El ex ministro de CFK publicó hace pocas semanas un libro que se titula «Y ahora, ¿qué? Desengrietar las ideas para construir un país normal». El amigo del Papa, hizo lo propio el año pasado, con un libro mezcla de ficción, crónica y manifiesto, que se llama «La clase peligrosa». Con este artículo nos proponemos cuestionar sus planteos fundamentales
Los dos son libros de campaña electoral. Tienen definiciones de fondo sobre los temas cruciales de esta etapa política del país: modelo económico, sujetos sociales, capitalismo, agenda feminista. Ambos son figuras gravitantes que operan desde una estrategia común de unir en un solo frente político todo el PJ con el kirchnerismo. A la vez, la razón de ser de los dos es influenciar un universo periférico al peronismo. Vale decir: no discuten hacia adentro del PJ o el partido de CFK, sino hacia sectores medios, hacia la juventud estudiantil y lo que podríamos denominar izquierda social. Por lo tanto, más allá de formas o envoltorios, lo interesante es cuestionar programas, orientaciones y balances políticos en tiempos de fuerte polarización en nuestro país.
Kicillof o el keynesianismo derechizado
Actualmente el ex ministro despliega una actividad que anuncia en una de las entrevistas del libro. Está recorriendo en estilo «Pepe Mujica», pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, en su auto con un par de militantes. Da charlas, convoca gente en plazas y presenta su libro. La cuestión es que las entrevistas de la publicación tienen definiciones muy importantes. Kicillof hace, por ejemplo, un balance del triunfo de Macri, y lo asocia a méritos comunicacionales de campaña de Cambiemos (Durán Barba) y derrota cultural del kirchnerismo («que no supo explicar»). Ni una sola palabra de la decepción de un amplio sector popular con las políticas de CFK, no con su discurso, y que por eso migró hacia el macrismo. Sobre las empresas de servicios privatizadas, es categórico: no se define por la reestatización, sino por «ser flexibles y no atarse a esquemas en cuanto a la propiedad». Traducido: co-gestión con los capitalistas del sector. La «patria del subsidio». Por otro lado, aunque desestima a Marx, y reivindica a Keynes, dice que en materia industrial a lo sumo «la tarea es agregar un poco de valor», pero la sustitución de importaciones del primer peronismo incluso, le parece imposible. Dos cuestiones claves más: el FMI y el capitalismo, en general. El ex ministro explica que el FMI tiene «un rol distinto a los 90» y que, por lo tanto, la clave es «pagar negociando desde otra posición de fuerza». Es decir: pagar deuda externa, sí o sí. El tramo dedicado al capitalismo es transparente. Kicillof dice: «Algunos escuchan ´fin del capitalismo´ y piensan ´ ¡qué lindo! ´. Dejalo al capitalismo donde está, tratemos de mejorarlo». En resumen: toda una concepción de consciente y resignada administración «no-neoliberal» del capitalismo, pagando deuda, manteniendo las privatizaciones y en defensa de un keynesianismo de muy baja intensidad.
Peronizando millenials
El libro de Grabois pretende ser una radiografía de los pobres y la pobreza. A lo largo del texto, intercala anécdotas y referencias tiradas de los pelos de autores marxistas, cristianos y referencias al Papa, claro. Todo el planteo de Grabois tiene una serie de definiciones muy categóricas:
* Dice que la suya como generación pos-2001 es pacífica, que del Che solo usa las remeras y que, en todo caso, no aspira a cambios abruptos.
* La «clase peligrosa», es decir, los pobres no tienen capacidad de sujeto independiente, sino de base social del peronismo dirigido por intelectuales orgánicos como el papa.
* La estrategia en economía es redistri-buir (planes sociales) y aumentar la capaci-dad de consumo de masas.
* Explica que el aborto y el anticapitalis-mo son planteos de la pequeñoburguesía, como el feminismo en general. Que a los pobres no los preocupa, ni moviliza.
Finalmente, es revelador un mensaje dirigido a la burguesía promediando el libro, que dice más o menos lo siguiente: ante el neoliberalismo que provoca luchas, y altera la paz social, nuestro proyecto es la alternativa a la radicalización de la juventud millenial. Antes que haya «revolución o células de Al-Qaeda» (sic), mejor nosotros, la unidad del pejotismo.
De conjunto entonces, estamos ante un planteo destinado a peronizar a la clase media que se radicaliza, y en especial, a la juventud más irreverente. Y una propuesta: para reemplazar a Macri hay que unir en un mismo rejunte burócratas, intendentes mafiosos y gobernadores pro-vida, para administrar capitalismo un poco menos semicolonial que Cambiemos. El de Kicillof y este son, más que dos libros, dos manuales de la perfecta resignación.
Nuestra plataforma: la izquierda como freno de emergencia
La metáfora es de un marxista alemán, Walter Benjamin. Él dice que las revoluciones más que «locomotoras del progreso de la historia» son en realidad, el freno de emergencia frente a la catástrofe a la que conduce el sistema. Pero para no caer en abstracciones y discutir lo concreto, digamos lo siguiente. Cuando levantamos desde la izquierda nuestra salida nos dicen más o menos lo siguiente:
* La deuda no se puede dejar de pagar, porque si no «quedaríamos aislados y la economía sería caótica».
* La privatizadas no se pueden reestatizar, porque «se caería el servicio, sería malísimo todo».
* Nacionalizar el comercio exterior «una locura, nos quedaríamos sin crédito».
Ahora bien, nosotros nos preguntamos: ¿pagando deuda no es un caos la economía? ¿Con los servicios privatizados no es ya «malísimo todo»? ¿Y con el sistema financiero extranjerizado actual quién se beneficia con créditos?
Para ir al grano entonces: las únicas propuestas realistas para una salida que asegure que la crisis la paguen banqueros y capitalistas, y no la clase obrera, las planteamos nosotros, desde la izquierda.
¿Para qué suspender el pago de deuda? Para tener recursos e inyectar en la economía real: plan masivo de construcción de viviendas para activar todo el circuito de la producción conectado a esa rama de la industria. Con los intereses de un año, 400.000 viviendas populares, 1 millón 200 mil puestos de trabajo directos y 600 mil indirectos. Resolveríamos así en meses la desocupación actual.
¿Por qué estatizar todo el sistema financiero? Para centralizar políticamente con otra orientación el ahorro nacional. Otra vez: inyectar en la economía productiva, no de especulación, ese enorme volumen de plata. Aumento general de salarios y jubilaciones. Aumento presupuestario en rubros decisivos: salud y educación.
¿Por qué rescindir contratos con todas las privatizadas, sin indemnizar? Primero, porque no cumplieron. Segundo, porque tuvieron super-ganancias. Y lo fundamental: porque esos resortes de la economía bajo control social de trabajadores y usuarios, permitirían planificar los servicios públicos como derechos sociales, incluyendo reinversión de lo que hoy se apropian como plusvalía los concesionarios, para mejorar el servicio.
¿Por qué prohibir los despidos por ley y repartir las horas de trabajo? Porque en política cada proyecto responde a intereses de clase antagónicos. Nosotros no vamos a subsidiar la ganancia capitalista, queremos proteger el derecho a trabajar y que alcance plenamente a todos los que estén en condiciones de hacerlo.
Estas tres medidas de emergencia, combinadas con eliminar el IVA y el impuesto al salario; y en política, legalizar aborto, eliminar subsidios a la Iglesia, democratizar la justicia, desmantelar el aparato de espionaje estatal y abolir los privilegios de la casta política, son una base para aplicar en serio, un freno de emergencia a la catástrofe que conduce el macrismo si sigue, o el pejotismo si gana las elecciones. Para asegurar derechos a la mayoría social. Para que gane la clase obrera, no los patrones. Porque somos una izquierda realista, que no pide ningún imposible:
lucha por una salida para toda la mayoría que trabaja (o quiere hacerlo). Una salida anticapitalista y socialista.
Mariano Rosa