Las elecciones del 27 de octubre nos dejan un sabor agridulce. Por un lado, una vez más las y los uruguayos le decimos No a un intento de reforma constitucional que apuntaba a la militarización y el aumento de la represión; por el otro, se consumó la composición de un nuevo Parlamento con mayoría de derecha e integrantes filo-fascistas.
Es que estas elecciones estuvieron marcadas por dos hechos: la pérdida de alrededor de 8 puntos del Frente Amplio, que lo coloca en una situación compleja de cara al balotaje, y la excelente (y preocupante) votación de la extrema derecha de Cabildo Abierto, que ya anunció su integración en un hipotético gobierno de derechas en caso de vencer el Partido Nacional en segunda vuelta.
Esa caída de los votos no se explica solamente por un desgaste natural. El Frente Amplio, desde el gobierno, ha dejado descontentas tanto a su ala de derecha como a la de izquierda. La pérdida de votos por izquierda es fruto de las políticas llevadas adelante en estos últimos años, que favorecieron al capital sobre los trabajadores (laudando en los consejos de salarios junto a las patronales y a la baja), abusando de los decretos de esencialidad cada vez que los trabajadores salían a la calle a dar una pelea o su genuflexión con la empresa UPM por la instalación de la nueva planta contaminante de celulosa, por nombrar algunas. Y por derecha pierde votos por las promesas incumplidas en materia de seguridad, que han sido el caballito de batalla de la oposición de derecha desde hace más de 10 años.
Todos esos votos se trasladaron en su mayoría a los partidos tradicionales y una parte a Cabildo Abierto que al ser, como dijimos más arriba, una organización claramente de corte fascista, se nutre también de demandas y descontentos de origen popular. Un ejemplo de eso es su postura de revisión del acuerdo firmado con UPM y la exigencia de un análisis ambiental independiente, o su “lucha” anticorrupción o por políticas de vivienda para sectores populares. Cabildo Abierto también se nutre de la extrema derecha que estaba en los partidos tradicionales endureciendo las propuestas en cuanto a la seguridad, llegando incluso a proponer trabajo forzado para los reclusos. Todo esto explica que en el próximo Parlamento cuente con tres senadores y once diputados, quedando como cuarta fuerza política y pisándole los talones al tradicional Partido Colorado.
Por el lado de la izquierda, Unidad Popular tiene una fuerte caída debido a errores que ha cometido el grupo mayoritario de esa coalición, como quedar ligado a movimientos de las patronales agrarias como Un Solo Uruguay y haber creado una “central” sindical paralela. Por su parte, en esa coalición está la organización con la que acordamos ir a las elecciones, Compromiso Socialista, que se opuso a esos y otros errores que mencionamos. Con una política no sectaria, abrieron sus listas a nuestra fuerza dejándonos en total libertad de opinión. Compromiso Socialista se consolidó como la segunda fuerza de esa coalición y tuvo una buena votación considerando que es un grupo nuevo en la política uruguaya y que son las primeras elecciones en que se presentan. Desde Rumbo Socialista continuaremos apoyando esa dinámica y afianzando esos vínculos en la perspectiva de la construcción de una fuerte alternativa revolucionaria para el Uruguay.
Federico Martínez