El G20 emitió un documento final que supone incluso un retroceso en materia socioambiental. La mayoría de los países no se atreve a desafiar a Trump y ni siquiera mencionan el Acuerdo de París, y EEUU directamente rechaza cualquier mínimo compromiso. En esto, la crisis del capital no les da margen: requiere liberar a la ley de la ganancia el saqueo y la depredación. El G20 es una guerra declarada contra la naturaleza y la humanidad, sin exagerar.
Para que no queden dudas vamos a dar cifras, fundamento empírico. Los integrantes del G20 son responsables del 75% de las emisiones globales de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero. Hasta el 2015 esos países emitían casi 33 gigatoneladas de dióxido de carbono. Más del 40% del total corresponde a EEUU y China. Y desde 1988 a la fecha solamente 100 empresas capitalistas concentran la responsabilidad por casi el 70% del total de las emisiones. Exxon, Shell, BP y otras son las principales. En simultáneo, el pasado mes de octubre, el Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC) aprobó un informe que dice que “para limitar el calentamiento global a 1,5°C se necesitarían cambios de gran alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”. Ese nuevo documento plantea que para limitar el calentamiento global a 1,5 °C se necesitarían transiciones “rápidas y de gran alcance” en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. “Sería necesario que las emisiones netas globales de dióxido de carbono (CO2) de origen humano disminuyeran en 2030 alrededor de un 45% respecto de los niveles de 2010, y siguieran disminuyendo hasta alcanzar el “cero neto” aproximadamente en 2050. En contraste, los mandamases del G20 retroceden hasta del limitadísimo Acuerdo de París. En resumen: la cumbre de los contaminadores refuerza la irresponsabilidad capitalista y el curso al precipicio al que conducen a la humanidad.
CLACSO: la cumbre del extractivismo progresista
CFK explicó que el encuentro en CLACSO no era una “contra” cumbre. Es decir, que no se proponían rivalizar antagónicamente con el G20. Y desarrolló su tesis sobre “la unidad sin programa” para ganarle a la derecha neoliberal. La expresión más cruda de esa orientación fue la propuesta de unir “pañuelos verdes y celestes” en un mismo proyecto para gobernar. Por su parte, otro portavoz del espacio, el vicepresidente de Bolivia, García Linera, expuso largamente una explicación que respalda la emancipación “por etapas” del capitalismo extractivo. El razonamiento consiste en proponer primero capturar renta de las corporaciones extractivas y coexistir con las mismas, y “más adelante” salir de ese modelo. Los progresismos están en campaña para restaurar el ciclo político anterior. Se asientan en la polarización que provocan las derechas emergentes. Establecen como única estrategia “sacar votos para ganarles”. En esto, son explícitos: Kicillof transita medios de prensa explicando que “no piensan romper con el FMI y que de hecho cuando gobernaron no expropiaron a nadie y solo tuvieron una controversia con los fondos buitres”. CFK se reunió con banqueros hace pocos días. La confianza que apuestan a reconstituir más que con las masas es con el capital, dando señales de confiabilidad política. Estamos frente a un desplazamiento más a derecha de todo ese espectro político. Impugnamos esa propuesta. Lo hacemos cuestionando el planteo de cogobierno con lo peor de lo viejo y sobre la base de un balance en materia socioambiental categórico del ciclo anterior: su performance no amerita debate. Multiplicaron el extractivismo neocolonial en términos económico-políticos y depredador en el plano ecológico. En las calles promovemos la unidad de acción con todas las fuerzas políticas que rechacen la agresión derechista de Macri o del que sea. Pero como estrategia política de poder, a la coexistencia con las corporaciones, la Iglesia y la casta política le decimos: no, gracias.
Entre las “islas” no capitalistas, las experiencias locales y la unidad de acción como centro
Nuestro colectivo activó y fue animador de los debates en este campo en las jornadas de la Confluencia anti-G20. Nos tocó participar de un rico conversatorio que dejó planteadas visiones distintas. Por un lado, hubo voceros de una idea insistente que tiene anclaje en la concepción autonomista. Su fundamento es que en la medida en que no están dadas las relaciones de fuerza para confrontar al capital, se trata entonces de coexistir, pero construyendo espacios de autonomía presunta. Nosotrxs compartimos las experiencias sociales de resistencia en etapas defensivas, pero la estrategia de construir “islas no-capitalistas” como todo proyecto no lo compartimos, ya que asume resignadamente que no se puede suplantar el modelo del capitalismo por otro superador. Las experiencias de la coexistencia siempre terminan dependiendo completamente de las relaciones circunstanciales de fuerza. En el mismo sentido, el centro en lo local, en las causas parciales como toda estrategia y en los movimientos sociales como nuevo sujeto histórico, también lo discutimos: si no se elevan al plano de la política y disputan poder, los que definen son los contaminadores y extractivistas. Finalmente, desarrollamos una controversia interesante, aunque parcial con la visión del economista Claudio Katz, que insistió en una caracterización que presenta el panorama con la derecha ganando hegemonía -o cerca de lograrlo- y, por lo tanto, lo central es la unidad de acción y por lo tanto, el debate de proyecto político independiente es abstracto o para “el futuro”. Nuestra posición fue distinta a todas ellas.
Anticapitalismo y ecosocialismo del aquí y ahora
En el plano programático, tenemos coincidencias parciales con muchos de los colectivos e intelectuales que compartimos el espacio de la Confluencia. Sobre la necesidad de fijar como derechos la soberanía alimentaria y practicar la agroecología, prohibiendo el agronegocio; encarar un proceso de transición energética hacia limpias y renovables, superando la dependencia hidrocarburífera; recuperar los espacios públicos y verdes en las ciudades, contra la cementación especulativa, etc. Sin embargo, para garantizar esas medidas, esas causas, son clave las condiciones para una transición pos-extractiva y pos-capitalista en términos de relaciones de fuerza, sujetos sociales, políticos, tácticas y estrategias de poder. Nuestro programa propone medidas que cuestionan y son incompatibles con el capitalismo extractivo. Para garantizar agroecología y soberanía alimentaria, hay que expropiar a los pooles. Para ir a otro modelo de energía, lo mismo se impone con las grandes petroleras. Recuperar el derecho a la ciudad supone avanzar sobre las desarrolladoras inmobiliarias. Y todo exige empoderamiento social, democracia real, confrontación a la casta política, las burocracias sindicales, el clero, las empresas mediáticas. Vale decir: no hay programa ecosocialista sin anticapitalismo y un poder político nuevo, con otra orientación y asentado en la movilización conciente de masas con proyección latinoamericanista e internacional. Por eso, insistimos en la Confluencia y ahora: nuestro planteo es unificar el movimiento socioambiental e integrarlo a una convergencia en política con la izquierda que levanta un programa ecosocialista. Esta convocatoria está dirigida a colectivos, organizaciones y activistas de enorme valor militante como hay en las luchas contra el extractivismo. El MST y la Red Ecosocialista son un punto de partida para esas tareas y desafíos, una contribución a esa estrategia.
Mariano Rosa