Contexto internacional y la cuarta ola feminista
La cuarta ola feminista, que se puede rastrear a los levantamientos globales de 2012– 2013, surgió de la crisis del neoliberalismo y como respuesta a las políticas de misoginia. Lejos de ser simplemente una forma de feminismo “digital” o de “hashtag,” combinó la visibilidad en línea con masivas manifestaciones callejeras y asambleas, convirtiéndose en la expresión específicamente feminista de rebeliones populares más amplias. Desde América Latina hasta Europa y Oriente Medio, mujeres y personas LGBTQIA+ salieron a las calles con demandas como el fin de la violencia de género, el derecho al aborto, la igualdad salarial y la libertad de expresión de género. La Huelga Internacional de Mujeres, el movimiento Ni
Una Menos y un sinfín de movilizaciones del 8 de marzo en más de 80 países movilizaron a millones de personas y crearon nuevas formas organizativas, a menudo horizontales y asamblearias, que unieron a diversas corrientes feministas y sectores sociales.
Esta cuarta ola alcanzó su punto máximo entre 2015 y 2020, inspirando a una juventud radicalizada abierta a ideas anticapitalistas y revolucionarias. Sin embargo, hoy el movimiento se enfrenta a un retroceso, no solo debido a la pandemia o a las victorias parciales que logró, sino también debido al ascenso global de regímenes autoritarios y de extrema derecha. Las fuerzas reaccionarias han hecho del retroceso de los logros feministas y LGBTQIA+ un punto central de su agenda política. En este sentido, el retroceso contra la cuarta ola no es solo cíclico, sino también estructural, parte de la recomposición autoritaria del capitalismo global. Por lo tanto, defender los logros de la cuarta ola no puede separarse de la lucha más amplia contra el autoritarismo, la extrema derecha y el propio orden neoliberal. Un feminismo anticapitalista, revolucionario e internacionalista debe confrontar esta ofensiva con la misma creatividad, radicalismo e internacionalismo que marcaron el nacimiento de la cuarta ola.
Ofensiva reaccionaria de la extrema derecha contra los derechos de género
La extrema derecha avanza con una ofensiva global dirigida a los derechos de las mujeres y las personas LGBTQIA+, como parte de una agenda antisocial y antidemocrática más amplia. Gobiernos de extrema derecha en todos los continentes están socavando activamente derechos que se lograron con mucho esfuerzo.
Un panorama de la situación de las mujeres y las disidencias en el mundo:
•América del Norte: Bajo líderes como Donald Trump, las políticas buscan definir el género biológicamente, desmantelar programas de prevención del VIH y promover un modelo de familia tradicional que refuerza la subordinación de las mujeres. A los EE. UU. le faltan leyes de feminicidio, lo que lo deja atrás de muchos países en la documentación y el enjuiciamiento de asesinatos basados en género. Aunque hasta la mitad de las mujeres asesinadas son víctimas de sus parejas íntimas, la ausencia de una definición legal hace que las estadísticas sean poco fiables y subregistradas. En marzo de 2025, EE.UU. se negó de nuevo a respaldar la CEDAW, manteniéndose como la única nación del G7 fuera del tratado, lo que es coherente con los continuos ataques a los derechos reproductivos y LGBTQIA+. En el centro de esta agenda se encuentra la derecha cristiana, arraigada en el protestantismo evangélico blanco. Aunque originalmente se movilizó en la década de 1970 para defender las escuelas cristianas privadas segregadas por motivos raciales, el movimiento se volcó en el aborto como causa unificadora. Hoy en día desempeña un papel decisivo en la legislación contra el género y contra las personas LGBTQIA+, y fue fundamental en la revocación de la sentencia Roe contra Wade, enmarcando sus posiciones en la autoridad bíblica. En ese contexto, la fundación conservadora Heritage Foundation, elaboró el nefasto “Proyecto 2025” que marca 4 objetivos principales: restaurar la “familia americana”; desmantelar el Estado; defender las fronteras nacionales; y asegurar el “derecho divino” de las personas. O sea, una agenda ofensiva sobre las bases de una ideología reaccionaria y antiderechos.
•América del Sur: En Brasil, Bolsonaro instaló una agenda antiderechos, profundamente misógina y LGBTQIA+odiante. Provocó algunos cambios en el sistema educativo y puso travas para la aplicación de la Ley de Aborto legal por 4 causas, entre otros ataques reaccionarios. En Argentina, desde el comienzo de su gobierno, Milei ha atacado los derechos democráticos y de género, desmantelando políticas que se habían ganado previamente, aunque con limitaciones. Desde su discurso en el Foro de Davos a principios de 2025, los ataques se han intensificado, apuntando a la comunidad LGBTQIA+ y amenazando con derogar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), la categoría legal de feminicidio e incluso negando la existencia de la desigualdad de género. En El Salvador, Bukele encabeza una ofensiva contra lo que la extrema derecha llama de “ideología de género”, en el mismo sentido que los anteriores ejemplos, atacando derechos conquistados. No obstante, se han llevado a cabo grandes movilizaciones antifascistas y antirracistas en el continente que les han puesto un freno a los planes de la extrema derecha sudamericana.
•Europa: Figuras de extrema derecha como Giorgia Meloni en Italia y Marine LePen en Francia intentan “feminizar” su imagen pública, pero mantienen una retórica xenófoba, racista y antimigrante, particularmente contra las poblaciones musulmanas y africanas. No hay una defensa real de los derechos de las mujeres.
•África: En 2024, África tuvo la tasa más alta de asesinatos relacionados con la pareja en el mundo, más del doble de la tasa global. En el Sáhara Occidental ocupado por el Reino de Marruecos, la represión actúa con particular violencia contra las mujeres saharauis activistas por la autodeterminación. En Sudáfrica, una mujer es asesinada cada tres horas. En noviembre de 2023, el Consejo de Investigación de Ciencias Humanas (HSRC) de Sudáfrica publicó el primer estudio nacional del país sobre la violencia de género, que encontró que esta violencia tiene sus raíces en “normas y estructuras sociales profundamente arraigadas que perpetúan la dominación masculina y refuerzan las jerarquías de género… lo que lleva a la subordinación femenina, las desigualdades sistémicas y la violencia contra las mujeres”. El político keniano Peter Kaluma está liderando actualmente una campaña para que el Parlamento de Kenia apruebe una ley de protección de la familia que prohibiría las relaciones entre personas del mismo sexo, las actividades queer y las campañas de defensa relacionadas. El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, promulgó una de las leyes contra la homosexualidad más duras del mundo. Los ugandeses se enfrentan ahora a penas de cadena perpetua por mantener relaciones sexuales entre dos personas del mismo sexo y a la pena de muerte en los casos de «homosexualidad agravada». Es importante señalar que grupos europeos y de extrema derecha de Estados Unidos han renovado su interés por África y han celebrado numerosas conferencias en todo el continente para promover la agenda 2025 impulsada por la reelección de Trump. El matrimonio infantil sigue siendo defendido por normas arcaicas en todo el continente, donde las leyes de Camerún, Nigeria, Senegal, Sudán del Sur, Sudán y Tanzania aún lo permiten.
•Oriente Medio: La agenda de la extrema derecha sionista es crear un estado judío autoritario y nacionalista fundado en la ley judía. Las implicaciones para las mujeres palestinas que viven en territorio ocupado (20%) bajo estas leyes son aún más perjudiciales. En otras partes de Oriente Medio vemos el mismo tipo de ataques de la extrema derecha contra las mujeres y las personas LGBTQIA+ en los llamados gobiernos y regímenes “fundamentalistas religiosos,” donde las acciones hiperpatriarcales están a la vista de todos. Las reformas legislativas en Irak que permiten el matrimonio infantil a partir de los 9 años y otorgan más autoridad a los tribunales islámicos en asuntos familiares, son ejemplos claros de esta ofensiva. En 2021, Irán criminalizó el aborto, los anticonceptivos y la esterilización voluntaria. En 2024, se aprobó una ley para hacer cumplir el hiyab obligatorio que impondría multas y largas penas de prisión, así como restricciones al empleo y a las oportunidades educativas para las mujeres y niñas que no cumplieran. (La ley ha sido suspendida tras la protesta pública, pero no derogada).
•Asia: Según el Banco Mundial, más de la mitad de la población femenina mundial vive en Asia-Pacífico. En países como Indonesia y Malasia, la violencia sexual está muy extendida, el matrimonio infantil sigue siendo común y las leyes discriminan a las mujeres, otorgando amplios poderes a los maridos. Muchas indonesias emigran por falta de oportunidades y enfrentan explotación y violencia, incluso en destinos como Hong Kong. En países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Afganistán, la homosexualidad está criminalizada y puede castigarse con prisión o incluso con la pena de muerte. En los Emiratos, que aplican una interpretación conservadora de la Sharía, las relaciones fuera del matrimonio heterosexual también son delito y pueden conllevar cárcel, multas, castración química, deportación y ejecución.
Un elemento central de esta ofensiva es el impulso ideológico para reinstaurar la imagen familiar tradicional (occidental) como único modelo social legítimo. Con ello, la extrema derecha busca reubicar el trabajo reproductivo en la esfera privada, naturalizando la subordinación de las mujeres y socavando la responsabilidad colectiva y social del cuidado.
Esta maniobra ideológica también alimenta la “guerra cultural” más amplia, o la lucha contra el llamado progresismo, que se ha convertido en una bandera unificadora de las fuerzas autoritarias, nacionalistas y conservadoras en todas las regiones.
Esta ofensiva no es simplemente una reacción violenta contra los avances feministas, sino parte de una recomposición estructural del capitalismo global. Emplea la adaptación táctica para ampliar el apoyo, y su creciente atractivo entre los hombres jóvenes, que a menudo se movilizaban en torno a ideologías misóginas y xenófobas, exige una vigilancia activa y una resistencia internacional coordinada.
Feminización de la Pobreza y Violencia
Según ONU Mujeres (2023), la igualdad de género está a siglos de lograrse. Las mujeres enfrentan desigualdad salarial y dedican más tiempo al trabajo reproductivo, de cuidados y crianza. La violencia de género sigue siendo alarmante, agravándose con crisis económicas, climáticas y bélicas, afectando desproporcionadamente a mujeres y niñas, como evidencian conflictos en Gaza, Ucrania, Sudán y Etiopía.
Estas problemáticas reflejan la interconexión entre opresión de género, capitalismo, patriarcado y crisis globales, indicando que la lucha por derechos no puede aislarse de batallas contra la explotación económica, injusticia climática y guerra.
Feminismo institucional, falsos progresismos y cooptación estatal
En los últimos años, el feminismo institucional ha crecido bajo gobiernos “progresistas” que adoptan discursos feministas sin cambios estructurales reales. Esta institucionalización canaliza el movimiento hacia marcos electorales o simbólicos que no desafían el capitalismo, separando la lucha feminista de la lucha anticapitalista. Si bien en esos periodos se han alcanzado conquistas, estas no son perdurables, o integrales, y reafirman la necesidad de lucha contra el capitalismo.
Ejemplos como Chile muestran cómo estas estrategias diluyen la movilización radical, transformándola en acciones locales y conciliadoras con el Estado. Estos “falsos progresismos” no mejoran sustancialmente la vida de las mujeres trabajadoras, agravando la feminización de la pobreza, la penalización del aborto y violaciones a derechos. Las reformas suelen ser superficiales y subordinadas a la lógica capitalista y austeridad.
En Argentina durante el período Kirchnerista se lograron avances, como el aborto legal, y la confianza en estos gobiernos provocó la movilización y una sensación de haber logrado todos los objetivos. Posteriormente la imposibilidad de la aplicación del derecho al aborto sin exigencias, y la llegada de Milei, demostraron que cualquier conquista es efímera en el marco del sistema capitalista.
La necesidad de una salida revolucionaria
Ninguna conquista será posible sin lucha de clases. Es fundamental la unidad de la clase trabajadora para avanzar junto a todas las demás luchas y reivindicaciones que nos atraviesan. Para ello, la clase trabajadora debe asumir el programa del feminismo como propio, incorporándolo a su estrategia de lucha por la emancipación de toda la humanidad. Solo así podremos construir una fuerza verdaderamente revolucionaria, feminista y disidente.
Por otro lado, ante la “derechización” de los feminismos reformistas y los fracasos de gobiernos pseudo-progresistas, las mujeres y disidencias deben construir una salida revolucionaria junto a sus compañeros trabajadores.
El feminismo anticapitalista enfatiza la importancia de la movilización y la organización amplia, pues el capitalismo perpetúa la desigualdad de género para maximizar ganancias y controlar socialmente. Por eso, la lucha feminista que no desafíe al capitalismo será siempre parcial y temporal.
Origen del capitalismo y su relación con el patriarcado
I. Origen del Patriarcado: La Fundación de la Dominación Masculina
El origen del patriarcado debe buscarse en las transformaciones materiales de las primeras sociedades agrícolas. Con el surgimiento de la agricultura sedentaria y de la propiedad privada de la tierra, aparecieron nuevas jerarquías: el control de los recursos económicos se volvió fundamental, y quien poseía la propiedad podía también controlar la reproducción y la vida familiar. El patriarcado, por lo tanto, no nace como un “instinto natural” ni como una voluntad divina, sino como una estructura social funcional a la gestión de la propiedad y a la reproducción de la fuerza de trabajo. Los hombres, propietarios de la tierra y del poder político, controlaban la descendencia y el trabajo reproductivo de las mujeres, integrando así el dominio de género en la lógica económica y social de la comunidad.
El patriarcado, entendido como el “gobierno de los padres”, es una forma de organización social donde la autoridad reside en el hombre cabeza de familia, extendiéndose más allá del ámbito doméstico para estructurar la sociedad y legitimar el dominio masculino sobre las mujeres y los niños (Gerda Lerner). Su existencia se remonta milenios antes del capitalismo.
Aunque las mujeres gozaban de mayor autonomía en las sociedades primitivas, la transición hacia la organización patriarcal está vinculada al auge de la propiedad privada y la acumulación de riqueza. Marx y Engels señalaron que la familia patrilineal consolidó la opresión femenina para asegurar la acumulación y la herencia de la riqueza bajo el control masculino. El Estado moderno, a través de leyes y estructuras económicas, perpetúa esta subyugación, reforzada por instituciones como la heterosexualidad obligatoria (María Milagros Rivera Garretas), clave para controlar la reproducción y la sexualidad femeninas.
II. Origen del capitalismo y su relación con el patriarcado
El capitalismo, como modo de producción más reciente, encontró en el patriarcado una estructura funcional para intensificar la acumulación y la explotación. El patriarcado posee un gran poder de adaptación y reestructuración. No inventó la dominación de género, sino que la profundizó y la reconfiguró.
●Familia: Institución clave en la reproducción de las jerarquías de género y la fuerza laboral. Relega a las mujeres al trabajo doméstico, reproductivo y de cuidados, trabajo no remunerado que subsidia el sistema capitalista. La familia también funciona como unidad de consumo y red de seguridad social en crisis, lo que supone una carga desproporcionada para las mujeres, especialmente para la clase trabajadora, mientras que para la clase capitalista asegura la transferencia de riqueza y legitima la herencia ideológica en lugar de redistribuir recursos a la sociedad.
●División sexual del trabajo: El capitalismo ha mantenido la división sexual del trabajo, que constituye una base material central para los roles de género y, en consecuencia, para la opresión de las mujeres y las personas LGBTQIA+. Las mujeres son sistemáticamente empujadas a realizar trabajos de cuidados no remunerados o mal remunerados, a menudo confinados al ámbito privado, y canalizadas hacia empleos precarios y mal remunerados en el mercado laboral. Esto no se debe a que las mujeres sean “naturalmente” mejores cuidadoras, sino a que el capitalismo exige que la reproducción de la fuerza laboral sea privatizada y asumida desproporcionadamente por las mujeres. Al reforzar estos roles de género, el sistema mantiene las brechas salariales, la inseguridad laboral y la narrativa ideológica sobre el lugar de las mujeres en el hogar. Al mismo tiempo, quien desafía las normas binarias de género o rechaza los roles prescritos, como el de las personas LGBTQIA+, se enfrenta a una mayor represión social, económica y política.
●Control sobre el cuerpo y la sexualidad: La mercantilización del cuerpo femenino, los estándares de belleza, la idealización de la familia nuclear heterosexual y las restricciones a los derechos reproductivos refuerzan el control patriarcal y la lógica capitalista.
●Violencia estructural: La violencia contra las mujeres es multidimensional (doméstica, laboral y estatal) y sustenta ambos sistemas al mantener a las mujeres en situación de vulnerabilidad y subordinación.
●Instituciones: El Estado, el sistema legal, la policía y las instituciones religiosas reproducen las desigualdades y perpetúan la violencia estructural mediante su complicidad o inacción.
III. Imperialismo y opresión de las mujeres
El imperialismo no es un aspecto adicional del actual giro a la derecha; es la base misma que configura el mundo en el que vivimos hoy. Define el marco de explotación, saqueo y dominación en el que se reproduce la opresión de las mujeres. Para comprender el momento actual, debemos reconocer que el imperialismo es inseparable del propio capitalismo: es la etapa más alta del sistema y el terreno donde se desenvuelve la lucha de clases a nivel global.
Esta perspectiva explica por qué nos consideramos feministas revolucionarias: La opresión de género puede comprenderse en sus formas actuales solo analizándola a través de las lentes del imperialismo y la lucha de clases; sin embargo, para entender sus orígenes y su continuidad histórica es preciso remontarse a los distintos modos de producción – asiático, esclavista, feudal y capitalista – y a las relaciones materiales específicas que en cada uno de ellos han determinado las jerarquías de género.” Y también explica por qué somos internacionalistas: dado que el imperialismo tiene un carácter global, nuestra lucha por la liberación de género también debe ser global.
Desde Ucrania hasta Palestina, desde el Kurdistán al Sáhara Occidental, las mujeres están en primera línea de la resistencia a las guerras y ocupaciones imperialistas. El patriarcado sigue siendo la columna vertebral del sistema capitalista, pero en esta etapa de desarrollo capitalista, el afán de hegemonía imperialista multiplica la explotación y la violencia, con consecuencias especialmente graves para las mujeres, las personas migrantes y los pueblos oprimidos.
Por ello, la liberación feminista debe ser tanto anticapitalista como antiimperialista. Las falsas esperanzas de liberación a través de actores imperialistas, como el papel de la Unión Europea en Ucrania, solo refuerzan la dominación y socavan las luchas por una emancipación genuina. Nuestra tarea es impulsar la batalla ideológica contra estas narrativas cooptadoras y arraigar al movimiento de mujeres en una lucha inquebrantable contra el imperialismo, el capitalismo y el patriarcado por igual.
IV. Feminismo revolucionario, anticapitalista e internacionalista: Hacia una emancipación integral
La inseparabilidad del patriarcado y el capitalismo implica que deben ser desmantelados conjuntamente. Esta doble opresión también afecta a la comunidad LGBTQIA+ y exige un feminismo que vaya más allá de la igualdad formal y promueva una profunda transformación social.
●Visión Holística: La opresión es interseccional e indivisible; abordar únicamente el género o la economía no es suficiente.
●Fundamentos Materiales: El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado e invisible es un pilar fundamental del capitalismo y debe ser reconocido y socializado.
●Crítica de la Igualdad Formal: La igualdad legal no elimina la opresión sin un cambio estructural real.
●Lucha de Clases: La liberación de las mujeres y de la comunidad LGBTQIA+ es inseparable de la emancipación de toda la clase trabajadora.
●Transformación Radical: Se necesita una lucha conjunta para transformar las relaciones económicas y sociales, socializar el trabajo reproductivo y desafiar la propiedad privada.
●Lucha Integral: La interconexión entre la violencia de género, la precariedad laboral, la brecha salarial y los derechos reproductivos exige una respuesta feminista integral e inclusiva.
●Perspectiva socialista: La erradicación definitiva de la opresión sexista requiere la construcción de una sociedad socialista diferente, acompañada de una amplia lucha cultural y educativa. El feminismo anticapitalista propone un programa que combina las reivindicaciones inmediatas con una perspectiva revolucionaria, recordando que «ninguna teoría es válida sin acción».
Opresión y Explotación: Engranajes del Capitalismo Patriarcal
La Falsa Promesa de la Igualdad Formal
Para comprender la opresión de género bajo el capitalismo, necesitamos un marco feminista marxista, materialista histórico que considere el género como una relación social construida históricamente, arraigada en la reproducción de la sociedad de clases. La división binaria de género y la jerarquía sexual no son verdades eternas, sino mecanismos para organizar y disciplinar la fuerza laboral, defender la familia nuclear heteronormativa y garantizar la reproducción no remunerada de la fuerza de trabajo.
El trabajo reproductivo, de cuidados y crianza —feminizado y devaluado— es indispensable para el capital. Los roles de género asignan responsabilidades reproductivas, naturalizan jerarquías y estructuran la división sexual del trabajo. El patriarcado no es un sistema separado: es parte constitutiva del capitalismo.
La opresión LGBTQIA+ sigue la misma lógica. La heteronormatividad se institucionaliza a través de la familia burguesa, que reproduce la fuerza de trabajo y las normas sociales. La criminalización y patologización de las personas queer, trans e intersexuales responde a fines de control social y laboral. La violencia contra las personas trans, las cirugías forzadas en personas intersexuales y la exclusión laboral son expresiones estructurales de este orden.
La igualdad jurídica alcanzada en algunos países no elimina la opresión material. Las mujeres se incorporan al mercado laboral en condiciones precarias y se enfrentan a la carga de una doble jornada. En 2023, la participación femenina en la fuerza laboral mundial se situó en el 48 % (en comparación con el 70 % de los hombres), con altísimos niveles de informalidad, especialmente en África y América Latina. La llamada “inactividad” de las mujeres se caracteriza por la carga de cuidados y la desigualdad en el acceso a los servicios, la educación y el empleo.
Las crisis exacerban esta realidad: la pandemia dejó a muchas mujeres sin empleo y multiplicó la violencia doméstica; en desastres y conflictos, la violencia sexual y la trata de personas aumentan drásticamente. Las respuestas estatales descuidan en gran medida las necesidades de las mujeres y las disidencias de género, y vemos con qué facilidad se pueden recuperar los derechos LGBTQIA+.
Opresión, Explotación y Violencia
El capitalismo combina la explotación laboral con la opresión estructural. Dado que la explotación y la opresión están interrelacionadas, no pueden separarse en luchas “primarias” y “secundarias”. No puede haber una verdadera liberación sin abolir la base material de la explotación, pero la lucha contra la opresión no es un asunto secundario. Comienza aquí y ahora. El capitalismo fusiona la explotación laboral con formas estructurales de opresión, y superar la explotación solo es posible si también desmantelamos las divisiones y fragmentaciones que la opresión crea dentro de la clase trabajadora. Las mujeres, la comunidad LGBTQIA+ y las personas migrantes están sobrerrepresentadas en empleos precarios, informales y mal remunerados. El trabajo reproductivo y de crianza no remunerado sustenta la acumulación capitalista. La austeridad y la privatización erosionan los derechos, mientras que persisten el acoso laboral, las brechas salariales y la represión de la organización sindical.
La violencia patriarcal, como los feminicidios, las agresiones sexuales y la violencia estatal, tiene sus raíces en la desubjetivación de las mujeres y la comunidad LGBTQIA+, reduciéndolas a objetos de dominación masculina. Al mismo tiempo, la opresión sirve al orden capitalista. Niega el acceso a la atención médica, la vivienda y la autonomía reproductiva, y se intensifica durante las crisis, las guerras y los desastres. El Estado y sus instituciones reproducen esta violencia como forma de control social.
Crisis climática, guerras y migración
La destrucción ambiental capitalista afecta desproporcionadamente a las mujeres y a las comunidades marginadas, quienes a menudo son responsables de la producción de alimentos, el trabajo reproductivo, de cuidados y crianza, y las economías informales. Las guerras imperialistas provocan desplazamientos masivos, violencia sexual y militarización patriarcal. Desde Gaza hasta Sudán, el militarismo se beneficia del derramamiento de sangre y normaliza la violencia de género.
La migración forzada debido a la guerra, la crisis climática o el despojo económico coloca a las mujeres migrantes en la intersección de la explotación laboral y la violencia de género. El capital se beneficia de su mano de obra barata mientras fomenta la xenofobia para dividir a la clase trabajadora. Los flujos migratorios actuales tienen sus raíces en historias coloniales y políticas imperialistas.
Racismo y colonialismo
El capitalismo se construyó sobre el racismo y el colonialismo, que continúan estructurando la división global del trabajo y la segregación social. El racismo de género se manifiesta a través de formas específicas de violencia, negligencia médica y exclusión económica, afectando especialmente a las mujeres negras, indígenas y racializadas, incluyendo a las personas queer y trans. El colonialismo contemporáneo se perpetúa mediante la deuda, la ocupación militar y el saqueo de recursos. Las mujeres en los territorios colonizados se enfrentan a la hiperexplotación, la devastación ecológica y la militarización. La extrema derecha ha reinterpretado el discurso racista bajo una apariencia “feminista” para justificar políticas islamófobas y antiinmigrantes, como la prohibición del uso voluntario del velo.
La comunidad LGBTQIA+ hoy
En un contexto de polarización y el auge de la extrema derecha, el movimiento LGBTQIA+ se enfrenta a una ofensiva reaccionaria que busca revertir los logros alcanzados en períodos progresistas anteriores. Esta reacción se basa en un discurso de odio centrado en atacar la “conciencia social”, utilizando argumentos biologicistas y religiosos, así como narrativas individualistas que justifican el desmantelamiento de las políticas sociales. Sin embargo, estos derechos se conquistaron mediante la lucha colectiva, no por méritos individuales ni por el libre mercado. Las medidas de la extrema derecha profundizan la polarización y exigen del movimiento unidad de acción y una política revolucionaria que confronte a los liderazgos conciliadores, cuyos fracasos allanaron el camino para los ataques actuales. Ante la hipocresía sionista del Estado de Israel, que utiliza el “pinkwashing” (una estrategia de propaganda del gobierno israelí que explota cínicamente los derechos LGBTQIA+ para proyectar una imagen progresista, ocultando al mismo tiempo la ocupación israelí y las políticas de apartheid que oprimen al pueblo palestino), debemos impulsar firmemente dentro del movimiento LGBTQIA+ una política antisionista y antiimperialista. Ningún pueblo puede luchar por las libertades democráticas que exige el movimiento LGBTQIA+ sin antes deshacerse de la bestia sionista.
Al mismo tiempo, denunciamos la complicidad de las burguesías árabes que abandonan al pueblo palestino y someten a sus propias poblaciones a renovadas opresiones fundamentalistas para mantener regímenes autoritarios enemigos de los trabajadores, las mujeres y las personas LGBTQIA+.
En África, en los países del Sahel que actualmente experimentan un renovado auge antiimperialista, nos fortalecemos en el odio compartido a las relaciones coloniales para exigir el protagonismo de la clase trabajadora y sus propias organizaciones, contra la concentración bonapartista del poder en ciertos líderes. Las mujeres y las personas LGBTQIA+ no pospondremos nuestras demandas: exigimos la erradicación de toda la antigua sociedad colonial y sus estructuras de opresión de género y étnica. Queremos ser protagonistas de nuestra propia liberación.
En países gobernados por líderes autoritarios que se proclaman izquierdistas o antiimperialistas, nuestra intervención en los movimientos de mujeres y LGBTIQ+ es esencial para combatir la represión de toda expresión autónoma por parte de dichos regímenes y para evitar que el activismo caiga bajo la influencia de corrientes proimperialistas.
Marxismo revolucionario, feminismo y la lucha contra la opresión de género
Los marxistas revolucionarios debemos posicionarnos categóricamente contra todas las formas de opresión de género y sexual, defendiendo el derecho a la autodeterminación de las mujeres y las personas LGBTQIA+. Es fundamental confrontar tanto a los sectores reaccionarios y religiosos que reducen a las mujeres a meros instrumentos reproductivos, como a los sectores “progresistas” que despojan de contenido a las luchas por los derechos civiles, separándolas de la lucha de clases y de una perspectiva verdaderamente transformadora.
Debemos luchar contra las políticas reformistas que redireccionan las luchas hacia marcos institucionales sin cuestionar el orden establecido, así como contra las corrientes que debilitan la unidad de la clase trabajadora. Como revolucionarios, apoyamos las luchas por reformas que mejoren las condiciones de vida de la clase trabajadora y las personas oprimidas. Sin embargo, tenemos igualmente claro que las reformas por sí solas no pueden abolir la explotación ni la opresión. Por eso insistimos en vincular cada lucha parcial a la lucha más amplia contra el sistema capitalista. Y combatimos el feminismo radical, que se centra en los hombres como el principal enemigo; las políticas de identidad, que fragmentan el movimiento al anteponer la diferencia a la acción colectiva; el feminismo autónomo, que margina el papel estratégico del movimiento obrero en la transformación social; y el feminismo burgués, que promueve el avance individual dentro del sistema capitalista, la lógica de la “jefa femenina”, manteniendo intactas las estructuras de explotación y opresión.
Ante el avance global de las fuerzas reaccionarias, las respuestas de las masas no tardarán en llegar. Pero el verdadero impacto de estas movilizaciones dependerá del nivel de organización y claridad política que construya la vanguardia radicalizadora. En este contexto, las y los revolucionarios tienen una tarea urgente: construir una fuerza capaz de movilizar a miles de activistas, jóvenes y sectores obreros con voluntad de lucha, comprometida con un proyecto revolucionario para intervenir en futuras batallas de clase y allanar el camino para una herramienta política de la clase trabajadora que enarbole la bandera del socialismo.
Sabemos que bajo el capitalismo patriarcal, los derechos conquistados por las mujeres y las disidencias sexuales siempre serán parciales y vulnerables. La única solución definitiva es la transformación profunda de esta sociedad. Como afirmó Trotsky, la verdadera emancipación de las mujeres solo será posible con una elevación general del nivel de vida y la cultura, y con la socialización del trabajo doméstico y de cuidados, que hoy recae principalmente sobre ellas.
La lucha contra la opresión de género no puede reducirse a la representación ni a la igualdad jurídica: debe abordar las bases materiales de la explotación, como la feminización de la pobreza, la mercantilización del cuidado y la desigualdad salarial, reconociendo que la raza, la migración, la edad o la discapacidad median la sobreexplotación, especialmente en el Sur Global. La lucha contra el patriarcado exige la destrucción del sistema capitalista.
Principios y métodos Estratégicos:
●Materialismo Histórico: Analizar el género como una relación social vinculada a la organización de la reproducción y producción capitalistas y también los cimientos estructurales de las distintas formas de opresión y discriminación en las sociedades de clases.
●Reproducción Social: Colectivizar y socializar el cuidado infantil, el cuidado de personas mayores y las tareas domésticas. ¡En todos los ámbitos de la sociedad, no solo en el ámbito privado de la familia!
●Liberación LGBTQIA+: La autodeterminación de género es innegociable y forma parte de la lucha de clases.
●Abolición de la Familia Patriarcal: Promover formas colectivas de cuidado y vida comunitaria.
●Trabajo en Sectores Feminizados: Organizar a trabajadoras del hogar, trabajadoras de la confección, cuidadoras, maestras y enfermeras.
●Internacionalismo Feminista Revolucionario: La opresión de las mujeres, la discriminación LGBTQIA+, el racismo y otras formas de opresión estructural existen en todo el mundo debido al sistema imperialista en el que vivimos. Por lo tanto, nuestra lucha debe ser internacional. El internacionalismo es la base de nuestro análisis y el cimiento que conecta nuestras luchas transfronterizas. Pero estas luchas solo tendrán éxito si se guían por un programa socialista revolucionario que aspire a abolir la explotación y la opresión a escala global.
Progresismo y Feminismo Burgués
Muchos progresistas promueven una agenda que fragmenta las luchas sociales y convierte las demandas legítimas de las mujeres y las personas LGBTQIA+ en reformas superficiales que no afectan la estructura capitalista. Por ejemplo, permitir el matrimonio igualitario pero restringir la adopción, o legalizar el aborto sin garantizar el acceso efectivo, son ejemplos de concesiones formales que mantienen intactas las jerarquías sociales. Estos sectores están dominados por un feminismo burgués que promueve la “igualdad de oportunidades” limitada a la movilidad ascendente dentro del sistema, sin cuestionarlo.
Demarcación entre Reformistas y Reduccionistas
Los reformistas canalizan las luchas hacia vías institucionales que diluyen su contenido radical y desvían la energía de los movimientos de masas de su verdadero objetivo: la transformación revolucionaria. Al mismo tiempo, debemos confrontar las posturas reduccionistas dentro del propio campo revolucionario, como las sostenidas por las corrientes estalinistas, que subsumen la lucha de las mujeres y la comunidad LGBTQIA+ en la lucha económica, negando su especificidad y autonomía. Estas posiciones no reconocen que la opresión y la explotación, aunque entrelazadas, no son lo mismo y que superarlas requiere una intervención específica y consciente desde una perspectiva anticapitalista.
Teorías Pequeñoburguesas
Aunque surgieron como respuesta al abandono de estas luchas por parte del marxismo degenerado, varias corrientes feministas pequeñoburguesas presentan limitaciones significativas:
●Políticas de identidad: Surgen para visibilizar las opresiones específicas de los grupos marginados, pero en última instancia fragmentan la lucha, abandonando una estrategia de clase colectiva y unificada. Al priorizar política y organizativamente las diferencias de raza, género, orientación sexual o condición migratoria, conducen al divisionismo y, por lo tanto, debilitan las luchas. Al igual que las feministas radicales, estos sectores son abiertamente antirrevolucionarios de izquierda.
●Feminismo de la diferencia: Arraigado en el idealismo, reduce la opresión a niveles simbólicos y ontológicos, abandonando el análisis materialista. En algunos casos, conduce a posiciones reaccionarias, como el rechazo a las mujeres trans (TERF/FART).
●Feminismo Radical (Radfem): Si bien reconoce el patriarcado como un sistema autónomo o paralelo al capitalismo, muchas de sus corrientes caen en el separatismo o la identificación del hombre como enemigo, ignorando la mediación de clase. Algunas versiones actuales intentan superar el separatismo incorporando críticas al capitalismo desde perspectivas de reproducción social. Se caracteriza por ser antipartidista y principalmente antirrevolucionaria.
●Postestructuralismo: Influenciado por el pensamiento de Foucault y Butler, argumenta que el género y la sexualidad son construcciones sociales. Propone la “deconstrucción” de las narrativas dominantes, pero limita su acción al ámbito cultural, sin ofrecer un horizonte revolucionario.
●Feminismo Interseccional: Hegemónico en muchos países, plantea la interrelación de diferentes opresiones (raza, clase, género). Sin embargo, en particular en su versión académica, diluye la cuestión de clase. Pero en general, minimiza la contracción social fundamental entre capital y trabajo al ver la explotación capitalista como una forma más de opresión entre muchas otras. Esto no fue reformulado en esencia por autores como Bell Hooks y Angela Davis, a pesar de que han tratado de aportar cierta dimensión material.
●Feminismo del 99%: Intenta sintetizar diversas corrientes (socialista, interseccional, feminismo identitario, etc.) bajo una crítica al capitalismo como sistema social. Si bien se define como anticapitalista, carece de una estrategia definida y un programa de transición, lo que lo hace vulnerable a desviaciones reformistas.
●Feminismo abolicionista: Emergente principalmente en Estados Unidos, realiza valiosas contribuciones al exponer el papel de la policía, las prisiones y el Estado en el sostenimiento del patriarcado, el racismo y el capitalismo. Su énfasis en la abolición se conecta directamente con las luchas contra la violencia estatal y el encarcelamiento masivo, que afectan especialmente a las mujeres negras, migrantes y de clase trabajadora, así como a las personas LGBTQIA+. Sin embargo, tiende a permanecer dentro de un horizonte anarquista, rechazando la necesidad de un partido revolucionario y una estrategia clara para derrocar el capitalismo. Su falso método lo lleva a pedir la abolición de las instituciones (como las cárceles o el aparato represivo del Estado burgués), sin cuestionar las relaciones capitalistas de producción, que necesariamente generan tales instituciones, lo que conduce al utopismo, en lugar del socialismo científico. Al igual que el Feminismo para el 99%, a menudo resulta impreciso en cuanto a cómo se puede construir la conciencia de clase, limitando su potencial a una crítica moral de la opresión en lugar de a un programa de transformación revolucionaria.
El papel del estalinismo en la lucha de las mujeres y las disidencias de género
La Revolución Bolchevique de 1917 inauguró un período sin precedentes de logros para las mujeres y las personas LGBTQIA+: aborto legal, divorcio gratuito, igualdad civil, despenalización de la homosexualidad, creación del Zhenotdel (un departamento para mujeres) y la socialización parcial de las tareas domésticas. Estas transformaciones fueron posibles porque, desde sus orígenes, el feminismo marxista revolucionario unió inequívocamente la lucha de clases con las reivindicaciones de las mujeres y de todos los sectores oprimidos, rompiendo con el feminismo burgués y luchando dentro del partido revolucionario para enfrentar el patriarcado desde sus raíces materiales. Lenin lo expresó con claridad: “Es absolutamente necesario crear un poderoso movimiento internacional de mujeres, fundado en una base teórica clara y precisa”.
Si bien las condiciones materiales en la temprana Unión Soviética dificultaban la socialización del trabajo doméstico, la burocracia estalinista llevó a cabo una verdadera contrarrevolución en términos de género. Disolvió el Zhenotdel, criminalizó la homosexualidad, penalizó el aborto y reinstauró la figura de la “madre heroica” como ideal femenino. Como describió Trotsky, la burocracia “comenzó a cantar himnos a la cena familiar y al lavado de ropa familiar, es decir, a la esclavitud doméstica de las mujeres”. Esta política anuló logros fundamentales y reinstauró la opresión patriarcal, debilitando el vínculo entre la clase trabajadora y los sectores oprimidos, e impulsando el desarrollo de teorías feministas separatistas y pequeñoburguesas.
La experiencia previa, con figuras como Clara Zetkin y Rosa Luxemburg, había mostrado el camino opuesto: organizar a las mujeres trabajadoras dentro del movimiento obrero, en una lucha común contra el capitalismo. Zetkin diferenció claramente el Frauenbewegung (movimiento burgués interclasista) del Arbeiterinnenbewegung (movimiento de mujeres trabajadoras), argumentando que “no es el trabajo de las mujeres en sí lo que reduce los salarios, sino la explotación de ese trabajo por parte de los capitalistas que se lo apropian”. El estalinismo, al romper el matrimonio virtuoso entre la lucha de clases y la lucha contra la opresión de género, provocó un retroceso histórico que condicionó el desarrollo del movimiento feminista durante décadas, tanto en la URSS como a nivel internacional. Sin embargo, incluso en la posguerra, marxistas revolucionarias como Evelyn Reed y Clara Fraser retomaron esta tradición, defendiendo la inseparable articulación entre la lucha contra todas las opresiones y la lucha anticapitalista.
La lección es clara: la verdadera emancipación de las mujeres y la comunidad LGBTQIA+ solo es posible en el marco de la lucha revolucionaria contra el capitalismo y requiere una ruptura total con las distorsiones, los métodos y las políticas misóginas del estalinismo. Solo el feminismo marxista revolucionario, tal como lo desarrolló el trotskismo, ofrece un programa capaz de confrontar simultáneamente el patriarcado y la explotación de clase para avanzar hacia la única sociedad donde podemos ser libres: el comunismo.
Hacia una Estrategia Revolucionaria, Internacionalista y Comunista
Superar la opresión de género y sexual requiere una estrategia socialista, revolucionaria y anticapitalista que reconozca la especificidad de estas luchas, las integre con la lucha de clases y las oriente hacia la transformación estructural de la sociedad. Las luchas de las mujeres y las personas LGBTQIA+ no son secundarias; son indispensables para la revolución socialista.
Esto implica luchar simultáneamente contra el sistema capitalista, el patriarcado, el racismo, el colonialismo, la heteronormatividad y todas las formas de opresión estructural, con una perspectiva que vincule las demandas inmediatas con un programa de transición hacia una sociedad libre de explotación y dominación.
Esa lucha se sintetiza y organiza a través de la construcción del partido revolucionario y la internacional, que son el único medio para lograr y defender estos derechos. Este es el eje rector del feminismo revolucionario y de la comunidad LGBTQIA+, sin el cual todo lo demás es limitado y abstracto. Las corrientes reformistas o pequeñoburguesas están destinadas al fracaso o a traicionar al movimiento feminista y LGBTQIA+. No es posible derrotar al patriarcado sin derrotar al sistema capitalista. Y, al mismo tiempo, no es posible destruir este sistema de opresión, violencia y explotación sin un partido organizado nacional e internacionalmente bajo un programa y una teoría revolucionarios y socialistas. Este es un debate fundamental que mantenemos con gran parte del movimiento feminista y LGBTQIA+, y debemos asumirlo con toda nuestra fuerza militante para incorporar a las filas del partido y de la revolución a los mejores elementos de la vanguardia que se movilizan y actúan en estos frentes. En los partidos revolucionarios, las organizaciones debaten y definen políticas y directrices para intervenir en la realidad. También se establecen comités o comisiones para intercambiar opiniones, aportar y enriquecer las políticas votadas por las organizaciones.
El patriarcado sexista y LGBTQIA+fóbico debe ser destruido. Con el socialismo, esta tarea histórica comenzará, pero su derrota total solo será posible con la superación total de las relaciones de opresión, es decir, con el comunismo. Por eso, incluso tras la toma del poder por la clase trabajadora y la instauración del socialismo, seguiremos librando una batalla decidida contra el patriarcado. Nuestra política y programa feministas deben estar presentes en todo el proceso socialista revolucionario.
Una tarea constante dentro de nuestros partidos y la Internacional
No podremos lograr una sociedad donde todos los seres humanos sean iguales sin mostrar la determinación de superar la desigualdad sexual dentro de nuestros propios movimientos. Apoyamos el derecho de las mujeres, dentro del movimiento obrero y los sindicatos, a reunirse de forma independiente para identificar y combatir la discriminación, así como su derecho a una representación proporcional en las estructuras de liderazgo. También apoyamos el derecho a establecer comisiones o frentes de acción dentro de los partidos revolucionarios, en el marco del funcionamiento del centralismo democrático.
La diferencia entre una perspectiva estalinista o maoista y una perspectiva trotskista- bolchevique sobre la intervención entre las mujeres y las personas particularmente oprimidas radica en que, para esta última, esta intervención es tarea de todo el partido, pero también requiere herramientas específicas, al igual que la opresión de género. El estalinismo abandonó estos instrumentos. La lucha contra el patriarcado, el cisheterosexismo y el capitalismo debe coordinarse dentro de una estrategia revolucionaria con el objetivo de derrocar el orden social actual y construir el socialismo. Por eso es necesario crear comisiones especiales —a nivel local, nacional e internacional— para intervenir en los movimientos de mujeres y de personas oprimidas por motivos de género, sexualidad, racialización o discapacidad. Esto no es feminismo liberal ni identitarismo, sino una política revolucionaria concreta que asume que la emancipación de las mujeres y de las personas particularmente oprimidas no es una consecuencia del comunismo, sino una herramienta esencial para su construcción.
Nuestro Programa
¡Contra la explotación, por la igualdad salarial y de derechos! En todo el mundo, las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo o se ven obligadas a aceptar empleos más precarios y mal pagados que aumentan su dependencia económica de sus familias y parejas. Las personas LGBTQIA+ se enfrentan a formas similares de exclusión y marginación en el mercado laboral. La verdadera emancipación no puede provenir de medidas sociales que refuercen la dependencia y la subordinación, sino de la independencia económica, el acceso a un trabajo decente y la recuperación de los derechos laborales. Por eso luchamos por la igualdad de derechos allí donde se nieguen y por la igualdad de condiciones laborales para todas. La lucha contra la opresión de género debe ser inseparable de la lucha de clases, enfrentando la fragmentación impuesta por el capital y sus burocracias sindicales. Solo tomando el control de nuestras propias condiciones de vida y trabajo, la clase trabajadora puede abrir el camino a una transformación socialista de la sociedad
Exigimos:
●¡No somos menos! Igualdad de derechos y remuneración para las mujeres y las personas LGBTQIA+. Derogación de todas las contrarreformas que redujeron derechos.
●Trabajar menos, trabajar todos. Reducción de la jornada laboral sin recortes salariales, para crear más empleos y redistribuir la mano de obra.
●Poner fin a la dependencia económica y la pobreza en la vejez. Una renta mínima nacional, ajustada automáticamente a la inflación, garantizada para todos y administrada bajo el control de las organizaciones de trabajadores. – En lugar de amas de casa.
●Abolir el trabajo forzoso y el trabajo precario. Poner fin a la esclavitud, el trabajo informal y la explotación mediante programas de obras públicas que proporcionen empleos a tiempo completo con salarios dignos.
●Protección total para los padres. Protección para las trabajadoras embarazadas, exención del trabajo físicamente exigente, garantía de estabilidad laboral al reincorporarse y licencia de paternidad igualitaria para asegurar la responsabilidad compartida en el cuidado infantil.
●Tolerancia cero al abuso en el lugar de trabajo. Poner fin al acoso, el chantaje y la violencia sexual en el trabajo mediante comités autogestionados y dirigidos por los trabajadores. Los sindicatos deben liderar amplias campañas en escuelas, universidades y lugares de trabajo sobre el consentimiento y contra el sexismo.
●Socialización del trabajo reproductivo, de cuidados y crianza. Significa que todas las tareas reproductivas, como la crianza de los hijos, el cuidado de familiares enfermos, la cocina o las tareas del hogar, están organizadas por toda la sociedad y dejan de relegarse al ámbito privado (familia), donde las mujeres a menudo tenemos que asumir el trabajo extra.
●¡Acabar con la doble carga de las mujeres mediante la socialización del trabajo doméstico: ¡Por cuidado infantil gratuito las 24 horas y una expansión masiva de comedores públicos, cocinas comunitarias, restaurantes y lavanderías baratos y de calidad bajo control obrero!
Basta de todas las formas de machismoy violencia LGBTQIA+fóbica
La violencia contra las mujeres y las personas LGBTQIA+ no es una excepción, sino una expresión estructural del sistema capitalista patriarcal, que adopta múltiples formas. Los feminicidios, travesticidios, la violencia sexual, doméstica e institucional se derivan de la lógica de propiedad y dominación arraigada en la sociedad capitalista, donde las relaciones se moldean mediante el poder, el control y la mercantilización.
Las estadísticas de asesinatos, violaciones y acoso son abrumadoras y están normalizadas, al igual que las muertes en el lugar de trabajo. Ambas son síntomas de un orden social que trata como desechables aquellas vidas que no encajan en su lógica de producción y reproducción. Tanto las democracias liberales como los regímenes autoritarios y las religiones reaccionarias sostienen este sistema de dominación, atacando sistemáticamente los derechos sexuales y reproductivos, a la vez que refuerzan narrativas que perpetúan la violencia y la exclusión. Los travesticidios, las terapias de conversión, el acoso en escuelas y lugares de trabajo, y la represión estatal y religiosa reflejan la misma matriz de opresión patriarcal, LGBTQIA+fóbica y capitalista.
Exigimos:
●Presupuestos públicos para abordar la emergencia de la violencia de género, sin recortes a los servicios sociales.
●Financiación de centros contra la violencia y albergues para mujeres maltratadas, bajo el control independiente de las propias mujeres, no de entidades religiosas. Asegurar la financiación para la reintegración social y laboral de las sobrevivientes.
●No a las leyes que obligan o prohíben a las mujeres usar vestimenta religiosa. Las mujeres deben tener el derecho legal de vestirse como elijan. Abolir todas las leyes anti-LGBTQIA+ y garantizar la autodeterminación de género.
El acoso y la violencia sexual aún influyen en nuestra vida cotidiana. A pesar del mito de que “los desconocidos son el peligro”, la mayor parte de la violencia es cometida por hombres conocidos de las víctimas. Las mujeres todavía son tratadas como propiedad dentro de la familia nuclear, que es el pilar ideológico del capitalismo, y las personas LGBTQIA+ enfrentan violencia física, sexual, simbólica y económica tanto dentro de las familias como en la sociedad.
Exigimos:
●Poner fin a la patria potestad, el matrimonio infantil, la dote y todas las prácticas legales patriarcales.
●Puntos de contacto integrales para denunciar la violencia sexual y apoyo psicológico gratuito e inmediato previa solicitud.
●Acabar con la obstrucción de las denuncias: en lugar de comisiones policiales, las investigaciones deben ser supervisadas por comités sindicales y representantes de las supervivientes, con pleno acceso a los recursos policiales. Prohibir los interrogatorios que culpabilizan a las víctimas por su vestimenta o comportamiento.
●Asistencia jurídica gratuita y cobertura de los gastos legales para las víctimas, así como apoyo social a largo plazo, financiado por el Estado. Permisos remunerados e ingresos mínimos indexados a la inflación para las supervivientes.
●Retirada inmediata de los hombres violentos del hogar. Asistencia jurídica gratuita y vías protegidas para que las víctimas escapen de la violencia. Ampliación de los programas de rehabilitación para los agresores.
La brutal realidad de la prostitución, la trata y la industria del porno expone la lógica destructiva del capitalismo. Por un lado, cada vez más mujeres se ven obligadas a sobrevivir mediante el trabajo sexual; por otro, las relaciones humanas se mercantilizan, generando imágenes distorsionadas y explotadoras. Esto no significa criminalizar el trabajo sexual. Luchamos por los derechos de los trabajadores, por vías de salida social y por un mundo donde la sexualidad sea verdaderamente libre.
Exigimos:
●Prohibir el proxenetismo y la trata de personas; confiscar los bienes y las ganancias, y que las trabajadoras sexuales tengan control sobre sus condiciones laborales.
●Revisiones médicas y anticonceptivos gratuitos. Programas financiados para la salida voluntaria de la prostitución mediante educación, formación y empleos socialmente útiles, financiados con las ganancias corporativas.
●Sindicalización de las trabajadoras sexuales.
●Control y derecho de veto de las trabajadoras sobre la pornografía discriminatoria y la publicidad sexista.
Las reformas legales y el cambio cultural no son suficientes. Debemos desmantelar la familia patriarcal y heteronormativa como piedra angular ideológica del sistema, socializar el trabajo de cuidados y asegurar una verdadera autodeterminación sobre nuestros cuerpos y deseos. Solo una revolución socialista —que aboliera la propiedad privada y planificara la economía para las necesidades humanas, no para el lucro— puede crear una sociedad libre de opresión de género y sexual.
Exigimos:
●Organizaciones autogestionadas por las trabajadoras para combatir la violencia laboral.
●Una vía garantizada para las sobrevivientes de la violencia hetero-cis- patriarcal, rechazando la denuncia obligatoria.
●Poner fin a los feminicidios mediante la autoorganización proletaria y antipatriarcal.
●Educación integral sobre género, sexualidad, consentimiento y derechos de las personas con discapacidad, organizada por sindicatos y organizaciones de mujeres en escuelas, universidades y centros de trabajo.
Contra toda violencia de género y LGBTQIA+ en situaciones de guerra, migración y crisis climática. Por un feminismo socialista, antiimperialista, antiracista y anticolonial
Las guerras imperialistas devastan poblaciones en beneficio del capital global. Las mujeres y las personas LGBTQIA+ son blanco de violencia sexual, desplazamiento forzado y represión militarizada. Las economías de guerra normalizan la violencia de género, destruyen la vida social y refuerzan el autoritarismo. De Gaza a Ucrania, de Sudán a Yemen, los estados capitalistas y las industrias armamentísticas lucran con el derramamiento de sangre. El militarismo patriarcal silencia la diversidad y moviliza la masculinidad como herramienta de control.
Nuestra agrupación se opone a cualquier intento de dividir a la clase trabajadora mediante políticas fronterizas racistas, nacionalismo cultural o segmentación laboral. Las trabajadoras migrantes deben ser agentes activos en la construcción de políticas revolucionarias.
Las mujeres indígenas, campesinas y trabajadoras se organizan contra la minería, la deforestación y la privatización del agua. Su conocimiento ecológico y su capacidad organizativa son indispensables.
La explotación y opresión capitalista de las mujeres y personas LGBTQIA+ se intensifica cuando también sufren la opresión racista y colonial. Las mujeres negras, indígenas, racializadas y las de países colonizados o semicolonizados se enfrentan a múltiples opresiones que las colocan en situaciones de hiperexplotación y violencia articuladas por el capital, el patriarcado, el racismo y el colonialismo.
Exigimos:
●Apoyo a la resistencia antimilitarista, feminista y de la clase trabajadora en zonas de guerra. ¡Por comités de autodefensa de la población organizados democráticamente, que también tengan acceso a armas y gestionen democráticamente los suministros de ayuda humanitaria!
●¡No a las guerras, sanciones y bloqueos imperialistas! ¡Abajo todas las ocupaciones imperialistas, como la de Rusia en Ucrania y anteriormente en Chechenia, las ocupaciones de las potencias de la OTAN en Afganistán e Irak, la ocupación israelí de Palestina y el bloqueo estadounidense a Cuba, Irán, Corea del Norte y Venezuela! Apoyamos la resistencia a todas estas ocupaciones y bloqueos.
● No pago de las deudas públicas con los organismos financieros y la banca internacional.
●¡No al sionismo, no al lavado de imagen genocida sionista y a cualquier otra intervención imperialista en la reivindicación de la democracia, los derechos de las mujeres y los derechos LGBTQIA+
●Redireccionar los presupuestos militares a infraestructura sanitaria, recuperación ecológica e inversión en educación, vivienda y atención médica para comunidades racializadas.
●Otorgar asilo y ciudadanía, abrir todas las fronteras, abolir todos los controles: Libre circulación para quienes buscan trabajo o asilo, otorgarles plena ciudadanía, bienestar social, vivienda y derechos laborales a todos aquellos que huyen de dictaduras, guerras brutales, opresión por motivos de raza, sexo o identidad de género, y pobreza en sus países de origen.
●Abolir todos los controles que impiden la libre circulación de las personas que buscan trabajo y otorgarles plena ciudadanía, bienestar social, vivienda y derechos laborales.
●Plenos derechos a trabajar, organizarse y acceder a servicios, independientemente de su estatus legal.
●Vías hacia la ciudadanía sin asimilación cultural ni condiciones económicas.
●Organización conjunta transfronteriza entre trabajadores migrantes y locales.
●Protección laboral universal para los trabajadores migrantes, incluyendo derechos sindicales.
●Inclusión de los migrantes en políticas sociales, toma de decisiones y programas de vivienda.
●Servicios públicos multilingües diseñados para atender a las necesidades de los migrantes.
●Una transición ecológica justa liderada por las comunidades más vulnerables. Protección de la gobernanza ecológica indígena.
●Nacionalización de las industrias extractivas y los combustibles fósiles bajo control obrero.
●Producción ecosocialista centrada en las necesidades comunitarias, no en el lucro.
●Reparaciones por la esclavitud, el colonialismo y el racismo estructural. Redistribución de la riqueza expoliada durante el colonialismo.
●Abolición de las fuerzas policiales y las instituciones penitenciarias racistas. Establecimiento de una milicia obrera bajo el control directo de un concejo de trabajadores.
●Educación política antirracista integrada en todos los niveles del movimiento socialista.
●Autodeterminación de las naciones colonizadas y los pueblos indígenas.
Contra los ataques reaccionarios y conservadores de la extrema derecha:
La extrema derecha y los fascistas tienen una política sistemática de atacar los derechos democráticos conquistados con discursos y políticas conservadoras y reaccionarias, atacan los derechos de las mujeres y las personas LGBTQIA+. Por lo tanto, en esta etapa, nuestro programa debe incluir lemas que respondan a estos ataques y expresen nuestra política para enfrentar y derrotar esta ofensiva reaccionaria.
Exigimos:
●La abolición de los códigos civiles y de familia divididos por motivos religiosos. Por un
código único y laico en todos los países.
●Plenos derechos para las personas LGBTQIA+, incluyendo el derecho a la unión civil y al matrimonio.
●El derecho de las personas LGBTQIA+ a criar hijos.
●La abolición de todas las leyes que patologizan a las personas LGBTQIA+ y el establecimiento de vías protegidas, libres y garantizadas para la autodeterminación.
●No a la prohibición de educar a las personas sobre su orientación sexual. No a la interferencia en la vida sexual de adultos que consienten. Por la libre expresión de todas las formas de sexualidad y relaciones.
●La abolición de la mutilación genital femenina y las prácticas de violencia patriarcal contra el cuerpo de las mujeres.
Por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y vidas. Por políticas integrales de salud pública:
La imposición de la maternidad obligatoria está directamente vinculada al mantenimiento de la propiedad privada, convirtiendo a las personas con útero en instrumentos de reproducción y sobrecargándolas con trabajo de cuidados invisible y no remunerado que sustenta el sistema capitalista. Defendemos el aborto como una cuestión de salud pública, justicia reproductiva y derechos humanos.
La criminalización del aborto es una forma de violencia que afecta principalmente a las mujeres trabajadoras, negras, indígenas, migrantes y pobres, privándolas de la autonomía sobre sus vidas. También luchamos para que la legalización del aborto no beneficie a la burguesía, que se lucra con la privatización de la salud, sino que sea un derecho universal, garantizado por un sistema público accesible para todas las personas.
Exigimos:
●Aborto legal, seguro, gratuito, voluntario y en el sistema público de salud.
●Salud sexual y reproductiva universal, con perspectiva de género y diversidad sexual.
●Parto humanizado. Lucha contra la violencia obstétrica y misógina en la atención médica de las mujeres.
●Anticoncepción gratuita, accesible y garantizada.
●Apoyo efectivo a la maternidad mediante la socialización de las tareas de cuidado y la provisión de instalaciones adecuadas para apoyar a las madres.
●Abolición de todas las leyes que obstaculizan la decisión de las mujeres y las personas LGBTQIA+ sobre sus cuerpos.
●La expulsión de instituciones y prácticas religiosas de los centros de centros de salud y hospitales, y el fin de toda injerencia religiosa en la atención médica.
●Políticas públicas para atender las demandas de las mujeres y las personas disidentes en la vejez.
Estados separados de toda base religiosa:
Las instituciones y la legislación del Estado burgués buscan garantizar la explotación y la opresión patriarcal, con características misóginas, homofóbicas y transfóbicas que lo caracterizan. La Iglesia Católica, al igual que otras, tiene una relación directa con el Estado, que es su principal financiador. Las iglesias tienen el poder de actuar dentro del Estado ejerciendo opresión patriarcal sobre las mujeres y la comunidad LGBTQIA+.
Exigimos:
●La abolición de toda financiación estatal a organizaciones religiosas, en cualquiera de sus formas.
●Por una verdadera Educación Sexual Integral, científica y sin injerencia clerical.
●No a la violencia del fundamentalismo reaccionario y religioso: abolición del velo y de todas las leyes segregacionistas en los países teocráticos, libertad de elección para las mujeres.
●Abolición de los códigos civiles y familiares divididos según la identidad religiosa. Por un código laico único en todos los países.
●Igualdad de derechos para las familias del mismo sexo, pleno reconocimiento de los derechos de los niños y de las familias para todos, derecho a la adopción para las familias del mismo sexo.
Sindicatos
Los sindicatos son una de las expresiones más importantes del movimiento obrero, pero a menudo no están estructurados democráticamente. Especialmente en los países imperialistas, debemos luchar contra la burocracia sindical, que con frecuencia promueve políticas de colaboración de clases. Al hacerlo, reproduce el racismo, el sexismo y otras divisiones dentro de nuestra clase. Por eso, siempre que sea posible, luchamos por su democratización, incluyendo la elección y revocabilidad de los cargos en cualquier momento, y la responsabilidad directa de los líderes de huelga ante los propios huelguistas.
Exigimos:
●Por el derecho a reuniones y estructuras separadas para los grupos socialmente oprimidos (mujeres, jóvenes, migrantes, gays, lesbianas, personas trans y no binarias, y personas con problemas de salud mental) sin ningún paternalismo por parte del aparato. ¡Por la lucha activa para organizar estos grupos y contra toda discriminación racista, sexista u homófoba!
●Por el derecho de los miembros de un sector específico a organizarse en estructuras especializadas. Esto incluye organizar campañas en sectores con baja afiliación sindical (como trabajadores precarios, empleados de servicios y de alta tecnología, y mujeres). También implica organizar activamente a las personas desempleadas y oprimidas con pleno derecho a afiliarse a los sindicatos.
Por la revolución socialista mundial:
El feminismo marxista revolucionario y los movimientos LGBTQIA+ operan entre las mujeres y las personas LGBTQIA+ vinculando su liberación con el derrocamiento de la sociedad burguesa, en todos los países y a escala global. Solo el derrocamiento de la sociedad burguesa puede liberar a las mujeres y a las personas LGBTQIA+, particularmente oprimidas por la explotación capitalista, la opresión del trabajo familiar y las tareas de cuidado (socialización del trabajo doméstico), y los mil legados de la tradición patriarcal. De ahí su principal referente social: la clase trabajadora en general, los pueblos oprimidos por el imperialismo y, en particular, el proletariado femenino y la masa de mujeres oprimidas, tanto en países imperialistas como dependientes.
Nuestro objetivo estratégico es un mundo sin explotación, sin opresión y sin fronteras nacionales: un mundo comunista. Luchamos por el gobierno de la clase trabajadora. Luchamos por construir una organización internacional que sea la herramienta para derrotar al capitalismo y construir una sociedad socialista, feminista y diversa. Nuestro horizonte es un movimiento multiétnico e internacionalista de mujeres trabajadoras y LGBTQIA+, arraigado en la unidad con las luchas más amplias de la clase trabajadora en su conjunto. Nuestra liberación se logrará juntos, como parte de la emancipación colectiva de la humanidad.
¡Viva la revolución socialista feminista y LGBTQIA+!
¡Viva el internacionalismo proletario!
¡Viva la revolución socialista internacional!
Aprobado por el III Congreso Mundial de la LIS




