroscarse en discursos antiindígena, antifeminista, antiigualitarista y anti-Estado”[iii].
Es decir, el balance que hace uno de los principales teóricos de este sector es que tras los primeros triunfos progresistas las mayorías sociales les dieron la espalda por… las reformas progresivas que aplicaron. Asi, de un plumazo, borra la responsabilidad política por el deterioro social que causaron esos gobiernos y que fue lo que le dio espacio a la derecha. Y propone ser más moderado que antes, ¡porque la moderación es un símbolo positivo para la administración del Estado burgués!
En dicha sintonía Atilio Borón, un dirigente stalinista argentino, antes de la segunda vuelta presidencial en Chile planteaba: “El candidato nazifascista José A. Kast, porque eso es, si llegara a triunfar encabezaría un gobierno que sería mucho más nefasto que el de Augusto Pinochet. Guardaría las formalidades y las apariencias; montaría un sofisticado simulacro pseudo-democrático que sería exaltado por la prensa canalla, los poderes fácticos y el imperio, pero aplicaría una política salvaje de represión, persecución y cárcel contra toda expresión de descontento u oposición”[iv]. Una nueva exageración para anular el debate sobre el “mal menor” y la adaptación del progresismo al capital.
Todos estos pretextos tienen un correlato directo con los programas de los nuevos gobiernos progresistas, que a su vez no es un fenómeno político único, sino que presentan diversos estilos discursivos que van desde desarrollar el Estado de Bienestar hasta poner foco en los derechos sociales bajo el libremercado. Aunque cada vez hablan menos del post neoliberalismo y ya abandonaron toda referencia al “socialismo del siglo XXI”, asumiendo las premisas de la moderación y que ante “los poderes fácticos y el imperio, que aplicaría una política salvaje de represión” hacen falta frentes con sectores neoliberales clásicos, frentes amplios con la derecha como el de Lula con su vice Alckmin.
Del progresismo a la administración del capitalismo-neoliberal. Algunos debates
Petro, previo a ganar las elecciones, planteó generar una “gran coalición” para avanzar en una transición “del extractivismo hacia la producción, del autoritarismo hacia la democracia, de la violencia hacia la paz”. Al ganar, se lo propuso al “progresismo latinoamericano”. Lula fue categórico: “Petro tiene derecho a hacer todas las propuestas que él considere que tiene que hacer. Pero en el caso de Brasil es irreal. En el caso del mundo es irreal. Todavía es necesario el petróleo por un tiempo”[v]. Así descartó toda perspectiva que no permita al Estado burgués aplicar un plan extractivista en continuidad con lo que se viene haciendo.
En suma, igualmente Petro, más allá de su propuesta, navega su primer tiempo de mandato en Colombia con un gabinete que incluye nuevos reformistas y viejos dirigentes del régimen uribista, a tono con su rumbo económico que no toca los grandes intereses capitalistas. Como bien escriben los camaradas de la LIS desde Colombia, “el gobierno ‘progresista’ del Pacto Histórico, un gobierno de colaboración de clases de un amplio sector de la izquierda reformista con lo más podrido del establecimiento burgués”. Mientras, Lula se prepara para gobernar en un modo conciliador y hacia un nuevo plan de ajuste. Las principales editoriales burguesas habían planteado sobre él: “¿Qué Lula gobernará? ¿El socialdemócrata de la primera mitad de su primer mandato? ¿El que defendió un ajuste fiscal a largo plazo capaz de reducir la deuda pública, aumentar el superávit primario, promover reformas para mejorar el entorno empresarial, mejorar los instrumentos de crédito y reducir las restricciones a la competencia en el sector privado? ¿O el nacional-desarrollista que vino después?” (O Globo). Mientras que en la agenda democrática Lula, previo a las elecciones, ya había planteado que el derecho al aborto no llegaría con su mandato. Así, tras un triunfo ajustado, ahora inicia un nuevo mandato donde puede ir chocando con su propia base electoral, aunque a la vez el país se sitúe en una fuerte polarización con un bolsonarismo que sigue actuando hasta con choques en las calles, como vimos en la toma del Congreso, la Corte y la Casa de Gobierno. Junto a esta polarización, lo que viene como proyecto de gobierno también lo muestra el nuevo gabinete de Lula, con referentes de varios partidos incluidos reconocidos derechistas. Él mismo dijo que “a mucha gente no le va a gustar el gabinete” e intentó disimular ese contenido burgués incluyendo allí referentes sociales.
A estos dos ejemplos se suma el caso de Argentina, donde el Frente de Todos (coalición dirigida por el peronismo) gobierna atado a los pactos con el FMI con la aplicación de ajuste y recortes sociales. Así los principales países de Sudamérica se alinean en función de la matriz que imponen los organismos del capitalismo mundial. En Argentina, por el fracaso del gobierno peronista, es altamente probable que en 2023 vuelva a ganar y gobernar un frente de la oposición de derecha.
En este contexto, en la región se reactivan debates políticos sobre la salida a la crisis. Uno de ellos es el carácter de las asambleas constituyentes en países con cartas magnas heredadas de las dictaduras y que las rebeliones ponen en tensión. Los casos chileno y peruano ilustran este debate.
En la crisis revolucionaria de 2019 en Chile, el régimen pactó para salvar a Piñera de caer por el alzamiento y reglamentar el cambio constitucional. Así se negoció el “Acuerdo por la paz y la nueva constitución”. Una vez la coalición del Frente Amplio y Boric llegaron al gobierno, giraron rápidamente a administrar la institucionalidad heredada de la dictadura, mantuvieron la prisión política de la rebelión, corroboraron la impunidad de los represores y quitaron las ayudas sociales aplicadas por la crisis. Esto fue un detonante para que se rechazara la nueva propuesta de Constitución, como castigo al gobierno. A nivel mundial desató debates y el centrismo del Secretariado Unificado y la revista Jacobin Latinoamérica, que antes agitaron la Constituyente como la que abre “una etapa en la que la lucha política tendrá como piso una Constitución en parte creada, defendida y aprobada por los pueblos”[vi], como abandonaron la perspectiva revolucionaria apostaban a desarrollar “lo posible” dentro de la institucionalidad actual y conscientemente se volcaron a apoyar el diálogo parlamentario y la desarticulación de la protesta social. Pero hasta esa tibia perspectiva reformista choca con las necesidades del capital de restablecer la legitimidad institucional. El abandono de la movilización, la autoorganización y la construcción de partido revolucionario de estos sectores complementa la hoja de ruta funcional al régimen y a un nuevo marco legal de reimpulso capitalista. Esa política errada no sólo lleva a retrocesos, sino que da espacio a la recomposición del régimen.
En Perú está en pleno desarrollo la movilización que ha puesto en jaque al nuevo gobierno de Boluarte, que impuso el Congreso golpista. El régimen ha impulsado una dura represión, pero no logra aplacar la insurgencia y propuso adelantar las elecciones generales. Con esa propuesta intenta postergar la caída del reaccionario modelo institucional de Fujimori y buscan desviar el descontento a las vías electorales. Así intentan legalizar el golpe parlamentario e impedir que se avance hacia una Constituyente, promesa incumplida por Castillo, que desmonte el régimen fujimorista. Constituyente que ha quedado demostrado que solo sera posible si la movilización derrota en las calles al viejo régimen que se expresa en el Congreso, las fuerzas represivas y toda la institucionalidad heredada del fuyimorismo, lo que implicaria al mismo tiempo abrir la perspectiva de un gobierno de los sectores en lucha.
Estos debates son centrales, ya que ante las crisis políticas un sector de la burguesía apuesta a las salidas democráticas tuteladas. Pero su capacidad de contención y concesión de medidas democráticas es cada vez más inestable por la crisis del sistema capitalista. En esa sintonía, la izquierda reformista y centrista alienta frentes democráticos o amplios para enfrentar a las derechas que surgen, precisamente, por el fracaso de los gobiernos “progresistas”. En estos casos, nosotros impulsamos la propuesta de Asamblea Constituyente libre y soberana para reorganizar el país sobre nuevas bases, pero a sabiendo que solo se puede imponer con una gran movilización obrera y popular que desarticule al viejo régimen. Esta propuesta esta enmarcada en nuestra estrategia de un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
En estos debates, no se deben confundir los procesos de rebelión y revolución con sus direcciones para abstenerse de disputar franjas de masas. Al revés: hay que intervenir con independencia política y un programa anticapitalista y socialista. Las corrientes sectarias han mostrado su techo, como la del PTS argentino, que para explicar el nuevo ciclo de luchas debió publicar un artículo titulado “El retorno de la lucha de clases”[vii]. Y así justificarse y rearmarse tras su caracterización inicial de giro a derecha, punto en que coincidían con el posibilismo. Ese análisis y caracterización errados en su momento los desarmó y hoy siguen sin intervenir en fenómenos políticos abiertos como el PSOL en Brasil (en pleno debate por la capitulación de su dirección mayoritaria a las presiones del régimen y al gobierno de Lula, cuando en la base aún hay una pelea por dar). O en el caso de Argentina los lleva a no aceptar que el Frente de Izquierda Unidad sea algo muy superior a un frente electoral, como proponen los camaradas del MST y la LIS en ese país.
5. La orientación política para construirnos y nuestro programa
En medio de esta dinámica situación, es clave precisar cómo ubicarnos política y programáticamente para intervenir a fondo en los procesos más dinámicos de la región. La política y el programa a levantar y la orientación de insertarnos en procesos dinámicos de la lucha de clases y nuevos fenómenos políticos son determinantes para avanzar.
La política y el programa
- Toda nuestra política y programa se deben articular en torno a aparecer como organizaciones y una internacional socialistas y anticapitalistas que se proponen impulsar a fondo la lucha de clases contra el sistema de conjunto y construyen partidos revolucionarios e internacionalistas cuyo objetivo estratégico es el gobierno de los trabajadores y la revolución socialista.
- Al servicio de esa estrategia impulsamos las luchas y su coordinación para extender y desarrollar la movilización. En cada una de las rebeliones que estamos presenciando impulsamos el desarrollo de organismos democráticos y centralizados de nuestra clase y los sectores que se movilizan para superar a las direcciones burocráticas, dotar de un programa clasista al movimiento y darle continuidad a la lucha hasta derrotar los planes de ajuste, gobiernos y regímenes capitalistas. Nuestro metodo de lucha privilegiado es la huelga general. A la vez, frente a la represión promovemos la autodefensa. Y nuestra política de gobierno de los trabajadores y el pueblo la expresamos considerando los sectores en lucha y sus organismos, buscando hacerla lo más concreta posible. Todo esto es clave ante saltos de la lucha de clases, como ahora en Perú. Allí venimos planteando que es “decisivo coordinar hasta conformar una Gran Coordinadora Nacional de las organizaciones en lucha para derrotar al gobierno derechista, cerrar el Congreso e imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que nos permita sacarnos de encima el funesto régimen del ’93 heredado por el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori y avanzar así hacia un gobierno de los trabajadores y el pueblo que comience a andar el camino de las verdaderas soluciones para nuestro pueblo, un gobierno anticapitalista y socialista”.
- Tenemos esta ubicación de fondo, porque no se puede intervenir en tan álgida situación y en procesos de ascenso y polarización social y política si no levantamos propuestas que den respuestas socialistas revolucionarias a las situaciones planteadas, contra toda variante del reformismo/posibilismo (con su doble rol negativo, de ser un obstáculo conciente para evitar el avance de la izquierda revolucionaria y a la vez responsable de abrirle espacio a la derecha por su fracaso cuando gobierna).
- Debemos propagandizar que la izquierda anticapitalista y socialista somos el único sector político que proponemos un camino de lucha contra todos los poderes capitalistas, empezando por denunciar la injerencia de corporaciones imperialistas yanquis, europeas y chinas sobre nuestros bienes comunes. Rechazamos todo tipo de extractivismo y saqueo, queremos que se vayan todas las corporaciones multinacionales. Denunciamos los nuevos intentos de injerencia yanqui y planes del FMI en la región, y también nos oponemos a la creciente injerencia de China vía inversiones y préstamos (que compite con EEUU por sus propios intereses geopolíticos y de saqueo). Y participamos activamente en las acciones socioambientales que recorren el continente. En la Amazonía, contra las corporaciones y empresas contaminadoras y responsables de la deforestación para que asuman la reparación socio-ambiental de las zonas y comunidades afectadas. En Argentina, contra la entrega y destrucción del mar argentino y contra todas las corporaciones extractivas sobre provincias cordilleranas y otras. En las luchas contra las mineras en Perú, en la denuncia al gobierno venezolano por la entrega de las riquezas en el Orinoco y hay ejemplos en otros países. Las luchas socioambientales son un gran eje de actividad, disputa y posibilidades de construirnos.
- Contra toda la injerencia imperialista, proponemos un modelo económico y productivo cuya política energética y minera se desarrollen sin corporaciones y conducida por el Estado, bajo gestión de sus trabajadores, profesionales y técnicos, y en consulta y acuerdo con las comunidades afectadas, para decidir democráticamente qué modelo productivo aplicar y qué tipo de explotación no realizar si afecta negativamente la vida humana y el ambiente. Y sobre esa base, bregamos por terminar con un modelo latinoamericano de mera exportación de materias primas; alentamos un modelo de industrialización al servicio de las necesidades sociales y por intercambios solidarios de nuestras riquezas entre los países del continente.
- Luchamos por derrotar a los regímenes capitalistas antidemocráticos dirigidos por los partidos del sistema, al servicio de las ganancias de una minoría de capitalistas y los privilegios de la casta política, judicial, clerical y demás esferas del poder. Convocamos a los pueblos a luchar sin tregua por lograr la convocatoria a Asambleas Constituyentes libres y soberanas donde se debata todo y propongamos cambios económicos y políticos de fondo, en la perspectiva del gobierno de los trabajadores y el socialismo.
- Contra todo intento golpista, llamamos a enfrentarlo mediante la movilización social y exigimos el juicio y castigo a sus responsables materiales y políticos. Ante los avances autoritarios y represivos de los gobiernos capitalistas, defendemos los derechos, garantías y libertades democráticas. Por la libertad de los presos políticos y el cierre de las causas judiciales contra los luchadores populares. Por la disolución de las policías y todo el aparato represivo. Por el fin de todo tratado militar con el imperialismo y el retiro de sus bases.
- Por la ruptura de todos los acuerdos con el FMI, los tratados de libre comercio con EEUU y los acuerdos de la ruta de la seda en toda la costa del pacífico, que también tienen un carácter de entrega y saqueo. Contra los planes políticos injerencistas y las resoluciones pro EEUU de la OEA y contra los planes económicos del Mercosur que representan los intereses de la gran burguesía brasilera y argentina. Cuestionamos los planes del Grupo Puebla, que hablan de las necesidades sociales pero los gobiernos, partidos y ex presidentes que allí se agrupan aplicaron o aplican planes capitalistas de ajuste y entrega.
- Estamos por una Unidad Latinoamericana totalmente distinta, que retome el sueño y la gesta revolucionaria e independentista de Bolívar, San Martín, Sucre y otros libertadores, pero que en esta época de dominio capitalista-imperialista los supere política y programáticamente en sentido anticapitalista y socialista Por una América Latina sin ninguna injerencia imperialista ni corporaciones capitalistas que nos saqueen y contaminen. Por el control estatal de todos los sistemas financieros y de comercio exterior. Por el apoyo a las luchas de los pueblos hermanos y el intercambio solidario de riquezas naturales y tecnologías. Por una Federación Socialista de Latinoamérica, gobernada por sus trabajadoras y trabajadores.
- Por supuesto, intervenimos cotidianamente en las luchas obreras, populares, de género, juveniles y campesinas. Por salarios dignos en el sector privado y estatal, actualizados según la inflación. Contra toda reforma y precarización laboral, que la burguesía y el imperialismo pretenden profundizar. Por la defensa de los planes sociales e inversión pública real en programas de trabajo genuino en base a fuertes impuestos permanentes a las grandes empresas, bancos y fortunas. Contra la burocracia sindical, por una nueva dirección sindical democrática y combativa.
- Por el derecho a la tierra para trabajar y vivir dignamente. Contra los latifundios y por reformas agrarias profundas, como paso para terminar con el modelo del agronegocio y avanzar a un modelo de producción alimentaria diversificado y acorde a las necesidades populares.
- Por la igualdad de derechos de las mujeres y las disidencias sexo-genéricas en todos los ámbitos de la vida. Somos protagonistas de esas luchas y apoyamos sus reclamos. Asimismo, defendemos a las comunidades originarias que luchan por el derecho a sus territorios ancestrales y una inclusión efectiva y con plenos derechos garantizadas por los Estados. Y repudiamos todo intento represivo contra esos pueblos.
La orientación política para disputar y construirnos
Sobre esta base programática estratégica, y de otros puntos específicos que exceden el alcance de este texto, impulsamos en cada país la construcción de partidos revolucionarios y de alternativas políticas de izquierda, para tratar de aparecer con la mayor fuerza posible frente a todas las variantes de las derechas y del posibilismo reformista.
Esta es una tarea y ubicación política muy importante, ya que, en un continente convulsionado, con fuertes elementos de polarización política y social, y fenómenos políticos a derecha, una tarea clave es fortalecer polos políticos a izquierda. Y que puedan intentar experiencias distintas y cualitativamente superiores a las del reformismo, que cuando es gobierno gestiona el poder capitalista, aplica ajuste y así fracasar y da espacio a fenómenos de derecha. Como ejemplos recientes, el gobierno de Boric rápidamente giró a la derecha, concilió con el régimen chileno y hasta reprimió luchas. En el caso de Lula, más allá de alguna medida social inicial, seguramente seguirá un rumbo similar, como lo hizo el PT cada vez que fue gobierno. Y en Colombia, el nuevo gobierno de Petro también avanza en consensos con la política tradicional y conservadora.
Por eso es fundamental hacer todo lo posible por lograr alternativas de la izquierda anticapitalista y socialista, por lograr allí donde haya condiciones objetivas y subjetivas, construir y ser parte de frentes o reagrupamientos de la izquierda que confronten con todos los representantes políticos del sistema. El fuerte ascenso de la lucha de clases en la región no basta para dar vuelta la situación si no se termina expresando en cambios políticos y revolucionarios por izquierda. Y para eso, los partidos y grupos que integramos la LIS debemos tener políticas y tácticas para impulsar e integrar herramientas políticas que desde la izquierda puedan jugar un rol positivo en determinados países.
Para esta política no hay recetas eternas. Hay que partir de la realidad de cada país para ver las posibilidades concretas. En Brasil, por ejemplo, hace muchos años somos parte del PSOL que desde su fundación como partido amplio de izquierda jugó un rol positivo. En la última etapa, el avance de sus corrientes más reformistas hizo que le terminaran capitulando al PT, negándose a presentar candidatura presidencial propia en la primera vuelta electoral y haciendo una campaña mimetizada con el discurso lulista y acrítica, que hizo al PSOL perder una gran oportunidad. Esto se agrava con la reciente votación de su dirección de dar apoyo desde afuera al gobierno y con una parte que directamente quería entrar al gobierno, lo que hubiera empeorado aún más ese curso regresivo. Por eso en el último período estamos actuando como ala izquierda muy crítica, ahora fortalecidos por la próxima fusión de nuestras dos organizaciones en Brasil, Alternativa Socialista y Lucha Socialista. Al no haber otros fenómenos de izquierda por fuera y existir un fuerte debate en la base del PSOL en el que intervenimos a fondo, seguimos dando pelea política dentro de ese partido con plena independencia de nuestras posiciones y en el devenir veremos si surge la necesidad y posibilidad de construir otra herramienta. Pero hasta ahora seguimos siendo parte porque hay un sector dinámico de su base militante y simpatizante por disputar y estamos avanzando precisamente por estar dando esta pelea política interna, a la vez que intervenimos y disputamos en sectores de la clase obrera y con una buena ubicación en ConLutas, espacio de articulación clasista.
Otro ejemplo es el de Argentina, donde hace ya más de tres años constituimos el Frente de Izquierda Unidad junto a otras tres fuerzas que se reclaman trotskistas, que es la principal alternativa de izquierda del país. El FIT-U juega un rol positivo como expresión política unitaria de la izquierda anticapitalista y socialista y es la única alternativa electoral a los partidos del régimen. A la vez tiene muchos límites y debilidades por la visión sectaria y electoralista de las otras fuerzas integrantes, que se niegan a darle al frente un carácter más de fondo, de constituirnos como un movimiento político o partido común de corrientes internas organizadas democráticamente, de unidad en la lucha de clases y no solo electoral y de apertura a la izquierda social e intelectual. Nosotros somos parte activa del frente, a la vez disputando por su rumbo en una pelea de estrategia a seguir dando. Está planteado que el FIT-U pueda avanzar mucho, entonces mientras damos esta lucha política a su interior, jerarquizamos la construcción del MST como partido revolucionario, lo que es indispensable para ganar cada vez más en la izquierda en general y dentro del FIT-U en particular. Desde ya, desarrollamos esta política junto a intervenir en la lucha de clases, con fuerte peso en el sector salud y siendo parte de la dirección del PSC (Plenario del Sindicalismo Combativo) y de la Unidad Piquetera, espacio de unidad de organizaciones de desocupados.
En otros países como Colombia y Chile, donde hubo fuertes rebeliones y procesos políticos y de lucha de clases estos últimos años, venimos construyendo nuestras organizaciones. En el caso de Colombia vamos a la unificación de Impulso Socialista y el Grupo de Trabajadores Socialistas, en el marco de la LIS, lo que nos va a fortalecer y desde la cual actuamos con una politica sobre la base obrera y popular que votó a Petro, postulando nuestras propuestas y siguiendo el curso político para ver si a mediano plazo surgen rupturas progresivas con las cuales pensar nuevos agrupamientos o frentes políticos de izquierda independientes del gobierno y el régimen.
En Chile, desde el Movimiento Anticapitalista intentamos avanzar en nuestra construcción en esta etapa priorizando la juventud. Desde la rebelión de 2018 planteamos políticas y tácticas hacia otros sectores. Lo hicimos ante el fenómeno de las candidaturas independientes, que luego defeccionaron, y tuvimos tácticas y propuestas hacia otra fuerza de izquierda, el PTR, afín al PTS argentino. Ahora jerarquizamos nuestro fortalecimiento como grupo y seguimos atentos a los nuevos fenómenos que surjan, levantando la necesidad de unir a los anticapitalistas.
En igual sentido, desde la LIS tenemos que seguir otros procesos de la región y ayudar a la intervención de nuestros grupos. En Perú, ahora en medio de una rebelion que lleva semanas y tiende a profundizarse contra un gobierno golpista que no logra acentarse y ha desatado una represion brutal. Las inconsecuencias y giro a derecha de Castillo en el gobierno y el no animarse a hacer cambios radicalizados lo debilitaron y eso originó una ofensiva de los sectores más reaccionarios, pero también un proceso revolucionario que mientras escribimos este documento sigue creciendo. En este proceso estamos interviniendo y acompañando a nuestras compañeras y compañeros, cuyo desafío es responder con una politica correcta y tratar de avanzar en construir un núcleo revolucionario sólido y dinámico.
En otros países donde intervenimos la realidad es muy distinta, no de fuerte ascenso ni rebeliones, sino de resistencia frente a regímenes muy duros y antidemocráticos como Venezuela y Nicaragua. En ambos casos camaradas de la LIS intentan construir en una difícil situación objetiva. En Venezuela, desde Marea Socialista tratamos de agrupar con nosotros algunos activistas y dirigentes obreros en Caracas y otros Estados, a la vez que tenemos una política hacia otros sectores de izquierda independientes del gobierno de Maduro, con los que impulsamos algunas acciones por reclamos sociales y democráticos. Lo mismo en el movimiento de mujeres, que es débil en este país, pero cada tanto genera iniciativas en las que intervenimos. En Nicaragua actuamos centralmente desde la vanguardia juvenil que se nuclea en el exilio y tenemos planteado el desafio y la oportunidad de fortalecernos entre los exiliados en Costa Rica, a partir de la exitosa campaña internacionalista que encabezamos por la libertad de los presos políticos y que nos ubicó como una referencia dentro y fuera de Nicaragua.
En Costa Rica ademas se estan incorporado a la LIS los camaradas del PRT, que aportarán su experiencia, y expresa un nuevo salto político en dicha region, lo que nos pone ante el desafio de diseñar una politica y orientación para el conjunto de Centroamérica. La construcción de nuestro grupo en Nicaragua y los avances en Costa Rica son un nuevo ejemplo y enseñanza de la importancia de las campañas políticas internacionalistas, por un lado para responder a la realidad y la lucha de clases, y a la vez para avanzar en nuestra extensión, fortalecimiento y construcción. Mantener y profundizar las iniciativas políticas y las campañas de la LIS es una tarea política privilegiada que todos los grupos y partidos del continente tiene que tomar a fondo cada vez que se lanza una campaña internacionalista.
Junto a estos ejemplos tenemos camaradas y oportunidades en otros países del continente. En Paraguay, tras las fuertes movilizaciones de 2021, nuestro grupo Alternativa Socialista intenta fortalecer su construcción y ha lanzado una convocatoria pública por un frente radical, un tercer espacio anticapitalista y socialista, ante el giro a derecha del Frente Guazú. En México tenemos el desafio de explorar un acercamiento con valiosos compañeros. En Uruguay tenemos un pequeño trabajo sindical pero nos cuesta avanzar en el plano político.
En resumen, y más allá de las desigualdades en la situación objetiva y en nuestro propio desarrollo en cada país, vamos a un 2023 donde se vienen nuevos procesos de luchas, nuevas rebeliones y mayor polarización política y social. En esa apasionante situación tenemos que intervenir a fondo en los procesos reales, alejándonos de cualquier orientación propagandística. E ir haciendo experiencias políticas de construcciones revolucionarias propias y de tácticas frentistas donde se pueda y nos fortalezca para intervenir en el próximo período, dando respuesta a los principales procesos de la lucha de clases y disputando la dirección de sectores. Aportar desde nuestro continente al fortalecimiento general de la LIS es una tarea estratégica a la que dar prioridad, jerarquizando también la formación y politización de nuestros cuadros y militantes.
Este documento fue aprobado con los siguientes agregados que surgieron en el debate:
- La importancia de ver las desigualdades en el ascenso continental, que presenta mayores y más álgidos procesos en Sudamérica a los cuales debemos responder, y una situación diferente en Centroamérica, aunque aquí también hay nuevas posibilidades políticas a seguir y aprovechar con nuevas iniciativas.
- Se incorpora también la denuncia de los acuerdos de AMLO con Biden y de la política imperialista de utilización de mano de obra barata e inmigrante con la deslocalización de empresas hacia territorio mexicano.
- Se ratificó la importancia de participar en proceso de movilización indígenas, campesinos y del movimiento negro en los países donde se desarrolla, apoyando en todos los casos las demandas y reclamos de estos sectores sociales.
- A la vez se precisó que nuestra estrategia privilegiada es intervenir, pelear la dirección, construirnos y estructurarnos social y políticamente en la clase obrera y en la juventud.
- Se destacó la necesidad de desplegar políticas de exigencia y denuncia en aquellos países como Brasil, Chile, Colombia o México, donde asumieron el gobierno fuerzas del denominado progresismo, como forma de ayudar a que franjas de sus bases sociales hagan la experiencia con esos gobiernos.
- Se preciso la necesidad de continuar con las tareas de apoyo y solidaridad con la lucha del pueblo peruano. También con las nuevas acciones que hagan nuestros compañeros de Nicaragua en su lucha contra la dictadura de Ortega-Murillo. Y se incorporó la tarea de incluir acciones de apoyo a la lucha del pueblo de Haití, contra las intervenciones imperialistas allí y contra las políticas de saqueo y ataque a derechos sociales de su pueblo.
- Se valoró incorporar el aporte del texto sobre la situación en EEUU, que hace parte importante de los debates sobre la situación de todo el continente.
[i] https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/alvaro-garcia-linera-el-guru-intelectual-de-boric-su-gran-desafio-es-no-defraudar-la-expectativa-de-cambio-social/LAKZWWDGX5A7BHEN53HHE46CIE/
[ii] https://www.nodal.am/2021/11/la-segunda-oleada-progresis-ta-latinoamericana-por-alvaro-garcia-linera/
[iii] Ídem
[iv] https://radio.uchile.cl/2021/12/15/antonio-gramsci-y-el-balotaje-en-chile/
[v] https://www.infobae.com/america/colombia/2022/11/01/pese-a-afinidades-lula-da-silva-difiere-del-presidente-petro-entorno-a-las-exploracion-espetroleras-es-irreal/
[vi] https://jacobinlat.com/2022/08/17/chile-a-las-puertas-de-un-momento-historico/
[vii] https://www.laizquierdadiario.cl/El-retorno-de-la-lucha-de-clases