El ataque a Damasco y Homs con misiles lanzados por navíos y aviones yanquis, franceses y británicos ha producido una repulsa mundial, que se suma al horror que causaron las imágenes de los bombardeos del régimen sirio sobre la población civil de Gouta Oriental.
El viernes 14 con la excusa de destruir laboratorios y almacenaje de armamento químico, Trump anunciaba al mundo un ataque de respuesta al “animal” de Al Assad, que una semana antes habría bombardeado con armas químicas a la ciudad de Duma, causando 70 víctimas mortales, entre las que se vieron imágenes de muchos niños pequeños, y cientos de heridos.
Como señalamos en la declaración que desde el MST en Izquierda al Frente emitimos el sábado 15, la agresión imperialista es inadmisible y llamamos a movilizarse para enfrentarla. No tiene el objetivo “humanitario” de frenar el empleo de armas químicas, sino la de posicionarse en esta guerra civil, al servicio de disputar parte del reparto de Siria, los intereses de las petroleras y de las multinacionales imperialistas. Como parte de una disputa mayor sobre el control del Medio Oriente.
Si bien Putin y el gobierno sirio han desmentido el ataque químico, a partir de la caída de Allepo, el régimen no ha parado en reconquistar territorio perdido utilizando los métodos más brutales: ataca ferozmente a la población civil, que en Gouta ya contabilizaba 1.400 muertos y más de 150.000 desplazados, para luego pactar un “corredor humanitario” de evacuación y, una vez vaciada la zona de población no combatiente, entrar a sangre y fuego para liquidar las milicias opositoras.
Una guerra contrarrevolucionaria contra la primavera siria
La guerra civil se inició en el 2011, luego que la “primavera árabe” impactara en este país. La respuesta de Al Assad fue reprimir violentamente las manifestaciones pacíficas, encarcelando, torturando o masacrando a los opositores, lo que derivó en una guerra civil para enfrentar la ferocidad del régimen.
En el 2012, la oposición ocupaba la mayor parte del territorio y tenía al régimen contra las cuerdas, lo que motivó la intervención de potencias regionales y gobiernos imperialistas con el objetivo de evitar que se consolidara una dirección democrática del movimiento, y de aprovechar la oportunidad para disputar áreas de influencia.
Mientras Irán, la milicia libanesa del Hezbollah y Rusia apoyaron militarmente al genocida Al Assad, por el otro lado Arabia Saudita, Qatar y Turquía, con la mirada cómplice de EEUU y las potencias de la OTAN, alentaron a distintas facciones yihadistas, entre las cuales terminó fortaleciéndose el ISIS. El Estado Islámico tomó vuelo propio, desplazando a otras facciones opositoras a las cuales combatió, en particular a los comités surgidos de la revolución democrática, para luego extender su accionar a una ola de atentados en las metrópolis imperialistas.
Esto obligó a EEUU a intervenir para pararlos, con el aval de las potencias de la OTAN, el gobierno iraki, el régimen sirio y Putin. En una alianza militar táctica con las tropas kurdas, los combatió en Siria y en Irak, hasta reducirlos a una mínima expresión. Los bombardeos yanquis tampoco escatimaron “daños colaterales”, suman más de 5000 sus víctimas civiles.
A su vez, Turquía, que es miembro de la OTAN, dejando de lado viejas peleas con Al Assad, y sumándose a una alianza táctica con Rusia e Irán, ha avanzado sobre Afrín en el Norte de Siria, combatiendo a las tropas kurdas, que son su enemigo estratégico fundamental, y ahora lo está haciendo sobre la región de Rojaba.
Una guerra contra el pueblo sirio y la revolución árabe
La guerra civil se ha transformado en una guerra de rapiña. Su víctima es el pueblo sirio, que ya lleva la escalofriante cifra de más de 500.000 muertos, doce millones de desplazados de sus hogares, sobre 22 millones de habitantes, y más de seis millones de refugiados en países vecinos o en migración hacia Europa.
Los EEUU quedaron desplazados del país, donde solo conservan 2.000 soldados que hace pocos días el propio Trump amenazó con retirar. Con el ISIS en caja, Al Assad garantizando la paz de los cementerios y Erdogan combatiendo a la revuelta kurda, parecía que los yanquis se retiraban tácticamente de una zona controlada por distintas fuerzas contrarrevolucionarias, para luego ser parte de una negociación que cambiara al régimen actual.
Los últimos capítulos de la contienda
Según señalan distintos analistas, el anuncio de Trump de la retirada de sus tropas de Siria, habría envalentonado al régimen que no terminaba de controlar la región de Gouta Oriental.
En esta zona en el año 2013 se descargó el primer gran ataque químico de Al Assad, que dejó 1.500 muertos, miles de heridos y precipitó una crisis internacional que se cerró gracias a un acuerdo con Rusia para que desmantele el arsenal químico del régimen. Desde entonces se han denunciado decenas de ataques más sin que los yanquis o las Naciones Unidas hayan intervenido.
Pese a las disputas, las relaciones entre los militares yanquis y los rusos han sido de colaboración: en la guerra contra el ISIS, y también en el cuidado de no cruzarse en acciones militares que los enfrenten directamente. Por ejemplo, los rusos fueron avisados previamente del último bombardeo del 2017 a la base aérea siria de Shayrat (Homs), como respuesta al ataque químico sobre la población de JanSheijun. Ahora también fueron avisados. Si a esto le sumamos los días que Trump estuvo anunciado su ataque, se le dio tiempo al régimen para prepararse.
Es importante tener en cuenta esto, ya que pese a que se han destacado las fuertes declaraciones de Putin y el embajador ruso en EEUU, y se ha señalado este momento como uno de los de mayor tensión desde la “guerra fría”, las potencias mantienen un acuerdo tácito para enfrentar a los levantamientos del pueblo árabe por sus derechos democráticos y reclamos nacionales.
Guerras, revoluciones, crisis y disputas inter imperialistas
La crisis capitalista imperialista ha debilitado la tradicional hegemonía de los yanquis en el control del mundo, generando una mayor disputa expresada en guerras comerciales, pero también en la agudización de conflictos armados regionales. Y aunque los EEUU no tienen competidor para su poderío militar global, en la crisis siria, en el conflicto yemení, en la pelea entre la teocracia iraní y la nobleza saudí, se expresan con todo estas contradicciones.
Contradicciones que tienen como telón de fondo el choque entre la revolución y la contrarrevolución, como muestra descarnadamente la creciente participación israelí en la guerra siria mientras masacra a los palestinos en Gaza.
En este marco, Trump y sus “halcones” han cambiado la política de Obama de negociar y pactar con distintas direcciones reaccionarias como la burguesía iraní, después de sus infructuosas experiencias en las invasiones de Afganistán e Irak.
Trump y la coalición imperialista son cómplices de las masacres producidas contra el pueblo sirio. Su objetivo es posicionarse mejor en defensa de sus intereses imperiales y de paso generar un hecho político que compense las graves crisis que atraviesan en la arena política local, como son los problemas del mandatario yanqui frente al avance de las investigaciones de las maniobras rusas en las elecciones que lo consagraron presidente, la enorme huelga ferroviaria que cuestiona a Macron, o las crisis devenidas del Brexit en Gran Bretaña.
Solo si el pueblo sirio recupera su derecho a la autodeteminación expulsando a las tropas imperialistas y a las distintas potencias regionales que intervienen en la guerra siria, se podrá lograr la paz que este pueblo anhela, derrocar al régimen genocida de Al Assad y encontrar una salida democrática para la crisis de este sufrido país del Medio Oriente.
Gustavo Giménez