Informe realizado en la emisión de Panorama Internacional del 26 de noviembre de 2020.
Por Alejandro Bodart
El 14 de noviembre el Frente Polisario que gobierna la República Árabe Saharaui Democrática dio por roto el cese al fuego con el Reino de Marruecos que rige desde 1991.
Para contextualizar la lucha actual del pueblo saharaui por su autodeterminación, queremos hacer un breve repaso de la historia de la colonización y descolonización del norte de África.
A fines del siglo XIX, el capitalismo europeo atravesaba la segunda revolución industrial.
Esta motorizó la mayor expansión económica de la historia e impulsó a los estados europeos hacia una feroz competencia mundial por el control de materias primas, mano de obra barata y nuevos mercados.
En unas pocas décadas, Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, las recién formadas Alemania e Italia, y más atrás España y Portugal, llegaron a dominar gran parte del mundo.
África fue repartida como una torta en la conferencia de Berlín de 1884 organizada por el canciller prusiano y arquitecto de la unidad alemana Otto von Bismarck.
En el norte de África, Francia se impuso en la mayor parte de la costa mediterránea y el Sahara, colonizando Marruecos, Argelia, Túnez y Mauritana.
El Reino Unido ocupó Egipto, recientemente independizado del decadente Imperio Otomano y también Sudan.
Italia conquistó Libia y España mantuvo su dominio del Sahara Occidental, al sur de Marruecos.
Como siempre, la opresión y explotación generan resistencia.
Ya en 1910, las colonias británicas del sur del continente se independizaron y formaron la Unión de Sudáfrica, aunque el Imperio Británico logró mantenerlas como dominios de la Corona.
Tras la Primera Guerra Mundial estalló una revolución independentista en Egipto y el Reino Unido fue obligado a reconocer el fin de su protectorado, aunque mantuvo el control del estratégico canal de Suez.
Sin embargo, fue al final de la Segunda Guerra Mundial, al calor del ascenso revolucionario que recorrió el mundo entero, que el proceso de descolonización despegó en África, así como también en India y sudeste asiático.
Libia fue la primera colonia africana en lograr su independencia. Tras la derrota de Italia, los aliados instalaron una monarquía relacionada a Arabia Saudita y que favorecería los intereses británicos.
El establecimiento del Estado de Israel en 1948 fue otro detonante del movimiento de masas en los países árabes.
El papel traidor que jugaron las monarquías de la mayoría de ellos los convirtió en blanco de una movilización revolucionaria en ascenso.
En 1952 un sector de jóvenes oficiales del ejército egipcio derrocó a la monarquía y adoptó una política anticolonial, nacionalista y pan árabe.
El nuevo gobierno dirigido por Nasser implementó una reforma agraria y nacionalizó industrias clave.
Sin embargo, lo que lo elevó como héroe del movimiento en la región fue la nacionalización del canal de Suez en 1956.
El año siguiente Egipto y Siria fundaron la República Árabe Unida y fuerzas nacionalistas pan árabes tomaron el poder también en Irak.
Nasser también apoyó a los rebeldes que venían luchando contra la ocupación francesa en Argelia, otro epicentro de la revolución anticolonial que atravesaba el continente.
La resistencia contra la ocupación francesa se había disparado tras la masacre de 45.000 argelinos en 1945 y había iniciado una lucha armada con guerrillas urbanas en 1954, cuando diversas organizaciones independentistas fundaron el Frente de Liberación Nacional.
En 1956, Francia le otorgó la independencia a Marruecos y Túnez para intentar evitar que se expandiera la rebelión.
El plan francés era conceder una independencia formal a sus colonias, instalando gobiernos dependientes y formando una comunidad económica como la Commonwealth que el Reino Unido tiene con numerosas ex colonias.
Pero ese plan fracasó cuando estallaron una seguidilla de rebeliones en 1960, en las que 17 colonias, 14 de ellas francesas, consiguieron su independencia.
Tras esta derrota, Francia redobló su guerra contra el pueblo argelino, pero la brutalidad de las masacres y torturas le hicieron perder el apoyo del pueblo francés, y la lucha tenaz del pueblo argelino no se dejó doblegar.
Derrotado, el gobierno de De Gaulle tuvo que reconocer la independencia de Argelia en 1962.
El nuevo gobierno argelino nacionalizaría las propiedades francesas y otras empresas clave de la economía e implementaría una reforma agraria, entre otras reformas progresivas.
En 1969 un sector nacionalista del ejército libio encabezado por Gadafi también tomó el poder allí e implementó un régimen similar a los de Egipto y Argelia.
Sin embargo, el nacionalismo pan árabe no rompería con el capitalismo, se limitó a reconstruir Estados burgueses y no resolvió los problemas de fondo de las masas trabajadoras.
Por eso terminaron decayendo.
La desilusión con el nasserismo en Egipto le abrió la puerta a sectores más de derecha del ejército y la dictadura de Mubarak que caería recién en la primavera árabe de 2011.
En otros países, como Argelia y Libia, los propios dirigentes nacionalistas se adaptarían a las corrientes dominantes del capitalismo imperialista, e implementarían brutales regímenes dictatoriales para mantenerse en el poder.
Y ellos mismos enfrentarían la ira popular de la primavera árabe.
El Sahara Occidental fue la última colonia europea en África.
España la abandonó recién en 1975, pero lo hizo en acuerdo con Marruecos y Mauritana, que inmediatamente ocuparon el país militarmente.
El 70% del territorio quedo en manos marroquies y el 30% restante en manos de Mauritania.
Parte importante del pueblo saharaui fue obligado a exiliarse a Argelia, donde aún viven en condiciones infrahumanas en campos de refugiados.
El pueblo saharaui, sin embargo, se levantó en armas por su autodeterminación.
Dos años antes se había fundado el Frente Polisario con el objetivo de luchar por la expulsión de España y lograr la independencia del Sahara Occidental.
Se fundó sobre bases nacionalistas pan árabes y socialistas y encabezó el levantamiento popular y la guerra contra las nuevas fuerzas ocupantes.
En 1976 el Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática.
En 1979 sus fuerzas triunfaron sobre Mauritiana, que se retiro del territorio que ocupaba, pero la guerra continuó contra Marruecos.
En 1981 el gobierno marroquí, una monarquía aliada al imperialismo español y francés, levantó el muro de la vergüenza a lo largo de 2500 km de desierto con fortificaciones y minas terrestres, dividiendo el país en dos.
Los combates duraron hasta 1991, cuando se firmó un alto al fuego en base a la promesa de Naciones Unidas de realizar un referéndum de autodeterminación.
Por supuesto el referéndum hasta la fecha no se ha realizado.
Al contrario, la ONU no ha movido un dedo más allá de las declaraciones, mientras Marruecos con el apoyo de España, Francia y la Unión Europea mantiene su brutal ocupación y saquea los recursos del pueblo saharaui.
De hecho, los países y empresas europeas son socios de Marruecos en numerosos negocios que explotan la pesca y el fosfato del Sahara Occidental.
Por ejemplo, la alemana Simens Gamesa tiene varias licitaciones del gobierno marroquí para construir parques eólicos en el Sáhara Occidental ocupado.
Los generadores que Simens ya tiene en el país abastecen de energía a las minas de fosfato que ubican a Marruecos como tercer exportador mundial del mineral, solo detrás de Estados Unidos y China.
Las pesqueras españolas también tienen un negocio enorme con Marruecos, que obtiene el 83% del pescado que exporta a Europa de aguas saharauis.
Pero la primavera árabe y la ola de rebeliones del año pasado, en particular la que estalló en Argelia, radicalizaron a una nueva generación de jóvenes saharauis.
Esta vanguardia ha provocado un cambio en la política del Polisario, abandonando la fracasada confianza en las negociaciones de la ONU, y encabezando una nueva ofensiva contra la ocupación.
La reciente violación marroquí del territorio saharaui establecido en el cese al fuego de 1991, para exportar los bienes saqueados por el paso fronterizo de El Guerguerat ha abierto una nueva etapa de la lucha.
Una movilización saharaui marchó al lugar y estableció un bloqueó del paso desde el 21 de octubre.
En la madrigada del 13 de noviembre el Reino de Marruecos movilizó a su ejército y reprimió a los manifestantes.
Esto llevó al Frente Polisario a dar por roto el alto al fuego, movilizar a sus propias fuerzas y declararse en estado de guerra desde el 14 de noviembre.
Desde la Liga Internacional Socialista venimos impulsamos una campaña internacional de solidaridad con el pueblo saharaui, en apoyo a su lucha por liberarse de la colonización marroquí y lograr su derecho a autodeterminarse.
Ante esta nueva situación y el peligro mortal del ejército marroquí, uno de los más armados de la zona, redoblamos nuestra campaña.
Llamamos a todas las organizaciones y personas de izquierda y democráticas de todo el mundo a rodear al pueblo saharaui de solidaridad; a repudiar la criminal ocupación colonial de Marruecos y a apoyar el derecho fundamental de la autodeterminación del Sáhara Occidental.