Para aquellos desprevenidos, que mirando algunos números se ilusionaban con la superación de la crisis global abierta en 2008, la cumbre del G7 que se realizó en Canadá los días 8 y 9 de junio fue un llamado de atención más que importante. Las disputas comerciales y políticas marcaron el evento que termino sin declaración común y con un intercambio de reproches entre los y las líderes de las principales potencias económicas mundiales.
Crisis global y re ordenamiento imperialista
Esta de más decir que la crisis abierta en el 2008 es el telón de fondo de cualquier debate sobre la coyuntura internacional. Con recuperaciones parciales, estallidos, caídas de gobiernos y guerras regionales y comerciales, las potencias imperialistas hacen lo posible por manejar un mundo inmanejable, coincidiendo a grandes rasgos en la necesidad de aplicar un brutal ajuste a los sectores populares y al mismo tiempo con profundas diferencias derivadas de la ubicación de cada sector y cuanto aporta y recibe en ese reordenamiento.
El G7, espacio que suma el 60% de la economía mundo y agrupa a las principales potencias, por fuera de Rusia y China (EEUU, Canadá, Alemania, Francia, Japón, Italia y Reino Unido) ha sido uno de los espacios utilizados por la gran burguesía internacional para abordar los efectos de la crisis, un mecanismo asociado a la necesidad de compartir responsabilidades y medidas y al mismo tiempo, que refleja las tensiones y disputas. Este organismo, llamado a jugar el papel dirigente frente a otros más ampliados como el G20, atraviesa una crisis con el principal componente, EEUU, que comandado por el histriónico Donald Trump apunta a imponer sus condiciones. No hay que buscar el origen de las disputas en las “formas” o el carácter de uno u otro líder del imperialismo, estamos asistiendo a un choque den intereses concretos, con EEUU intentando recuperar fortaleza en su rol hegemónico y al mismo tiempo reducir su déficit, apelando a que sus “socios” se hagan cargo de una parte del costo económico y político de mantener al mundo “controlado”. Por eso alguno de los reclamos centrales tienen que ver con los gastos de sostenimiento de las fuerzas militares de la OTAN.
Es importante tomar nota, que a diferencia de otras etapas históricas, el imperialismo no actúa en un marco de triunfos y tranquilidad, tampoco cuenta con aparatos políticos solidos sino con una volatilidad importante en sus configuraciones políticas. Poco tiempo atrás comandaban a Italia, Francia, EEUU y Reino Unido tendencias políticas distintas y en algunos casos con importantes diferencias en cuanto a la política internacional.
Nacionalismo y proteccionismo o disputas por la hegemonía en un mundo en crisis
Los titulares de numerosos medios internacionales intentan colocar el debate en una supuesta política nacionalista de EEUU y otros países imperialistas, cuando en realidad lo que estamos observando es la intensificación de las disputas por el reparto del mundo en crisis. No solo desde el punto de vista económico sino también político, por eso Trump intenta demostrar que tiene la manija, sacudiendo la estantería, pateando acuerdos y tensionando las relaciones. No en defensa de “intereses nacionales” o de “el pueblo trabajador” de EEUU sino al servicio de estabilizar su economía interna y avanzar hacia un control superior de distintas regiones del planeta. Pivotea con Rusia para extorsionar a la UE, planta al G7 y se reúne con Kim Jong Un de Corea del Norte, reparte elogios y realiza desplantes vía Twitter. Lejos de ser la actitud de un “loquito” refleja la respuesta de los sectores más ofensivos de la burguesía, los más agresivos. Luego de 10 años de desarrollo de la crisis, con tenues recuperaciones económicas que no logran inaugurar un nuevo ciclo sino más bien sugieren la permanencia dela crisis como “nueva normalidad” a nivel global.
De esas tensiones en la estructura económica, de la imposibilidad de imponerle a las y los trabajadores del mundo derrotas de proporciones, de los fracasos de los partidos tradicionales surgen nuevos fenómenos políticos que, por derecha y por izquierda, se plantean intervenir en el caos geopolítico.
Crisis en la cumbre
Teniendo en cuenta ese complejo escenario, es importante analizar el momento y las disputas concretas que se dieron en la cumbre. Los ejes fueron varios, numerosos los debates y el final anunciado.
EEUU viene llevando adelante una ofensiva económica en lo que hace a las tasa arancelarias, esencialmente en relación al acero, el aluminio y otros productos. Este ajuste esta motivado por la necesidad de reducir su déficit comercial cercano a los 500.000 millones de dólares. Sus principales intercambios comerciales están en ese punto centrados en Canadá, México y la Unión Europea, es decir una parte importante de sus socios del G7 son al mismo tiempo los heridos de esta ofensiva comercial, que implica además un rechazo a las medidas “proteccionistas” de otros países.
Otro debate tiene que ver con los gastos del “control global”, EEUU reclama a los países europeos que no aportan lo suficiente para sostener los gastos militares de la OTAN. Incluso ni llegan a cumplir las metas de afectación presupuestaria del PBI acordado en ese organismo. Trump actúa en ese caso como fiel representante de las corporaciones armamentistas.
La reincorporación de Rusia al espacio fue otro tema de discordia, mientras que EEUU e Italia buscan abrir un camino de negociación con el gigante euroasiático, Alemania y Francia hacen punta en rechazar esa perspectiva. Rusia fue separado del entonces G8, luego de la anexión de Crimea en 2014, pero ahora representaría una incorporación importante para EEUU en el camino de repartir más competidores y tener una instancia política conjunta.
En ese complejo panorama, donde surgieron “nuevas” disputas, también se expresaron viejos debates. Como la negativa de Trump a someterse a los acuerdos ambientales.
Luego de remar en ese mar de controversias, construyendo una declaración final que no convencía demasiado a nadie, Trump pego el portazo, aprovechando las declaraciones del primer ministro canadiense sobre el establecimiento de medidas arancelarias en respuesta a las medidas de EEUU, dejando la declaración sin firmar y transformando en G6 lo que se había iniciado como G7. Si bien no se trata de una ruptura definitiva, si es una complicación importante que suma incertidumbre. La propia Christine Lagarde, cabeza del FMI, fue la encargada de señalar que la decisión de EEUU agita “nubes negras en la economía mundial”.
Camino a mayores confrontaciones y disputas
Ninguna señal permite establecer que el futuro próximo de la situación política mundial sufra grandes alteraciones, en el sentido de lograr acuerdos más profundos y duraderos entre los sectores del imperialismo. Si es factible, y bastante frecuente incluso, que las variadas movilizaciones y procesos políticos alrededor del globo sigan complicando sus planes y continúe el proceso de cambios políticos que se viene operando.
En este escenario, lejos de proponerse algún camino alternativo, dirigentes como Macri, que participó de la cumbre en su carácter de presidente del G20 , siguieron cual perros falderos a los lideres imperialistas por los pasillos del lujoso Hotel donde se desarrollaba el evento, aceptando todas las imposiciones dictadas por el FMI, que significan, ni más ni menos que, la aplicación de un brutal ajuste en el gasto público y una gran transferencia de recursos a los principales centros del poder mundial.
Veremos entonces si las disputas y tensiones, con enfrentamientos crecientes entre sectores imperialistas, contribuye a un mayor desarrollo de las luchas sociales y si en ese camino se desarrollan también direcciones políticas de izquierda anticapitalistas y anti imperialistas.
Anticapitalistas en red surge cómo una herramienta para aportar en esa perspectiva.
Martin Carcione