La muerte de Diego Maradona trajo consigo dolor y tristeza para un pueblo que hizo de él un ídolo y una leyenda de alcance mundial. Un D10S con contradicciones, de oro y barro, pero dios al fin. Pero su muerte también trajo muchos debates y hasta grietas, sobre todo en torno a su machismo, porque la cuarta ola feminista y la marea verde cuestionan todo, también a los ídolos, las leyendas y los dioses.
Por Micaela Escobar y Pablo Vasco
Hay dolor, llanto y sentimiento por quien le trajo a nuestro pueblo algunas de sus mejores alegrías. Como aquellos goles a Inglaterra en 1986, que aparte de magia deportiva fueron sentidos masivamente como una suerte de revancha por la derrota en Malvinas. Por eso hubo una Plaza llena. Porque dentro de la cancha él supo poner no sólo el cuerpo, sino también el corazón. Y lo puso también fuera de la cancha, en muchas causas justas.
Por su irreverencia y su antiimperialismo espontáneos, por su solidaridad explícita con muchos reclamos populares, por su apoyo a las Madres y Abuelas, por su presencia en 2005 en la contracumbre contra el ALCA, por sus críticas al oro del Vaticano y la lista podría seguir. Por eso nos da tanta bronca y repudio la represión de la policía y la improvisación irresponsable del gobierno con tal de hacer utilización política de la figura de Maradona.
No obstante, nada de todo eso que valoramos tapa sus peores aspectos: machirulo, negador de hijos y más. Imposible de ocultar. ¿Pero acaso hubo, hay o habrá algún ser humano sobre esta tierra que esté exento de contradicciones y claroscuros? Aquel cabecita negra salido de una villa, cebollita devenido ídolo mundial, vivió en medio de un sistema feroz y descompuesto, capitalista y patriarcal, que de todo hace negocio y fascinación del poder. Por eso Maradona también tuvo su foto con Menem o sus vaivenes en las internas de la AFA y la FIFA.
Por eso es lógico que en este país, que es uno de los puntales de la ola feminista, y encima muerto “el Diego” un 25N, día de lucha contra la violencia de género, surgieran ásperas críticas desde sectores feministas, sobre todo de pibas jóvenes que no vivieron o no están al tanto de su trayectoria. En ese contexto, y así como rechazamos todo endiosamiento, sea en este caso por fanatismo futbolero o nacionalista, nos preocupan las muestras de fundamentalismo de la llamada cultura de la cancelación, que es otra vertiente del punitivismo que criticamos.
¿Quién tira la primera piedra?
Sí, la leyenda del fútbol internacional fue un machista más. Hay en las redes sociales imágenes, vídeos y recortes de sus peores expresiones patriarcales. Teniendo fortuna, tardó años en reconocer a tres de sus cinco hijos y se dice que hay dos más. Y durante su vida tuvo algunas denuncias por violencia de género. Desde ya, quedan preguntas abiertas sobre si al respecto hubo o no alguna impunidad sostenida social y mediáticamente. Tal vez por eso, junto al pesar frente a su muerte, nos queda cierto dejo amargo. Pero sí, fue un dios que no es un dios porque dios no existe, sino una persona.
¿Significa entonces que debemos ignorar o minimizar estos cuestionamientos tan solo porque se trata de Maradona, el número uno del deporte más popular del planeta, querido por el pueblo? Claro que no. Al mismo tiempo, ¿a la hora de opinar sobre él debemos poner la lupa únicamente sobre sus conductas como hijo sano del patriarcado? Tampoco.
Es más: una de las frases preferidas de Marx era “Nada de lo humano me es ajeno”. Quienes queremos dar vuelta todo este sistema, las revolucionarias y revolucionarios socialistas, necesitamos ganar vanguardia y luego peso de masas. Y para lograrlo, nada de lo humano nos debe ser ajeno, menos aún si es masivo. Por eso es preciso alzar la mirada por sobre la vivencia personal e inmediata y tratar de interpretar, como un todo, no como una parte, las razones de un fenómeno social de tan alto impacto como la muerte de Maradona.
El artista y la obra
Nuestra perspectiva socialista y feminista nos ayuda a entender la realidad para transformarla. Esa praxis implica analizar y poner en palabras todas las contradicciones que este sistema intenta esconder y enfrentarlas. En otro plano, en los debates sobre Maradona, una figura tan reconocida, las contradicciones adquirieron niveles de controversia crispada, de grieta.
Es que sectores feministas más “radicales” desde hace tiempo promueven una práctica en las redes sociales: la cultura de la cancelación, que sólo ataca, escracha y condena ala persona más que a su conducta y a las causas de fondo que la originan. Ese equivocado punitivismo 2.0 no tiene nada de radical porque no plantea combatir la raíz del problema, que no es tal o cual persona así sea una figura sino el sistema capitalista y patriarcal que se beneficia de la opresión de género y por eso la sostiene. A la vez, la cancelación de Maradona, feministómetro en mano, es incomprendida o hasta sentida como un ataque por quienes están tristes por su muerte y, lejos de ayudar a la reflexión y al avance de la conciencia, refuerza las unilateralidades.
La clave radica en tratar de reconocer la contradicción de la propia realidad: despedir a un ídolo, admirado, sentido, sin por eso negar su componente machista. Así como el punitivismo pifia por completo el enemigo al pedir mayor castigo al violento como individuo, cancelar a tal o cual figura cumple la misma función inocua. La verdadera batalla es combatir a las instituciones que construyen y reproducen las falsas ideologías y las violencias concretas. A quien tenemos que cancelar es a este sistema capitalista y patriarcal, no al Diego que en todo el país y en el mundo despedimos con dolor, no al Diego que fue un dios humano de oro y barro a la vez.