Ciclo León Trotsky: desde sus inicios hasta la Revolución Rusa

Compartimos la transcripción del primer capítulo del Ciclo León Trotsky realizado por nuestro compañero Alejandro Bodart en Panorama Internacional, el programa de la Liga Internacional socialista.

El 21 de agosto se cumplen 80 años del asesinato de León Trotsky. Panorama Internacional está presentando esté ciclo conmemorativo de su vida y obra que culminará en el acto internacional de la LIS que realizaremos el sábado 22 de agosto.

En esta edición, vamos a analizar los inicios de la vida política de Trotsky, esencialmente, cómo el joven militante Lev Davidovich Bronstein se transformó en el dirigente revolucionario León Trotsky.

Trotsky nació en Ucrania en 1879 en una familia de campesinos judíos acomodados.

Como tantos otros a lo largo de los años se radicalizó y comenzó a militar en la universidad.

Inicialmente atraído por las ideas populistas del movimiento narodniki, fue ganado para el marxismo por quien sería su primera esposa, Alejandra Sokolóvskaya.

Abandonó su carrera de matemáticas y se volcó, junto con ella y un puñado de jóvenes revolucionarios, a intentar organizar a los obreros de la ciudad ucraniana de Nikolayev.

Tenía 18 años cuando fue arrestado por primera vez. Pasó los siguientes dos años en diversas cárceles y fue condenado a cuatro años de exilio en Siberia. Una historia común entre los revolucionarios rusos.

En Siberia, tuvo dos hijas y se fue integrando a las redes de correspondencia clandestina del movimiento socialista ruso e internacional. Se hizo conocido como periodista, crítico literario y polemista político y lo apodaron “La Pluma” por lo bien que escribía. De viejo supo decir que siempre disfrutaba mirar un papel en blanco y llenarlo de ideas.

En 1902 logró escaparse de Siberia hacia Londres, donde estaba organizado el centro del movimiento socialista ruso en el exterior. Fue entonces que adoptó el seudónimo «Trotsky», tomando el nombre de uno de sus carceleros.

En Londres conoció a Lenin y se integró a la redacción de Iskra, la Chispa, la principal publicación de los marxistas rusos.

Durante una gira para recaudar fondos para Iskra, conocería en París a Natalia Sedova. Quien sería su segunda esposa y que lo acompañaría hasta su muerte. Con la cual tuvo otros dos hijos más.

En 1903, participó del II Congreso del Partido Obrero Social Demócrata Ruso, cuando éste se dividió entre bolcheviques, que significa mayoría en Ruso y mencheviques, la minoría.

La ruptura se dio en torno al tema aparentemente menor del primer punto del estatuto que definía quiénes se considerarían miembros del partido. Aunque esto desnudo un problema estratégico de vital importancia.

Los mencheviques proponían un partido laxo, tipo movimiento, donde cada cual tuviera derecho a hacer lo que quisiera y por eso consideraban miembro del partido a todo aquel que simplemente se dijese del partido, aunque no hiciera actividades ni se comprometiera a llevar adelante la política de la organización.

Mientras que, para Lenin y los bolcheviques, era indispensable un partido de militantes que se comprometieran a llevar adelante la política del partido, que hicieran de la revolución su profesión. Un partido conspirativo para evadir la represión constante de la autocracia zarista, donde se discutiera democráticamente todo, pero luego se actuara unificadamente en la lucha de clases.  Es decir, un partido centralizado y diciplinado para disputar el poder. Este fue uno de los más importantes aportes de Lenin a la lucha revolucionaria.

Trotsky estuvo entre los más críticos del modelo Leninista, que surgía por primera vez en debate, lo consideraba cerrado y burocrático, por lo cual quedó cerca de los mencheviques tras la ruptura. Aunque rápidamente rompió con ellos, ya que, en la cuestión más profunda sobre el carácter de la revolución en Rusia, tenía una postura más cercana a la de Lenin. Los mencheviques confiaban en que la burguesía tomara el poder y por eso no querían un partido de combate.

Rosa Luxemburgo, desde Alemania tenía una opinión parecida a la de Trotsky. Hasta agosto de 1917, Trotsky militaría como miembro del partido, pero por fuera de ambas fracciones y abogando por una reunificación. Entre comillas utópica.

Cuando estalló la revolución de 1905, Trotsky volvió a Rusia y se sumó al Soviet de San Petersburgo, el consejo de diputados obreros que dirigió la huelga general que dominó la capital rusa la mayor parte de ese año.

Su rol en el Soviet, del cual fue electo presidente con 26 años, y particularmente sus encendidos discursos en el juicio tras la derrota de la revolución, lo convirtieron en el referente más conocido de la izquierda rusa.

Desde ese momento en adelante, jugaría un papel protagónico en el movimiento revolucionario ruso e internacional.

Nuevamente fue preso y exiliado a Siberia, y nuevamente se escapó y exilió en Europa, donde trabajó de periodista y se involucró en los debates políticos de la Segunda Internacional de la que el partido ruso era parte, aunque el peso fundamental ahí lo tenían los masivos partidos social demócratas de Alemania, Austria, Inglaterra o Francia.

En la Il Internacional el debate central del momento se daba entre reformistas y revolucionarios.

Algunos de los principales dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán, como Bernstein y Kautsky, argumentaban que se podía llegar al socialismo a partir de ganar las elecciones e implementar las reformas que hagan falta desde el Estado burgués.

Rosa Luxemburgo encabezó el ala revolucionaria en la que se ubicaron tanto Lenin como Trotsky.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, los reformistas encabezaron la monumental traición a la clase obrera mundial que significo apoyar a las burguesías de sus países en la guerra imperialista.

Los revolucionarios rompieron con los partidos de la Segunda Internacional y realizaron una conferencia en Zimmerwald, Suiza, para defender la continuidad del internacionalismo marxista.

En su autobiografía, Trotsky recordó la ironía de que a 50 años de que Marx fundara la Primera Internacional, en esos momentos los internacionalistas cabían en 4 coches. Pero esa conferencia sembró la semilla de la Tercera Internacional que surgiría tan solo 4 años después.

A partir del balance de la revolución rusa de 1905, Trotsky desarrolló la primera formulación de lo que sería su teoría de la Revolución Permanente.

Los mencheviques sostenían, al igual que el marxismo europeo de conjunto, que como Rusia era atrasada, monárquica y feudal, lo que estaba planteado era una revolución burguesa en Rusia, como la francesa del siglo XVIII, dirigida por la burguesía, para lograr una república democrática, pero capitalista, y que el rol de los socialistas era presionar a la burguesía y defender los derechos de los trabajadores. Y que para eso no era necesario un partido como el que proponía Lenin.

Lenin en cambio, planteó que había un problema con esa concepción: que la burguesía rusa era tan dependiente del Estado zarista y del imperialismo europeo que no sería capaz de dirigir una revolución contra ellos.

Planteó que la revolución la encabezaría la clase obrera y los campesinos, y que entonces los socialistas tenían que construir un partido para la acción para dirigir la revolución.

Eso sí, como Rusia era atrasada y no había condiciones materiales para desarrollar el socialismo, el objetivo de la revolución igualmente sería el establecimiento de una república democrático-burguesa. 

Trotsky adoptó una tercera posición. Coincidía con Lenin en que la burguesía no podría dirigir la revolución, pero planteó que era ilógico pensar que los trabajadores iban a tomar el poder para luego entregárselo a sus verdugos, los capitalistas.

Aceptaba que el desarrollo económico ruso era insuficiente para construir el socialismo, pero planteó que la posición ortodoxa era dogmática.

Que se aferraban a un pronóstico coyuntural que había hecho Marx en su momento,

de que era probable que la revolución socialista empezara en los países más desarrollados como Inglaterra, Francia o Alemania, e ignoraban un tema mucho más importante: que el sistema capitalista es internacional, que si las condiciones materiales para la revolución socialista están maduras a nivel internacional, es secundario dónde comience.

Eso sí, si los trabajadores tomaran el poder en un país atrasado como Rusia, su éxito dependería de que la revolución rápidamente se expanda rápidamente hacia los países más desarrollados.

Según Trotsky la revolución en Rusia, dirigida por los trabajadores, no se detendría en las conquistas democráticas, tirar al Zar, sino que avanzaría hacia tareas socialistas.

No se detendría al tomar el poder en Rusia, sino que se tendría que expandir internacionalmente.

Tenía un punto débil la posición de Trotsky, que es que no respondía al problema concreto de qué tipo de organización hacía falta para dirigir una revolución en Rusia ni a nivel mundial.

Esto se resolvería en la revolución de 1917. La revolución de febrero termina con el zar y surgen dos centros de poder. El gobierno provisional de la burguesía, que recibió el apoyo de los mencheviques, e incluso de algunos dirigentes bolcheviques que se encontraban en Rusia como Stalin, Kamenev y Zinoviev; y el poder de los soviets obreros.

Cuando Lenin volvió a Rusia en abril, viendo que el gobierno burgués no sería capaz de cumplir con ninguno de los reclamos de la revolución, llamó a que los soviets tomaran el poder y a que no se detengan hasta expropia a los capitalistas.  En sus famosas tesis de abril, efectivamente adoptó la concepción de Trotsky.

A la vez, cuando Trotsky regresa al país en mayo, encaró de inmediato su incorporación, y la de los miles de obreros organizados con él, al Partido Bolchevique,

reconociendo que la organización que venía construyendo Lenin, era la necesaria para que triunfe la revolución obrera y socialista.

Desde entonces, el Partido Bolchevique fue conocido como “el partido de Lenin y Trotsky”, que serían los principales dirigentes de la revolución de octubre. Y la referencia junto con Marx de todos los socialistas revolucionarios.