Hace pocos días la decisión del gobierno norteamericano de romper el acuerdo nuclear con Irán conmocionó al mundo. Inmediatamente la aviación israelí descargó una letal carga de misiles sobre posiciones iraníes en Siria y luego vino la tremenda masacre con más de 60 palestinos asesinados por Israel en la Franja de Gaza. El imperialismo pretende doblegar la lucha de los pueblos contra su dominación sentado en sus cañones.
La ruptura unilateral del pacto nuclear con Irán del 2015, llamado 5 + 1 por la participación de EEUU, junto a Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania ha significado una nueva vuelta de tuerca en la política de la administración norteamericana sobre Medio Oriente, que cambia la trama de acuerdos tejida por el ex presidente Obama, por una política mucho más agresiva en el terreno militar y político e intenta recuperar la debilitada presencia norteamericana en esta región y en el tablero mundial.
El pacto nuclear firmado por Obama con Irán se realizó en un contexto en que el imperialismo yanqui se retiraba de Irak y necesitaba retejer su trama de alianzas para contener la revolución en la región y salvaguardar sus intereses imperiales. Así el nuevo gobierno de Bagdad surgió como una negociación entre la burguesía chií aliada a Teherán y el imperialismo yanqui, con la bendición del clan Barzani que dirige la región kurda del norte de Irak.
La liquidación del régimen del presidente sunita iraquí Sadam Hussein, que alguna vez fungió como aliado del imperialismo contra la revolución dirigida por los ayatollahs y que luego fuera ahorcado por la ocupación yanqui de Irak, después de que se levantara contra sus intereses al intentar recuperar el enclave de Kuwait, llevó al pragmatismo norteamericano a un acuerdo con la teocracia iraní. Un pacto político para estabilizar la región y frenar las crisis revolucionarias que se produjeran en la misma, en una zona del mundo que estuvo cruzada por el levantamiento democrático contra sus viejos regímenes dictatoriales llamado “primavera árabe”.
El nuevo pacto político que levantaba las sanciones económicas que castigaban a la nación iraní a cambio de que este país clausurara su programa de desarrollo nuclear, fue criticado en su momento por la derecha estadounidense, el lobby israelí y bendecido por la Unión Europea y cierto progresismo pacifista, que acepta la tremenda agresión que el imperialismo estaba ejerciendo para frenar los derechos nacionales de un pueblo soberano tras la hipocresía del “desarme” impuesto por el imperialismo.
A su vez el debilitamiento de la presencia yanqui en la región, como parte de un debilitamiento más global luego de la crisis del 2008 y sus fracasos en Irak y Afganistán, permitieron a la dirigencia iraní extender su influencia: ser una parte importante del gobierno iraquí, tener una influencia creciente en Siria al apoyar política y militarmente al gobierno de Al Assad en su lucha contra la rebelión y mantener una importante influencia en el Líbano a través de su aliado el Hezbollah, con el que comparte su apoyo político y militar al régimen de Al Assad.
Es así como controla una importante región que es llamada la media luna chií, verdadera potencia regional a la que también debemos sumarle la alianza que tienen los iraníes con los rebeldes hutíes, que combaten en Yemen contra el régimen de Abd Rabbu Mansour Hadi apoyado por Arabia Saudita, otra nación clave para los intereses norteamericanos, que disputa con la teocracia iraní la influencia en Medio Oriente; y el debilitamiento de los talibanes en Afganistán, tradicionales enemigos del régimen iraní.
La ofensiva de Trump e Israel
La derrota del Estado Islámico y la consolidación de los triunfos de Al Assad en la guerra siria abrieron una nueva coyuntura.
El ISIS y su califato que abarcó en su esplendor a un territorio, que entre el norte de Irak y Siria tenía el tamaño de la península italiana, en principio fue alentado por Arabia Saudita, Qatar y Turquía, con la complicidad de las potencias imperialistas. Pero luego y a partir de su raid de atentados en las metrópolis, se convirtió en una criatura fascista molesta, lo que unió en un frente común a los yanquis y al imperialismo europeo con las milicias kurdas tanto de Siria como de Irak, y también con la aviación rusa y las tropas iraníes, que en los dos países trabajan junto a los ejércitos gubernamentales.
Desaparecido el peligro del ISIS y definida claramente la suerte de la guerra civil siria, en las etapas finales de una cruenta guerra contrarrevolucionaria para derrotar al proceso democrático que le dio origen y de rapiña entre el imperialismo y las distintas potencias regionales, presenciamos un conflicto que, generando uno de los desastres humanitarios más grandes del planeta, termina con el triunfo de la coalición del genocida Al Assad, Putin, Irán y el Hezbollah. Trump entonces retoma la ofensiva imperial para recuperar fuerza en el reparto de Siria y en la región de la mano de su aliado incondicional, el enclave sionista de Israel.
El estado sionista tiene una importancia estratégica para el imperialismo mundial como verdadero tapón y gendarme frente a las luchas anti imperialistas de los pueblos árabes. Esa es su función, por eso fue creado y por eso aparece todo el cinismo de aquellos que como la Unión Europea, Erdogan o Putin, cuestionan sus masacres al pueblo palestino y hasta impulsan alguna tímida declaración o sanción de condena en la ONU, mientras reciben a Netanyahu y a los funcionarios de su estado nazi con pompas y honores y mantienen sus embajadas en esta creación artificial, este enclave imperial.
Las siniestras declaraciones de los funcionarios yanquis de que la masacre de Gaza, que ya lleva más de 114 muertos y cerca de 13.000 heridos desde que comenzó la protesta palestina llamada “Marcha por el retorno”, señalando que el Estado de Israel (o sea sus francotiradores y artillería) han actuado para contener una protesta violenta impulsada por los terroristas del Hamas, van en consonancia con el giro de la política norteamericana de pegar para luego negociar en mejores condiciones, algo que muchos han comparado con el Big Stick de Theodore Roosevelt.
Israel y el imperialismo yanqui no pueden permitir la presencia militar de Irán en Siria a pocos kilómetros de la frontera israelí. Estando la guerra civil siria en su etapa final Israel ha exigido que Irán, una vez cumplido su rol contrarrevolucionario de ayudar a sofocar la rebelión siria, retire sus fuerzas militares de la zona, en la que además cuenta como aliado al Hezbollah, que derrotó la última invasión israelí sobre el Líbano.
En el mismo sentido es necesario para la dupla Trump-Netanyahu darle un golpe contundente a la resistencia palestina, que cuestiona con sus heroicos levantamientos la existencia misma del estado sionista. La actual política imperial se parece más a la ”solución final” de los nazis contra el pueblo judío, que a la salida negociada para ganar tiempo y evitar una nueva intifada que constituyó en su momento la política de los “dos estados”. Así mientras que en Cisjordania se continúa con una política sostenida para crear nuevos asentamientos sionistas y desplazar a los palestinos, la Gaza es tal como señalaban los carteles con que los palestinos recibieron al secretario general de la ONU, António Guterres, en agosto de 2017: “Bienvenido a la mayor prisión del mundo”.
El propio director de este órgano funcional a los intereses imperiales que es la ONU tuvo que reconocer que en Gaza existe “una de las crisis humanitarias más dramáticas que he visto en muchos años”. Es que en esa franja dos millones de personas se agolpan en un territorio costero de 360 Km2., en condiciones infrahumanas. Cercados por el ejército israelí y por el ejército egipcio en su límite sur, su economía esta arruinada, el 70 % de la población sobrevive gracias a una paupérrima ayuda internacional, tienen cuatro horas de electricidad al día y el 90% de sus acuíferos están contaminados.
La declaración de Jerusalén como capital del estado sionista por parte de Trump y el traslado de la embajada yanqui a esa ciudad palestina, al cumplirse el 70 aniversario de la formación del Estado de Israel, es una señal clara de para donde van Netanyahu, Trump y su nuevo gabinete de “halcones” guerreristas, como los llama la prensa mundial.
La nueva política imperial sobre Medio Oriente va en consonancia entonces con la disputa del imperialismo yanqui por obtener una mayor tajada de la plusvalía mundial para paliar su crisis, sea a través de sus guerras comerciales o de la intervención militar directa donde sea necesario.
Va en consonancia con la disputa comercial con China y las presiones sobre sus socios europeos para mejorar la balanza comercial a favor de EEUU, con los aranceles al acero y al aluminio, y recientemente con el ataque al gigante tecnológico chino ZTE, que se aminoró luego de nuevas concesiones agrícolas del gigante asiático al comercio con EEUU. O con el aumento de las tasas de interés de la Reserva Federal, que al revés de la política anterior, ahora absorbe dólares de todo el mundo hacia EEUU, provocando la devaluación del euro y las monedas del planeta.
La impotencia del imperialismo europeo
A las protestas de Rusia o China, contra el abandono del acuerdo nuclear con Irán, se sumaron los principales mandamases del imperialismos europeo, los llamados tres M: May, Merkel y Macron.
Los dos últimos incluso realizaron sendas visitas al mandatario yanqui para convencerlo de no romper el acuerdo, y canjearlo por nuevas concesiones iraníes que contemplaran demandas yanquis tales como abandonar su influencia militar en Siria y Yemen, frenar y desmantelar su desarrollo misilístico y asumir en forma definitiva su renuncia al desarrollo nuclear y sostener in eternum la visita de inspecciones (actualmente el tratado los obliga durante diez años), entre otras concesiones.
Lo hacen preocupados por las consecuencias que la ruptura de estos acuerdos puede traer para contener a la revolución árabe, y la reacción de los pueblos de la región a esta escalada guerrerista. Y también porque arruina negocios florecientes de sus multinacionales con la teocracia iraní, que se desarrollaron luego de levantadas las anteriores sanciones al firmarse el acuerdo, por ejemplo el intercambio comercial entre Teherán y las naciones de la UE creció de 7.400 millones de dólares en el 2013 a 25.000 millones en el 2017.
A esto debemos sumar las inversiones millonarias en curso de empresas europeas ahora cuestionadas, porque EEUU amenaza con expulsar de su territorio a toda empresa que haga negocios con la nación iraní. Lo que ha llevado a dirigentes políticos centrales de la UE como la canciller alemana Ángela Merkel a tener que declarar que ya no se puede confiar en EEUU y que Europa debe tomar un camino independiente. Algo muy difícil de llevar a la práctica dado la dependencia de las multinacionales europeas de sus negocios con EEUU, al rol que aún cumple el imperialismo yanqui como gendarme mundial y a la propia crisis cada vez más grave de la propia UE.
El verdadero enemigo de Trump: la resistencia de los pueblos del mundo
El avance imperial de Trump tiene un gran escollo en su camino: la resistencia de los pueblos de Medio Oriente, de todo el planeta y de su propio país a sus políticas.
Su “garrote” tiene una debilidad de arranque, millones de estadounidenses que con el movimiento de mujeres y de migrantes a la cabeza se movilizan contra su gobierno. Enfrenta la resistencia de los pueblos que luchan contra los ajustes que los planes del FMI o el Banco Mundial y los gobiernos que aplican sus políticas tienen para bajar los salarios, imponer nuevas reformas laborales o ajustes a las jubilaciones o programas sociales en todo el mundo. Si para muestra basta un botón, el actual levantamiento del pueblo nicaragüense empezó contra un ajuste en las jubilaciones del gobierno de Ortega.
Y muchas de las direcciones o regímenes políticos con los que contaba el imperialismo para contener las reacciones del movimiento de masas atraviesan una profunda crisis, haciendo que el enfrentamiento entre los intereses de los gobiernos imperialistas y los trabajadores sea más directo, generando así una profunda polarización política.
En ese marco sus avances y aprietes, luego de algunos golpes certeros, tienden a entrar en crisis, como lo demuestra la postergación sin fecha del acuerdo con el régimen norcoreano, al cual le habían prometido eliminar las sanciones económicas si se desarmaba, luego de que se hiciera público la decisión de EEUU de mantener los ejercicios militares regulares con Corea del Sur.
En el terreno específico de Medio Oriente, la contracara de la ofensiva yanqui-israelí es que el Hezbollah acaba de ganar ampliamente las elecciones en el Líbano y dos fracciones chiitas de las más duras contra el imperialismo, fueron las ganadoras en las recientes elecciones en Irak. En este país el gobernante partido Al Dawa (La Predicación), dirigido por Al Abadi que gobierna Irak desde el 2005 salió quinto en Bagdad y no ganó en ninguna de las provincias chiíes, luego de llevar a cabo una política que bonaparteaba entre el gobierno yanqui y los intereses iraníes. La facción ganadora es según los medios internacionales, la más anti imperialista e independiente del régimen iraní, acaudillada por el clérigo radical chií Muqtada Al Sadr que encabezó el levantamiento del año 2016 contra las miserias que el gobierno actual descarga sobre el pueblo iraquí y la corrupción del régimen que encabeza. Es conocido también por haber dirigido la milicia Ejército del Mahdi, que se levantó en armas contra la invasión estadounidense,
Es que pese a la derrota de la primavera siria por el régimen de Al Asad, la región sigue siendo un polvorín en todo sentido. Ese es el marco del heroico levantamiento palestino, es lo que explica que decenas de miles desafíen las balas sionistas y se enfrenten. Son las limitaciones del genocida presidente turco Erdogan para derrotar los extraordinarios avances del pueblo kurdo en el norte de Siria, son los recientes levantamientos populares democráticos contra la dictadura que representa la teocracia iraní y que pueden agravarse si el régimen de los ayatollahs descarga las crisis económica sobre las espaldas de su pueblo.
Es esta resistencia del movimiento de masas la que se desarrolla por debajo de las disputas entre la avanzada imperial yanqui y los intereses de las potencias regionales, Rusia, China y el imperialismo europeo.
Esa extendida y contundente resistencia es la materia prima para que surja una nueva y consecuente dirección de la pelea anti imperialista que reemplace a las viejas corrientes nacionalistas burguesas y pequeño burguesas y a las herederas del estalinismo local, totalmente en bancarrota.
¡Fuera la agresión imperialista contra Irán y los pueblos de Medio Oriente!
¡Basta de represión al pueblo palestino!¡Libertad a sus presos políticos! ¡En apoyo a su lucha por recuperar sus territorios y construir una Palestina libre, laica y no racista!
Gustavo Giménez