Por Luis Meiners
Tras un juicio que duró tres semanas y luego de poco más de diez horas de deliberación el jurado declaró que Derek Chauvin, el policía que asesinó a George Floyd, es culpable de los cargos de asesinato en segundo grado, asesinato en tercer grado y homicidio en segundo grado, que accarrean penas de hasta 40, 25 y 10 años respectivamente. La audiencia para la sentencia está programada para dentro de 8 semanas. Este veredicto es un triunfo de la histórica rebelión que movilizó a millones en 2020 y cuya fuerza volvió a sentirse en las calles en las últimas semanas.
El asesinato de George Floyd en Minneapolis el 25 de Mayo del año pasado desencadenó la que quizas haya sido la rebelión mas grande de la historia de Estados Unidos, y que tuvó repercusiones alrededor del mundo. Este proceso volvió a activarse en las calles durante las últimas semanas ante nuevos asesinatos en manos de la policía. El 11 de abril Daunte Wright, un joven Negro de 20 años de edad, fue detenido cuando manejaba por el suburbio de Brooklyn center en las afueras de Minneapolis y la policia Kim Potter le disparó. Ésta alegó que confundió su pistola taser y su arma de fuego. En Chicago, Adam Toledo de tan solo 13 años de edad también fue asesinado por un disparo ejecutado por el oficial Eric Stillman.
Es precisamente este escenario de movilización el que explica lo sucedido en la corte. No se trata de que el sistema sea capaz de entregar justicia, esta es conquistada en las calles. En este camino, el veredicto del jurado es un triunfo, pero aun falta para obtener justicia. La fuerza de la rebelión del 2020 estuvo en su masividad, y también en el hecho de que supo identificar el carácter sistémico de la violencia racista y señalar la responsabilidad de la policía como institución represiva.
Tal como muestran los asesinatos de Adam Toledo, Daunte Wright y muchos más, la violencia racista y policial no es cuestión de unos pocos individuos, es toda la institución y el sistema. El veredicto conquistado debe convertirse en un punto de partida para seguir avanzando en la lucha por desfinanciar y desmantelar a la policía. La violencia racista y policial es un eslabón fundamental en el funcionamiento del capitalismo estadounidense, la lucha contra sus expresiones institucionales es parte de la lucha por terminar con este sistema.