Estamos con la lucha de los trabajadores, campesinos y pueblos oprimidos
Continúan las protestas que comenzaron tras el golpe del 1 de febrero en Myanmar. Los militares alegaron que hubo fraude en las elecciones de noviembre como pretexto para dar el golpe y detuvieron a muchos políticos, entre ellos a Aung San Suu Kyi, uno de los actores políticos más importantes del país, y el presidente Win Myint. Al menos 25 manifestantes han sido asesinados por la represión desde el día del golpe, 18 de ellos mientras se redactaba esta declaración. El ejército también amenaza a las masas que salen a las calles con 20 años de prisión.
A pesar de las amenazas, las protestas contra el golpe continúan con la participación masiva de trabajadores. Con la convocatoria de huelga realizada por los partidos políticos de oposición el 22 de febrero, la vida se ha detenido en casi todas las grandes ciudades del país. Los medios de comunicación de Myanmar afirman que las protestas del 22 de febrero son las más grandes en la historia del país. Con la masificación y radicalización de las protestas, el gobierno golpista también incrementó su violencia en las calles y el uso de balas de plomo contra las masas. Los cortes de internet también se prolongan. El principal reclamo de las masas que participan en las protestas es la liberación de Suu Kyi y otros políticos detenidos, y que los militares entreguen el poder a una administración civil.
Conceptos como la democracia, los derechos humanos y la libertad han sido sueños lejanos para los habitantes de Myanmar (antes Birmania) que fueron reprimidos por los colonialistas hasta la mitad del siglo XX y luego por golpes militares. Aunque se dieron pasos importantes hacia romper la hegemonía del ejército sobre la política bajo el liderazgo de Suu Kyi, quien pasó muchos años en prisión y bajo arresto domiciliario y recibió el apoyo de los países occidentales en este proceso, los avances resultaron bastante débiles. De hecho, la constitución de Myanmar fue diseñada para preservar el poder del ejército en la arena política. Independientemente de los resultados de las elecciones, el ejército tiene una cuota del 25% de los diputados en el parlamento. Además, los ministerios de Defensa, Interior y Fronteras están controlados por los militares. El éxito logrado por la Liga Nacional para la Democracia (NLD) de Suu Kyi en las elecciones de noviembre parece haber desencadenado el reflejo del ejército por proteger su influencia en la arena política.
Por otro lado, los actores de la política civil y los militares mantienen la misma línea política hacia diferentes elementos étnicos y religiosos, como las masacres de musulmanes rohingya en 2017. Cuando Suu Kyi, quien es vista como la pionera de la democratización burguesa del país, respaldó al ejército en estas masacres, las relaciones con Occidente se deterioraron. Incluso fue citada a declarar por la Corte Penal Internacional. Aunque Suu Kyi no pudo ser directamente jefa de Estado debido a que su esposo es ciudadano británico, después de 2015, cuando dirigió activamente la política del país, la corrupción que involucró a los ministros del gobierno y el incumplimiento de lo prometido al público hizo que su popularidad se viera sacudida. En síntesis, esta corta experiencia de «democratización» reveló cuán incompetentes y limitados son los sectores burgueses.
Hoy, el destino del país depende en gran medida de la competencia de las potencias imperialistas en el sur de Asia. Superpotencias mundiales como China y Estados Unidos compiten por Myanmar, que es fundamental para controlar la Bahía de Bengala, un importante destino del comercio internacional en el Océano Índico. China mantuvo buenas relaciones con el ejército de Myanmar durante muchos años y logró establecer buenas relaciones con Suu Kyii, quien se enemistó con Occidente. Myanmar se encuentra en una ubicación importante para la “Iniciativa de la Franja y Ruta de la Seda”, a la que China presta especial atención en términos de expandir su hegemonía imperialista. Por lo tanto, más que quién está en el poder y qué crímenes ha cometido en el país, el principal problema para China es mantener la estabilidad política y mantener las relaciones en funcionamiento. De hecho, el veto de China y Rusia contra la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de condenar el golpe muestra que la administración militar tendrá una relación cálida con Beijing. Mientras Estados Unidos y los países de la Unión Europea condenan el golpe, repiten los estribillos familiares: democracia, derechos humanos, resolución de problemas dentro de los límites constitucionales… Los países occidentales vieron a Suu Kyi como una alternativa para quebrar el poder político del ejército, a pesar de todos sus defectos, y apoyó sus políticas sucias contra las minorías étnico-religiosas. Intentarán crear una nueva alternativa desde dentro del país mientras el ejército purga a Suu Kyi. Sin embargo, sabemos que el objetivo principal será evitar que el país se instale en la órbita de China, no lograr un futuro libre y democrático para el pueblo de Myanmar.
Lo ocurrido en Myanmar demuestra una vez más que la democratización en los países atrasados es una tarea demasiado grande que no pueden cumplir los sectores burgueses. El futuro de los trabajadores y las identidades étnico-religiosas oprimidas no cambiará independientemente de quién esté en el poder. Puede variar el alcance de la explotación y la opresión, pero las contradicciones existentes seguirán vigentes. Las profundas contradicciones económicas y los conflictos étnico-religiosos que se han acumulado en Myanmar y otros países del sur de Asia solo pueden ser barridos por la lucha de clases internacional dirigida por una alternativa internacionalista y socialista.
La clase trabajadora, oponiéndose al golpe con sus huelgas generales y manifestaciones callejeras, debe actuar independientemente de Suu Kyi y la NLD, que son figuras políticas capitalistas, representantes de los patrones en Myanmar y de las fuerzas imperialistas. Además, los antecedentes de estas figuras en la lucha por la democracia son bastante oscuros.
Los trabajadores deben desarrollar los comités de huelga que han formado el movimiento huelgista y convertirse en una fuerza independiente para tomar el destino de Myanmar en sus manos. Los trabajadores, campesinos, jóvenes y minorías oprimidas no tienen futuro en el sistema capitalista. Por tanto, el actual movimiento antigolpista no puede limitarse solo a demandas democráticas. Para lograr un cambio de fondo además de derrotar a los golpistas, las propiedades de los capitalistas, la burocracia militar y los monopolios extranjeros deben ser expropiados y debe librarse una lucha por el poder de los trabajadores en Myanmar.
28 de febrero de 2021