Los primeros episodios de la “guerra comercial” desatada por Donald Trump han encendido las alarmas sobre el desempeño económico global en el corto o, a lo sumo, en el cercano mediano plazo. Una parte importante de los economistas defensores del capitalismo, ya sean ortodoxos o keynesianos, pronostican como un peligro inminente la instalación de un nuevo escenario de recesión en las principales economías, similar al provocado por la crisis de 2007. Según los primeros cálculos realizados por algunos de ellos[1], de desarrollarse esta ola proteccionista, la economía mundial reduciría su precario crecimiento actual a menos de la mitad de lo proyectado (que de por sí está por debajo de los números previos a 2007), lo que de hecho significa un una nueva recesión tan grave como aquella.
Con este debate sobre la mesa y con la unanimidad que expresan sobre lo nocivo de la política proteccionista, los especialistas explican y definen la economía política de Trump por cuestiones subjetivas, y algunos hasta por rasgos psicológicos del presidente de Estados Unidos y sus asesores: “incapaces”, “ignorantes”, “delirantes”[2], son algunos de los términos que se pueden leer en la prensa y con los que pretenden ocultar su propia sorpresa, el descalabro de su “sentido común”, frente al desarrollo de una política anunciada por Trump desde su campaña electoral.
Como la mayoría de estos economistas suponían o aún suponen superada la crisis de hace diez años y de hecho no reconocen la existencia de la Larga Depresión económica que continúa desde entonces, no registran en sus análisis que el proteccionismo está presente a lo largo del desarrollo de depresiones similares, y que se explica porque las causas que lo provocan hacen parte del metabolismo, de la lógica interna de funcionamiento del sistema del capital.
La crisis de 2007-2008 ha desembocado en una Larga Depresión económica que lleva casi una década, es la tercera en su tipo en 140 años. La primera se prolongó desde mediados de los años 70 del siglo XIX hasta los primeros años del XX y la segunda se desarrolló a partir del crack económico de 1929 y terminó a inicios de la II Guerra Mundial. Esas dos se resolvieron luego de una fenomenal destrucción de Capital y Fuerzas Productivas y, más allá de recuperaciones parciales, señalaron el comienzo de una dilatada fase de declive del sistema capitalista. La depresión que inicio en 2009 aún continúa. Mal que les pese a keynesianos y ortodoxos, sólo desde el marxismo se puede explicar la actual situación y su perspectiva.
“Edad de Oro”, crisis crónica, y declinación constante del sistema
El último periodo en el que se registró un crecimiento económico prolongado, cercano a las tres décadas ininterrumpidas, y relativamente estable de la economía mundial, es a partir de la salida de la II Guerra en 1944. La creación de FMI y el Banco Mundial, datan de esa fecha y surgen de lo que se conoció como acuerdos de Breton Woods, por la ciudad donde se realizó la conferencia de las principales economías capitalistas industrializadas. Esos acuerdos mostraban la supremacía indiscutida obtenida por Estados Unidos en la Guerra, al reconocerse al dólar como la moneda mundial de intercambio. Es el periodo que se conoce como la “Edad de oro”. Pero ese periodo de crecimiento termina con la imposibilidad de Estados Unidos de seguir manteniendo el patrón oro para respaldar el dólar. Entre el año 1971 y 1973 el gobierno Nixon produce dos fuertes devaluaciones de espaldas al sistema monetario internacional y se desengancha del patrón oro, sosteniendo al dólar desde entonces sobre su hegemonía, político militar. Una hegemonía debilitada por la derrota sufrida en Vietnam para el momento. Desde allí las crisis del sistema se repitieron como promedio, cada 5 años. Dos crisis provocadas por los precios del petróleo, varias crisis de deudas soberanas, crisis bancarias, de los mercados de valores y las bolsas, etcétera. El mundo se familiarizó con los nombres con los que el periodismo divulgo esas crisis, algunos de estos nombre son: la crisis de los Petrodólares, el Viernes Negro, el Efecto Tequila, la crisis de los Tigres Asiáticos, la de la Deuda Rusa, la de la Convertibilidad en Argentina, más recordada por su derivación de crisis económica a semi insurrección popular, las de las Punto.com, por supuesto la crisis de las hipotecas en 2007, y más recientemente, la crisis de la deuda europea en 2010 y la recesión de 2015 – 2016[3].
Ni la incorporación y apertura de China al mercado mundial capitalista, ni la caída de la Unión Soviética y los países del Este de Europa, con su restauración capitalista incluida, ni la creación de la Unión Europea, tampoco los Tratados de Libre Comercio, un objetivo principal del neoliberalismo, cumplieron el papel que imaginaron y propagandizaron los estrategas del capitalismo: volver a una nueva “Edad de Oro” del sistema, ni rompieron la dinámica de crisis crónica. Por el contrario, la Gran Recesión que provocó la crisis de 2007-2009 derivó en la Larga Depresión que lleva ya una década.
En un ensayo que cita Michael Roberts escrito por Ruchir Sharma, de Morgan Stanley Investment Management, publicado en Foreign Affairs, puede leerse un dato muy importante para entender la depresión: “…ninguna región del mundo está creciendo tan rápido como antes de 2008, y no debe esperarse que ninguna lo haga. En 2007, en el pico del boom anterior a la crisis, las economías de 65 países – incluyendo bastante de las grandes, como Argentina, China, India, Nigeria, Rusia y Vietnam – crecieron a una tasa anual del 7% o más. Hoy en día, sólo seis economías están creciendo a ese ritmo, y la mayoría son países pequeños como Costa de Marfil y Laos”[4]. Y, agregamos, la guerra comercial desatada sólo suma gasolina al fuego de esa situación.
Tendencia decreciente de la tasa de ganancia, caída de la inversión productiva y sobreacumulación de capital
La salud del sistema capitalista se mide en última instancia por la evolución de la tasa de ganancia, de los beneficios que obtiene, promedio, la clase capitalista. Pero no hablamos de cualquier ganancia. La tasa de ganancia que hay que observar es la que surge del proceso de producción de mercancías. Son las ganancias obtenidas en la producción por la explotación del trabajo, las que impulsan todo el sistema. Entonces si vemos históricamente la evolución de la tasa de ganancia de los últimos 50 años, podremos apreciar que aproximadamente desde finales de los años 60 del siglo pasado se ha producido, según palabras de Michael Roberts, una caída secular (es decir, en todo el periodo histórico estudiado) de la tasa de ganancia en las economías más importantes. En un estudio de extraordinaria importancia y suponemos realizado con gran esfuerzo, donde este marxista inglés, calculó la evolución de los beneficios en los países del G7 durante todo ese periodo pudo demostrar esta afirmación. En el cuadro que sigue elaborado por Roberts, donde la línea roja es la evolución real y la gris punteada el promedio, se puede visualizar esta caída secular.
Desde el punto de vista marxista, en el capitalismo funciona una ley que expresa la existencia a una tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Esta ley tiene contrarrestantes fundamentalmente de dos tipos basados, ambos, en el aumento de la explotación del trabajo. El hecho es que, en este medio siglo de crisis crónicas, los elementos contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia no han sido suficientes para una recuperación del sistema que relativamente lo estabilice y logre un periodo prolongado de crecimiento.
Al no existir el estímulo de la ganancia esperada en la producción de mercancías, se da una sobreacumulación de capital que no va a la inversión productiva y por lo tanto el capital no se valoriza. Generando, lo que Marx llamó capital ficticio que se mueve en la especulación financiera buscando una renta.
Esa sobre acumulación de capital, la debilidad de la inversión productiva, la pobre recuperación de los beneficios capitalistas, y la insuficiente destrucción de capital que provocó la crisis del 2007, son la base de la prolongada depresión actual. Dentro de la lógica del sistema, es de esperar una colosal destrucción de capital y fuerzas productivas para que el ciclo de crecimiento se reinicie como ocurrió con las dos depresiones anteriores que se dieron en el capitalismo moderno.
El proteccionismo de Trump expresa de una manera enmascarada por la grosería del personaje y su discurso chauvinista, la necesidad de recuperar la rentabilidad de la producción norteamericana. Lo mismo que otras dos medidas complementarias que se están aplicando bajo su presidencia: una reducción sustantiva de impuestos a las corporaciones y multimillonarios, y el plan de aumentar al doble las tasas de interés de la Reserva Federal que funciona como una aspiradora de capitales de todo el mundo.
La apuesta de Trump, de sus asesores y de los sectores del capital que lo respaldan en estas medidas, es que, de provocarse una nueva gran recesión como la de 2007 por las medidas que está aplicando, los principales perdedores sean los competidores de Estados Unidos. No es la ignorancia, ni el delirio del personaje lo que explica esta dinámica, es la alienación de las clases capitalistas superadas por la historia. Es, al fin, la racionalidad-irracional del capitalismo.
Carlos Carcione
[1] “Los errores políticos de hoy tendrán consecuencias mañana”, valora el economista jefe del Banco Mundial, Shantayanan Devarajan, en referencia a la disputa provocada por Estados Unidos con sus mayores socios. La escalada puede provocar una caída del comercio global del 9%, “equivalente a la que se vio entre 2008 y 2009”. El País https://elpais.com/economia/2018/06/04/actualidad/1528142838_188181.html?rel=mas
[2] Paul Krugman Menuda guerra comercial más tonta https://elpais.com/economia/2018/06/01/actualidad/1527859972_319240.html
[3] Aquí puede verse una cronología parcial delas crisis.
[4] Ruchir Sharma en Foreign Affairs mayo –junio 2017
https://www.foreignaffairs.com/articles/world/2017-04-17/boom-was-blip