El 18 de marzo tuvieron lugar las elecciones presidenciales de Rusia. La Comisión Electoral Central publicó los resultados previos. Según estos datos, el jefe de Estado actual Vladímir Putin acumula el 76,66% de los votos, procesado el 99,84% de papeletas electorales.
Según anunció la jefa de la Comisión Electoral Central Ella Pamfilova en una reunión informativa dedicada a los resultados de la votación, a Putin le apoyaron 56 millones 206 mil 514 electores.
Según los resultados de las elecciones presidenciales de Rusia, en la segunda posición va el candidato del Partido Comunista de la Federación de Rusia Pável Grudinin quien acumuló el 11,9% de los votos. La tercera posición le pertenece al líder del Partido Liberal Demócrata de Rusia Vladímir Zhirinovski con el resultado de 5,66% de los votos.
El cuarto lugar es ocupado por la candidata de la Iniciativa Cívica, presentadora de televisión Ksenia Sobchak quien acumula el 1,67% de los votos. El líder del partido Yábloko Grigori Yavlinski acumuló el 1,04%, el cabeza del Partido de Crecimiento Borís Titov obtuvo el 0,76% de los votos, Maxim Suraykin del partido Comunistas de Rusia quedó con el 0,68%, mientras que al candidato de la Unión Panpopular Rusa Serguey Baburin le dieron sus votos el 0,65% de los electores.
¿QUÉ ES LO QUE HAN MOSTRADO LAS ‘ELECCIONES’?
Las elecciones han mostrado que el sistema de movilización de los ciudadanos dependientes (empleados asalariados, militares, etc.) por los jefes de todos los niveles sigue efectivo y que estos jefes (gobernadores, directores de las fábricas y de los organismos presupuestales) siguen siendo leales al régimen. El poder personal de Putin está basado en la dependencia de los trabajadores de Rusia privados del derecho de huelga, en la lealtad de los funcionarios y emprendedores cebados, apatía, conformismo y control de los medios de comunicación.
En el mundo revuelto de la ‘democracia controlada’ la participación electoral y la votación por Putin son indicadores de la indiferencia política, mientras que el boicoteo del espectáculo es la manifestación de la actividad cívica. Las elecciones en Rusia se han convertido definitivamente en una apariencia del juramento al ‘líder nacional’ que no tiene nada en común con la manifestación de voluntad democrática.
Sin duda alguna, además del recurso administrativo, podemos mencionar tales factores como el conservadurismo de la generación traumatizada por los recuerdos sobre los dificilísimos años 90, el síndrome post-crimeo, al igual que una selección escrupulosa de los oponentes de Putin. La Administración Presidencial hizo todo para separar las fuerzas protestantes. El rey de fresas Grudinin se ha convertido en un espantajo para los que no quieren volver a la URSS: Ksenia Sobchak agudizó los temores de los conservadores prosoviéticos ante los liberales partidarios de la política de Yeltsin.
Los seguidores de la línea de boicoteo han sido atacados y represados. A pesar de que la huelga de los electores no ha llevado a la disminución de la participación electoral — han sido activados los recursos demasiado potentes para contrarrestarla — la abstención a la imitación de la democracia ha sido la única posición justificada, la mejor variante de las peores. Habiendo participado en estas elecciones en calidad de observadores, vimos qué es lo que respaldaba tanto la votación ‘voluntaria’ como la forzada. Y estamos contentos de que no apoyáramos con nuestros votos este truco acertadamente elaborado. Seis años más de arbitrariedad, depauperación, mentiras y guerras ¡no en nuestro nombre!
Sentirse frustrados hoy sólo pueden los que esperaban que ocurriera un milagro. Pável Grudinin, cuyos adeptos pronosticaban que él pasaba a la segunda ronda, mostró un resultado inferior que Guennadi Ziugánov en el año 2012. El candidato de las ‘fuerzas de izquierda patriótica’ no le quitó los votos de los electores conservadores a Putin como lo pronosticaban varios expertos. Tampoco convenció a los que ‘nunca votan’, ya que no les propuso nada nuevo.
Obviamente, las elecciones presidenciales no son un punto de concentración de la vida política ni una oportunidad de cambios. Es una manipulación tecnológica con la opinión pública que sirve para que todo siga como antes.
Nosotros necesitamos una nueva política que corroiga las estructuras del poder que hacen posible una manipulación masiva del pueblo en favor de las élites. Hoy en día necesitamos una política que ataque al poder de la patronal sobre los trabajadores, de la ideología patriarcal sobre las mujeres y los jóvenes, de la burocracia sobre la autogestión local. En las condiciones cuando la política electoral, en su principio, está prohibida, el movimiento democrático izquierdista debe basarse en las comunidades anticonformistas que se oponen al putinismo en las empresas, en los centros docentes, culturales, en los ayuntamientos, en los medios de comunicación y en las calles.
Sólo de esta manera — no como resultado de unas nuevas maniobras de las autoridades o de la oposición que aspiran a rellenar una carencia cada vez más obvia de la política de democracia masiva (o sea, izquierdista) — puede surgir una fuerza que pueda considerarse una verdadera alternativa al sistema. Nosotros estamos dispuestos a seguir trabajando en la formación de tal fuerza.
Iván Ovsiánnikov, Movimiento Socialista Ruso
19/03/2018 Moscú.