Por Mariano Rosa
El proceso político en el país se encamina a un nuevo momento. El enorme activismo que militó el proceso de revolución y sus perspectivas. Sobre qué bases construir un nuevo proyecto en la izquierda de Chile.
El pacto firmado o avalado por toda la oposición parlamentaria y la derecha gobernante traslada las contradicciones al plano electoral. El rol de la izquierda parlamentaria: una ratificación histórica de su ubicación.
Las revoluciones ponen a prueba las políticas. En 1970-73 en Chile, el PS y el PC fueron bomberos de los cordones industriales y la autoorganización popular de las Juntas de Abastecimiento, opusieron el Parlamento y la conciliación con la burguesía a la autodeterminación independiente de las masas El MIR, desde la ultra, tampoco contribuyó: a los genuinos organismos de la clase obrera le alternativizaron sus artificiales “comandos comunales”, diluyendo a los trabajadores en “lo popular” y al servicio de su propia acumulación aparatista. En la transición del ’90, el PS y el PC otra vez activaron un acuerdo global con la burguesía y el pinochetismo para garantizar la impunidad del fascismo y sostener el capitalismo neoliberal. Así se llegó hasta acá.
Ahora en 2019, ante una impresionante acción de masas que cuestiona todo, que levanta Fuera Piñera y Asamblea Constituyente como forma de cambiar las bases del Chile capitalista, esta vez es el Frente Amplio y de nuevo el PC los que le salvan la vida al régimen político y la burguesía chilena. Pero hay una gigantesca reserva por la base del proceso: en la juventud seguro, en el movimiento feminista, en los pobladores, y también en la clase trabajadora. Todas las aspiraciones que movilizaron a ese bloque social van a ser defraudadas por un proceso limitado de reformas en tándem con la derecha y el ejército.
Nuestro pronóstico es que en Chile hay que prepararse para más lucha de clases, procesos de ruptura política y crisis. De hecho, a pocas horas de firmado el acuerdo “por la paz”, el FA se está rompiendo y en la base juvenil del PC hay debates. Crujen los aparatos reformistas y burocráticos, porque Chile cambió y entra en una historia nueva.
Romper con la democracia “carabinera” y el capitalismo neoliberal
Más allá de los pactos por arriba, la vitalidad del proceso de lucha y las demandas que lo provocaron siguen ahí, intactos. Nuestra hipótesis es que el acuerdo firmado por todos los partidos tradicionales, que incluye a la derecha pinochetista, va a impedir los cambios requeridos para dar respuesta a las banderas sociales que activaron la revolución:
- No más AFP, y sustituirlas por un sistema solidario de reparto. Implica declarar de utilidad pública los fondos de las administradoras, sujetos a expropiación sin indemnización.
- Educación pública, gratuita, universal y de calidad. Esta garantía supone condonar deudas y expropiar a bancos mercantilizadores de la educación, y suprimir todo subsidio estatal al negocio capitalista de la enseñanza privada.
- Terminar con la precarización laboral, repartir las horas de trabajo para asegurar el pleno empleo y reducir la jornada a 6 hs. Con salario igual al costo real de vida, indexable según la inflación real. Para asegurar estos derechos hay que abolir la rentabilidad capitalista, la apropiación parasitaria del esfuerzo obrero.
- La agenda integral del movimiento feminista: aborto legal, ley en violencia de género y presupuesto, Educación Sexual Integral con perspectiva de género. Es decir, erradicar todos los privilegios económicos y políticos del lobby clerical-patriarcal.
- Juicio y castigo a los asesinos de ayer y de hoy. Desmantelar todo el aparato pinochetista de represión y espionaje. Esto supone crear una verdadera comisión investigadora independiente, con las organizaciones de familiares, de DD.HH. y personalidades independientes del viejo régimen, que abran los archivos de la dictadura y contribuyan a terminar con toda la impunidad.
- Por otro modelo de desarrollo económico, independiente de corporaciones, saqueo y despojo, sin forestales ni megaminería, compatible con la naturaleza. Esto implica un cambio de raíz: expropiar a los grandes capitales y planificar la producción con la intervención de la clase trabajadora.
- Por el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios. Desmilitarizar sus territorios y reconocer sus reclamos históricos. Esto implica un Chile plurinacional, y expropiar a forestales y terratenientes.
- Desmantelar la democracia “carabinera”, de privilegios y represión. Abolir el Senado: sistema unicameral, con cargos electivos, revocables y con salarios equivalentes al de un trabajador calificado. Obligatoriedad de usar lo público de parte de todos los cargos de representación electos.
- Anular todos los TLC y demás pactos de sometimiento al imperialismo. Por una política internacionalista de cooperación solidaria con los pueblos de la región y el mundo.
Como se ve, el conjunto de reclamos que levantó la revolución en Chile tiene respuesta, tiene salida. Sin embargo, sí o sí implica confrontación anticapitalista y una transición hacia otra economía, socialista, y otro modelo político: una democracia real de la clase obrera y el pueblo.
Ni capitalismo con rostro humano ni “radicalizar la democracia”: otro sistema, otra fuerza política
La dinámica que explicamos antes, entre los reclamos del movimiento de lucha y las medidas para darles respuesta, plantean una necesaria conclusión: no hay ningún margen posible en esta etapa del capitalismo -ni en Chile ni en ningún lado- para reformas positivas que aseguren derechos duraderos. El capital busca superar su crisis explotando más a la clase obrera y depredando más la naturaleza: es una ley intrínseca. Y lejos de ampliar la democracia, la restringe: ante las masas que defienden sus derechos, para asegurar sus negocios reprime. Por eso el capital más que nunca tiende al despojo, la depredación y el autoritarismo.
El pacto consumado en Chile por todas las fuerzas tradicionales se asienta en las falsas ilusiones que sostienen el FA y el PC, que es posible “el capitalismo social, con rostro humano” o bien que hay que “radicalizar la democracia, para luchar mejor contra el neoliberalismo”. Son ideologías justificatorias de una estrategia: ser fuerzas políticas de izquierda en el marco del capitalismo y sus instituciones. Esa concepción los lleva a conciliar con la derecha, pactar con la burguesía y finalmente traicionar los procesos de movilización como el actual. Por eso las fuerzas más derechistas que operan en defensa del régimen no aceptan de forma “deportiva” el plebiscito más democrático: la fuerza de las calles. Y, por lo tanto, no hay conciliación posible con ellos. Hay que desalojarlos del poder mediante la lucha planificada, de masas, con autodeterminación por la base y coordinación para concentrar la energía en un solo golpe, en respaldo de un programa y una estrategia: un nuevo poder, basado en las organizaciones democráticas de la clase obrera y el pueblo. Para impulsar esta estrategia hace falta un proyecto de izquierda distinto al FA o el PC.
Internacionalismo del siglo XXI
El capital y sus fuerzas políticas operan en el campo internacional con una línea concluyente: dividir, agotar, bloquear. Todo al servicio de evitar un golpe mortal para las fuerzas del capital: la unidad de la clase trabajadora y sus luchas, con estrategia anticapitalista y socialista, por encima de toda frontera. Esa lucha tiene más vigencia que nunca. Todo el ciclo de los “progresismos” del 2000-2008 en América Latina fue desaprovechar una enorme oportunidad. Hubo condiciones económicas a favor y una gran fuerza social para orientar revolucionariamente, pero se optó por pactar con las corporaciones y sus socios locales.
La polarización social y política actual, el debilitamiento del imperialismo yanqui y las relaciones de fuerza que corroboran la vitalidad de las masas en todo el mundo plantean un nuevo ciclo de oportunidad para cortar el eslabón de la cadena de saqueo y despojo. La clave es un movimiento simultáneo para luchar por construir fuerza política con peso de masas y lograr tomar el poder en un país. Y a la vez, contar con una organización internacional dinámica que colabore en armazón político, en solidaridad militante, en apoyo efectivo y humano, para que el triunfo revolucionario se consume en algún país y lejos de encerrarse planificar una decidida orientación de “contagio” a la región y el mundo.
La Liga Internacional Socialista, que integra fuerzas revolucionarias de cuatro continentes, se construye en el proceso vivo de la lucha de clases a través de sus partidos, organizaciones y grupos nacionales. Contribuye, aconseja, orienta y apoya con campañas militantes la actividad de cada organización nacional, en un democrático y enriquecedor ida y vuelta. En Chile, ese trabajo en equipo de la LIS con el Movimiento Anticapitalista, a través de su partido argentino, el MST, es una prueba de la vigencia y la necesidad imperiosa del internacionalismo militante. El proyecto de una nueva izquierda en Chile tiene que incluir un activo internacionalismo en la formación de sus cuadros, militantes e influenciar con esa concepción a lo mejor de la vanguardia.
Una tarea de muchos y muchas: dar vuelta todo
La actividad de estas semanas ha sido intensa, vertiginosa. Nuestro grupo el Movimiento Anticapitalista, joven, se fogueó en las calles, en asambleas, cabildos y en las potentes huelgas generales que acorralaron al régimen. Conocimos muchos desatacados luchadores y luchadoras. Coincidimos en temas cruciales. Ahora, junto con seguir el proceso de pelea, en otra etapa del país, les queremos plantear francamente la necesidad de hacer una nueva fuerza revolucionaria, feminista, anticapitalista, ecosocialista e internacionalista.
Nos dirigimos en especial a las y los cientos y cientos que no aceptan el pacto por arriba de los responsables de los “30 años” y sus nuevos socios. A las y los cientos de activistas que simpatizaron con el Frente Amplio, y la revolución terminó de poner blanco sobre negro que no es más que una nueva frustración parlamentaria, sin más aspiración de sus dirigentes que ocupar una banca y codearse con la representación de la vieja política. No queremos renovar el régimen: luchamos por desmantelarlo. Sabemos que mucho activismo honesto, de izquierda y con aspiraciones revolucionarias, confiaron en el FA y ahora se cuestionan cómo seguir. A ellos y ellas, nuestro planteo: construyamos juntos una nueva herramienta tomando como punto de partida para discutir las causas y planteos que desarrollamos más arriba. Pero abiertos de nuestra parte al choque de ideas, al intercambio, a sintetizar posiciones para avanzar. Sin burocracia ni personalismos, apostando al libre debate de ideas.
Lo mismo en relación a la joven militancia crítica que conocimos en la base del PC. Que no comparten la orientación de esa dirección que al final termina siempre claudicando. Lo mismo: construyamos juntos una nueva referencia. Y por supuesto, a todos los grupos y fuerzas que reivindiquen las mismas banderas en la izquierda. Por nuestra parte, con pasión, con mucho optimismo renovado en nuestra clase, en la juventud, en nuestro pueblo, y en las ideas de un socialismo con democracia real que garantice derechos y emancipación, nos proponemos seguir construyendo. Vamos por otra historia para nuestro Chile. El de la clase obrera. El de la juventud irreverente. El del movimiento feminista. El de los pobladores en lucha. Vamos por todo. Que el cielo se toma sin pedir permiso. Para un gobierno de quienes nunca gobernamos: la clase trabajadora y el pueblo.
Ex Nueva Mayoría (PC-PS) y Frente Amplio
Los defensores de la institucionalidad capitalista
La revolución que estamos llevando adelante la juventud, las y los trabajadores y el pueblo de nuestro país no se detiene y ha logrado poner en jaque 30 años del régimen heredado de la sangrienta dictadura. Millones en las calles, asambleas, enfrentamiento a la represión y una gran claridad en los reclamos: Fuera Piñera y Asamblea Constituyente para terminar con el régimen. Pero no todas las fuerzas que intervienen en el proceso buscan desarrollarlo y fortalecer los mecanismos de participación directa y movilización. Algunas fuerzas, coherentes con su historia, buscan desde el primer día desviar la iniciativa política a las caducas instituciones. Otras, surgidas como lo nuevo, repiten el libreto de las anteriores, desoyendo la voz de las mayorías y conformes con su papel de “representantes” buscan a toda costa cerrar la crisis abierta en un acuerdo de cúpulas “gestionando” la voz de las calles desde sus bancas.
Frente a viejos y nuevos reformistas, desde la izquierda revolucionaria defendemos la iniciativa de las masas trabajadoras que han decidido terminar con este régimen de miseria, represión y entrega y lanzarse a la pelea por un país para el 99%.
El PC no sorprende
El Partido Comunista de Chile tiene de comunista lo que Piñera de sensible. Fue uno de los aparatos que garantizó la transición pinochetista que dio origen al actual régimen político, integrando gobiernos capitalistas como el de la ex Nueva Mayoría se dedicó a gestionar el Estado desde el punto de vista de la burguesía, sosteniendo la entrega de todo lo público a las corporaciones.
En el actual proceso de movilizaciones, desde los gremios y espacios que conduce y también desde sus dirigentes políticos su principal orientación es desmontar la movilización para llevarla al terreno de las instituciones. Primero evitó llamar a la huelga general el lunes 21-O, diciendo que “no están dadas las condiciones”. Luego convocó a la huelga el miércoles y jueves para retomar la iniciativa ante el desborde popular en las calles.
Nunca se alejaron del Parlamento y, luego de presentar una demanda constitucional contra Piñera por la represión, al final la dejaron de lado, para lanzar, en el momento de mayor movilización social y con asambleas surgiendo por todo el país, un llamado a plebiscitar la reforma constitucional el 15 de diciembre[1].
El Frente Amplio: progresismo light en tiempos de revolución
Como parte del descontento de años con los partidos del régimen, el Frente Amplio surgió en nuestro país prometiendo “una nueva política”. Apoyándose en las luchas estudiantiles de 2011 y en el comienzo de la agitación social de estos últimos años, una serie de partidos y grupos diversos, sobre todo surgidos del movimiento estudiantil y algún espacio escindido del PC, pusieron en pie un acuerdo electoral que sirvió de canal de expresión para un sector del movimiento de masas.
Pero rápidamente el FA hizo de la institucionalidad burguesa su hogar, rechazando incorporar a sectores de izquierda radical y la movilización como método de acción política. Por ejemplo, en el Parlamento votó los proimperialistas Tratados de Libre Comercio propuestos por el gobierno de Piñera.
Ante el inicio de la insurrección, el FA y el PC salieron a pronunciarse contra la “violencia”, señalando que “con saqueos, con incendios no se cambia Chile”[2] cuando justamente han sido los métodos de lucha callejeros y la movilización masiva los que abrieron el camino.
Para reacomodarse, impulsaron desde Unidad Social la huelga general del 23 y 24 de octubre, pero intentando desmovilizar el segundo día y priorizando la acción parlamentaria para sacar leyes-parche que aquieten la situación.
En medio de la represión y mientras salían a la luz cientos de casos de violaciones, desapariciones, torturas y miles de detenciones, propusieron el “diálogo” al nuevo ministro Blumel[3], avalando de hecho la farsa de recambio ministerial que Piñera intentó para cerrar el proceso. En igual sentido, Giorgio Jackson, uno de los líderes del FA, entiende que “la acusación del Presidente es algo que permite que, al menos, entiendan que tienen que medirse y controlarse”. Es decir, en el momento más álgido de la movilización, con el reclamo mayoritario de que se vaya Piñera, el FA entiende que a lo sumo debe “medirse y controlarse” al gobierno como si no bastara el cúmulo de violaciones a los derechos humanos.
La intención de “dialogar” se concretó rápidamente en un pacto para salvar a Piñera de la caída cuando estaba en su peor momento político, justo cuando la huelga general lo había arrinconado y obligado a aceptar la necesidad de cambiar la Constitución. En ese momento el FA firmó la rendición ante la promesa de un proceso que recién comenzaría los primeros meses del próximo año! Una verdadera estafa a la voluntad de lucha masiva expresada en las calles y además una bomba interna, ni siquiera consultada con la propia militancia de esa fuerza.
Una muestra contundente de que
los proyectos reformistas y electoralistas tienen límites muy concretos que no
están dispuestos a superar. Llamamos a todas y todos los honestos militantes de
estos espacios a romper con ese proyecto que demostró ser profundamente
conservador y antidemocrático, para construir una verdadera fuerza de izquierda
y revolucionaria en nuestro país.
[1] En la web eldinamo.cl, 5/11/19.
[2] Frente Amplio y PC refuerzan condena a la violencia, pero critican al Ejecutivo, en la web latercera.com/política, 29/10/19.
[3] Frente Amplio llama a Blumel a conversar y adelantan propuesta de plebiscito ‘que permita a la ciudadanía decidir los caminos’, en la web eldesconcierto.cl, 29/10/19.