Por Vicente Gaynor
Terminó el 2020, pero la pandemia de Covid y la crisis económica y social que atraviesa el mundo no tienen fin a la vista.
Según números oficiales, ya se superaron los 103 millones de contagios en el mundo y 2,25 millones de personas han muerto por el Covid. Y aunque se han desarrollado varias versiones de la tan esperada vacuna, el virus no para de expandirse.
Diciembre y enero fueron los meses de mayores contagios a escala mundial, con promedios semanales superando los 500.000 casos nuevos por día y llegando a récords diarios de más de 800.000 casos nuevos. De igual manera, las muertes por Covid siguen creciendo, con récords que superaron las 16.000 muertes diarias el 22 y el 28 de enero.
La nueva Gran Depresión
La profunda crisis económica que se venía gestando previamente a la pandemia y que fue dramáticamente precipitada por la misma, tampoco da señales de recuperación.
Como sentenció el Banco Mundial en su informe de Perspectivas económicas mundial: “La COVID-19 ha desatado una crisis mundial sin precedentes, una crisis sanitaria mundial que, además de generar un enorme costo humano, está llevando a la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial”
Como siempre, el capitalismo descarga la crisis sobre los trabajadores y los pobres, resguardando sus fortunas. Incalculables millones de personas quedaron sin trabajo o con sus ingresos drásticamente reducidos. Encuestas realizadas por el Banco Mundial indican que más de un 30% de las empresas redujeron las horas de sus trabajadores; un 35% redujo salarios y un 20% despidió trabajadores.
Por supuesto, los más golpeados han sido los más vulnerables, los millones de trabajadores precarizados y de la economía informal, que en muchos casos quedaron sin posibilidad de trabajar durante meses. El resultado ha sido un inédito salto en la pobreza extrema a escala mundial. Según el resumen anual del Banco Mundial, 2020 es el primer año en una generación que marca un aumento en la cantidad de gente que vive con menos de 1.90 dólares por día: “este año la COVID-19 ha empujado a 88 millones de personas más a la pobreza extrema, y que esa cifra es apenas un punto de partida. En el peor de los casos, podría llegar a 115 millones”.
La ilusión de la vacuna
Se suponía que la vacuna llegaría para a salvarnos y restaurar la “normalidad”, pero el año nuevo no llegó con noticias de vacunaciones masivas y expeditivas, sino de nuevos rebrotes, nuevas cuarentenas y problemas, desigualdades y demoras imprevistas en la producción, distribución y aplicación de la vacuna.
En primer lugar, los países más ricos han acaparado una parte importante de las vacunas. Estados Unidos y Reino Unido tienen compradas suficientes dosis para el doble o triple de su población, y Canadá lidera el ranking con suficientes dosis para vacunar a su población cinco veces.
Como reporta Oxfam, “todas las dosis de Moderna y 96 por ciento de las de Pfizer/BioNTech han sido adquiridas por países ricos”, y aunque Oxford/AstraZenca se ha comprometido a destinar 64 por ciento de sus dosis a países “en desarrollo”, la mayor parte de sus acuerdos se están firmando con países grandes como China e India. Salvo algunos casos como Argentina que pudo comprar pequeñas cantidades de la Sputnik V rusa, el resto del mundo queda a la espera de repartirse el pool de vacunas del programa COVAX de la OMS, que recién comenzaría a funcionar este mes.
Más allá de las desigualdades, toda la producción de vacunas solo alcanzaría a una pequeña proporción de la población mundial a lo largo de 2021. Según el Wall Street Journal, para fin de año sólo se alcanzaría a vacunar al 10% de la humanidad.
2020 II?
Esto echa por tierra las esperanzas cultivadas por gobiernos y medios hegemónicos de una vuelta a la “normalidad” prepandemia. Todo indica que el año que comienza se va a parecer en más aspectos de lo esperado al año que pasó: nuevos rebrotes de Covid, continuos y recurrentes restricciones de la actividad económica y social…
Un segundo año de pandemia y crisis se podría evitar con políticas opuestas a las que mantienen los gobiernos capitalistas del mundo, avanzando hacia la estatización de la salud privada y sistemas únicos públicos de salud; la eliminación de las patentes de propiedad privada sobre las vacunas y la producción y distribución pública de vacunas y medicamentos; inversiones extraordinarias para proveer los EPP (Equipos de Protección Personal), infraestructura y salarios que el personal de salud requiera; y una política económica que garantice la vida de los trabajadores del mundo: fuertes impuestos a la riqueza; salario mínimo universal; prohibición de despidos, suspensiones y rebajas salariales; provisión de equipos y servicio de internet a estudiantes para garantizar acceso a la educación virtual; y protocolos para la vuelta a actividades presenciales seguras en la medida que avance la vacunación.
Pero los gobiernos capitalistas priorizarán la acumulación y concentración de riquezas en manos de la burguesía, provocando más pobreza, miseria y muerte para los pueblos trabajadores.
Pero esos pueblos no quedarán inmóviles. El ascenso de revoluciones y rebeliones que comenzó en 2019 y fue interrumpido por el comienzo de la pandemia, ya comenzaba a reactivarse en la segunda mitad de 2020, y todo indica que se profundizará este año.
Desde la LIS estaremos al frente de cada movilización de los trabajadores y los pueblos, luchando por una salida alternativa a esta crisis, por la transformación socialista de la sociedad, y construyendo organizaciones revolucionarias para luchar por esa transformación.