- La renuncia del presidente Evo Morales el 10 de noviembre, horas después de anunciar que convocaría a nuevas elecciones, consuman un golpe de Estado de la derecha oligárquica y el imperialismo contra el gobierno y el pueblo bolivianos. Este desenlace llega tras semanas de protestas y de que una auditoría de la OEA señalara “graves irregularidades” en las elecciones del 20 de octubre que dieron a Evo ganador en primera vuelta. La rebelión contra el gobierno estalló después de que el opositor Carlos Mesa denunciara fraude ante la publicación de los resultados oficiales que lo ubicaban más de 10 puntos debajo de Evo, cuando la diferencia al suspenderse el conteo provisorio 15 horas antes era inferior e indicaba la necesidad de una segunda vuelta. Durante las siguientes tres semanas, las protestas opositoras se enfrentaron con partidarios de Evo y la policía, dejando un saldo de tres muertos y 200 heridos.
- Detrás de Mesa se han agrupado la vieja derecha oligárquica y el imperialismo que, aprovechando el debilitamiento de Evo ante su propia base social y el conjunto de la población, se lanzaron a arrebatar el poder. Mesa fue vicepresidente del neoliberal Sánchez de Lozada cuando este fue derribado por la Guerra del Gas de 2003 y él mismo renunció a la presidencia entre masivas protestas en su contra dos años más tarde. Entre los dirigentes más activos de la Coordinadora de Defensa de la Democracia que lanzó Mesa tras la elección del 20 de octubre está Luis Fernando Camacho del Comité Cívico de Santa Cruz, que llamó al ejército y la policía a “ponerse del lado de la gente”. En medio de las protestas, sectores de las fuerzas represivas giraron hacia la oposición. Policías en diversas regiones se amotinaron y el ejército primero declaró que no reprimiría las protestas y luego se sumó al golpe.
- La OEA, junto a la Unión Europea y los gobiernos de Estados Unidos, Brasil y Argentina, desde un comienzo desconoció el resultado del 20 de octubre y “recomendaron” la realización de una segunda vuelta incluso si las auditorías confirmaran una distancia mayor a 10 puntos de Evo Morales. Una flagrante injerencia imperialista en la política interna de Bolivia y un ataque a su soberanía. Evo denunció que había un “golpe de Estado en curso”, pero aceptó la auditoría de la OEA, que finalmente acató, horas antes de renunciar a la presidencia, claudicando ante la intentona golpista para intentar un nuevo pacto con la derecha oligárquica.
- La masividad de las protestas opositoras, el protagonismo de la juventud en las mismas, así como la participación de organizaciones sociales como las Fejuve (Federación de juntas vecinales) de El Alto o el pedido de renuncia a Evo de parte de la COB, que estuvieron entre los principales protagonistas de la Guerra del Gas que catapultó a Evo y el MAS al poder, son indicio de una profunda desilusión con el gobierno. Evo Morales llegó a esta elección con un deterioro avanzado de su base social y su legitimidad general. Luego de asumir la presidencia en 2006 traicionó el Programa de Octubre de las rebeliones populares de 2000 y 2003 que destituyeron a Sánchez de Lozada y llevaron al MAS de Evo al poder, al pactar con la derecha y la burguesía la Constitución Política del Estado en el Congreso, pasando por encima de la Asamblea Constituyente y reformulando más de 100 artículos que la misma había redactado. Desde entonces, aunque entregando concesiones al movimiento de masas e incrementando la participación estatal en la economía, Evo se ubicó como garante de los negocios capitalistas en Bolivia, sosteniendo el modelo económico dependiente y extractivista. Esto lo llevó a chocar y romper con sectores de la clase trabajadora y sectores del propio campesinado indígena que compone el grueso de su base social. Una expresión central de esta ruptura ha sido la represión y criminalización estatal de la protesta social, incluyendo los mineros y los cocaleros del norte de La Paz, que ya cuentan con más de 200 campesinos e indígenas procesados. En 2016 Evo convocó un referéndum para modificar la Constitución y habilitar otra reelección, que terminó perdiendo. Pero al año siguiente el Tribunal Constitucional Plurinacional que él controlaba desconoció el referéndum, declaró nulos los artículos de la Constitución que impedían otra reelección, habilitando a Evo a postularse este año para su cuarto mandato presidencial. De esta manera, Morales llegó a la elección de este año con su legitimidad fuertemente cuestionada, y el descontento con los rasgos bonapartistas y antidemocráticos se agravó con las irregularidades en el escrutinio.
- Ante el debilitamiento de Evo Morales, la derecha vio la oportunidad de volver a ejercer el poder directamente, y la tomó. Es un escenario recurrente en la región y el mundo. Otros gobiernos que surgieron en América Latina al calor de los procesos revolucionarios de la década pasada, al generar expectativas en los pueblos, pero mantenerse en los márgenes del capitalismo y su modelo económico dependiente y extractivista en lugar de profundizar la revolución, terminaron aplicando ajustes y adquiriendo rasgos cada vez más bonapartistas, desilusionando y debilitándose, abriendo la puerta a la vuelta de la derecha, que los tolera mientras no le queda otra, y se los saca de encima en cuanto pueden, y como sea. En algunos casos por vías electorales, en otros con intentonas golpistas. Los que hasta ahora han logrado mantenerse, como Maduro y Ortega, lo hicieron a costa de transformarse ellos mismos en los ejecutores autoritarios de brutales planes de ajustes y Fuerzas Armadas con alta participación en los negociados y privilegios. Para enfrentar la avanzada golpista en Bolivia se requería impulsar la movilización masiva de los pueblos originarios, el campesinado y los trabajadores; la auto-organización democrática del pueblo trabajador para derrotarla en las calles y adoptar una política económica y social que ponga los enormes recursos nacionales al servicio de las necesidades sociales de las mayorías. Lamentablemente Evo y el MAS estuvieron y están lejos de esta orientación.
- Este golpe se da en el contexto de las rebeliones contra los ajustes del FMI y los gobiernos que las aplican en América Latina, como Chile y Ecuador, y otros países del mundo. El imperialismo intentará usar este golpe contra la rebelión continental y la que está protagonizando el pueblo chileno en particular. Los falsos progresismos también intentarán usarlo para justificar sus políticas claudicantes y contraponer sus medidas acordadas con el poder, como una posible reforma desde arriba de la Constitución y un nuevo plebiscito en Chile, a la movilización revolucionaria hasta que caiga Piñera y se imponga una Constituyente realmente libre y soberana. Por eso desde todos nuestros países es indispensable apoyar la revolución que está protagonizando el pueblo chileno desde una posición clasista e independiente de todas las fuerzas burguesas y conciliadoras adaptadas al régimen.
- La Liga Internacional Socialista rechaza el actual golpe patronal e imperialista y repudia la represión y persecución desatada contra el activismo, los movimientos sociales y funcionarios del gobierno depuesto. Llamamos al pueblo boliviano y a los trabajadores del mundo a enfrentar el golpe y toda injerencia imperialista impulsando la movilización de trabajadores, campesinos y pueblos originarios y a no detenerse hasta lograr deshacerse de los capitalistas y grandes propietarios de tierras e imponer un gobierno de las organizaciones que democráticamente construya la clase obrera y el pueblo pobre. El pueblo trabajador boliviano debe hacerse cargo de los recursos naturales, la riqueza y las unidades económicas estratégicas del país y utilizarlo en beneficio de la mayoría. Esta es la única forma de vencer realmente a los capitalistas e imperialistas. Invitamos a los trabajadores, campesinos y jóvenes bolivianos a construir la sección boliviana de la LIS para llevar a cabo todas estas desafiantes tareas revolucionarias en el camino de una Bolivia y América Latina socialistas.
11 de noviembre de 2019