El envío de Trump de una armada de ataque al Golfo Pérsico con el objetivo de frenar el desarrollo nuclear de esta nación de Medio Oriente, elevando al máximo las presiones que la ruptura del acuerdo nuclear del G5+1 por parte de EEUU y las sanciones económicas descargadas contra el pueblo iraní ocasionaron, colocan a la región frente a una nueva intervención imperialista contra los derechos soberanos de los pueblos. Es necesario una movilización mundial para frenar esta nueva agresión.
El envío del portaviones USS Abraham Lincoln al Golfo Pérsico, sumado a una flotilla de bombardeos B-52, buques destructores de apoyo cargados con misiles Tomahawk, baterías anti misilísticas Patriot, los trascendidos sobre las intenciones de preparar una fuerza de 120.000 soldados, etc., con la tarea de controlar la navegación en el estrecho de Ormuz, por el cual circula el 35 % del petróleo comercializado por vía marítima en el planeta, y la respuesta iraní con el despliegue de embarcaciones y misiles defensivos, son los últimos capítulos de una serie de acciones que vienen prefigurando un escenario que recuerda, para algunos analistas, a los momentos previos a la invasión imperial a Irak en 2003.
Lo cierto es que desde que Trump abandonó en mayo de 2018 el acuerdo llamado JCPOA (Plan Conjunto de Acción Comprensiva, en su sigla en inglés) firmado en el 2015 por los miembros del Consejo de Seguridad (EEUU, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña) más Alemania con el gobierno iraní, por el cual se levantaban las sanciones económicas que bloqueaban la economía persa a cambio de que este país aceptara la inspección imperialista y las limitaciones que esta imponía a su desarrollo nuclear, la tensión entre el amo del norte y la nación iraní no ha dejado de escalar.
Los objetivos de Trump
La ofensiva de Trump que rompió el acuerdo, contra la opinión de los socios imperiales firmantes, persigue obligar a Irán a detener su programa de desarrollo misilístico, retirar sus tropas de otras regiones de Medio Oriente donde se encuentran asentadas y el cese del apoyo iraní a organizaciones enemigas de los intereses yanquis como el Hezbollah iraní, el Hamas palestino o los rebeldes hutíes yemenitas.
El gendarme del mundo, que luego de sus reveses en Afganistán e Irak, ha perdido mucha presencia en esta zona conflictiva y estratégica, intenta frenar la expansión iraní en la región en favor de sus dos aliados más importantes, Israel y Arabia Saudita. Y lo hace pese a las protestas del imperialismo europeo, que acumuló fuertes inversiones en la zona después de la firma del acuerdo, y que ahora se ve obligado a ir resignándolas para no ser bloqueados financieramente por el imperialismo yanqui.
Las sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, como a la de otros productos de la nación asiática, han producido un fuerte deterioro de su economía y el consiguiente empobrecimiento del pueblo de ese país, lo que viene deteriorando a la teocracia que lo gobierna incapaz de descargar el peso de la crisis sobre los capitalistas que dominan el país y mucho menos de impulsar una fuerte resistencia anti imperialista en la región.
Existe una fuerte recesión y decrecimiento de la economía persa. Según el FMI este año el PBI se reducirá un 6%, la inflación ya trepa al 40% anual y la producción petrolera ha bajado de 2,8 millones de barriles diarios de mayo de 2018 a 1,3 millones actuales. EEUU está, además, redoblando sus presiones para que los países que le compran el crudo, Japón, Corea del Sur, Turquía, India y China busquen fuentes alternativas de abastecimiento (datos consignados en La Nación del 23/05/2019)
Un conflicto que no deja de escalar
Apretados por una situación en constante deterioro los gobernantes de Teherán han terminado por emplazar a sus socios comerciales europeos a que, abandonando su actitud meramente declarativa, tomen distancia de las presiones yanquis, bajo la amenaza de retomar el enriquecimiento de uranio en los niveles previos al acuerdo y lanzaron la advertencia de van a bloquear el estrecho de Ormuz, si sigue el boicot mundial a su economía. Lo que a su vez fue utilizado por Trump para justificar el envío de la armada.
En estos días nuevos hechos han incrementado los choques de este conflicto. Primero fueron los atentados a navíos petroleros saudíes y otras dos embarcaciones frente a las costas de Emiratos Árabes Unidos (aliado de Arabia Saudita) en el Golfo Pérsico, luego los golpes exitosos de drones cargados de explosivos contra las instalaciones petroleras saudíes, lanzados por los yemenitas hutíes (aliados de Irán), en guerra contra la ofensiva de Arabia Saudita a su territorio y el posterior brutal ataque de la aviación del reinado sobre la población civil de Sanaa, capital de Yemen en manos de los hutíes.
A esto debemos sumarle las presiones de la visita del Secretario de Estado, Mike Pompeo, al gobierno iraquí, de orientación chiíta y aliado de Teherán. Pompeo exigió la protección de las tropas, empresas y negocios yanquis en Irak. Luego se produjo el retiro parcial de la representación diplomática yanqui de Bagdad y de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. El estallido de un cohete en la zona verde de Bagdad en las inmediaciones de la embajada yanqui, el retiro de misiones militares de países europeos de territorio iraquí y la declaración de “organización terrorista” de los “Guardianes de la Revolución Islámica” iraníes y de la “Hermandad Musulmana” aliada de las autoridades de Teherán, completan este cuadro de enfrentamientos y presiones.
Lo cierto es que después del repliegue norteamericano de la región, a raíz de los reveses de Irak y Afganistán, se redujo la presencia de tropas yanquis en Medio Oriente y se remitió la intervención norteamericana al apoyo militar aéreo, como se comprobó en el último enfrentamiento contra el ISIS. La actual política de Trump retoma una mayor presión de los intereses imperiales en la zona avanzando sobre los derechos de los pueblos, redoblando el apoyo al genocidio sionista sobre el pueblo palestino, tratando de poner en caja a la nacion iraní o reforzando su apoyo a la avanzada saudí sobre los rebeldes hutíes de Yemen.
Esta ofensiva, que muestra a Trump apoyado en sus halcones Bolton y Pompeo, debe considerarse como parte de una creciente polarización a nivel planetario. Tras la disputa de la plusvalía mundial y su poder hegemónico, el golpeado imperialismo yanqui, amenazado de un nuevo estallido de la crisis económica pese a una relativa coyuntura favorable, redobla su presión en varios frentes. La disputa comercial con China y otros países, la avanzada sobre Venezuela o esta nueva agresión a Irán son parte de ella.
La ofensiva busca sentar al adversario a negociar condiciones más favorables para imperio yanqui. ¿Puede terminar en una nueva invasión en Medio Oriente como constituyo la guerra contra Irak? Es algo que no puede descartarse, aunque los analistas militares lo ven como lo menos probable y circunscriban esta posibilidad a un bombardeo acotado a las instalaciones nucleares iraníes, la dinámica de los acontecimientos puede llevar a una confrontación mayor, en una región en la que los tambores de la guerra no han dejado de sonar.
Y si no han dejado de sonar es porque los pueblos de Medio Oriente no han dejado de pelear. A la heroica resistencia palestina, debemos sumar las peleas de los kurdos, la de los rebeldes yemenitas, el reverdecer de la primavera árabe en Sudán y Argelia, que debilitan la dominación imperial y favorecen las disputas de intereses inter imperialistas. Estas luchas constituyen el mayor capital con que cuenta el pueblo iraní en la defensa de su interés nacional contra la agresión yanqui.
Las políticas de la teocracia iraní, que dirigió y capitalizó la enorme revolución democrática y antimperialista de 1979, son responsables de las debilidades de la nación frente al acoso y los condicionamientos imperiales. Justamente porque en vez de profundizar la pelea contra la dominación imperial, los ayatolás utilizaron su poder para reforzar las posiciones de la burguesía persa, renegociar con las multinacionales y convertirse en unos de los factores contrarrevolucionarios de Medio Oriente. Son aliados del asesino gobierno sirio, como de las burocracias imperialistas de Rusia y China, contra las movilizaciones y revoluciones democráticas (y anti capitalistas) de los pueblos de la región y de su propio pueblo, cuando salió a movilizarse exigiendo libertades y cese de los planes de ajuste.
Más allá de las inconsecuencias y traiciones de la dirigencia de Irán, la agresión imperial yanqui es una agresión contra el pueblo iraní y todos los pueblos de la región. Desarrollar una movilización mundial para detenerla, exigir el fin de las sanciones y que se respete el derecho a la auto determinación de la nacion iraní, es una tarea de todos los demócratas y anti imperialistas del mundo y una obligación para todos los socialistas revolucionarios. Irán tienen derecho a su desarrollo nuclear autónomo, mucho más derecho que el verdadero terrorista del mundo, el imperialismo yanqui, sus gobiernos y dictaduras genocidas amigas como Israel o Arabia Saudita o los cínicos “demócratas” europeos o de la ONU, que terminan avalando sus acciones.
¡Abajo la escalada imperialista contra Irán!
¡Fuera la armada yanqui del Golfo Pérsico!
¡Por el fin de las sanciones económicas!
¡Por el derecho a la autodeterminación de la nacion iraní y todos los pueblos de Medio Oriente!
Gustavo Giménez