Por Elmer Rosales, exiliado / Militante de la Liga Internacional Socialista
Una vez declarado pandemia, el nuevo Coronavirus contagia al mundo y se pone en manifiesto el estado decadente del sistema capitalista y sus regímenes. Desde su aparición en la ciudad de Wuhan, China, son decenas de miles los muertos en el mundo, y más de 300mil los casos de contagios registrados. Los números crecen exponencialmente no sólo por la virulencia del SARS-CoV-2, si no también, por los desguazados –o inexistentes- servicios y sistemas de salud pública. Vale decir que los gobiernos han puesto prioridad en las ganancias de los grandes capitales por sobre la salud y la vida de las mayorías, sumando la especulación financiera y las disputas económicas internacionales en torno al petróleo entre Rusia y Arabia Saudita en la OPEP.
Antes que el Coronavirus, la pandemia: Capitalismo
Diversas medidas se prueban en todo el mundo para paliar el avance de esta nueva cepa gripal y evitar su rápida propagación, desde cierre de fronteras nacionales, suspensión de actividades académicas, cuarentenas, estados de excepción y de emergencia por 2 semanas (el virus puede permanecer en el huésped por casi 30 días). Mientras los gobiernos sortean simultáneamente otra crisis más antigua: el descalabro económico internacional –abierto en el 2008 con el Crack Hipotecario estadounidense-.
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El gobierno italiano desestimó la emergencia y hoy ocupa el 1er lugar en casos letales. Merkel, la canciller alemana ha admitido que un 70% de la población germana terminará contagiada. Trump, cuyo gobierno ha decidido aislarse del mundo y prácticamente dejar a su suerte a millones de personas que se expondrán al avance del virus, desarrolla políticas para proteger a una minoría con sus empresas con un Wall Street en cuidados intensivos.
Chile con el sistemas de salud más privatizado en América Latina, avanza rápidamente al 3er lugar en casos confirmados en el continente en medio de una revolución popular sostenida desde hace 6 meses que cuestiona la represión y políticas neoliberales que han afectado derechos tan fundamentales como la salud, la educación y el transporte. El protofascista Bolsonaro, a pesar de las sospechas, ha decidido romper su propia cuarentena en una movilización oficialista luego que 8 miembros de su gabinete dieran positivo a COVID-19.
Por su parte en Nicaragua, los dictadores Ortega-Murillo aseguraron durante 1 mes que la pandemia no había tocado suelo nicaragüense, pese a que ya estaba en toda Centroamérica; y ordenaron al MINSA no tomar ninguna medida de emergencia nacional (como cierre de fronteras o análisis/cuarentena a personas que lleguen de las zonas de exposición). Fue hasta el 18 de marzo que la vice-dictadora anunció el “primer caso” en el país, sin embargo no decretó ninguna medida sanitaria, ni ley de emergencia para prevenir más contagios. Tampoco se ha destinado presupuesto para suplir y abastecer a todos los hospitales públicos de insumos básicos para la higiene y desinfección de todas las áreas. Muy por el contrario, el gobierno llama a marchas oficialistas “de amor en tiempos del COVID-19”, recibe cruceros con cientos de turistas europeos y está auspiciando actividades masivas turísticas en el marco de la “semana santa”.
Nicaragua: no basta rezar ni con medidas individuales, falta alternativa anticapitalista
Ante la negativa y el retraso irresponsable y criminal de la gestión Orteguista, y frente el avance de esta nueva pandemia, la población nicaragüense voltea su mirada a la Coalición Nacional. Los grandes capitales a través de sus administradores en las cámaras empresariales se encuentran representados por medio de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) en este frente electoral conjunto con la Unidad Nacional Azul y Blanco.
El 14 de marzo, la Coalición Nacional ante la inminente crisis, que se suma a la gestada en Abril de 2018 por las políticas ajustadoras y de represión estatal, emitió 15 de recomendaciones, entre las cuales reconocen que “El aislamiento social es una medida importante” y nos dice: “Evita salir si no es necesario.”. Sin tomar en cuenta que el 70% de la población económicamente activa se encuentra en la informalidad laboral, y al otro 30%, en especial a trabajadores de las privatizadas, no les suspenden labores con goce de salarios para cumplir el aislamiento social.
Leyendo entre puntos notamos que no sólo países avanzados sucumben a esta nueva gripe a razón de sus deficientes modelos socioeconómico y políticos; en Nicaragua la casta política de “oposición” se manifiesta con estas recomendaciones populistas que no cuestionan los privilegios ni las enormes ganancias de unas pocas familias por sobre la seguridad sanitaria de amplias capas sociales en el país.
Algo concreto: Vivimos hacinados. Es un hecho el hacinamiento en las fábricas manufactureras conocidas como zonas francas, en los calls centers, centro comerciales, escuelas y universidades, y en nuestro sistema de transporte público. Así como es contraproducente que se acapare y especule con todo el alcohol en gel y mascarillas disponibles, (porque no es factible detener el avance del virus si una parte concentra los productos de higienización, y una mayoría no accede a ellos) es contraproducente trabajar, estudiar y transportarse hacinados y llevar “una toallita para la agarradera del bus” no basta. China e Italia y el mundo lo demostraron.
Ahora bien, el empresariado nacional adscrito a la Gran Coalición posee una cantidad considerable de establecimientos de servicios de salud privados. Entonces no basta con criticar la deficiente situación de los hospitales públicos y centros de salud en todo el país, como lo son los menos 100 ventiladores mecánicos, necesarios para atender a los pacientes de coronavirus en cuidados intensivos; sino que se hace vital que den un paso más y pongan esos insumos en función de las grandes mayorías de forma inmediata. Es lógico pensar que la gran “unidad” y el patriotismo azul y blanco no deben dejarse sólo en el terreno electoral, sino demostrarse ahora más que nunca para evitar las muertes de miles de nicaragüenses por el COVID-19.
Algunas propuestas para un Plan Nacional de Emergencia…
- Las grandes ganancias, y las infraestructuras e insumos sanitarios privados deben considerarse de utilidad pública. Para ello control social para la utilización de todas infraestructuras disponibles para la producción y distribución nacional de forma gratuita de alcohol en gel, mascarillas y otros insumos necesarios, como camas, ropa de protección etc. Adquisición de respiradores mecánicos.
- Todo hospital abre sus puertas para combatir la pandemia, sin ningún tipo de discriminación. Integrar clínicas y laboratorios privados a un sistema único de salud pública. Control de los trabajadores de la salud a toda la red hospitalaria junto a la comunidad.
- Aumento equivalente al coste de vida a todo el personal sanitario que se enfrentará en primera línea al avance de COVID-19 en toda red hospitalaria, y de clínicas y consultorios privados. Incorporación a planta a todos los estudiantes de los últimos años de las carreras médicas y sanitarias con salarios igual a la canasta básica.
- Permiso laboral con goce de salario y adicionales para todos los trabajadores que no cumplan tareas de primera necesidad.
- Suspensión del pago de servicios de primera necesidad como el agua, la electricidad, la renta/alquiler, internet y de cualquier impuesto a toda las capas trabajadoras y precarizadas, durante dure la crisis mundial.
- Plan de emergencia para todas las personas en situación de informalidad laboral y de situación de calle, que contemple un subsidio equivalente a 3 salarios mínimos y exención del pago de alquileres y servicios básicos como el agua, luz, renta.
- Una amplia campaña informativa sobre los riesgos de este nuevo virus y concretar las medidas para hacer real la medida importante del aislamiento social. Tanto en los centros de trabajos como en los de estudios de todos los niveles. Ni los trabajadores ni el estudiantado somos ciudadanos de segunda o tercera categoría para garantizar las enormes ganancias para unos pocos.
- Para que el “aislamiento social” sea eficaz contra la pandemia es irrenunciable la realización de test masivos y análisis de muestras para encontrar los casos positivos y aislarles
…y algunas dudas, unas certezas
Con toda Centroamérica con casos positivos de coronavirus y los primeros casos públicos de la pandemia en Nicaragua se demuestra la voluntad política y económica de las grandes cúpulas empresariales que hoy se encuentran acaudilladas en la Coalición Nacional y la ACJD y que, artificiosamente dicen estar del lado de los pueblos que se levantaron contra el ajuste neoliberal y el represión estatal de Ortega y sus cómplices. Lo cierto es que demostrarán exactamente lo mismo como hace 21 meses cuando la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia le planteó 3 medidas concretas alrededor de un Paro General al sector privado para demostrar con certeza se enfrenta junto a la población contra el régimen de Ortega y Murillo, “sus antiguos” socios. ¿El paro? Nos lo deben. Que la crisis la paguen quienes más tienen. Una vez más nos darán la razón: no son nuestros aliados.
La autoorganización de trabajadores y
ciudadanía se vuelve clave, empezando en toda la red hospitalaria y de
clínicas, supermercados, tiendas de abastecimiento y los servicios de primera
necesidad. De nuevo queda demostrados que los trabajadores a quienes se ha decidido
precarizar con salarios irrisorios y persecución estatal serán quienes se
enfrente cara a cara a la pandemia.
Ahora es cuando, ante esta crisis mundial que evidencia la descomposición del
sistema capitalista y sus administradores, los gobiernos de turno, no queda
otro camino que la Organización de base de cada cuadra en cada barrio, y en
todos los niveles y sectores del país. Por un gobierno de quienes nunca
gobernaron.
Para obtener todo el pliego de reivindicaciones de los pueblos en Nicaragua en materia de democracia y justicia, para garantizar la salud y educación, así como el derecho al trabajo pleno y a salarios al coste real de vida, para asegurar la autodeterminación de los pueblos originarios y afrodescendientes, y los derechos de las mujeres y las disidencias, para enfrentar esta nueva pandemia y derrotar a Ortega-Murillo y su cogobierno con corporativizadas, pasa por cuestionar los privilegios de unas cuantas familias que concentran la mayoría de la riqueza que producen las capas trabajadoras nicaragüense, pasa por una alternativa anticapitalista. Hace falta poner en pie un nuevo proyecto político que luche por un gobierno de los que nunca gobernamos: los trabajadores, los campesinos, los estudiantes en conjunto con los sectores populares. Esta es la estrategia política que levantamos para construir una Nicaragua para las mayorías y no para unas pocas familias ni castas políticas ni económicas. Más que posible, necesario.