Bielorrusia: Lukashenka intensifica la represión, el pueblo no se rinde

Por Jan Kryzhkevich

Recientemente, se ha observado una notable disminución en el número de participantes de las protestas callejeras en Bielorrusia. Las razones principales son el deterioro de las condiciones meteorológicas; una fatiga física y psicológica; los problemas financieros de los manifestantes; el miedo provocado por las represalias y la brutalidad de los efectivos antidisturbios, cuyo nivel estalló con nuevo vigor.

Así, el 8 de noviembre, la marcha de protesta «¡Por la Soberanía del Pueblo!» en Minsk, en la que participaron varias decenas de miles de personas, fue brutalmente dispersada casi desde su principio. Fueron detenidas y arrestadas unas 1.400 personas que estaban paradas con piernas separadas, manos arriba, de cara contra las paredes en los patios de las comisarías durante unas 9 horas bajo una lluvia helada. Muchos fueron brutalmente apaleados, algunos quedaron lisiados y trasladados a hospitales. Al menos una persona resultó herida de bala y ahora se encuentra en el hospital militar.

Además, el régimen comenzó a limpiar patios y barrios, cuyos vecinos expresan en masas su protesta contra el régimen de Lukashenka. Las fuerzas de seguridad practican activamente ataques y redadas, dispersan reuniones y conciertos pacíficos, irrumpen en apartamentos privados, realizan registros, apalean y detienen a los residentes y a sus huéspedes, destruyen los símbolos de protesta y los murales.

El 11 de noviembre, en el patio de su bloque de pisos, conocido popularmente como «La Plaza de los Cambios», fue golpeado y detenido un activista de la protesta, Raman Bandarenka, pintor de 31 años de edad, quien murió en el hospital tras ser golpeado aún más en una comisaría.

El asesinato de Raman sacudió a todo el país y provocó una nueva movilización. El 15 de noviembre, cerca de cien mil bielorrusos salieron a una marcha pacífica, condenando este nuevo asesinato y la represión bajo el lema «¡Yo salgo!» que fueron las últimas palabras que Raman escribió en el chat de su patio antes de ser asesinado.

Las autoridades respondieron con una crueldad aún mayor, palizas masivas, uso de granadas aturdidoras y cegadoras, gas, carros lanza aguas y balas de goma, detenciones, torturas y juicios. Más de 1.500 manifestantes fueron arrestados.

Para la marcha del domingo del 22 de noviembre «¡Contra el Fascismo!», los manifestantes eligieron una nueva táctica de protesta local. Decenas de miles de bielorrusos en Minsk y otras ciudades marcharon simultáneamente en sus barrios. Las columnas locales de manifestantes marchaban en diferentes direcciones, uniéndose entre sí, bloqueando carreteras y teniendo encontronazos con la policía. Las unidades policiales y militares no pudieron responder simultáneamente a todos los focos de resistencia y, al encontrarse en una minoría significativa, se retiraron a sus posiciones o abandonaron las zonas rebeldes. Volvieron a usar granadas aturdidoras, cegadoras y las de gas, balas de goma y otros equipos especiales. En total, unas 500 personas fueron detenidas en todo el país.

Además de las marchas generales los domingos, todos los lunes en Bielorrusia se organizan marchas de los jubilados; todos los martes, marchas de personas discapacitadas; todos los sábados, marchas de mujeres. La policía y el ejército están claramente cansados de este continuo maratón de protestas, que lleva más de 100 días. En las filas de las fuerzas de seguridad se notan confusiones y conflictos. A muchos policías les gustaría dimitir, pero temen el acoso de parte del régimen y sus colegas.

Debido a la creciente crisis política y económica, la principal tarea del régimen es el rastrillaje del campo de protestas en Bielorrusia antes de que llegue la primavera.

Por delante quedan los difíciles meses de lucha y una intensificación total de las represalias masivas.

Cuanto mayor y más fuerte sea la represión, mayor será el potencial de protesta del pueblo bielorruso

En el período del 9 de agosto al 23 de noviembre, a través del aparato represivo del Estado pasaron más de 30 mil bielorrusos que fueron sometidos a golpizas, torturas, arrestos, multas y despidos. Se han incoado más de mil procesos penales que implican de 5 a 15 años de prisión.

Al menos 6 personas han sido asesinados durante este periodo. Se desconoce el número exacto de personas desaparecidas. La Fiscalía y el Comité de Investigación recibieron más de 4.000 denuncias de acciones delictivas por parte de los agentes de las fuerzas de seguridad. ¡Hasta ahora, NO se ha incoado NI UN solo caso penal por los hechos relacionados con palizas, torturas y asesinatos!

Hasta ahora, Viktar Babaryka, su hijo Eduard, Maryya Kalesnikava, Siarhey Tsikhanouski y otros líderes de la protesta popular siguen detenidos en el Centro de Prisión Preventiva de la KGB.

Junto con las brutales represalias y las torturas de miles de detenidos, el régimen intentó utilizar la táctica de bloqueo de los barrios más activos de la capital. Así, en el barrio residencial Novaya Baravaya, al llegar el frío, el se cortaron agua fría y caliente, la calefacción e Internet, varias veces se apagaba la electricidad. Más de 15.000 personas permanecían bloqueados, con niños pequeños y ancianos enfermos.

Sin embargo, no se pudo aplastar e intimidar a los residentes del barrio. Todo Minsk acudió en ayuda a los bloqueados: los habitantes de Minsk traían agua sin parar, se les invitaba a lavarse y se les ofrecía residencia temporal en casas y apartamentos. El régimen de Lukashenka alcanzó un efecto completamente opuesto: los bielorrusos no se intimidaron y no se rindieron, sino se unieron y se solidificaron aún más. Transcurridos tres días, se levantó el bloqueo del barrio y las autoridades negaron públicamente su participación en el mismo, diciendo que los problemas surgieron como consecuencia de fallas en los sistemas de calefacción y suministro de agua.

Además, el régimen asestó un golpe al apoyo financiero de los manifestantes. Así, el 10 de noviembre, todos los bancos del país, en conformidad con la decisión del Comité de Investigación de la República de Belarús, bloquearon unas 600 cuentas bancarias de las personas que sufrieron violencia policial, a las que se les transfirió ayuda financiera de bielorrusos solidarios de todo el mundo. Según las fundaciones de ayuda mutua, el Estado se robó unos US$ 1.400.000 de las cuentas de personas físicas. Pero la ayuda a los bielorrusos no se ha suspendido: introducidos ciertos cambios, los fondos de ayuda mutua continúan recolectando dinero y enviándolo a sus destinatarios.

Es de destacar la lucha y solidaridad de los trabajadores médicos que, sin poder dejar de trabajar, salen constantemente a las acciones de protesta, por lo que se ven sometidos a arrestos y represión.

Aún en primavera, al estallar la pandemia, Aliaksandr Lukashenka, siendo un disidente apasionado de la COVID-19, dejó a los médicos, igual que a todo el país, a su suerte. Los bielorrusos, al darse cuenta del peligro de la situación, todos juntos acudieron en ayuda a los médicos en su lucha contra el virus. Miles de voluntarios juntaban dinero, compraban y suministraban mascarillas, respiradores y otros equipos de protección personal a los hospitales. Los restaurantes y cafés preparaban comida caliente para los médicos de forma gratuita, los hoteles privados proporcionaban habitaciones gratuitas para la recreación y el alojamiento, los taxistas no aceptaban pagos por el viaje y ayudaban a los médicos.

En agosto, los médicos fueron los primeros en afrontar las consecuencias de los disparos y golpizas a manifestantes, el acoso y las torturas de los detenidos, así como sus propias detenciones por cumplir con sus obligaciones médicas. Aun en la guerra, los médicos están protegidos por la Cruz Roja, pero no existen normas algunas para el régimen de Lukashenka. A los trabajadores médicos se les detenía cuando brindaban asistencia a las víctimas en las calles: fueron apaleados, arrojados a celdas de prisión, gaseados, burlados y torturados, junto con los demás prisioneros.

La comunidad médica reaccionó de inmediato ante estas atrocidades y la arbitrariedad absoluta de las autoridades. En todo el país se escucharon fuertes declaraciones públicas de los colectivos de los centros médicos y hospitales. Los médicos se han convertido en uno de los componentes más organizados de la resistencia popular.

En respuesta, Lukashenko declaró la guerra a los médicos, sin perdonar a nadie, independientemente de sus títulos y méritos, sin preocuparse por las posibles consecuencias trágicas para la población del país, utilizando los métodos y medios más viles. Así, por su posición cívica, fue despedido el profesor Aliaksandr Mrochak, un famoso cardiólogo, científico de renombre mundial, académico, doctor en ciencias médicas. Poco después, los desconocidos incendiaron su casa de campo, comenzaron a intimidar y perseguir a la familia del científico con amenazas anónimas.

Pero las autoridades volvieron a fracasar en sus intentos: los colegas no dieron espalda y acudieron en ayuda del académico, recaudaron dinero para restaurar la casa quemada, ayudaron todos juntos con las reparaciones y le apoyaron al profesor moralmente.

En su loca venganza contra todos y su deseo de intimidar a los médicos, el gobierno no se detiene ante nada. El Ministro de Salud emitió una orden que obliga a despedir a todos los trabajadores médicos que salen a las manifestaciones de protesta y no apoyan al régimen. Por ejemplo, fue despedida la directora del Centro Científico y Práctico Nacional de Oncología, Hematología e Inmunología Pediátrica Natalya Kanaplia, la principal oncóloga pediátrica del país, por negarse a despedir a los empleados que participaban en las protestas. Este es un caso escandaloso que está más allá del sentido común y las normas de la humanidad elemental.

Es significativo que el régimen de Lukashenka asesta un golpe a todo el sistema de salud cuando la situación en los hospitales, debido a una nueva oleada de pandemia, es realmente catastrófica.

Pero los médicos bielorrusos no se rinden. Trabajando en condiciones terribles, continúan luchando, apoyándose uno a otro y participando activamente en la lucha del pueblo bielorruso.

En la vanguardia de la lucha contra la dictadura, como siempre, se encuentra la juventud bielorrusa que sale sin miedo a las marchas de protesta, paros y acciones de solidaridad. Las principales universidades del país se han convertido en centros de resistencia juvenil. Las protestas estudiantiles se dispersan con una extrema ferocidad. Sus participantes son juzgados, encarcelados, torturados, expulsados en masa de las universidades. Más de 700 estudiantes ya han sido expulsados y han perdido la oportunidad de estudiar y trabajar en Bielorrusia. Además de los estudiantes, las autoridades persiguen a los profesores y a aquellos representantes de la administración de los centros docentes que expresan su apoyo a la protesta. Detenciones, arrestos, juicios y despidos sin posibilidad de empleo, esto es lo que aguarda a cualquier educador por la expresión pública de su posición cívica y apoyo al movimiento de protesta.

Pero el movimiento estudiantil está creciendo y desarrollándose, involucrando a nuevos participantes en sus filas, asumiendo nuevas formas y cualidades.

El acoso y la represión han afectado a muchos deportistas famosos que se han pronunciado contra la manipulación electoral y la violencia policial en el país. Los atletas han reaccionado creando la Asociación Libre de Atletas de Bielorrusia (SOS-BY) entre cuyos miembros la tres veces medallista olímpica, campeona mundial y europea en natación Aliaksandra Hierasimienia; medallista olímpica, campeona mundial y europea en atletismo de pista y campo – Nadzieya Astapchuk; campeona olímpica en biatlón Nadzieya Skardzina; campeón del Mundo y Europa en sambo Stsiapan Papou; el mejor centro del Campeonato Mundial de Baloncesto 2010 Alena Leuchanka y muchos otros atletas destacados de Bielorrusia. “La Carta Abierta de los representantes de la esfera del deporte de la República de Belarús que exige reconocer inválidas las pasadas elecciones presidenciales y aboga por el fin de la violencia policial y la liberación de todos los presos políticos” fue firmada por unas 1.200 personas.

Además, fue fundado el Fondo de Solidaridad Deportiva de Bielorrusia que brinda apoyo legal, financiero y asistencia en el empleo a todos los atletas y trabajadores reprimidos en esta esfera.

Así, a pesar de la creciente represión y brutalidad de las autoridades, los vínculos horizontales dentro de la sociedad siguen creciendo y fortaleciéndose en todos los niveles. Las actividades en los patios y barrios siguen evolucionando, ofreciendo nuevas formas de solidaridad y protesta. Los tés colectivos, conciertos, conferencias, exposiciones de arte y partidos de fútbol entre patios y barrios, a pesar de las amenazas y represiones, se han convertido en una rutina diaria en las ciudades bielorrusas.

Se están creando asociaciones y fondos de apoyo independientes. El movimiento de protesta bielorrusose está convirtiendo gradualmente de un fenómeno espontáneo y fragmentado en una sola fuerza organizada.

Huelga nacional

Casi todos los días, varios trabajadores, ingenieros o empleados de varias empresas anuncian su adhesión a la huelga nacional en el formato de una declaración oficial de participación personal. A pesar del número relativamente pequeño de trabajadores que se unieron a la huelga, su número sigue creciendo continuamente.

A la vanguardia de la lucha laboral se encuentran tales empresas como Hrodna Azot, Belaruskali, Planta Metalúrgica Bielorrusa, Planta Automotriz Bielorrusa, Naftan, Planta Automotriz de Minsk, Planta de Tractores de Minsk, Planta de Motores de Minsk, Planta Electrotécnica de Minsk.

Las represiones contra los trabajadores que se han sumado a la huelga siguen de inmediato. Lukashenka ordenó a que se despidan a todos los huelguistas sin derecho al empleo cualquiera. A los despedidos la administración les sustituye con rompehuelgas de otras empresas o contrata a los jubilados. Pero no siempre es posible sustituir a los despedidos por especialistas de calificación equivalente. Como consecuencia, el proceso tecnológico se detiene y ocurren accidentes. Entre los trabajadores que temen ser despedidos, pero no apoyan al régimen, es cada vez más popular y puede resultar muy eficaz la huelga italiana.

Las autoridades vaán aumentando la presión sobre los militantes trabajadores y los líderes de los sindicatos independientes. Así, el 13 de noviembre, cerca de Salihorsk, fueron detenidos 45 miembros del Sindicato Independiente Bielorruso, quienes fueron condenados por el tribunal a arrestos administrativos, multas y despidos.

A pesar de la represión y las amenazas, muchos trabajadores continúan abandonando los sindicatos amarillos. Debido a esto, Lukashenka ordenó establecer las organizaciones primarias sindicales en todas las empresas del sector privado antes del fin de año. De lo contrario, como dijo Lukashenka, estas empresas serán cerradas.

Desafortunadamente, los trabajadores de las grandes empresas públicas de Bielorrusia siguen siendo la parte menos activa del movimiento de protesta. Casi tres décadas de miedo y arbitrariedad, un sistema total de contratos de corta plazo (1 año) han dejado su huella en los colectivos laborales que han perdido a los representantes más activos y decisivos de la clase obrera. Si en agosto hubo un fuerte aumento en la actividad de los trabajadores, hoy reina la falta de fe en el éxito de la protesta y un clima de desesperanza en la mayoría de las empresas bielorrusas. Sin embargo, junto con el deterioro de la situación económica en el país, se espera un aumento del descontento y nuevas protestas de los trabajadores.

Por lo tanto, ahora la esfera más importante dentro de las actividades de los activistas del movimiento obrero es la organización del trabajo educativo en los colectivos laborales de las grandes fábricas y plantas.

El colapso del poder vertical de Lukashenka

La protesta pacífica de los bielorrusos sigue destruyendo la vertical del poder en todos sus niveles. Más de 500 empleados dimitieron voluntariamente del Ministerio del Interior y de la Fiscalía por su desacuerdo con la ejecución de las órdenes ilícitas. Son tan sólo las personas conocidas lo según los datos del Fondo de Solidaridad Bielorruso (BYSOL) que brinda asistencia financiera a los despedidos.

Van dejando sus cargos y cargos los empleados de la Presidencia, diplomáticos, militares, trabajadores de la ciencia y la cultura, profesionales en diversos campos de actividad. La escasez del personal empieza a afectarlo todo. Por ejemplo, el 19 de noviembre, las personas que no tienen nada que ver con el trabajo diplomático fueron nombradas para los puestos de embajadores en Armenia, Azerbaiyán y China: el ex Fiscal General, el ex Ministro de Defensa y el ex Presidente del Comité Aduanero Estatal. Un profesor de matemáticas que no tiene absolutamente nada que ver con la cultura ha sido nombrado ministro de cultura.

Un sistema donde la obediencia y la lealtad a la autoridad se valora más que la competencia y el profesionalismo no puede funcionar con normalidad y está condenado a la destrucción. Cada vez más, los bielorrusos se enfrentan a la aparente incapacidad de las autoridades para organizar un trabajo de calidad en casi todas las esferas de la vida del país. Así, el lanzamiento solemne de la nueva Central Nuclear que se llevó a cabo el 3 de noviembre finalizó con el hecho de que al día siguiente la central dejó de generar electricidad por falla del equipo de transformación y medición. La pomposa apertura de una nueva línea del metro de Minsk se vio ensombrecida por la rotura de escaleras móviles y puertas automáticas. La sustitución de los trabajadores despedidos en la Hrodna Azot por rompehuelgas provocó un accidente y el cierre de esta importante empresa química. Se pueden citar muchísimos ejemplos de incompetencia y estupidez de las autoridades.

El régimen se va degradando cada vez más rápido, las contradicciones se agudizan y adquieren un carácter antagónico irreversible.

Endurecimiento de la dictadura

El régimen de Lukashenka se basa únicamente en la fuerza militar y el apoyo financiero del Kremlin. En el país prácticamente se ha establecido una dictadura militar: falsa, cínica y despiadada.

Desde el 1 de noviembre, la entrada de los extranjeros e incluso ciudadanos de Bielorrusia en el país está oficialmente cerrada (violación del artículo 30 de la Constitución de la República de Belarús). Están prohibidas cualquier reunión, manifestación y huelga. Están prohibidos los símbolos de protesta. En su lucha contra los colores blanco-rojo-blanco, las autoridades repintan todo lo que pueden, incluso tanques con sustancias inflamables, en las que las rayas blancas y rojas indican el peligro de incendio. Se están destruyendo macizos de flores con plantas blancas y rojas. Para el Año Nuevo, serán prohibidos los Papás Noel de colores blanco y rojo, las guirnaldas navideñas y otras decoraciones en estos colores. Pero sobre todas las cárceles y furgones penitenciarios de Bielorrusia hoy undulan las banderas de color rojo y verde como símbolo de la aterradora locura del régimen actual.

Ni el Occidente ni el Oriente les ayudarán a los bielorrusos

Las esperanzas de los bielorrusos que protestan relacionadas con el apoyo de la comunidad internacional no se hicieron realidad. El 1 de noviembre, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (el máximo órgano de derechos humanos) aprobó los esfuerzos de las autoridades bielorrusas en el respeto de los derechos humanos. Según la UN Watch, 51 de los 92 Estados miembros del Consejo de Derechos Humanos (el 55 por ciento) aprobaron con satisfacción los logros de Bielorrusia en el campo de los derechos humanos. Entre los que aprobaron las acciones del régimen de Lukashenka se encuentran 36 Estados que tradicionalmente apoyan los regímenes represivos, y 15 Estados que consideraron posible dar una valoración positiva a algunos de los logros de las autoridades bielorrusas.

El Vaticano también se mantuvo fiel a sí mismo como cómplice de regímenes autoritarios. El 3 de noviembre, el nuncio apostólico en Bielorrusia presentó sus cartas credenciales a Aliaksandr Lukashenka. Y esto a pesar que al arzobispo de la Iglesia católica en Bielorrusia, Tadeusz Kondrusievicz, que se opone activamente a la violencia y a las torturas, las autoridades le han prohibido la entrada en Bielorrusia y prácticamente le han privado de su ciudadanía bielorrusa.

Además de Rusia, el régimen bielorruso fue apoyado por China, Venezuela, Nicaragua, Siria, Turquía, Israel, Japón, Azerbaiyán, Armenia, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kazakstán, Kirghizistán, Moldavia, Bangladesh, Camboya, Namibia, Pakistán y la Orden de Malta.

 Perspectivas políticas

En torno a Sviatlana Tsikhanouskaya, que ganó las elecciones presidenciales en Bielorrusia y fue expulsada del país, se formaron el Consejo de Coordinación y la Dirección Popular Anticrisis, sobre cuya base se van formando autoridades alternativas. La influencia de estas organizaciones en la protesta es bastante hipotético. Al mismo tiempo, la autoridad y la ránking de Sviatlana Tsikhanouskaya que ingresó a la política después de que su esposo, Siarhiey Tsikhanouski (potencial candidato a la presidencia), fuera arrestado y arrojado a la prisión de la KGB, es bastante alto.

Por el momento, la protesta bielorrusa no ha adquirido subjetividad política. Los manifestantes no confían en ningún partido político oficialmente registrado en el país, lo que abre una buenas oportunidades para la implementación de nuevos proyectos políticos. Especialmente para el movimiento de izquierda, cuyas ideas son cada vez más demandadas no sólo en Bielorrusia, sino en todo el mundo.