Por Sheraz Mel
La guerra más larga en la historia de los Estados Unidos culminó con el llamado acuerdo de paz, cínicamente titulado «Acuerdo para llevar la paz a Afganistán entre el Emirato Islámico de Afganistán, que no es reconocido por Estados Unidos como Estado y es conocido como los talibanes y los Estados Unidos de América” en febrero del año pasado. Fue más bien un instrumento de rendición del poderoso Estados Unidos mediante el cual las fuerzas estadounidenses y de la OTAN (excepto Turquía) debían retirarse de Afganistán en aproximadamente un año. Joe Biden eligió el 11 de septiembre de 2021 como fecha de retirada, en una estratagema para ocultar su desesperación y vincularla emocionalmente con los eventos de hace 20 años. Los estadounidenses abandonaron cobarde y repentinamente la base aérea de Bagram, que es estratégicamente importante y la pieza central de la defensa de Afganistán. Esto, junto con los rápidos avances de los talibanes en la región, proyecta las sombras oscuras de otra guerra civil. Después de 42 años de guerras y agresiones imperialistas, Afganistán está atrapado en un nuevo «Gran Juego».
En 1979, seis meses antes de que las fuerzas soviéticas entraran en Afganistán, la CIA abrió campos de entrenamiento terrorista en Pakistán bajo la operación encubierta «Ciclón». Comenzaron a realizar sangrientos ataques guerrilleros contra los “Saur” o la Revolución de Primavera. El imperialismo estadounidense, con el apoyo de Israel, Pakistán, el Reino de Arabia Saudita, Irán y China, orquestó una guerra indirecta. Los estadounidenses querían atraer a los soviéticos a Afganistán para vengar su debacle en Vietnam. La Unión Soviética entró en Afganistán debido a problemas subjetivos, condiciones objetivas y en base a informes erróneos. Estados Unidos, junto con docenas de países miembros de la OTAN, comenzaron a acumular dólares y armas para la guerra en Afganistán. Los insurgentes reaccionarios fueron apoyados y etiquetados como muyahidines islámicos. Guerreros fundamentalistas de todo el mundo, especialmente de Medio Oriente, se congregaron a ambos lados de la línea Durand que divide Pakistán y Afganistán. Se crearon siete jihad de dólares y se sentaron las bases para el grupo terrorista internacionalmente infame de Al-Qaeda. Estados Unidos utilizó el término milenario de «Jihad» contra el gobierno revolucionario progresista de Afganistán. Los Bin Laden eran amigos políticos y familiares de la dinastía Bush. Un joven Osama Bin Laden fue nombrado jefe de este grupo en Peshawar, Pakistán, con la ayuda del jefe de inteligencia saudí, el príncipe Turki al Faisal. La participación de ricos árabes y otros como Ayman al-Zawahiri estaba destinada a hacer que esta guerra fuera atractiva, respetable y sagrada. Se establecieron redes de cultivo, procesamiento y tráfico de drogas para financiar la guerra. Estas oscuras empresas todavía generan miles de millones de dólares cada año y están dominadas hasta el día de hoy por grupos fundamentalistas religiosos y la CIA. Además de su interés mutuo en prevenir las transformaciones sociales y las revoluciones, este dinero negro mantuvo a los imperialistas y fundamentalistas aliados contra las masas. Los estupefacientes eran el oxígeno de sus actividades terroristas. Con esto, Estados Unidos junto con sus aliados crearon un pantano solo para hundirse en él junto con su arrogancia. En 2001, Estados Unidos, acompañado por su compinche Gran Bretaña, invadió Afganistán. Después de gastar dos mil cuatrocientos mil millones de dólares, que es ocho veces la economía total de Pakistán, y con alrededor de dos mil quinientos soldados muertos, Estados Unidos ahora huye derrotado. La mayor potencia militar en la historia del mundo, salió volando de la base de Bagram en la oscuridad, ni siquiera el comandante afgano de la base fue informado. Este caos y la derrota condujeron inevitablemente a la caída de la moral entre el Ejército Nacional Afgano y los talibanes avanzaron en el campo para llenar el vacío dejado por los estadounidenses. Pero este no es el final de la guerra.
El orden mundial imperialista en decadencia
Después de la caída del muro de Berlín y la degeneración y colapso de la Unión Soviética, el capitalismo estaba jubiloso y se vislumbraba un mundo unipolar. En su euforia, afirmaron que era el «fin de la historia». En los 90, ebrio de su triunfo e inspirado por la ideología neoliberal, el imperialismo estadounidense desató ataques aéreos, invasiones, mercenarios, guerras indirectas, bullying, destrucción en Europa del Este, Irak, Afganistán y numerosos otros países. Y ahora el presidente estadounidense Biden tiene que admitir que «la economía por goteo nunca ha funcionado». Sintiéndose invencibles, Estados Unidos, la OTAN y sus aliados devastaron Afganistán, Irak, Libia, Yamen y todo el Medio Oriente y grupos terroristas como ISIS y el frente de Al-Nusra destruyeron las antiguas civilizaciones. Con la caída de la URSS, las corporaciones estadounidenses estaban impacientes por explotar los recursos naturales y los mercados de Rusia y las repúblicas de Asia Central. El gigante petrolero estadounidense Unocal se adjudicó un proyecto de este tipo. Unocal formó un consorcio con Delta Oil del rey saudí Abdullah y Turkman Gazprom de Turkmenistán. Para ello, los talibanes se apoyaron en Afganistán con la ayuda de Pakistán. El plan era construir un oleoducto desde Turkmenistán, a través de Herat y Kandahar en Afganistán, hasta el sur de Asia y el estrecho de Ormuz. También se planeó una línea de ferrocarril y una carretera a lo largo de la ruta. Esto cubriría la demanda de petróleo de Pakistán, la India y el mercado mundial, mientras que la red de transporte haría accesibles los mercados de Asia central. Con dólares estadounidenses, riales saudíes y la influencia de Pakistán, los talibanes llegaron al poder en Kabul. Sin embargo, los intereses estatales en conflicto y los poderes en guerra causaron un caos y derramamiento de sangre incesante y este proyecto nunca pudo materializarse.
Los nacionalistas liberales y la izquierda en Afganistán
Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el presidente Bush acusó a su propia creación, Al-Qaeda, y comenzó la agresión contra Afganistán en octubre. Para justificar este derramamiento de sangre se acuñaron objetivos como la reconstrucción del país, los derechos humanos, el fin del fundamentalismo y el establecimiento de la democracia liberal en Afganistán, mientras que los verdaderos motivos, además de la brutal demostración de poder imperialista, eran explotar la riqueza mineral afgana, incluyendo litio y uranio, dinero de la droga para financiar las operaciones de la CIA y guerras de poder en todo el mundo y presencia estratégica en la región para contrarrestar a China e Irán. Los nacionalistas liberales en Pakistán y Afganistán creyeron ciegamente en los imperialistas y acataron su línea. Estos liberales creían que Estados Unidos eliminaría el fundamentalismo de la región, les entregaría un Afganistán desarrollado y democrático y los liberaría de la opresión y las privaciones nacionales. Durante los últimos veinte años ha crecido una nueva generación, pero estos liberales no se han organizado en absoluto en Afganistán. Haciendo caso omiso de la organización y la construcción de partidos en Afganistán, al estilo típico del tercer mundo, se basaron en cultos exagerados de personalidades y desperdiciaron estos preciosos años. Lo mismo ocurrió con la izquierda en Afganistán, que tiene sus raíces y contactos en todos los pueblos y aldeas del país. Podrían haber formado un frente único para crear una fuerza política que pudiera defender a las masas afganas de las fuerzas de la oscuridad. En cambio, prefirieron trabajar de asesores y asistentes en los ministerios gubernamentales. En este vacío político, el Movimiento Pashtun Tahafuz (PTM) se levantó y obtuvo un seguimiento y apoyo masivo entre la juventud. Pero su dirección no construyó ninguna estructura organizativa y se basó únicamente en el impulso del movimiento. Se expresaron ideas contradictorias en el movimiento. Ahora, una facción del movimiento, junto con algunas personalidades liberales de izquierda, está a punto de formar un nuevo partido desde arriba para la política tradicional. Esto ha debilitado el movimiento. Salvo alguna declaración de compromiso, el movimiento guarda silencio sobre el encarcelamiento injusto e inconstitucional de uno de sus líderes, el Miembro del Parlamento, Ali Wazir. A pesar de tener la capacidad de mantener la paz en la región, especialmente a ambos lados de la Línea Durand, el PTM está a punto de perder esta oportunidad dorada. A los liberales les esperaba un rudo despertar cuando el imperialismo estadounidense permitió los avances de los talibanes. El gobierno afgano fue humillado al quedar excluido de las negociaciones, mientras que los talibanes fueron tratados con extraordinaria reverencia. En el fragor de las batallas, los pedidos de apoyo aéreo o refuerzos del ejército afgano se retrasaron o se denegaron por completo. Antes de la invasión estadounidense en 2001, los talibanes eran odiados por las masas y estaban muy cerca de ser derrocados por el propio pueblo. Después de 20 años, el imperialismo estadounidense está haciendo todo lo posible para volver a imponerlos en la sociedad. En Vietnam, Irak, Siria y más allá, los imperialistas siempre abandonaron a sus aliados y huyeron. Aquellos que no pueden aprender de la historia están condenados a repetirla.
La derrota del imperialismo estadounidense y la OTAN
El 17 de octubre de 2001, la mayor potencia militar junto con sus aliados invadieron el país más primitivo que contaba con una milicia sumamente desorganizada. Dentro de Afganistán, la Alianza del Norte respaldada por Irán y Rusia, antiguos caudillos muyahidín del dólar como Rasheed Dostum, Toran Ismail, Rasool Sayyaf y otros se unieron a sus nuevos amos. Algunas de las bandas armadas de los talibanes se extendieron por todo el país. Los líderes y un gran número de sus efectivos cruzaron la Línea Durand hacia sus refugios seguros en Pakistán, mientras que Al-Qaeda y otros grupos terroristas se escondieron en las montañas. Los estadounidenses con sus B-52 bombardearon las áreas controladas por los talibanes, pero no lograron alcanzar ningún objetivo importante ni ganancias militares sustanciales. El 17 de diciembre de 2002 cayó el gobierno talibán y Hamid Karzai fue nombrado líder interino por la Jirga (Consejo) en la conferencia de Bonn. Fue elegido presidente en las elecciones de 2004. A mediados del siglo XIX, los británicos coronaron a Shah Shuja como rey títere en Kabul. Los soviéticos hicieron de Babrak Karmal el jefe del gobierno afgano rodeado por sus tanques y aviones de combate. Hamid Karzai no fue diferente. Pero Afganistán es el cementerio de los tres imperios. Sin embargo, los dos últimos imperios no solo fueron derrotados en el campo de batalla. Son las crisis de sus sistemas las que tenemos que comprender.
Después de la retirada de la Unión Soviética, el gobierno revolucionario afgano permaneció en el poder durante otros cuatro años a pesar de los ataques de las fuerzas yihadistas (incluida Al-Qaeda) con apoyo militar de Pakistán. En 1988, los yihadistas lanzaron una ofensiva sin cuartel contra Khost y Jalalabad, que fue repelida por el ejército revolucionario, especialmente por las unidades de mujeres, con tal ferocidad que los fundamentalistas y sus amos todavía lo recuerdan. Hubo otros factores responsables de la caída de la revolución afgana, la mayoría de ellos internos.
Cuando Estados Unidos invadió Afganistán, primero en la década de los noventa a través de los talibanes y luego en 2001 directamente, estaban montados sobre la ola de un relativo repunte de la economía capitalista neoliberal. Sin embargo, la caída del mercado de valores y de la moneda de las economías del sudeste asiático en 1997 redujo a los llamados tigres asiáticos a meros pollos. Para beneficiarse de la mano de obra calificada china barata, las materias primas baratas y los aranceles bajos, la industria y la tecnología se transfirieron a China en una escala masiva para mantener las tasas de ganancias. Después de un breve respiro, China y sus productos básicos se convirtieron en un problema para Estados Unidos y Europa. Occidente se apoyó en la especulación para mantener sus ganancias, lo que resultó en el colapso de 2008. Los gobiernos de Estados Unidos y Occidente rescataron a los bancos y corporaciones con miles de millones de dólares y beneficios fiscales. Sin embargo, eso apenas hizo que la economía se arrastrara. La crisis ha provocado enormes déficits presupuestarios y deudas. Estados Unidos es la nación más endeudada del mundo. No hay dinero para infraestructura que necesita 3 billones de dólares. Los salarios reales de los trabajadores estadounidenses están cayendo. Hay un nivel récord de desempleo y la gente no puede mantener los pagos de sus casas, etc. Millones están por debajo del umbral oficial de pobreza. La juventud se levantó en movimientos como BLM. Las oleadas de la pandemia de Covid no solo detuvieron las cadenas de suministro internacionales, sino que también expusieron la fragilidad del sistema económico y sanitario de EE. UU. Estas crisis históricas obligaron primero a Barak Obama a establecer un cronograma para la retirada de Afganistán, seguido del acuerdo de Trump con los talibanes y la fecha límite para la retirada. El presidente Biden dijo que los soldados fueron a Afganistán por primera vez en 2001, ahora sus hijos están luchando en esa guerra. ¿Serán sus nietos los próximos? Y respaldó los planes de retiro de administraciones anteriores.
Una de las principales razones de la derrota de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN fue que el enemigo se extendió por las vastas montañas, áreas silvestres y la población. Estados Unidos bombardeó a civiles y mató y mutiló a mujeres, niños y no combatientes. Esto enfureció a la población local contra los invasores extranjeros, mientras que los talibanes encontraron santuarios a ambos lados de la Línea Durand con la connivencia de los políticos paquistaníes. Esto ayudó a la guerra de guerrillas de los talibanes. Por otro lado, había contradicciones entre los imperialistas. Diferentes estados y departamentos tenían intereses en conflicto, lo que prolongó la guerra y provocó fatiga y ansiedad. Los contratistas estadounidenses y el complejo industrial militar querían que continuara la guerra, mientras que los intereses mineros no pudieron extraer recursos minerales en el ambiente de guerra. De manera similar, el Pentágono y la administración de la Casa Blanca perseguían objetivos contradictorios. Está registrado que muchos funcionarios de la CIA, diplomáticos y militares estuvieron involucrados en el tráfico de drogas. Eso requería que la guerra continuara. Además, todos los países vecinos se sintieron amenazados por la presencia de tropas estadounidenses. Estos estados respaldaron a los talibanes y les proporcionaron apoyo logístico y de inteligencia, los armaron y les dieron apoyo moral. Los talibanes pudieron establecer relaciones diplomáticas con todas las naciones limítrofes. Así fue derrotada y humillada la mayor potencia militar de la historia en el país más pobre.
¿Los talibanes capturarán Kabul?
El presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Mark Milley, declaró que después de la retirada de Estados Unidos, los talibanes tendrán la ventaja estratégica. Según los informes de inteligencia de Estados Unidos, los talibanes pueden apoderarse de Kabul en seis meses. Los medios internacionales también dicen que los talibanes se apoderarán del país muy pronto. Esto es principalmente una exageración. Para cuando mapean los territorios controlados por los talibanes y el gobierno, los talibanes han avanzado en más tierras y el mapa se vuelve irrelevante. Según los talibanes, controlan el 85 por ciento del país. Pero el cincuenta por ciento de la tierra de Afganistán son montañas inhabitables. Hay vastos desiertos en el suroeste que se extienden hasta Herat. La mayor parte de la tierra es una meseta y está escasamente poblada. El sureste es de llanuras fértiles y pobladas. El hecho es que de 34 provincias (wilayat), los talibanes no han capturado ni una sola capital. En 1994, los talibanes capturaron Kandahar poco después de su ascenso. Y luego avanzaron hacia Kabul desde dos direcciones. En el frente norte, fueron repelidos después de fuertes pérdidas en Mazar-e-Sharif. En el frente oriental, Robert Oakley se estaba abriendo camino negociando con los señores de la guerra y llegaron a las puertas de Kabul sin ninguna resistencia significativa. Incluso después de capturar Kabul, los talibanes nunca pudieron avanzar hacia el norte. Esta vez están empleando una estrategia diferente. En lugar de capturar Kandahar, están consolidando sus posiciones en las cuatro regiones del país. Esto incluye Islam Qila cerca de Herat, el corredor de Wakhan que limita con China, Tayikistán y Uzbekistán, el paso fronterizo de Sher Khan Bandar y el paso fronterizo con Pakistán en Spin Boldak cerca de Kandahar. Se está luchando por el control de ciudades y áreas importantes. Con el pretexto del diálogo entre afganos, los talibanes se han ofrecido a hablar con el gobierno afgano en un mes. Según los expertos, los talibanes quieren aprovechar la ventaja psicológica tras la retirada de Estados Unidos y capturar importantes objetivos estratégicos. Al cabo de un mes ofrecerán al Gobierno afgano un “Plan de Paz” para dimitir y transferir el poder. Y declarar una amnistía si el gobierno actual renuncia. Por otro lado, el gobierno afgano está permitiendo que los talibanes capturen áreas remotas, más de lo que los talibanes son capaces de sostener y defienden las áreas pobladas donde sea necesario. A excepción de Spin Boldak, no hay ningún área bajo el control de los talibanes que el gobierno no pueda retomar en poco tiempo. Solo una unidad talibán tiene la capacidad de luchar en el frente. Después de capturar un lugar, lo entrega a los talibanes armados comunes y se traslada a otro frente. El peligro real de la derrota o la desintegración del gobierno afgano se debe a la posibilidad de que señores de la guerra como Gulbuddin Hekmatyar y otros se pasen al bando de los talibanes en momentos críticos. Por otro lado, Abdullah Abdullah, líder de la Alianza del Norte y jefe del Consejo de Paz de Afganistán, puede colaborar con los talibanes para compartir el poder. Es casi seguro que eso conducirá al aislamiento y la caída del gobierno.
Después de la retirada estadounidense, hay un nuevo sentimiento en el pueblo afgano e incluso entre los partidarios del Talibán de una fuerte oposición a que los afganos luchan entre sí. En otras palabras, existe oposición a que los talibanes capturen Kabul mediante la guerra. Debido a eso, los talibanes están perdiendo rápidamente el apoyo dentro de Afganistán que alguna vez tuvieron para luchar contra los invasores extranjeros. Las fuerzas del gobierno afgano ya no pueden considerarse aliados de una potencia imperialista. La mayoría de los afganos ven al Ejército Nacional como la única fuerza para defenderlos de sus vecinos intrusos y sus representantes. El Ejército Nacional Afgano ha estado manejando todas las operaciones en el frente desde 2017, mientras que las fuerzas imperialistas de ocupación se limitaron a ataques aéreos, algunos fuertes y la base de Bagram. Las causas de la guerra alimentan aún más este sentimiento antibélico. Debido al trato inhumano de la gente común, en particular de las mujeres, por parte del último régimen talibán, el gobierno afgano ha comenzado a armar a los ciudadanos, incluidas las mujeres, para que se defiendan. Los señores de la guerra y los antiguos muyahidines del dólar dentro del gobierno afgano como Abdul Rasool Sayyaf, el carnicero de Kabul Hikmatyar, Mullah Salam Rockety, etc., han detenido este proceso por la fuerza. Temen que la gente, una vez armada, pueda enfrentarse a estas bestias sedientas de sangre que eran protegidas por el imperialismo estadounidense en la misma democracia y parlamento, incluso antes de luchar contra los talibanes. El gobierno afgano está compuesto por personas, grupos, partidos, caudillos y milicias de diversos orígenes. Hamid Karzai y Ashraf Ghani intentan presentarse a sí mismos como la continuación del gobierno del Dr. Najibullah (presidente de izquierda que fue ejecutado por los talibanes). Más de la mitad del gobierno de Ashraf Ghani está compuesto por ex miembros de la Alianza del Norte. La Alianza del Norte está compuesta por los llamados ex muyahidín y remanentes de la facción parchamita del PDPA (Partido Khalaq), encabezada por Abdullah Abdullah. Otro caudillo uzbeko es el analfabeto general Rashid Dostum, que fue Jefe del Estado Mayor del Ejército del presidente Najibullah. Fue nombrado después de que Najibullah mandara a asesinar al general Asif Shor y al general Jaffar Sartir. Dostum reside principalmente en Turquía y posee propiedades allí. Es un confidente de Erdogan y protege los intereses turcos en Afganistán. Dostum ha amenazado al presidente Ghani con que si no se cumplen sus demandas, separará las áreas uzbekas, aimaquíes y turkmenas de Afganistán para crear el país de Turkestán. Erdogan se ha lanzado a este gran juego utilizando a Dostum como su proxy. Las fuerzas turcas se han negado a abandonar Afganistán incluso después de la retirada de la OTAN. Alrededor de 500 soldados turcos han ocupado importantes instalaciones estratégicas con el pretexto de custodiar el aeropuerto de Kabul. Erdogan, junto con los gobernantes paquistaníes, está negociando la estructura de poder de un futuro gobierno afgano. En público, en su característica hipocresía, Erdogan aconseja a los talibanes que eviten la guerra. Cada milicia y grupo paramilitar en Afganistán es representante de un estado extranjero. Los intereses económicos y estatales de estos poderes juegan un papel crucial en la determinación del papel de estos poderes. La intervención de estos intereses en conflicto complica muchas veces la situación. Pakistán, Rusia e Irán han desempeñado un papel clave en ayudar a los talibanes a llegar a su actual posición dominante. Mucho dependerá de cómo actúen estos poderes y sus aliados en el futuro. Pakistán, bajo su política de «profundidad estratégica», ha estado reclutando a señores de la guerra como Hikmatyar y Mujadadi desde los años 70 y usándolos para sus intereses estatales y gobiernos subordinados en Kabul. Pakistán ayudó a crear el muyahidín del dólar. Esta vez las cosas son un poco diferentes. El Estado profundo de Pakistán organizó y apoyó a los talibanes, les proporcionó santuarios e instalaciones médicas y de entrenamiento para luchar no solo contra la invasión estadounidense sino también contra los apoderados indios. Pero a diferencia del pasado, no cuentan con el suministro de dólares estadounidenses y un gobierno afgano relativamente estable les ha dificultado las cosas. Por otro lado, el régimen semifascista de Islamabad es un aliado dependiente de Estados Unidos. No puede permitirse un gobierno talibán en Kabul ni una guerra importante y prolongada en Afganistán. En materia de política interior y exterior, las políticas estatales de Pakistán van en direcciones opuestas. Los avances de los talibanes están ejerciendo más presión sobre el gobierno de Imran Khan que sobre Ashraf Ghani. Esa es la razón por la cual Imran Khan se está distanciando de la Junta Militar y alabando a Xi Jinping.
Afganistán tiene estatus de observador en la Organización de Cooperación de Shanghai SCO, que incluye a China, Rusia y naciones de Asia Central. Ven a Afganistán como un país de importancia estratégica en medio del sur de Asia, Asia central y Europa. China ha estado tratando de ganar influencia en Afganistán durante mucho tiempo. Los chinos quieren incluir a Afganistán en los proyectos de la Franja y la Ruta del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) que conectará Peshawar con Kabul y desde allí con la Ruta de la Seda en Asia Central. Después de la toma del corredor de Wakhan por los talibanes, China teme la expansión del Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (movimiento secesionista fundamentalista religioso) de musulmanes uigures de Xinjiang. Recientemente, una delegación talibán calificó a China como una nación amiga y afirmó que resolvería los asuntos mediante negociaciones con el gobierno afgano. Rusia ha convocado dos reuniones de la OCS en Dushanbe y Tashkent para discutir la situación posterior a la retirada de Estados Unidos en Afganistán. Afganistán estaba en la agenda de la reunión especial de ministros de Relaciones Exteriores de la OCS. Rusia está preocupada por la acumulación del Movimiento Islámico del Turkestán Oriental y de la sección de ISIS Khurasan en las fronteras de Afganistán. Estos grupos fundamentalistas pueden infiltrarse en los estados contiguos a Rusia y llevar a cabo actos terroristas.
Como se explicó anteriormente, en los años 90, Estados Unidos podía actuar como el policía del mundo y podía controlar a las naciones rebeldes. La crisis de la economía capitalista y el fracaso de las políticas neoliberales han debilitado el poder del imperialismo estadounidense. Por otro lado, el ascenso y la estabilidad de China le han permitido hacer frente a Estados Unidos en Asia. Mientras tanto, el capitalismo mafioso bajo una dictadura en Rusia ha estabilizado relativamente el Estado, lo que ha llevado a una política exterior más agresiva. Como resultado, China y Rusia, con sus estados clientes desde el Pacífico hasta el sur de Asia, y desde Asia central hasta Europa del Este, África, América Latina y el Medio Oriente, han desafiado el orden mundial imperialista unipolar. La influencia estadounidense ha disminuido y tuvo que concentrarse en sus problemas internos. La semana pasada, el presidente Biden y el primer ministro iraquí Kadhimi sellaron un acuerdo para poner fin a la misión de combate de Estados Unidos en Irak.
Las condiciones objetivas y subjetivas que los talibanes tenían a su favor en los años 90 después de la captura de Kabul han cambiado drásticamente. En el caso extraordinario de que los talibanes se apoderen de Afganistán, no tienen ningún programa para resolver los problemas del pueblo afgano y desarrollar el país. No tienen planes para resolver las miserias del capitalismo como la pobreza, las privaciones, el desempleo, el analfabetismo y la falta de servicios de salud. Dependen de una forma de capitalismo muy bárbara y reaccionaria para su vida social y económica. De todos modos, el ascenso al poder de los talibanes empujará al desafortunado Afganistán a un abismo de guerra civil prolongada y derramamiento de sangre. El imperialismo estadounidense está trasladando su base de Afganistán al Golfo. En beneficio de la industria de la guerra y para vengar la humillante derrota, Estados Unidos seguirá atacando con misiles de crucero y drones. Esto será alarmante no solo para los talibanes, sino también para Pakistán e Irán. Para sabotear el proyecto de la Franja y la Ruta de China y acosar a Rusia, Estados Unidos utilizará equipos terroristas como ISIS Khurasan, el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental, Tehreek Taliban Pakistan y otros, y esta región será una vez más devastada por el terrorismo.
La paz y el progreso en Afganistán están condicionados a una transformación revolucionaria en la región. Pero para detener los avances inmediatos de los talibanes y el posible derramamiento de sangre y la barbarie, los elementos progresistas, las organizaciones estudiantiles y de trabajadores necesitan un plan de acción inmediato, aunque con carácter provisional. Posponer la lucha contra el fascismo de los talibanes hasta una revolución sería extremadamente insensible e infantil. Del mismo modo, a pesar de toda su corrupción y carácter antipopular, el gobierno afgano y los talibanes no pueden verse de la misma manera. Por tanto, excluyendo a las fuerzas responsables de la destrucción de Afganistán, la necesidad del momento es una estrategia conjunta inmediata. En primer lugar, se requiere una solidaridad internacional de la clase trabajadora para presionar a los estados involucrados en la destrucción de Afganistán (en particular a los ayudantes e instigadores de los talibanes), a través de manifestaciones y movimientos. Y en el caso de que los talibanes tomen el poder, utilice esta solidaridad para oponer las posibles masacres. En lugar de señores de la guerra y ex muyahidín, el gobierno afgano debería armar a todo el pueblo y organizarlo y movilizarlo para luchar contra los talibanes. Para ello, debe formarse una milicia popular de masas lo antes posible. En una situación de emergencia, una fuerza internacional de paz puede intervenir con apoyo aéreo y terrestre para detener el avance de los talibanes. Con la condición de que las operaciones de esa fuerza estén alineadas con los intereses y aspiraciones del pueblo afgano. Además, la OTAN, Irán y Pakistán no deberían formar parte de ella. Esta demanda expondrá a los estados que se oponen oficialmente a los talibanes pero actúan de otra manera. Deben garantizarse los derechos completos de organización y reunión de todas las organizaciones y partidos políticos en Afganistán, excepto aquellos con tendencias religiosas fundamentalistas y fascistas. Esto podría resultar en un movimiento para unir todas las tendencias progresistas anti-talibanes en la región. Más importante aún, las oportunidades abiertas por la retirada y el fracaso del capitalismo neoliberal deben utilizarse para construir fuerzas revolucionarias. Las masas trabajadoras viven en la miseria de la pobreza y las privaciones. Los movimientos de masas están en ascenso de nuevo, esta vez sobre bases más radicalizadas. Bajo una dirección revolucionaria, pueden juntarse y eliminar el sistema explotador que es la verdadera causa y fuente del horror imperialista y el terror fundamentalista.