Desde hace 6 meses el pueblo nicaragüense se levantó contra una nueva dictadura. Esta insurrección cívica nos recuerda la tradición revolucionaria que sigue encarnada en los cuerpos y las memorias de un país azotado por regímenes autoritarios, que guiados por la corrupción le han sumergido en la más absoluta miseria. Antes fue Somoza y hoy los Ortega-Murillo. Esa es la triste -y esperanzadora- realidad del pueblo nicaragüense en estos momentos: volver a luchar contra el fascismo. Es una pelea desigual, donde los muertos, heridos y desaparecidos los pone el pueblo; con la determinación de lograr una revolución definitiva.
Durante todo este tiempo hemos observado cómo la aparente estabilidad del país “más seguro de Centroamérica” se ha desmoronado frente a nuestros ojos. Nicaragua no es la misma después de abril. Frente a una economía en decadencia, un masivo desplazamiento forzado, personas exiliadas o que viven en clandestinidad, lo que quedaba de la revolución del 79 se desdibuja como una sombra borrosa. Los signos han cambiado; tristemente la bandera rojinegra que en otros tiempos fue símbolo de libertad y cambio revolucionario hoy solo representa el horror y la muerte, en oposición al azul y blanco que surge como símbolo de esperanza y resistencia.
Debido a la criminalización de la protesta y la permanente represión de la policía nacional y los grupos paramilitares, la población ha tenido que improvisar nuevas formas para manifestarse. Así, después de los tranques levantados en todo el país y las movilizaciones masivas, cada día se inventa un nuevo guiño, un símbolo, una canción, una consigna. Desde los grafitis, los globos azules y blancos y el labial rojo, cada pequeño detalle va resignificando los modos de seguir la protesta; cada una de estas pequeñas acciones nos eleva el espíritu combativo, mientras la organización social emerge con fuerza.
Son los sectores sociales organizados quienes actualmente promueven rutas hacia la democracia y la reconstrucción nacional post dictadura; los movimientos sociales, la juventud estudiantil, los colectivos feministas, el campesinado, los obreros a pesar del control burocrático de los sindicatos estatizados por Ortega, e incluso la militancia de base de sectores de la iglesia a contramano del Vaticano y las cúpulas. Todxs ellos son quienes deben asumir el gran desafío que conlleva la transición hacia la democracia plena, con una perspectiva antiimperialista y anticapitalista de fondo.
La lucha del pueblo nicaragüense, históricamente, ha sido una gota de esperanza para toda Centroamérica: una luz que demuestra que es posible derrocar a esos gobiernos explotadores, que pactan con los grandes capitales para extraer nuestros recursos y para los cuales la vida no vale nada. En este momento, cuando toda la región se enfrenta al peligro del fascismo, los pueblos del mundo deben tomar un rol activo sobre la situación de Nicaragua. Es urgente romper el cerco mediático y ayudar a visibilizar la situación gravísima que se vive en este país centroamericano. Desde Anticapitalistas en Red llamamos a tomar una postura clara y comprometida con los y las nicaragüenses en lucha. Exigimos por todos los medios el desarme de los paramilitares, juicio y castigo a los culpables de la masacre, y la renuncia inmediata de Ortega y Murillo como el primer paso para iniciar un arduo proceso de democratización nacional.
El labial rojo como símbolo de resistencia
Desde una insalubre celda en El Chipote, la activista y veterana feminista Marlen Chow decidió enfrentar su interrogatorio con sarcasmo e ironía. Frente a la figura del opresor, del torturador, Marlen optó por el ingenio como forma de protesta ante una situación tan absurda como peligrosa. Habían detenido a otras 37 personas ese mismo día por intentar protestar públicamente en contra del régimen Ortega-Murillo. La policía irrumpió de forma violenta minutos antes de que saliera la marcha. Se llevaron con uso desmedido de la fuerza a personas de la tercera edad, estudiantes, adultos, feministas y activistas autoconvocados. Marlen estaba presa junto a otras compañeras cuando se le ocurrió utilizar su labial rojo como una forma de burla contra la dictadura.
Sacó de su bolsillo el labial, se pintó los labios y lo pasó a sus compañeras de celda. Todas se pintaron los labios y esperaron la reacción de los policías. Acto seguido vino el interrogatorio.
-¿A qué organización pertenece? -le preguntó el policía- ¿a la CIA?
-Soy de la Asociación Nicaragüense de Mujeres Pico Rojo- le respondió Marlen Chow-
Los oficiales no esperaban eso. Están acostumbrados a intimidar en los interrogatorios. La actitud de Marlen y las otras compañeras los desconcertó. Este símbolo asociado a lo femenino trascendió rápidamente y se volvió un fenómeno viral en redes sociales tanto en Nicaragua como en el resto del mundo, miles de mujeres y hombres postearon sus fotos y se declararon parte de la banda del pico rojo; lo que de alguna manera también nos recuerda la forma ancestral en la que nuestros descendientes indígenas se preparaban para sus batallas y se pintaban los rostros con tintas naturales. Ayer y hoy, seguimos resistiendo.
De esta manera, y muchas otras formas, el pueblo nicaragüense ha dejado en claro que no está dispuesto a claudicar en su lucha, al contrario; aún a pesar de la tortura y la brutal represión cada persona seguirá en resistencia para burlar al poder, para luchar por la libertad y para encontrar un camino a la justicia.
Campaña de solidaridad internacional
Nuestro compromiso es informar a las demás organizaciones de lucha sobre la situación que se vive en Nicaragua. Sin embargo, entendemos que es necesario tomar acciones concretas más allá de la solidaridad verbal en redes sociales. Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para posicionar el caso de Nicaragua en los espacios de toma de decisiones de nuestros países y aumentar así la presión internacional que aisle a la pareja genocida Ortega y Murillo.
Que nadie se quede sin saber que en Nicaragua ya van 6 meses de terrorismo de Estado y que se han asesinado con balas de francotirador a más de 500 personas inocentes, principalmente jóvenes. El gobierno de los Ortega-Murillo se sostiene únicamente sobre la violencia armada y la producción masiva de muerte y prisioneros políticos; utilizando métodos fascistas para perpetuarse en el poder e infundir el miedo a la población. Pero la gente en Nicaragua está cansada del autoritarismo y ya tomó su decisión: ¡Ortega y Murillo se tienen que ir!
Desde Anticapitalistas en red y MST-Argentina estamos impulsando, junto a SOSNicaragua-Argentina y la CUDJ (Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia), una campaña internacional que busca no solo difundir la situación de Nicaragua sino también generar debates y acciones concretas sobre el proceso de lucha del pueblo nicaragüense. Buscamos acompañar y reforzar a la gente en resistencia que ha puesto el cuerpo durante estos 6 meses.
Para nosotros es fundamental visibilizar a los +500 presos políticos (entre los cuales 52 son mujeres, y que han sufrido torturas, humillaciones, mutilaciones, abusos sexuales colectivos y hasta abortos forzados). Los casos son bastante críticos, pues se encuentran en total indefensión y estado de vulnerabilidad frente a un sistema judicial viciado y dependiente de las órdenes del partido de gobierno. Las listas crecen escandalosamente todos los días, y es nuestro deber como defensores de la libertad visibilizar sus rostros, sus nombres, sus historias, para que no queden en el olvido, para que no venza la impunidad y no sean solamente cifras, sino seres humanos con derechos.
Les invitamos a sumarse a nuestras acciones y a hacer extensiva esta campaña permanente de solidaridad internacional con Nicaragua, porque creemos que las luchas en nuestro continente tienen un enemigo en común y que frente a eso tenemos que unirnos más allá de las fronteras.. Hoy más que nunca es necesario internacionalizar la mirada sobre la situación que viven los pueblos de América, poniendo especial atención en los países “atrasados” que enfrentan los mayores niveles de violencia y terrorismo de estado.
Ariana McGuire y Tito Castillo