El informe al congreso del MST sobre la situación internacional estuvo a cargo de Alejandro Bodart, secretario general del partido y coordinador de la LIS. Resumimos sus ejes.
La pandemia se agravó, golpeando aún más la salud y la economía. En el mundo ya hay más de 130 millones de contagiados y tres millones de muertos, lo que muestra la decadencia del capitalismo. La vacunación es muy escasa y con una enorme desigualdad. Como no hay ninguna planificación global, es muy difícil lograr la inmunidad de rebaño. Y hay catástrofes humanitarias, como la de Brasil. En 2020 la economía mundial cayó el doble que en 2008: el PBI cayó más del 4%. Comparada con otras grandes crisis del capitalismo, como la de 1930, ésta tiene características y consecuencias distintas. Las crisis anteriores se superaron vía una gran destrucción de fuerzas productivas, con guerras mundiales. Y en la segunda posguerra se reconstruyó Europa con una gran inversión de capital del imperialismo emergente, EE.UU.: el Plan Marshall. Hoy no se dan esas condiciones. Si bien hay roces entre EE.UU. y China, por ahora una guerra no es lo más probable. Y el imperialismo no tiene tanto capital para invertir. El dinero que se volcó fue a ayudar a las corporaciones y los Estados quedan muy endeudados y condicionados por el FMI. Sólo China redujo su crecimiento sin caer en recesión. La economía global aún no se recupera del golpe de 2008. La plata que recibieron las grandes empresas no fue a la producción sino a la especulación financiera, lo que prepara nuevas crisis. En este período quebró medio millón de empresas. La mitad de la fuerza laboral formal del mundo sufrió despidos, suspensiones, rebajas salariales y más precarización. La escasa ayuda social se cortó, como acá el IFE. Y los préstamos de la Unión Europea a sus países son a condición de reformas laborales y a devolver. Esta crisis y sus efectos políticos van a provocar cambios muy profundos. Según un reciente informe del FMI, para el fin de la pandemia los gobiernos deben prever nuevas rebeliones y revoluciones. Esta crisis es superior a la de la IIª Guerra Mundial. No surge un imperialismo fortalecido, sino que se debilita el principal: EE.UU. Ante la crisis y la pandemia no hubo una conducción global. Como caracterizó nuestra corriente, el imperialismo yanqui recibió un gran golpe con la caída del estalinismo, que le daba cierta estabilidad al orden mundial. La caída de la URSS, muy contradictoria, dejó solo al imperialismo para atajar todos los conflictos. El imperialismo dominante sigue siendo EE.UU., más a nivel militar. En lo económico pierde terreno ante China, que refuerza su ruta de la seda y busca aliarse a Rusia, Irán y otros países. Entre ambos hay una guerra comercial y roces crecientes, a no minimizar ni exagerar, en un posible escenario de guerras regionales. Argentina mantiene una relación ambigua con China, con grupos sojeros que le venden y proyectos como el de los chanchos. Según algunos sectores, China es progresiva frente a EE.UU. No lo es en absoluto, ya que se basa en la superexplotación obrera.
Una situación pre-revolucionaria mundial
En 2019 empezó un proceso de luchas, los chalecos amarillos en Francia y rebeliones en Medio Oriente y Latinoamérica: una situación prerevolucionaria regional. En 2020 la crisis se hizo mundial. Y hoy estamos en una situación pre-revolucionaria mundial. Aun sin manejar las mismas categorías, en la LIS todos plantean que la situación es más favorable. La pandemia atemperó la lucha de clases. Pero lo que empezó en 2019 dio un salto en 2020, incluida la rebelión en EE.UU. Y se sumó Europa del Este, con la rebelión de Bielorrusia y conflictos en Rusia. Casi no hay región del mundo sin procesos. Al terminar la pandemia la lucha de clases y la polarización social se intensificarán, abriendo mayores posibilidades y desafíos. En ese marco actúa la derecha. Como los revolucionarios, es la única que tiene un plan para salir de la crisis, aunque opuesto: superexplotar. En cambio, hacen agua los que pretenden seguir igual. Todos los gobiernos, de derecha o populistas, van a más ajustes. Incluso crecerá la ultraderecha, sin ser un proyecto dominante. Los posibilistas ven fascismo por todos lados y así justifican unirse a Biden, el kirchnerismo, Lula o Evo. No es así: el fascismo sólo es posible si hay derrota de la clase obrera, lo que no ocurrió.
Más espacio para la izquierda revolucionaria
La polarización abre más espacio para la izquierda. Los posibilistas, que posan de izquierda, buscan desviar las luchas a la colaboración de clases. Incluso organizaciones que fueron progresivas en un momento, se vuelven reaccionarias[i] . Otra cuestión es por qué las luchas, rebeliones o revoluciones no llevan al triunfo. En la etapa previa a los ’90 hubo muchas revoluciones de febrero[ii] o inconscientes que lograban triunfos. No se llegaba a derrotar al capitalismo, pero caían gobiernos, regímenes y se lograban avances. Ahora en Chile hubo una gran rebelión, pero sigue Piñera. Y lo mismo en Líbano y Bielorrusia. Es que la revolución se ha ido normalizando y tiene que ver con la caída del estalinismo. Antes éste les permitía a las direcciones pequeñoburguesas ir un poco más allá, porque la burocracia contenía a las masas. Pero hoy, al no estar el estalinismo, le tienen pánico al movimiento de masas y no hay aparatos que lo contengan. Por eso en vez de avanzar prefieren girar a derecha y quemarse. Si no hay partido revolucionario, no sólo el octubre sino el propio febrero es difícil. Por eso todos los posibilistas que dicen «no pasa nada» terminan apoyando a los Biden frente a los Trump. Pero cuando gobiernan, por la situación de crisis, son súper autoritarios y no hay gran diferencia entre ambos. Esta etapa de crisis capitalista no deja margen para medias tintas. Por eso no hay que ceder a quienes dicen que como «se viene la derecha» hay que apoyar al «mal menor». También se debate sobre conciencia y clase obrera. En los procesos de lucha no surgen soviets sino organismos muy débiles y la clase obrera es un actor, pero no hegemónico. Esto se debe al problema de dirección. Y la conciencia no avanza sólo con la lucha: ésta abre cabezas y genera avances, pero para que se consoliden y lleguen a un avance real hace falta organización revolucionaria.
Construir la LIS como un polo revolucionario
Desde el punto de vista de la dirección internacional hoy existe vacío. Se reventó el Foro de San Pablo y la Quinta Internacional del chavismo murió antes de nacer. El viejo estalinismo sólo se agrupa para bancar a Maduro, la burocracia cubana y nicaragüense; y apoyan a China, cuya mano de obra es semiesclava. Tampoco existe un polo dinámico desde la izquierda revolucionaria: hay una crisis por no haberle encontrado la vuelta a los procesos, por actuar mal, en forma sectaria unos y oportunista otros. La Cuarta[iii] no actúa en la lucha de clases, hace de viuda del estalinismo. Y surgió un nuevo reagrupamiento de intelectuales «progres»; en EE.UU. plantean volver a Kautsky y al reformismo, lo que ya fracasó. Pero ninguno es un polo porque no tienen incidencia real en la lucha de clases. La LIS puede transformarse en un polo, porque propone el único modelo viable para unir a las fuerzas revolucionarias en torno a un programa para construir una internacional. Aceptar que hay distintas tradiciones y que debemos ir a una nueva, superadora, con confianza para debatir todo y en una sintonía antiescepticismo. Porque la raíz del reformismo y el sectarismo está en no creer posible la disputa por el poder[iv]. Vemos buenas posibilidades de transformar a la LIS en un polo. En todo el mundo hay procesos de reagrupamiento, vanguardia que quiere organizarse y eso permite crecer. Ser una corriente internacional dinámica nos facilita captar a la vanguardia, que mira lo que pasa en el mundo y también si dirigimos sectores obreros. Sin internacional no es posible tomar el poder en ningún lado. Y si se toma, para bancarlo se requiere un proyecto internacional. Por eso debemos ser cada vez más internacionalistas. El MST debe jugar un rol importante en fortalecer a la LIS, lo que a su vez lo fortalece.
[i] En Grecia, Syriza al inicio jugó un rol progresivo, pero cuando llegó al gobierno pactó el ajuste y se hundió. Podemos en España surgió contra la casta y el PSOE, pero ahora cogobierna con él. El Frente Amplio en Chile de opositor Piñera, ante la rebelión pasó a sostenerlo para que no caiga. Y en el PSOL de Brasil, la mayoría reformista busca hacerlo furgón de cola del PT.
[ii] Por analogía con el febrero ruso de 1917. Esa revolución volteó al zar, pero como los reformistas tenían más peso que los revolucionarios asumió un gobierno burgués. Como ese gobierno no resolvió los problemas de las masas, en octubre una nueva revolución llevó al poder a los bolcheviques.
[iii] Cuarta Internacional – Secretariado Unificado.
[iv] Los sectarios no se abren a tácticas hacia los nuevos fenómenos, no inciden y ven su desarrollo internacional copiando las recetas de un partido-madre. Y los oportunistas, como descreen de la revolución, van tras cualquier proyecto reformista en pos de algún cargo.