Nicaragua: un año de insurrección, traiciones y desafíos

En Nicaragua se cumplió un año de la insurrección popular encabezada por la juventud y demás sectores sociales el 18 y 19 de abril de 2018. Un año de terrorismo de Estado, violencia y resistencia activa de la población. Pero también un año desde que el empresariado logró bloquear toda acción movilizada contra la dictadura. Con este artículo queremos balancea ese aniversario y plantear pendientes para los sectores que pusimos el cuerpo a la resistencia.

Ya se cumplió un año desde la rebelión iniciada en abril de 2018 en Nicaragua. Fue en su primer momento una insurrección popular volcada en las calles con perspectivas de echar al régimen. Muchos sectores sociales se unieron en una sola voz exigiendo la renuncia de Ortega y Murillo, justicia real para las víctimas mortales del terrorismo de estado, que hoy suman más de 500 según organismos de derechos humanos; y la democratización del país a todos los niveles. El pueblo nicaragüense pese a su dolor y su luto se mantuvo insurrecto contra sus opresores desde las formas más masivas hasta las más ingeniosas.

Durante el último año, la dictadura sandinista mostró su verdadera faceta. La que no tiene nada de izquierda, ni socialista, ni antiimperialista, donde prevalecieron sus pactos con el Fondo Monetario Internacional; aumentaron las concesiones y privilegios a empresas transnacionales gringas, chinas y rusas; consolidando un gobierno de consenso desde el 2007 con las cúpulas empresariales y así cristalizó en el poder una casta parasitaria con intereses económicos privilegiados por el Estado.

La población se cansó de tantos ajustes producto de la corrupción desenfrenada de las cúpulas del régimen. Ajustes que hambrean, limitan y niegan toda posibilidad de avance a la segunda sociedad más pobre del continente americano: la nicaragüense. La juventud que venía de dar la pelea para salvar una reserva ecológica amenazada por la depredación estatal, se puso rápidamente al frente de las protestas contra los ajustes del FMI. La juventud y el estudiantado en la vanguardia seguida por todos los sectores históricamente reprimidos: el campesinado, el movimiento feminista, y algunos bastiones de resistencia sandinista como lo fueron las universidades públicas, el barrio indígena de Monimbó, la ciudad universitaria de León, los barrios orientales de Managua, dimos los primeros pasos para desestabilizar las bases de este sistema represivo y opresor. El gobierno en defensa de sus propios privilegios, y para aplicar los planes del FMI apresó, mató y desapareció dramáticamente desde abril de 2018, y lo sigue haciendo hoy.

Funcionales a la dictadura: no nos representan

La Alianza Cívica (ACDJ), autoproclamada oposición política actual es ilegítima e incapaz de liderar un proceso de democratización real, que garantice la libertad absoluta de los y las presas políticas y la salida de Ortega-Murillo, para impulsar un proceso de justicia real con reparación integral y para la no repetición.  El “diálogo” con el régimen viene siendo el intento por pactar una salida con el gobierno criminal, sin provocar ningún cambio de fondo y que, en los hechos, desvía cualquier acción movilizada, y como en 2018, le vuelve a dar oxígeno al gobierno para ganar tiempo. Las Madres de Abril y el Comité Pro Liberación de presos políticos siguen demandando ser sus propias voces para la implementación de justicia real para asegurar la no repetición de los crímenes de lesa humanidad y el terrorismo de estado en Nicaragua.

Tampoco queda clara la representación estudiantil, obrera y campesina en la mesa; ni hablar de las garantías básicas exigidas por la población en general, la renuncia de Ortega-Murillo, y la liberación de cada preso y presa política. Nada de esto sucedió, pero sí la restauración de la mesa de negociación con la dictadura asesina, y la representación opositora con mayoría empresarial pactando a puertas cerradas.

¿Cuántos días más son necesarios para que liberen a estudiantes, campesinos, mujeres, compañeras trans, periodistas, madres y amigos que se encuentran secuestrados por el régimen en las cárceles siniestras de “La Modelo”, “La Esperanza”, “El Chipote”, o quién sabe dónde? Lo que el empresariado propone bajo la mesa es una salida pactada con la dictadura a través de la impunidad, para la instauración de una nueva etapa de negocios y “restaurar el clima de inversiones”. Buscan seguir explotando a los sectores más vulnerables, a los que trabajan, a los que buscamos la vida día a día y no tenemos privilegios.

Por eso, en este abril del 2019, lo que debió convertirse en la jornada de lucha organizada con movilizaciones masivas a un año de iniciada la crisis nicaragüense, se transformó en una serie de expresiones autoconvocadas del pueblo en resistencia en el contexto de la semana santa. Es así que las actividades religiosas de la efeméride, pasaron rápidamente a mostrar su profundo componente político. Esto muestra una contradicción central del proceso social y sus direcciones: mientras la población en resistencia busca espacios para manifestarse, la autoproclamada “oposición política” al régimen manifiesta su pánico a la movilización popular y su apelación a la buena voluntad de la dictadura asesina. Son sus intereses de clase los que prevalecen, no los del pueblo en esta orientación. Esta es la clave de la situación en nuestro país.

Retomar las calles, construir alternativa

Al pueblo de Nicaragua fuerzas le sobran para derrocar la dictadura, botar al régimen, quitarles los privilegios a los poderosos, y que emerja un gobierno de la mayoría. Es la desconfianza en esas direcciones, esas conducciones, en esos liderazgos pro-capitalistas dónde se encuentra la piedra que no deja avanzar en la conquista de todas las libertades y demandas de la población.

La verdadera oposición está en la juventud, en el cúmulo de golpes que ha recibido la población estudiantil, trabajadora, campesina, indígena y afrodescendiente. Por eso, la única salida para todos los sectores populares es retomar la movilización masiva, organizada y centralizada para conquistar todos nuestros derechos. Para que de verdad y por primera vez, los sectores de abajo, los oprimidos, los invisibilizados, la mayoría que nunca gobernó decida todo y nuevo rumbo para el país. Por eso proponemos una Asamblea Constituyente, Libre, Soberana y Democrática, para cambiar todas las reglas de la economía, las relaciones sociales y el sistema político a favor del 99 %. Para encaminar este proceso es fundamental, asumir una tarea urgente: construir una alternativa política que se anime a patear el tablero de la empresa privada, de los represores, de todo lo viejo que no nos representa. Hace falta el impulso de construirla a partir de los protagonistas de la resistencia, de quienes pusieron el cuerpo, de quienes han sido marginados y negados de oportunidades todos estos años. Que combata todas las salidas intermedias, reformistas y tenga un profundo contenido anticapitalista, democrático real y genuinamente socialista. Y cuya perspectiva no se limite a las fronteras nacionales, sino que se proyecte a toda la región de Centroamérica y el mundo, con un sentido altamente internacionalista. Desde Anticapitalistas en Red y #SOSNicaragua-Argentina levantamos esta estrategia para que la juventud y demás sectores en resistencia la tomemos en nuestras manos.

Elmer Rosales, Ariana McGuire 
Estudiantes nicaragüenses exiliados y militantes de Anticapitalistas en Red