Hay una máxima revolucionaria que nunca falla: lo que no avanza retrocede. El domingo pasado, 14 de diciembre de 2025, Chile tuvo el balotaje de las elecciones presidenciales, según los datos oficiales, con un total de 12.473.294 votos válidamente emitidos, es decir el 92.93%, el ultraderechista José Antonio Kast, salió electo presidente con 7.254.850 votos, 58.16%, mientras la candidata del oficialismo Jeannette Jara, obtuvo 5.218.444 votos, 41.84%. El resultado era probable, como ya hemos analizado en artículos y caracterizaciones anteriores, sin embargo, es necesario examinar el estruendoso fracaso del reformismo chileno y reflexionar las acciones que se precisan para enfrentar a un pinochetismo 2.0 que, más allá de pasajes concretos donde se vistió con ropajes liberales, nunca dejó su alma autoritaria.
Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista (Chile)
Una de las particularidades de Kast, es el esfuerzo invertido para posicionar una figura que represente una nueva derecha, que de nueva no tiene nada, es más bien el retorno al viejo pinochetismo y sus complejidades, no ausente de contradicciones y peleas intestinas, Kast intenta levantar al viejo muñeco presentándolo como nuevo, una estrategia utilizada en varios lugares donde la ultraderecha ha llegado al poder o a tener representantes en distintos gobiernos del mundo desde la Crisis Financiera 2007/2008. En el caso chileno, esta nueva derecha combina ciertos elementos del neoliberalismo con componentes reaccionarios, autoritarios y antiderechos, recordemos que el neoliberalismo chileno fue implementado por los Chicago Boys, pilar central de la contrarrevolución de la dictadura pinochetista en lo que se refiere al modelo económico de restauración capitalista, durante los años 70, articulada por este grupo de economistas chilenos que se formaron en la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, discípulos de Milton Friedman, Arnold Harberger, cuyas medidas fueron impuestas, ayuda mediante una represión, control y crímenes de lesa humanidad atroces, cometidos por agentes del régimen de Pinochet y con todo el apoyo imperialista de la CIA. Por otro lado la base social de Kast, combina elementos de las capas medias bombardeadas por una constante propaganda sobre la inseguridad, la criminalidad, los robos, la delincuencia, asimilada por los medios masivos de comunicación, a las personas migrantes; sectores de la burguesía que ven en Kast la figura necesaria para la reproducción del capital, en momentos de una crisis internacional que ofrece pocos atisbos de salida; sectores populares, abandonados paulatinamente por la centro izquierda y el oficialismo, donde la izquierda revolucionaria, debido a sus propias debilidades no logra hacer sentido y donde, tras años de trabajo, la extrema derecha y una red de iglesias evangélicas, han logrado llegar e ir cambiando el “sentido común” de muchos sectores postergados y por cierto, desencantados de las promesas incumplidas de un reformismo que se ha dedicado administrar, sin verdadera voluntad transformadora, el modelo neoliberal capitalista y el Estado Subsidiario, herederos de la contrarrevolución pinochetista, en muchos casos perfeccionándolo, dotándolo de mayores herramientas de reproducción y disciplinamiento, y agrandando los márgenes de acción desregulatoria, al servicio de los grandes propietarios privados internaciones, con acuerdos de libre comercio.
Un nuevo punto de apoyo para el trumpismo en Sudamérica
Kast promete seguridad y orden, simplificando sus promesas a estos dos ejes, aduciendo que su gobierno es un “Gobierno de Emergencia”, frente a una percepción de inseguridad desatada y manipulada por un incesante ruido televisivo y bombardeo de redes sociales, donde se impone un relato sobre una “crisis” migratoria descontrolada, que se asocia ipso facto a la criminalidad, con ejemplos como la banda criminal venezolana Tren de Aragua. Frente a este relato, la ultraderecha ofrece mano dura, expulsión, bala y cárcel, es decir soluciones en la práctica, ficticias y rápidas, extremamente populista y deshumanizantes; también representa al nacionalismo y se revindica de la tradición chilena, defensores de la vieja triada Dios, Patria y Familia, y los valores chilenos, que absurdamente, son los valores que defiende la ultra derecha por doquier en el mundo, frente a las amenazas “ideológicas” de los feminismos, las disidencias sexo genéricas, los movimientos migrantes, la lucha de los pueblos originarios, las organizaciones de las y los trabajadores, etc. A todo esto, se le tilda con el epíteto de “woke” usado sin relación concreta con su definición original y como un adjetivo peyorativo, para atacar a todo lo que se salga de las buenas costumbres, según un parámetro reaccionario. Por otro lado, aprovechando el abandono por parte del progresismo de los sectores populares, la extrema derecha se posiciona como la defensora de la gente frente a las “élites”, algo así como la táctica anticasta de Milei, más matizada en el caso chileno, pues el origen de Kast es de sobra conocido y evidente. El componente evangélico es una de las razones que vale la pena analizar en futuros escritos, puesto que se trata de un fenómeno común con varios países de América Latina, especialmente las corrientes pentecostales, cada vez más fuertes en sectores populares, con una fuerte agenda conservadora y antiderechos, lo que se conoce como “neoconservadurismo religioso” cuyo origen está en Estados Unidos, pero que ha logrado consolidarse de manera exitosa en Chile, Brasil, Perú, Guatemala y muchos otros países.

De la rebelión a la frustración con Boric: ventana de oportunidad para la ultraderecha
Otro punto crucial, con sus propias dialécticas internas es la creciente despolitización y desafección de la política tras la Rebelión de Octubre, el Pacto por la Paz y la Nueva Constitución y los rotundos fracasos de los procesos constituyentes impulsados por el reformismo frenteamplista, provocando una palpable fatiga en las sempiternas promesas y traiciones del reformismo, y la imposibilidad de realizar los cambios reales y estructurales sin romper con el régimen político. La ultraderecha de Kast no es original en este sentido, capitaliza el miedo y las frustraciones de amplios sectores de la sociedad chilena, desilusionados en gran parte con la experiencia de los ciclos reformistas, pero tiene la particularidad de un ascenso que se inscribe en el reflujo de la ola del Rebelión del 2019, punto cúlmine de un proceso de acumulación de luchas, que se vio derrotado por una serie de determinismos, la falta de dirección revolucionaria por supuesto, pero también los pactos cupulares para encausar las demandas de la calles, donde el presidente saliente Gabriel Boric, jugó un rol medular. A todo esto es importante sumar como determinante al triunfo inapelable en los márgenes de la democracia liberal de la ultraderecha, su fuerte vinculación con el empresariado, con redes conservadores locales e internacionales, que ven en Kast, el peón necesario para jugar en un tablero que ofrezca reducir impuestos a las grandes riquezas y al empresariado, reducción del Estado (con despidos masivos a la carta), y obediencia a los dictados de la institucionalidad internacional capitalista y del Tío Sam, que de manera evidente, vuelve a sacar las garras para tratar de recuperar su influencia en nuestro continente, frente a la competencia imperialista del gigante asiático. Ahora bien, en la realidad cabe matizar estos postulados, si bien la ultraderecha pone el énfasis en políticas “pro mercado”, el engranaje para la aplicación de este tipo de políticas ha sido engrasado desde hace más de 35 años por el reformismo, que ha intentado tibias reformas sin cambiar la estructura central del modelo, algunas de esas reformas fueron el eje central de la campaña de Jara, por ejemplo la reforma de las 40 horas, donde a la par de proyectar una reducción loable y necesaria (pero no suficiente) de las horas laborales, permite una extrema flexibilización laboral, en detrimento de los derechos de nuestra clase y para beneplácito de los explotadores, por algo la ley fue votada por parte importante de la derecha; por otro lado la reforma de pensiones, votadas con un acuerdo amplio, desde el PC a la pinochetista UDI, una reforma que si bien aumenta simbólicamente unas pensiones de miserias, no cambia substantivamente los montos (tomando en cuenta la carestía de alimentos y servicios) y mucho menos la estructura del sistema de ahorro previsional obligatorio, bien por el contrario, perfecciona el modelo, con la consiguiente celebración de los patrones de las AFP, que se hacen de recursos públicos para acrecentar sus arcas privadas, sin que esto significa dotar de mayor dignidad a las y los jubilados. Al fin y al cabo, lo que cambia es quien administra el modelo, un modelo aceitado por las políticas del reformismo y de una centro izquierda encerrada en su propia tibieza, que incluso ya se puso a disposición para dialogar y facilitar el gobierno de la ultraderecha pinochetista, pero este cambio administrativo no es menor, tiene determinantes y responsabilidades, que para las izquierdas es importante discutir, y para la izquierda revolucionaria y anticapitalista es fundamental estudiar, para ajustar nuestra táctica frente a la ultraderecha reaccionaria a nivel mundial, y así nutrir a nuestra internacional de elementos importantes para generar respuestas en estos tiempos de polarización asimétrica, pero con grandes posibilidades de remontada de la lucha de clases y aceleramiento de estallidos y conflictos políticos sociales en distintos lugares del mundo. Kast significa un aceleracionismo en la deriva ultra capitalista chilena, con sus propuestas para dinamizar la inversión y reducir cargas regulatorias, prácticamente copiadas de su vecino y nuevo aliado Milei, sus promesas de mantener derechos sociales básicos pero bajo condiciones de focalización y disciplina fiscal (lo que significa recortes en gasto público y más privatización de servicios), chocará rápidamente con la realidad de su gran leitmotiv de campaña: recorte fiscal de 6.000 millones, ajuste para las grandes mayorías que significará recorte de esos derechos que dice no tocar; es menester recalcar, que en toda la campaña, fue incapaz de explicar de manera racional, cómo iba realizar ese recorte. Esto es coherente con un proyecto que busca protección de la tasa de ganancia del 1% vía contención del gasto social y sobre el ajuste de las mayorías sociales y la clase trabajadora.

El pinochetismo repudiado en las calles nunca se tradujo en cambios de fondo
El andamiaje o engranaje aceitado del que nos referimos más arriba, también conlleva todo un cuadro legal que se ha ido preparando en estos años de gobierno del FA+ PC + Socialismo Democrático (ex Concertación, incluida DC), para reprimir la protesta y la calle que tenemos que tomar contra todas estas expresiones de la ultraderecha, que golpean directamente a nuestra clase, a nuestras organizaciones, a nuestra política de izquierda, este cuadro legal, gatillo fácil mediante, otorga mayores garantías legales a carabineros y agentes de Estado, para reprimir sin contrapuntos, toda manifestación social. El camino fue asfaltado para que la ultraderecha llegara al poder, con frustraciones, con promesas incumplidas, con un cuadro legislativo represivo y disciplinante. Esto permite que el lenguaje y las promesas políticas de “mano dura” encuentren un suelo fértil y unas reglas del juego claras para ser aplicadas, más allá del juego semántico y las propuestas de expulsiones masivas, zanjas fronterizas, prisiones de máxima seguridad, criminalización de la pobreza y personas migrantes y medidas de tolerancia cero. Se trata de mecanismos estatales para disciplinar a las clases subalternas y desplazar la atención de problemas estructurales (desigualdad, falta de empleos estables) hacia la seguridad. La juguera conceptual y política de esta estrategia de la ultraderecha pinochetista chilena es una combinación de autoritarismo discursivo, ajuste, desregulación y medidas represivas, un mix que significa la erosión de derechos democráticos, algo que se ha cuidado de criticar la centro izquierda, hoy conciliante con el nuevo presidente, y silenciosa frente a un futuro inmediato que se avecina con pasos agigantados de control de protestas, criminalización de la pobreza, presiones a libertades civiles, que facilitan la imposición de reformas procapitalistas. Nuestra tarea frente a esto es generar la mayor unidad de la izquierda revolucionaria para responder en las calles, para responder a un Kast que no se avergüenza de mostrar toda su simpatía por la dictadura civil-militar de Pinochet y por líderes autoritarios contemporáneos, compartiendo un relato conocido de sobras, que apela a orden, familia, religión y rechazo de las izquierdas. Estas narrativas refuerzan legitimidades morales para medidas represivas y reformas económicas. Además, la biografía familiar de Kast y sus conexiones con cuadros técnicos de la dictadura y el empresariado configuran una herencia política que facilita alianzas con todo el arco de la reacción local, regional e internacional.

¿Qué hacer desde nuestra izquierda?
No es necesario ser politólogo o gran analista para entender los riesgos sociales y políticos que todo significa, nadie se engaña con el intento de moderación discusiva de Kast una vez electo: Retroceso en derechos civiles y libertades para la protesta, mayor criminalización de la pobreza y las manifestaciones sociales; presión sobre las frágiles instituciones de la era postdictadura, debilitamiento de los contrapesos de la democracia liberal (si lo permiten las condiciones políticas e institucionales) para acelerar reformas económicas, freno a políticas de ESI, de derechos de las diversidades sexogenéricas, de las mujeres, de los reclamos históricos por tierra del Pueblo-Nación Mapuche, etc. Todo esto inscrito en la polarización asimétrica de la cual ya hemos desarrollado con anterioridad y de la reconfiguración del campo político, donde se consolida una derecha dura que puede alentar respuestas autoritarias en la región y empujar al campo popular a afinar las tácticas y a organizarse de manera mucho más sólida a nivel regional, con redes, coordinación y experiencias compartidas, algo que ya venimos desarrollando desde los partidos y movimientos de la Liga Internacional Socialista, presente en la mayoría de países de América del Sur. Frente a esto es importante fortalecer la organización anticapitalista y de la izquierda revolucionaria, evitando a toda costa caer en sectarismos fútiles para los tiempos que corren, fortalecer las organizaciones territoriales y de la independencia sindical de clase, para proteger los derechos laborales, los derechos democráticos y ser la resistencia activa a las medidas de disciplinamiento. Militar y poner las energías en el reagrupamiento de las y los revolucionarios y los sectores populares, mostrando alternativas materialmente superiores a la represión y alternativas políticas decididas por izquierda a los tibios reformismos. Debemos vigilar y denunciar internacionalmente cualquier atentado a derechos humanos, usando evidencia documental y redes internacionales. Nuestras herramientas y tareas son la movilización y el reagrupamiento de fuerzas anticapitalista, socialistas y revolucionarias para preparar una alternativa política que le dé salida a la crisis estructural desde y para los trabajadores y el pueblo.




