El proceso de restauración capitalista iniciado por China a partir de 1978 ha provocado con el tiempo un sinnúmero de reformas que han implicado grandes cambios en la nación asiática, no todos han sido positivos. Las bases de la construcción maoísta (1949-1976) habían sido transicionales hacia el socialismo, con un peso total del Estado sobre el proceso de acumulación. Se trataba de un sistema, que el post-maoísmo de Deng decidió transformar insuflándole innovaciones que eran propias del régimen capitalista. La nueva élite gobernante quizás pensó que esas modificaciones parciales, cuantitativas, no causarían grandes conmociones económicas y sociales que amenazaran el régimen bonapartista que administraban el PCCH y la burocracia gobernantes. El instalar un enclave costero capitalista y relaciones comerciales afines en el campo era una experiencia arriesgada pero regulada, mientras se mantenía el resto del territorio y su industria con un sistema transicional socialista. El estímulo “inyectado” fue dando buenos resultados pero el fenómeno creado comenzó a exigir cambios cada vez mayores; en el fondo se había generado una tremenda contradicción que había que irla resolviendo sin pausa alguna. Un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí, conjugados armónicamente; una vez hechos los cambios, no podía pararse, a riesgo de construir un híbrido que terminaría en una crisis total. Se fue produciendo entonces una metamorfosis, un camino sin retorno hacia el capitalismo de China, pero no sobre una acumulación primitiva como ha sido la normal en la historia del capitalismo sino sobre una tremenda industria pesada creada por el maoísmo sobre bases transicionales al socialismo. Necesariamente no solo debería cambiar la estructura económica sino también la sociedad que sobre ella se iba erigiendo, las relaciones de clase; se trataba de una nación donde la superestructura era manejada por una burocracia bonapartista progresivamente enriquecida y privilegiada y un Partido Comunista que sirve a esos intereses, y no por capitalistas de raza. China en cuarenta años creció vertiginosamente, es plenamente capitalista y tiene intereses pro-imperialistas, pero todavía, en sus entrañas, tiene esa contradicción de origen que la signa y la distorsiona y nadie sabe qué camino recorrerá. Queremos ocuparnos de esta cuestión.
REFORMA CAPITALISTA, MALES CAPITALISTAS
La restauración ha traído consigo un flagelo que no existía: la desocupación, y con ella el desamparo social y económico. Las grandes fábricas maoístas no solo garantizaban el alimento, el vestido y la educación, sino la salud, la vejez, hasta la vivienda de los trabajadores. Las grandes factorías ya no son rentables y se han extinguido, se han reciclado o han pasado a manos de capitales extranjeros. El reacomodamiento ha dejado a gente en la calle, el ejército de desocupados es cada vez mayor y hay una exigencia creciente de especialización en la mano de obra. La comercialización de los productos del campo, reinstaló la especulación sobre la tierra, arrasó con las grandes explotaciones colectivas reapareciendo la parcelación y la propiedad privada de los instrumentos de trabajo. Muchos campesinos vendieron sus derechos a la tierra por no poder subsistir y se marcharon a la ciudad. Capitales privados se los compraban o se los expropiaban los burócratas para transformar las tierras baldías en lugares para la construcción de viviendas para renta o venta. Se produjo una migración a las ciudades donde por las reglas del hukou (obligación de mantenerse en su lugar de origen, salvo contadas excepciones, bajo pena de perder los derechos sociales) terminaban siendo marginales, trabajadores informales, mal pagados, sometidos a las peores tareas. En la época de las Olimpíadas de 2008, cuando estalló la fiebre de construcciones en todo el país, fue donde más se experimentó este flagelo.
La restauración ha traído también las desigualdades sociales que son mayores que en los países avanzados (sueldos urbanos 3,3 veces superiores a los del campo, en la industria diferencia de unas 15 veces, funcionarios del estado que ganan 128 veces más con respecto al salario promedio). Las condiciones laborales son las típicas de cualquier país capitalista con explotación altísima; hay rotación alta; desamparo; últimamente, ha habido una ola de suicidios a consecuencia de este trato inhumano. La insalubridad, los accidentes y las enfermedades laborales se han extendido. Las leyes de mercado imperan en todos los rincones. El PCCh ha dejado de ser, hace rato, un partido popular, es una maquinaria al servicio del Estado y solo sostiene sentimientos patrióticos de defensa de la “nación”.
En 2015, China ya no pudo evitar sentir las consecuencias de la crisis mundial de 2007/8 y acusó grandes problemas productivos y financieros (devaluación, caídas de la Bolsa, baja en las exportaciones, retiro de capitales extranjeros, descenso de la producción). Esto los obligó a tomar medidas macro para parar el “contagio”. Una de ellas, la explotación de su mercado interno estimulando el consumo de la población insuflando capital estatal a tal fin. Ajustaron su funcionamiento a los organismos mundiales imperialistas (FMI, Banco Mundial, OMC). En cierta forma se acabó la centralización de la economía y se debió responder a la mecánica capitalista, a sus ciclos, a la ley del valor, a la globalización, etc. Se detuvo el crecimiento imparable.
Pero el vuelco al mercado interno solo se ha convertido en un buen deseo que se resiste a convertirse en realidad. Los salarios miserables siguen siendo fuente de rentabilidad para China y el resto del mundo, aunque ya se han abierto otros mercados con peor explotación (Etiopía, maquilas en Centroamérica y México). Hay una adicción al crédito bancario o financiero “en las sombras” que funciona para retornos de ganancia rápidos como es el caso de la construcción de viviendas. China como todo el mundo capitalista ha entrado en este juego especulativo que fue el detonante de la actual crisis mundial. El bajo crecimiento mundial y la nueva política de Trump les ha bajado las ventas en el exterior y con ello les ha generado sobre inversión que les ha bajado aún más la tasa de ganancia.
MALES CAPITALISTAS: baja de la Tasa de Ganancia
En los 90, China, que había inundado el mundo con sus mercancías baratas y de baja calidad, decidió, ante la competencia de los “tigres asiáticos” y de los privados en las zonas costeras de su territorio, dar un giro a su composición orgánica de capital. Entendió que su industria, de la época maoísta, se había construido en base a la acumulación de los factores de producción fijos más que en la productividad de los mismos. Para seguir compitiendo debía reciclarse. Los capitalistas extranjeros eran remisos a invertir en empresas sobre cargadas de maquinarias y de mucha mano de obra. La industria pesada ya había cumplido su fin y la ganancia era magra, había que “aligerar” las fábricas tanto de capital fijo y como del variable (obreros y salarios). Ahora, ya en el campo capitalista, lo que primaba era tener una Tasa de Ganancia atrayente; la transición del socialismo había “descuidado” la competencia para favorecer una estructura sólida, no dependiente, y una distribución favorable a los trabajadores.
Pero en una estructura social contradictoria (la restauración) las soluciones son contradictorias. El PCCh y su burocracia no podían enfrentar a las masas que “les daban poder y subsistencia”. Y no tuvieron otra alternativa que experimentar con “atajos”. ¿Cómo quitar de la noche a la mañana las grandes instalaciones fabriles y comenzar a despedir trabajadores donde la fábrica era una fuente de producción, de salarios y de seguridad social. Las reformas costaron muchísimo, vidas incluso. Aumentó la desocupación y el marginamiento, y con ello la inseguridad en las grandes concentraciones urbanas.
MALES CAPITALISTAS: crecimiento del capital financiero improductivo
El avance de la restauración ha implicado otro lastre; la baja de la tasa de ganancia hace que el capitalista no vuelva a reinvertir toda la plusvalía ganada, comienza a dedicar parte de ella a gastos suntuarios (ostentación de riqueza que ya se ve en la China actual), el “juego” en la bolsa con activos ficticios (del cual hasta se ha contagiado el pueblo común), inversiones de recuperación rápida como la construcción de viviendas, etc. El sistema bancario y bursátil se ha desarrollado, pese a las limitaciones primitivas, a pasos agigantados. El crédito se ha extendido en forma promiscua, sobre todo en una sociedad con una gran burocracia enquistada en el poder a nivel nacional, regional y municipal, con un alto grado de corrupción en su afán de enriquecimiento. Las obras y construcciones públicas son fuentes de retornos, principalmente los planes de vivienda. China no ha sido ajena la intensificación del crédito hipotecario, una de las causas de la crisis mundial 2007/2008. El shadow banking a que hiciéramos referencia antes, ha venido a solucionar los complejos trámites de préstamos en los bancos, estimulando negocios de ganancias rápidas pero de legitimidad dudosa, aceptando prestatarios con poca solvencia. Transacciones propias del capitalismo corrompido de la época de la globalización. China ya ha tenido varias burbujas estalladas, cracks financieros y corridas.
LA FALTA DE DEMOCRACIA, GRAN FALENCIA.
“El pueblo chino jamás conoció la democracia, ni siquiera la burguesa”, ha dicho la investigadora trotskista Virginia Marconi. La Revolución de 1949 no conoció ni atisbos de democracia formal; la Revolución Cultural (1965/68), tampoco. Ni siquiera en 1911 con Sunt-Yat-Sen, que solo cambió de fachada el Estado monárquico; en 1916/18, los “señores de la guerra” la desconocieron; en 1922, el PCCh recién fundado no hizo nada por esta reivindicación; y con la derrota del movimiento obrero y la burocratización de la III Internacional, mucho menos. Sin embargo ha habido grandes luchas para alcanzar la democracia: el movimiento de las “Cien Flores” (1956/57); en 1978/79 el Muro de Pekín que instaló el “Foro de la Democracia” (Diarios en las paredes), emulando la Primavera de Praga, en momentos de cierto “aflojamiento” de las prohibiciones entre 1976 y 1978. Eso se debió a la muerte de Chou-en-lai, l a declinación de Mao, el ascenso de Deng y la influencia de la “Banda de los 4”, que halló a la burocracia muy dividida en el ejercicio del poder. Las movilizaciones estudiantiles posteriores de 1986/87 y finalmente el levantamiento de Tiananmen de 1989, completaron este ascenso imparable que la burocracia debió aplastar violentamente. Era necesario ahogar en sangre este ascenso para que no impidiera la restauración capitalista.
Según algunos entendidos, en la década del 90 luego de Tiananmen y su derrota, surgió una ilustración “despolitizada” neutral frente a la política anti-democrática centralizada de la burocracia gobernante. Predominó una élite intelectual que no quería arriesgar su “status” y una clase media que terminó aceptando el régimen autoritario desarrollista-restauracionista. También habría habido una amplia población campesina y urbana fuertemente orientada a las necesidades básicas más que a las libertades políticas. En esta época, se fue creando, a la sombra del Estado y el PCCh, un estrato de cuadros que buscaron sacar provecho de las privatizaciones y la restauración capitalista, y una élite de políticos que buscaron permanencia, estabilidad y enriquecimiento a través de las reformas de la burocracia.
Últimamente, en Junio de 2017, Xi Jinpin, visitó Hong Kong al cumplirse 20 años del fin del dominio británico; iba en son de victoria, y se encontró con grandes manifestaciones reclamando que se mantuvieran las libertades democráticas y civiles que le habían arrancado al coloniaje. China desde la restitución de la isla ha pretendido rebajarlas para uniformarlas con las restricciones centralistas continentales (existencia de partidos, elecciones periódicas libres, libertad de prensa, derechos sindicales, etc.). Esto reclamos indignaron al “sátrapa” Jinpin quien contestó con una parada militar y un discurso violento donde reivindicó el régimen político único y discriminatorio de la burocracia de Pekín. Ha sido muy importante lo ocurrido por lo que significa Hong Kong luego del fin del colonialismo. Las masas de este enclave que han obtenido tan significativas conquistas de democracia formal, ahora se pretendía negárselas. La juventud, la clase media pobre y el movimiento obrero de la isla, son la garantía de esta lucha que es muy seguro contagie al resto de la nación china. No por casualidad Hong Kong ha sido refugio de muchos disidentes y escenario de grandes huelgas. Desde su territorio han intervenido numerosas ONGS que han apoyado luchas obreras en el continente, y promueven la sindicalización libre de los trabajadores chinos. Es muy posible que esto sirva en algún momento para el inicio de una gran revolución democrática anticapitalista en China.
EL PARTIDO COMUNISTA CHINO
Es una maquinaria de poder inspirada en el stalinismo casi desde su creación (1922). Mao fue uno de los artífices de esa concepción. Ya en la guerra revolucionaria antes de 1949 se trataba de un partido militar campesino sin democracia interior alguna. Hasta la muerte de Mao (1978) fue un instrumento al servicio de la burocracia gobernante y con ella se impuso una dictadura que no era la pronosticada por los clásicos marxistas destinada a desaparecer con el desarrollo de la revolución. El PCCh se ha confundido ya con el Estado. Hoy son la misma cosa. Su composición humana proviene de la burocracia que son funcionarios de la maquinaria estatal. Los altos cargos solo se alcanzan haciendo “carrera” administrativa, siendo un “premio” al poder que adquieren en sus áreas de influencia de gobierno ya sean nacionales, regionales, provinciales y municipales. El ingreso y el ser miembro llano solo se obtiene “sirviendo” a la política y los intereses de la burocracia en general. El pertenecer al partido implica “cambio de status” y categoría en la sociedad, un ascenso social.
Con el avance de la restauración capitalista creció la necesidad de transferir progresivamente el aparato productivo a una burguesía suficiente desarrollada, esta clase se ha ido construyendo a la sombra del Partido-Estado. La burocracia se sucede a sí misma en hijos y familiares que se forman en las universidades nacionales y se perfeccionaban en el exterior, en EEUU y Europa. Los méritos no han consistido en su labor social para reparar las desigualdades, sino en cómo se desarrolla la economía, las finanzas y el crecimiento exterior, que en esta metamorfosis se encarga de aumentarlas y perpetuarlas. La burocracia da por sentado que esto es una “condición especial de China”. Jian Zemín (Secretario General, 1989/2002; Presidente de la República, 1993/2003) decía: “Los países tienen diferentes condiciones nacionales y deben establecer y mejorar sus respectivos sistemas de partidos a la luz de sus realidades; por ello China, que tiene características especiales, estaría impedida de “adoptar una democracia, y es natural que la gobierne un régimen autoritario”. En los últimos tiempos el PCCh ha tenido un cambio de su composición social que es muy notable, incluyendo incluso empresarios.
UNA FALSA CONCIENCIA PARA JUSTIFICAR EL RÉGIMEN
La sociedad china ha tenido cambios importantísimos, las desigualdades han prolongado la división en clases, el PCCh no es popular, es elitista y ampara a ricos y privilegiados. La burocracia sabe perfectamente que estas diferencias traen la disconformidad, el enfrentamiento y la lucha. Ha habido contiendas democráticas reprimidas, la restauración trajo la lucha sindical. Saben, como clase dominante, que deben contar con instituciones, creencia o ideologías, que contengan y desvíen a las masas. Es por ello que en China se ha tolerado la difusión de creencias religiosas que pueden “adormilar” a las masas. Hay un renacimiento del confucianismo (doctrina de Confucio), utilizado por el mandarinato (clase letrada) en el antiguo régimen que veía con “bondad” un gobierno fuerte y centralizado gobernado por ellos. Es así que buscaban una sociedad “estable” descartando la posibilidad de enfrentamientos. Esta vieja doctrina resalta la lealtad a los gobernantes, la responsabilidad y la autodisciplina. La burocracia china ve que esta falsa conciencia les sirve para gobernar, difundida en los sectores atrasados, sobre todo en las zonas rurales o urbanas del interior, se le da vía libre pero con un control permanente. La clase dirigente China junto al crecimiento como potencia mundial quiere tener la “voz más potente” de extremo oriente, exige redefinir el término “modernidad” en clave autóctona: es lo que Deng decía “socialismo con peculiaridades chinas”. Al unísono han crecido algunas sectas budistas o taoístas que con un severo control también están haciendo uso de este opio de los pueblos. Hay intelectuales chinos que hablan de la necesidad de revitalizar todo esto y profundizar en el pensamiento occidental.
CHINA: ¿un imperialismo en construcción?
China se ha lanzado últimamente a una estrategia redoblada para efectuar inversiones en el mundo que van más allá de la simple comercialización de su producción. El desarrollo capitalista a que ha llegado esta nación le hace necesario aprovisionarse de insumos y materias primas necesarias para sus manufacturas industriales. Esta expansión incluye a casi todos los continentes. A su alrededor, en Asia, tiene al respecto una resuelta política regional militar y territorial muy agresiva apropiándose de riquezas marinas e impone la fuerza de su flota en esa área ocupando territorios isleños. Parten de la idea de que el mar de China es su mar interior y no una vía de navegación internacional. Construye instalaciones militares en archipiélagos deshabitados, islotes, peñones y arrecifes, donde otras naciones de la región reclaman o poseen soberanía. Hasta ha efectuado sondeos petroleros en la plataforma marítima continental de Vietnam y el este de Japón. En África se ha ido abriendo paso sin escrúpulos ni demasiados límites para conseguir petróleo, minerales y productos agrícolas, y no ha tenido miramientos en acordar para ello con dictaduras genocidas como las de Sudán y Zimbabwe, repudiados mundialmente. En América Latina ha adquirido vastísimas extensiones de tierra para extracción de minerales y petróleo o para la agro-exportación. Para ello se ha valido de compras, combinación con capitales nativos (joint ventures). De esta manera, China, si no explota directamente a los productores campesinos dependientes y trabajadores, lo hace indirectamente. (Venezuela-Cuenca del Orinoco-, Perú, Ecuador- Parque Nacional Yasuní-, Nicaragua – canal interocéanico-, Cuba, México, Bolivia, Brasil, Argentina, Chile, etc.).
Decio Machado (2014) dice que China genera una nueva dependencia, un neocolonialismo económico, no militar, y participa del fenómeno neo-extractivista, desindustrializador y reprimerizador de las economías periféricas. La actividad china no representa una actitud benévola o solidaria, al revés, promueven la reproducción ampliada de la dependencia imperialista. En el rubro financiero también se han aprovechado de las oportunidades: en Argentina se otorgaron swaps (valores de pago a plazo por compras futuras, anticipados, se contabilizan como reservas) por futuras compras; lo hicieron en época de CFK para reforzar las reservas argentinas exhaustas. Pero esto implica un compromiso de compra de mercancías a China en condiciones desventajosas para el prestatario.
Esta política, ¿Implica imperialismo? Las definiciones son abstractas, negativas, lo importante es analizar el proceso histórico, social y económico en que se da el fenómeno y luego sacar conclusiones. A todo evento, China quiere sentar las bases que requiere haberse transformado en una gran potencia para pesar en la política mundial. Tiene una dependencia creciente del suministro continuo de insumos para proseguir su proceso de acumulación para competir con el resto del imperialismo mundial. Esta militarmente en gran desventaja con EEUU; la productividad de su economía también es menor y lucha por superar a Japón y a la Comunidad Europea, y compite permanentemente con los Tigres Asiáticos y con India. Pero tiene a su favor una gran inversión en bonos de EEUU, la bomba atómica y un puesto con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Hoy libra una “guerra” comercial con Trump y EEUU que la limita y la preocupa. Todo esto es contradictorio. Hay un proceso cuantitativo pero todavía no tenemos un cambio cualitativo en este tema.
EL CONFLICTO SOCIAL
El papel de la mujer: La situación de las mujeres chinas no ha mejorado y persiste. Los derechos reproductivos aún están gravemente limitados debido a las normas draconianas sobre planificación familiar y quienes las incumplen, a menudo, reciben coerción y un trato cruel. Ha habido protestas sociales contra agresiones sexuales en el transporte público (hubo detenciones de manifestantes). Muchas activistas femeninas están detenidas, encarceladas o desaparecidas. Esta represión recrudeció con la llegada al poder en 2012 de Xi Jinpin, pero hay que destacar que esta discriminación de la mujer viene desde la época de Mao.
La mayor parte de la fuerza obrera que trabaja en las fábricas de industria liviana del sur son mujeres y ganan el 77% de lo que gana un varón careciendo de planes de maternidad y de salud. Trabajan de 12 a 15 horas diarias. El desempleo para ellas es del 60% en relación a los varones. En los planes de racionalización siempre se prioriza el despido de las mujeres. El 70% de los analfabetos son mujeres. Las niñas abandonan la escuela en tercer o cuarto grado, por que las escuelas son pagas y en el campo no están en condiciones de hacerlo. En las zonas especiales creadas para desarrollar el capitalismo las mujeres en un 70% constituyen la fuerza de trabajo. Las prefieren por que las creen “pasivas” y porque “resisten más horas de trabajo duro”. La mano de obra femenina sufre una triple discriminación y desventaja por ser pobres, mujeres y de origen campesino. A las mujeres no se les permite entrar libremente a la Universidad debido a que no existen muchos empleos calificados para ellas luego de graduarse.
En el PCCh, son muy discriminadas, solo constituyen el 25,7% entre los afiliados (datos 2016); en el Congreso Nacional son el 24,1% de sus miembros; en el Comité Central de 200 miembros solo hay 10 mujeres (5%); en el Politburó de 25 miembros, hay una sola mujer y en el Comité Permanente del Politburó de los 7 dirigentes con más poder, no hay ninguna.
La situación del movimiento obrero: La caída de la economía y la devaluación, acaecidas en 2016, han causado grandes efectos en la situación de la clase obrera china. Las huelgas y protestas contra despidos y recortes salariales han crecido exponencialmente. Se ha producido un empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Miles de empresas o cierran o se trasladan en busca de “mercados laborales más propicios y baratos”, miles de trabajadores pierden su trabajo. Esto es motivo de una ola de huelgas en los principales centros industriales del país. Algunos de ellos situados, al sudeste, alrededor del Río de las Perlas, cerca de Cantón y de Hong Kong, pero también en el Delta del Yangtsé, en el Norte, en Jilín, etc. En las grandes huelgas como las de la industria automotriz (Honda), como las del calzado (Yue Yuen, proveedora de Adidas, Nike, Puma Crocs), han surgido miles de activistas que se proclaman auto convocados. Pero todavía son débiles frente a la burocracia sindical del PCCh. La ausencia de la más mínima democracia gremial garantiza la estabilidad de esa dirección prostituida que responden a la patronal y no a las masas. Son ellos los que celebran los convenios colectivos, los que persiguen y delatan a los activistas, los que rompen las huelgas con matones y se montan en las luchas para evitar que se radicalicen. Xi Jinpin ha llamado a los obreros a mantener “la ley y el orden”, a defender el “orden social” y la “seguridad nacional”. Unos 20 activistas de la empresa Ansteel (Cantón, acero inoxidable) fueron detenidos en la huelga por “alterar el orden público” y se les acusó de “malversación de fondos”, allanaron los locales desde donde dirigían, secuestraron documentación y les negaron defensores.
Pero por abajo, los luchadores han advertido que van a hacer las cosas mucho más extremas, que incluso acudirán al bloqueo de carreteras. Es un proceso que las autoridades no logran detener y ya lleva varios años; millones de trabajadores que llegan del campo a las ciudades han comenzado a luchar por sus derechos. La característica clave de estas protestas es la movilización sostenida y organizada durante períodos de tiempo extensos. Los trabajadores han tenido que constituir desde el principio una organización informal con representantes elegidos por ellos que perduran por varios meses. Cuando más prolongada es la huelga se corren más riesgos. Las ONGS dedicadas a este tema facilitan experiencias y conocimientos de cuestiones legales a los organizadores, pero son los huelguistas la verdadera fuerza. La movilización y la solidaridad son factores esenciales en la resistencia a la policía y a la patronal. El trabajo de muchos años en una empresa, es una motivación moral y legal para tomar medidas y llevarlas a cabo.
Las huelgas contra la reubicación y cierre de fábricas dominan la manufactura. Los trabajadores chinos han recuperado la conciencia de sus derechos y su capacidad colectiva. La clase obrera emigrante ha lanzado una gran ofensiva contra los atrasos en los pagos, por el aumento de salarios, por la democracia sindical. Se ha conseguido la licencia por maternidad remunerada y la prestación por enfermedad. Esto indica el grado de conciencia alcanzado. La sucesión de movilizaciones forman a los trabajadores en nuevas tácticas incluso de representación y deliberación democrática y también de negociación. Esta conciencia y capacidad organizativa es desigual, varía por zonas y sectores. Las más desarrolladas se ubican en las regiones ya apuntadas, los deltas del Yangtse y del río de las Perlas, ellas contienen las más grandes empresas creadas luego de las reformas, las más tecnificadas y modernas. Aquí se centra la experiencia de aprendizaje más grande e importante en lucha de clases para el joven movimiento obrero chino
Desde 1990, la participación del movimiento obrero en el PBI pasó del 61% al 53% en 2007. En 2014 los obreros protagonizaron 1374 conflictos (2 veces más que en 2013 y 56 veces más que en 2007). En 2008, 20 millones perdieron sus empleos tras los cierres de fábricas por el descenso de la producción. La primera ola de luchas fue defensiva, pues los reclamos se limitaban a pedir las indemnizaciones legales, el pago de sueldos atrasados, y el cumplimiento con el depósito de aportes previsionales evadidos. A partir de 2010 la ola fue ofensiva para impedir los cierres y transferencias, los despidos, en unos casos, y aumentos salariales, en otros. La primera lucha enconada y persistente, luego ganada, fue contra Honda (automotor) de Guangdong (sudeste). Se obtuvo un aumento del 50%. Esto produjo la apertura de una nueva etapa de ascenso y comenzaron infinidad de reclamos y medidas de fuerza para lograr aumentos, mejores condiciones de trabajo, etc. Los incrementos de dos dígitos fueron la regla.
Los trabajadores de empresas estatales han estado en la retaguardia de las luchas pero algunos sectores de la administración pública se han comenzado a movilizar contagiados por el ascenso en la actividad privada. La vanguardia la han constituido los trabajadores migrantes. Hay 269 millones de migrantes provenientes del campo. Estos obreros jóvenes comenzaron a ser ocupados en la construcción sobre todo en la época de las Olimpíadas (2008) y luego fueron absorbidos por las zonas más desarrolladas de la costa. Con el tiempo se hicieron conscientes de sus derechos y no se conformaron con trabajos de 14 horas diarias por un salario miserable. Al pasar de la construcción con tareas de poca calificación, a tareas más complejas técnicamente de la manufactura moderna o de los servicios, ganaron en conciencia. Ahora ya no bajan la cabeza con tal de estar en la ciudad, ahora han aprendido a luchar. Pero todavía deben recorrer más camino. Los migrantes no tienen ninguna forma de seguro social (En 2013, solo el 15,7% tenía seguridad social, 17,6% plan de salud, 9,1% seguro de desempleo y solo 6,6% de las mujeres seguro de maternidad).
La desigualdad en China no ha dejado de crecer. De acuerdo a lo que ocurre en todos los países desarrollados del sistema capitalista, en esta nación, hoy lo que prevalece es la anarquía en la producción y la ley del mercado. Se reprime cualquier movilización en nombre de la “estabilidad”. Las reformas económicas permitieron el surgimiento de un nuevo proletariado aglomerado en gigantes concentraciones obreras en los nuevos bastiones industriales, y al mismo tiempo el cierre y la declinación de los viejos, asentados en la antigua economía planificada maoísta. Este proceso impactó con fiereza en la configuración de la clase obrera y sus luchas. Los hijos de la primera generación nacidos después de los 80 y que hoy componen el 60% de la clase obrera migrante, son los protagonistas del proceso actual. Se distinguen de sus padres en que no están resignados a soportar los abusos, bajos salarios y malas condiciones de trabajo que se le habían impuesto a sus antepasados. Su nivel educativo es más alto ya que el 67% terminó la secundaria. Este creciente desarrollo y poder de los trabajadores modernos tiene también que ver con el uso de las redes sociales y celulares. Internet les ha permitido enterarse del valor de su trabajo internacionalmente y compararlo con lo que se le paga, les ha abierto los ojos para ver cómo se vive en el mundo, y sobre todo enterarse de todas las luchas que se suceden en su país y en el mundo.
China, en fin, es una bomba de tiempo, bastará que se encienda la mecha por cualquier motivo para que una revolución se extienda por este continente, creemos que comenzará por estas luchas fabriles y por el reclamo de democracia política; el papel de Hong Kong vecino a la región del delta del río de las Perlas pueden influir en este proceso, de ser así se iniciará un nuevo proceso que superara a la revolución campesina de 1949.
Héctor A. Palacios
(Para completar y ampliar ver “China, de Mao a los Príncipes Rojos” Héctor A. Palacios, 2016)