Por Douglas Diniz – Periodista, miembro de la Dirección de la Revolución Socialista (RS) y de la Liga Internacional Socialista (LIS). Coordinador del Portal Info.Revolução
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La COP30 de Belem no fue un «punto de inflexión» para la acción climática; fue el escenario de una vergonzosa rendición y un doloroso recordatorio de que la diplomacia climática, dominada por los intereses del capitalismo destructivo, ha fracasado una vez más.
La exclusión flagrante de la «hoja de ruta» hacia el fin de los combustibles fósiles del proyecto final es un acto de sabotaje contra el futuro y una bofetada a las comunidades vulnerables.
No podemos aceptar eufemismos: la COP30 es un colapso. Los científicos comprometidos con la humanidad y los activistas tienen razón al calificar el resultado de «vergonzoso».
En el momento más crítico de la crisis climática, cuando cada tonelada de CO2 cuenta, la conferencia sucumbió a la presión de más de 80 países, grupos de presión del carbón, el petróleo y el gas.
Esta omisión no es un mero error técnico; es una prueba fehaciente de que la codicia capitalista y la búsqueda de beneficios a corto plazo siguen dictando la agenda mundial, pisoteando la vida, la ciencia y la justicia.
El proyecto final, sin un compromiso claro y sujeto a plazos para la eliminación progresiva de los fósiles, es un documento inocuo que, en la práctica, otorga una licencia para la continuación de la destrucción planetaria.

El gobierno brasileño y su pérdida de credibilidad
Es imposible hablar del fracaso de la COP30 sin señalar con el dedo la hipocresía del gobierno brasileño.
Su credibilidad en el tema se evaporó con su ambivalencia, que culminó con la autorización de prospecciones petrolíferas en la Margen Ecuatorial, en la desembocadura del río Amazonas.
No se puede predicar la conservación global mientras se abre la puerta a la destrucción de biomas esenciales como el Amazonas.
Esta contradicción le quita la voz de liderazgo que Brasil quería tener, convirtiendo sus «floridos discursos» en meras palabras vacías.
La verdadera historia de la COP30 no se encuentra en los salones climatizados de Belém, sino en las calles y en los pueblos. El legado de esta conferencia de fachada no son los miles de millones de reales gastados, convertidos en cenizas por el fracaso, ni la plataforma electoral creada por los gobiernos locales. El verdadero legado es la explosión de descontento y movilización popular.
Belém, con sus precarias infraestructuras y su inexistente saneamiento básico, fue el cruel espejo de la crisis social que acompaña a la crisis climática.
Lo que realmente convirtió la COP30 en la «COP de la Verdad» fueron las movilizaciones históricas de los Munduruku, los Tupinambá, los Arapiuns y los movimientos de profesores y trabajadores sanitarios.
Salieron a la calle en defensa del territorio, de la gratuidad de los servicios públicos y de la calidad de vida. Lo demostraron:
- Sólo mediante la organización, la movilización y la protesta popular se podrá frenar la codicia de unos pocos y defender realmente el medio ambiente y el futuro de la humanidad.
- La lucha continúa en las bases, donde se decidirá el futuro, y no en las mesas de negociación cooptadas por el capital fósil.
La lucha continuará con más intensidad contra la privatización de los ríos Tapajós, Tocantins y Madeira; contra el Ferrogrão, por la demarcación de los Territorios Indígenas y quilombolas, por servicios públicos gratuitos y de calidad.
La Liga Internacional Socialista se compromete a apoyar y participar activamente en este proceso.




