Ponemos a disposición el documento político aprobado por el pleno del 1° Congreso de la Liga Internacional Socialista
La lucha de clases asciende en todo el mundo mientras se profundiza la crisis del capitalismo
¡Adelante para convertir esta crisis en la crisis fatal del capitalismo!
Mientras la crisis capitalista que envuelve al mundo entero se profundiza día a día, nos esperan sus impactantes consecuencias sociales y políticas. Por un lado, la intensificación de las tensiones geopolíticas aumenta el peligro de una guerra imperialista. Por otro lado, el brutal asalto del capitalismo a nuestro planeta continúa. Asistimos a una polarización social y política cada vez más profunda. Los dictadores autoritarios de derecha y los movimientos fascistas amenazan los derechos y libertades democráticos básicas. Y como contracara, crecen las luchas y el espacio hacia la izquierda.
Esta gran crisis del sistema nos dará a los socialistas revolucionarios y a la lucha de clases la oportunidad de dar grandes pasos hacia adelante.
La lucha de la clase trabajadora en todo el mundo está en ascenso. Tanto es así que mientras las clases trabajadoras caen por debajo de los umbrales del hambre, la pobreza y el desempleo, las formas agudas de la lucha de clases y las revueltas que estallan no sorprenden a nadie. El repentino ascenso de la lucha de clases, las rebeliones y las situaciones prerrevolucionarias marcan la realidad actual. El mundo entero se encamina hacia grandes convulsiones sociales: de manera desigual, pero combinada. La década de 2020 está lista para ser escenario de grandes luchas. Dos grandes preguntas, cuyas respuestas aún no estar claras: “¿las masas girarán hacia el socialismo en estas luchas?” y “¿puede la clase trabajadora marchar hacia triunfos revolucionarios?” Toda la experiencia histórica ha demostrado que la victoria del socialismo no será posible sin la intervención consciente del sujeto revolucionario en el fluir objetivo de la historia. Por eso es vital fortalecer la unidad internacional de los socialistas revolucionarios y la construcción de partidos revolucionarios en cada país. Para lograrlo, primero debemos tener una comprensión clara de la fase histórica que estamos atravesando. Sólo así podremos determinar nuestras tareas, concentrar nuestras fuerzas, definir políticas y orientaciones, estrategias y tácticas correctas.
La crisis económica global: el callejón sin salida del capitalismo
La recuperación económica que comenzó después de la eliminación de las medidas de Covid-19 ya se ha desacelerado en los EE.UU., China y Alemania. El aumento de los costos de la energía, los precios altos, la escasez en el proceso de suministros y el estancamiento en paralelo a la inflación son un anticipo de la estanflación. La era del consumo y el endeudamiento baratos ha terminado. Y los capitalistas no tienen un modelo alternativo.
Como alguien que vivió la crisis de 1929, Schumpeter definió el móvil de renovación constante del capitalismo con el concepto de “destrucción creativa”, inspirado en Marx. Para Schumpeter, las crisis económicas eran períodos de progreso y crecimiento, cuando la destrucción creativa alcanzaba su punto máximo. Porque, según él, el sistema se renovaba en las crisis a través de la absorción de las empresas de bajo rendimiento por las más dinámicas. Esta destrucción, creada por el capital sobre la vida humana y la naturaleza en aras de la ganancia y la acumulación, fue aceptada como criterio del dinamismo del capitalismo.
La crisis de 1929 fue un proceso de destrucción a escala mundial. Muchos bancos quebraron, empresas y fábricas cerraron. El desempleo masivo y el hambre se apoderaron del país central de la crisis: Estados Unidos. Las empresas menos rentables fueron reemplazadas por otras más modernas y poderosas; la destrucción del capital como trabajo acumulado continuó con la Segunda Guerra Mundial. La devastación de todo el continente europeo, el este y sureste de Asia, y su reconstrucción, fue la base para que la tasa de ganancia capitalista alcanzara un nivel de inversión extraordinario y para el boom de los años ’50. Todo esto apalancado por la traición del estalinismo, institucionalizada en los acuerdos de Yalta y Postdam.
En 1929, sin embargo, la “destrucción creativa” que tanto apreciaba Schumpeter quedó atrás, ya que las consecuencias políticas de la destrucción -como las revoluciones, el nazismo, la guerra mundial- también fueron atemorizantes para la burguesía. La década de 1930 fue una época de extremos que atemorizó mucho a los capitalistas.
Por supuesto, en 2008 los gobernantes del mundo no podían permitirse una nueva “destrucción creativa” frente a la crisis capitalista, sobre todo porque tienen miedo a las rebeliones y revoluciones, y prefirieron reducir el alcance de la destrucción salvando a las empresas hundidas. La crisis de 2008 fue sólo un ejemplo de esto. La Reserva Federal de Estados Unidos, por un lado, proporcionó al sistema financiero aproximadamente $ 3.6 billones entre 2008 y 2014 mediante la compra de deudas bancarias en default, instrumentos hipotecarios y títulos de deuda del Tesoro; por otro lado, creó una expansión monetaria manteniendo las tasas de interés en 0,25% durante siete años a partir de finales de 2008. Otro paso para evitar la destrucción se implementó con el TARP (Programa de Alivio de Activos en Problemas) de $ 700 mil millones para rescatar a los bancos y empresas en riesgo de quebrar. Además de los centenarios bancos, empresas de seguros, General Motors, Chrysler y GMAC (Ally), las tres empresas automotrices más grandes de Estados Unidos, también fueron rescatadas.
Con estas políticas, la destructividad de la crisis de 2008 puede haberse pospuesto por un período de tiempo, pero no pudieron destruir la unidad entre las crisis y las rebeliones. Los movimientos de ocupación en varios países, las revoluciones en Egipto y Túnez y la gran rebelión en Grecia son los primeros que vienen a la mente. Los trabajadores y jóvenes que tomaron las calles retrocedieron en algunos lugares y fueron derrotados. Pero de conjunto, las potencias capitalistas no pudieron evitar que la lucha de clases se agudizara. En el mundo pre-pandémico, los estallidos sociales se habían extendido por todo el mundo. Hubo grandes luchas y rebeliones sociales en centros occidentales como Francia y Estados Unidos, y en muchos países de América Latina y Asia. En ese sentido, 2019 fue el año de mayor ascenso, que confirmó que habíamos entrado en una nueva situación mundial.
Ola de crisis y rebeliones
La pandemia impuso una pausa obligatoria a esta ola de luchas globales que continuaría en 2020, pero ahora se están gestando levantamientos mayores. En primer lugar, los pobres del mundo han cargado el peso de la crisis de 2008 sobre el cuello durante 12 años. Como si eso no fuera suficiente, la pandemia de Covid ha dejado a la economía mundial frente a una destrucción repentina y generalizada. Una vez más, el sistema capitalista intentó reducir la severidad de la destrucción utilizando recursos públicos; el monto de los paquetes preparados por los Estados para reducir el impacto económico de la pandemia ha alcanzado los 20 billones de dólares. Desde ya, han sido los capitalistas quienes se llevaron la mayor parte de estos paquetes. Para reducir la tensión social, se asignaron recursos limitados a las clases trabajadoras en algunas economías fuertes. Pero en la gran mayoría del mundo, los trabajadores quedaron abandonados a su suerte; tuvieron que lidiar con la pobreza, el desempleo y el hambre.
Mientras las desigualdades en todo el mundo aumentan agudamente, ha habido un gran aumento en la cantidad de empresas zombis durante la pandemia, que se mantienen vivas con préstamos pero que irán a la quiebra si se corta el apoyo. Según el Deutsche Bank alemán, una de cada cinco empresas que cotizan en los EE.UU. es en realidad una empresa zombi. La cantidad de estas empresas, a las que el Banco Central ha permitido quebrar, se ha multiplicado en los últimos meses. Esto significa que la crisis del capitalismo se propaga en el tiempo, el problema de la rentabilidad no se puede resolver más que en áreas excepcionales y temporales, la recuperación no comenzará y la pobreza de los trabajadores se profundiza día a día.
El sistema capitalista sufre la incapacidad para superar su propia crisis. El modelo neoliberal de globalización, introducido como respuesta a la crisis estructural del capitalismo que estalló en la década de 1970, y que con la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética y las privatizaciones que se extendieron por todo el mundo algunos “vendedores de humo” teorizaron que permitiría superar las crisis para siempre, ha sucumbido.
Actualmente no existe un modelo para manejar la crisis. Las condiciones para la implementación del modelo neo-keynesiano que se ha discutido en círculos del llamado “progresismo” como respuesta a la crisis están ausentes en el mundo. Con la economía mundial sobreendeudada, el dominio del capital financiero, la globalización en su apogeo, las potencias imperialistas listas para estrangularse entre sí y sin esperanzas de recuperar las tasas de ganancia, el pleno empleo, la justicia de ingresos, la regulación financiera y el Estado de bienestar que conforman el keynesianismo son absolutamente un sueño.
Los capitalistas no tienen la receta para salir de la crisis: no tienen un nuevo modelo de acumulación de capital. Por eso siguen postergando la crisis poniendo la carga sobre los trabajadores, y seguirán haciéndolo. Hasta que los trabajadores digan “ya basta” a este curso.
En el período posterior a la crisis de 2008, China sostuvo la economía global y estimuló los mercados emergentes con su demanda de materias primas y commodities. Sin embargo, China ya no está creciendo al mismo ritmo, su economía ha entrado en una espiral de deuda y sus burbujas de deuda también están estallando. Un gigante de la construcción, el Evergrand, que se encuentra en estado de quiebra con una deuda de 300 mil millones de dólares en China, reveló que la industria de la construcción, que representa el 25% de los ingresos brutos chinos, intenta funcionar con una deuda gigante. Como resultado, esta vez China no da impulso a las economías de los países atrasados. Existe la posibilidad de que algunos de estos países, que se endeudaron mucho durante la década de 2000 y cuyas deudas alcanzaron su punto máximo durante el período de la pandemia, quiebren, como Grecia en 2015 y el Líbano en 2019. Las vulnerabilidades en los países subdesarrollados han aumentado enormemente. Estos países, que son el eslabón débil del sistema imperialista, están sacudidos por la inestabilidad; parece inevitable que sean testigos de rebeliones, golpes de Estado, guerras civiles y grandes hechos de la lucha de clases.
Aunque los países centrales del imperialismo esta vez pretenden implementar una política de expansión monetaria con montos mucho mayores, las cosas están peor que antes. Por ejemplo, las campanas de alarma están sonando para Estados Unidos, que cree que puede emitir dinero ilimitado en función de que su moneda es reserva global. El aumento de la inflación en Estados Unidos está llamando a la puerta; se dice que una inflación del 5% puede volverse permanente. No pueden seguir dando crédito gratis e imprimiendo dinero cuando la inflación es tan alta. Por lo tanto, la herramienta “más poderosa” contra la crisis que tienen en sus manos será en vano. Países como Turquía, Brasil o Argentina, que se consideran las economías más frágiles, de todos modos no tienen esa opción; imprimir dinero en estas economías no significa más que una rápida depreciación de la moneda local, hiperinflación y colapso.
Crisis alimentaria y climática
Mientras la economía mundial enfrenta dificultades en manos de un capitalismo agotado, el ecosistema del planeta, las cuencas alimentarias, los recursos hídricos, los bosques y el sistema energético luchan por sobrevivir en manos de un modelo capitalista basado en el consumo de hidrocarburos. El cambio climático global continúa evolucionando aún más severamente y más rápido que los pronósticos más pesimistas. Los centros imperialistas continúan celebrando inútiles reuniones por los desastres ecológicos al mismo tiempo que siguen impulsando un modelo extractivista que destruye la naturaleza para aumentar las ganancias de las corporaciones. Estos esfuerzos por lavarse la cara sólo muestran que es imposible para el capitalismo salvar la vida silvestre en nuestro planeta, que está al borde de la extinción. Este curso, que comenzó con el capitalismo como modo de producción dominante, se aceleró con el imperialismo y hoy ha llegado a un punto crítico. El calentamiento global progresó a través de centros como Gran Bretaña y Europa continental, América, Canadá y Japón; se aceleró al engullir directamente al resto del mundo a través de la coerción imperialista colonial y capitalista. En términos de emisiones de CO2, más de la mitad de las emisiones desde la industrialización son obra de estos países capitalistas imperialistas. Sin embargo, en la actualidad, países como China e India se abstienen de tomar ciertas medidas que frenarían su rápido crecimiento económico. Sin embargo, cuando China e India alcancen el nivel de consumo de los países occidentales, el calentamiento global ya hará que el mundo sea inhabitable. Una vez más, resulta que el sistema mundial imperialista, que está dividido en Estados nacionales de libre mercado, es el mayor obstáculo que enfrenta la humanidad. Sin embargo, existen recursos económicos y sociales para combatir la crisis climática de una manera mucho más radical y salvar nuestro planeta. Pero esos recursos continúan acumulándose en la riqueza de un puñado de personas súper ricas. Por otro lado, la propia estrategia capitalista, la ambición de lucro y codicia, es completamente incompatible con el equilibrio ecológico. Por ejemplo, la máquina de ganancias capitalista continúa destruyendo las selvas tropicales que capturan y limpian el CO2. Las contradicciones entre la vida ecológica y el capitalismo nunca son reconciliables. El “capitalismo verde” no puede ser más que una gran mentira.
La crisis ecológica, combinada con la crisis económica capitalista, nos da pistas sobre lo que nos espera en el futuro. Estamos viviendo los reflejos de esto en forma de la crisis alimentaria mundial y el hambre en 2021. El informe Global Hunger Index (GHI) 2021, publicado en octubre, reveló niveles crecientes de hambre en la población pobre y trabajadora de todo el mundo. El informe afirma que “la crisis climática, la pandemia de COVID-19 y la guerra cada vez más violenta y prolongada apuntan a un espantoso estado de hambre que es el resultado de su combinación venenosa”. El desempleo, la pérdida de ingresos y la alta inflación reducen el poder adquisitivo de los trabajadores y conducen a un rápido empobrecimiento, mientras que los grandes aumentos de los precios de los alimentos hacen que cientos de millones de personas caigan por debajo de la línea del hambre. Alquileres impagos, facturas y deudas de crédito, gas natural inasequible y colas para comprar combustible… Mientras estas duras condiciones llevan a los trabajadores a la lucha, la extensión y mayor radicalización de estas luchas se considera una pesadilla para las clases dominantes. Mientras que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) anunció un aumento anual del precio de los alimentos del 32,8% en su informe de septiembre; el índice de alimentos de la FAO ha alcanzado niveles récord de 133 por primera vez desde los levantamientos árabes de 2011. Es normal que los capitalistas teman los disturbios provocados por el hambre, ya que se cree que estas cifras aumentarán aún más. El punto principal es convertir ese miedo en una pesadilla.
Las Naciones Unidas habían advertido que el mundo se enfrentaba a la peor crisis alimentaria de los últimos 50 años. Por otro lado, la posibilidad de que los gobiernos burgueses colapsen en el pantano de la deuda en muchos países del mundo revela cuán peligrosa puede ser esta hambruna masiva. Está el ejemplo del Líbano, donde los trabajadores han caído por debajo de la línea del hambre a gran velocidad. Qu Dongyu, Director General de la FAO, resume la situación con las siguientes palabras: “Hoy, nos enfrentamos a crisis alimentarias sin precedentes en múltiples áreas. El hambre y la inanición son una realidad hoy… la situación continúa empeorando a medida que nos acercamos al final de 2021”.
Dado que se sabe que las familias de los países subdesarrollados gastan la mitad o más de sus ingresos familiares en alimentos, no es difícil predecir que un aumento del 32% en los precios de los alimentos en el último año conducirá a la desnutrición. El hambre masiva ha provocado disturbios a lo largo de la historia. No hace falta ir tanto tiempo atrás. Los levantamientos árabes de 2011 comenzaron con el fuerte aumento de los precios de los alimentos. Ahora estas posibilidades son más fuertes que nunca.
Los socialistas revolucionarios debemos estar en la primera fila de las luchas ambientales y levantar un programa radical contra la carestía de la vida, uniendo todos estos reclamos a la necesidad de derrotar el capitalismo como única salida para salvar el planeta y poder hacer un uso sustentable de los recursos naturales para satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la población, comenzando por la comida.
La juventud atrapada se prepara para los levantamientos
Los jóvenes son los más afectados por el desempleo y el trabajo precario en malas condiciones. La desesperada situación a la que se enfrenta la juventud será uno de los factores más decisivos del próximo período. La rabia de los jóvenes contra el sistema educativo cada vez más descalificado, el desempleo, las pésimas condiciones de trabajo, la explotación brutal, las desigualdades sociales repugnantes y los políticos autoritarios voraces está creciendo. El mejor ejemplo de esto fue la juventud de Colombia, que se rebeló en mayo y junio de este año contra los aumentos de impuestos, la represión y el ajuste que golpeó a los trabajadores. Aunque la juventud colombiana, que luchó con valentía en las calles y perdió más de un centenar de vidas, se replegó por las desventajas de carecer de una dirección, aún logró hacer retroceder al gobierno y revelar su potencial revolucionario. Ya habíamos visto cómo se levantaban los estudiantes de Chile hace dos años cuando un aumento del boleto del subterráneo fue la gota que colmó el vaso, generando a continuación una rebelión generalizada de todo el pueblo pobre contra el gobierno y el régimen heredado de la dictadura de Pinochet.
Podemos dar otro ejemplo del Estado español, donde el desempleo juvenil es del 40% según cifras oficiales. Los disturbios masivos y las protestas tras el arresto de un rapero radical y popular son otro indicio de la radicalización de la juventud. En la rebelión que conmovió EE.UU. ante el asesinato de George Floyd, la juventud negra se unió a la juventud blanca contra el racismo de la policía y el gobierno de Trump. La ira de los jóvenes está creciendo en el Medio Oriente, América Latina, Asía y en muchas partes del mundo. Esta ira se manifiesta en protestas radicales lideradas por la juventud. Sin embargo, la ausencia de partidos revolucionarios de vanguardia, la falta de perspectiva y los problemas de coordinación en las acciones espontáneas socavan en gran medida la radicalización política y dejan espacio para intervenciones de moderación acomodando a políticos reformistas y sindicalistas.
Por lo tanto, es vital que la fuerte actitud combativa de la juventud adquiera un contenido marxista. El curso lógico de las acciones de los jóvenes que se rebelaron contra la falta de futuro capitalista es hacia el socialismo y el marxismo. Muchas encuestas, informes e investigaciones sobre el giro de la juventud hacia el socialismo han aparecido en las páginas de la prensa en los últimos años. Este interés por el socialismo, todavía difuso, debemos trabajar pacientemente para que se manifieste en la lucha de clases y fortaleciendo organizaciones socialistas revolucionarias.
La lucha de clases está ascendiendo a nivel mundial
Paralelamente a la crisis del capitalismo, observamos que la clase trabajadora ha reforzado la lucha de clases en todo el mundo utilizando su poder arraigado en el proceso de producción. Los recientes movimientos de huelgas en Estados Unidos, las huelgas generales en Corea del Sur y la India, las acciones radicales de la clase obrera iraní, la huelga de los obreros del metal de Cádiz en el Estado español, los metalúrgicos en Sudáfrica, los trabajadores del Metro en Portugal, los del transporte en Alemania, las protestas obreras generales en Túnez y el creciente movimiento sindical en muchos sectores en Turquía son sólo algunos ejemplos. Todas estas huelgas y resistencias son parte del surgimiento de un movimiento obrero global. El capitalismo está globalmente integrado, por lo tanto, todas las luchas importantes de los trabajadores adquieren un carácter internacional. Como resultado de esto, la conciencia de clase está aumentando entre los trabajadores a escala global. Las acciones de los trabajadores de la salud en todo el mundo, que arriesgan su vida en las ruinas de los sistemas de salud destruidos por las políticas neoliberales, especialmente durante la pandemia, y las luchas de los trabajadores de logística que debieron trabajar en la primera línea durante los momentos más sensibles de la epidemia, sensibilizaron a los trabajadores. El hecho de que el sistema no se preocupe por el sistema de salud ni por la vida de los empleados para maximizar las ganancias, mientras los capitalistas hacen grandes fortunas en el proceso, ha llevado a una acumulación de ira contra el capitalismo. Lo que obliga a los trabajadores a ser más combativos es que la desocupación y el alto costo de vida los afectan profundamente bajo condiciones de crisis económica y que se ven obligados a trabajar en condiciones cada vez más precarias. En otras palabras, el ascenso de las luchas de la clase trabajadora es un proceso objetivo. El punto crítico aquí es que la clase trabajadora debe superar los obstáculos de la burocracia sindical y un nuevo radicalismo obrero que emerge de los lugares de trabajo debe liderar a todos los segmentos sociales descontentos. Cuando la ira explosiva de los pobres, los desempleados, los jóvenes, las mujeres y los oprimidos se combine con el movimiento de la clase trabajadora organizada, entonces el capitalismo estará en serios problemas. Para ello, son de gran importancia las iniciativas y comités de base en los lugares de trabajo, que pondrán de relieve las nuevas dinámicas vitales emergentes. También impulsar autoconvocatorias para sobrepasar a la burocracia, disputar comisiones internas y cuerpos de delegados, fomentar la unidad de las corrientes antiburocráticas y clasistas para recuperar sindicatos e impulsar coordinadoras de luchadores.
Formar cuadros marxistas entre los trabajadores jóvenes y establecer lazos sectoriales entre ellos en todo el país es de gran importancia para que la lucha de clases dé un salto cualitativo y cuantitativo. La tarea crítica de los socialistas es preparar a la clase trabajadora para luchas decisivas contra el capitalismo global.
Continúa la revuelta mundial de mujeres
Una de las características más importantes de los últimos años ha sido el surgimiento del movimiento mundial de mujeres que luchan por sus derechos. Hay protestas de mujeres en todo el mundo contra la prohibición del aborto, el feminicidio, el sexismo, la discriminación, el acoso y la violación. La movilización de las mujeres ha conseguido triunfos importantes en distintos países, como Argentina e Irlanda en relación a la legalización del aborto, y también el reconocimiento en sectores de la sociedad sobre la existencia de estas problemáticas, invisibilizadas hasta hace poco tiempo.
Asimismo, el movimiento LGBTI+ está alzando su voz en todo el mundo por la igualdad de derechos contra la violencia y la discriminación. La movilización de mujeres y personas LGBTI+ para denunciar al sistema capitalista sexista allana el camino para una radicalización. Es de gran importancia que esta bronca se convierta en una oposición general al sistema y se dirija hacia canales socialistas.
Las mujeres trabajadoras son las más afectadas por la crisis del capitalismo: las primeras en ser despedidas, las que aceptan salarios más bajos y trabajos más precarios, las que sufren la pobreza y el hambre con mayor severidad. En los países subdesarrollados, las manos huesudas del hambre sujetan por el cuello a las familias, mujeres y niños pobres. Por lo tanto, las mujeres trabajadoras están dispuestas a salir adelante en la lucha de clases. La ira acumulada es enorme. Es de gran importancia formar cuadros dirigentes marxistas entre las mujeres trabajadoras y las jóvenes radicalizadas que actualmente están liderando el camino en muchos frentes de la lucha de clases. La lucha organizada en los lugares de trabajo, las escuelas y los barrios es la única forma de empoderar a las mujeres contra la explotación y el sexismo. Los socialistas revolucionarios deben ser capaces de organizar mujeres dirigentes que anhelan ser luchadoras por una nueva vida en lugar de víctimas indefensas del sistema.
Los defensores de las tendencias reformistas y las políticas de identidad, que tienen peso dentro del movimiento LGBTI+ y de mujeres, tienen efectos tanto organizativos como ideológicos. Estas corrientes, que no ubican al capitalismo como la fuente de la opresión, aconsejan al movimiento que se contente con conquistas parciales. La política de identidad, que coloca la “contra-identidad” en el blanco, aísla a grandes segmentos que apoyarían la lucha de mujeres y LGBTI+ y asesta un golpe a la unidad de la clase trabajadora. Estas dos tendencias, que buscan limitar la lucha de mujeres y LGBTI+ para mostrar logros que no toquen al sistema capitalista, son callejones sin salida y retrocesos para el movimiento. Luchar contra estas influencias desde una perspectiva de clase y socialista es vital para que el movimiento progrese.
Autoritarismo, ataques a los derechos democráticos y el peligro fascista
Otro rasgo distintivo del período que atravesamos es la intensificación de los ataques a los derechos democráticos, el autoritarismo y el aumento del peligro del fascismo. A medida que se profundiza la crisis del capitalismo, vemos que el institucionalismo tradicional de la democracia burguesa y la hegemonía liberal se han visto sacudidos. Al igual que en las décadas de 1920 y 1930, segmentos más amplios de las clases dominantes ven el proceso democrático-burgués como un obstáculo y los gobiernos fascistas de extrema derecha como una “solución”.
Están surgiendo tendencias significativas en Estados Unidos y Europa Occidental, que son los centros tradicionales de los sistemas parlamentarios liberales en el mundo. El hecho de que Trump aún pueda gozar de gran popularidad mientras maldice a los “socialistas radicales que se han apoderado de Estados Unidos” es la expresión más obvia y peligrosa de esta tendencia para Estados Unidos en este momento. Diez meses después de su derrota electoral, la posición de Trump como dirigente del Partido Republicano, que representa una parte significativa de las clases dominantes de Estados Unidos, se ha fortalecido.
A medida que se intensifican los fracasos de la administración Biden y la decepción de los trabajadores y la juventud, es muy probable que Trump o alguien como él regrese a la presidencia con más fuerza. Si el movimiento de clases radical que tiene el poder y la perspectiva para derrocar el sistema bipartidista en Estados Unidos fracasa, está claro que el populismo de derecha, el autoritarismo y los movimientos fascistas cobrarán una fuerza peligrosa a través del Partido Republicano. Por lo tanto, es necesario subrayar una vez más el peligroso papel que juegan corrientes como los Socialistas Democráticos de América (DSA). En lugar de dirigir la lucha de clases en ascenso y el dinamismo izquierdista hacia un proyecto de izquierda completamente independiente de las alas burguesas, el DSA gira cada vez más a la derecha y teoriza sobre la necesidad de seguir por un tiempo indefinido apoyando al Partido Demócrata imperialista.
En Europa, la extrema derecha sigue ganando fuerza ante la crisis económica, la hostilidad hacia los inmigrantes y la islamofobia. Hoy, los partidos de extrema derecha tienen posiciones sólidas en casi todos los parlamentos de Europa. Cuando la izquierda revolucionaria no organiza el descontento social, los demagogos populistas de derecha, de extrema derecha o fascistas -que se presentan como antisistema- llenan el vacío. Fuimos testigos de lo segundo en Francia. Como si una extrema derecha como la de Marine Le Pen no fuera suficiente en la escena política, un segundo político de extrema derecha, Éric Zemmour, que ahora compite con ella en las elecciones presidenciales, ha dado un gran salto en las encuestas y se ha elevado a segundo lugar. Sin embargo, la lucha de clases en Francia había tomado formas muy radicales en los últimos años. Tanto el Movimiento de los Chalecos Amarillos como las huelgas de los trabajadores del Metro y del ferrocarril habían afectado profundamente al país. Lamentablemente, cuando no hay una izquierda revolucionaria que pueda llevar adelante estas acciones y organizar a los activistas, o cuando es insuficiente, son los movimientos de extrema derecha y fascistas los que se benefician de esta situación.
Este ejemplo en Francia muestra cuán vital es que una franja de la vanguardia (de las protestas obreras y las manifestaciones callejeras) se una a las organizaciones revolucionarias. Esta capa proporcionará tanto la radicalización de ideas en el movimiento obrero como el establecimiento de lazos entre la clase trabajadora y las organizaciones revolucionarias. Si no se da su agrupamiento en organizaciones revolucionarias, vemos que el radicalismo en acción se retira, el giro a izquierda es muy limitado y la derecha aprovecha todas las oportunidades. Por otro lado, para que surja una generación dirigente de trabajadores y jóvenes, las organizaciones revolucionarias deben primero ser lo suficientemente fuertes para que los trabajadores ubiquen a estas alternativas revolucionarias y las tomen como referencia. Si la alternativa revolucionaria organizada sigue siendo débil, los reformistas que hablan por la izquierda y las burocracias sindicales, con su notoria lealtad al sistema, harán que la oportunidad se desvíe hacia la derecha. Esta capa privilegiada de burócratas tiene una gran participación en el surgimiento de la extrema derecha con su papel en socavar la lucha de clases.
Junto con el peligro creciente de la extrema derecha, las tendencias autoritarias del sistema se están fortaleciendo. En muchos países del mundo, los derechos democráticos no se respetan en absoluto o enfrentan fuertes ataques. Líderes de extrema derecha como Modi, Erdogan, Orbán y Bolsonaro están llevando a cabo ataques radicales contra los derechos democráticos en los regímenes autoritarios que intentan instalar. Por otro lado, es casi imposible ejercer los derechos democráticos en muchos países desde China hasta Nicaragua, Bielorrusia o Rusia, desde Irán hasta los jeques árabes y en África. Los golpes militares en África se han vuelto mucho más frecuentes, como se ve en el último ejemplo en Sudán. El heroico sacrificio del pueblo que resistió a la sangrienta junta en Myanmar aún no ha obtenido resultados.
No se debe subestimar el peligro que representan los populistas y demagogos de la extrema derecha, los movimientos callejeros fascistas o los líderes autoritarios. La forma más segura de frenar la reacción de la extrema derecha es levantar la lucha de clases. Porque la lucha de clases y el socialismo son las soluciones precisas a la crisis capitalista. La esperanza de una nueva vida evitará que la extrema derecha tenga la oportunidad de cobrar fuerza. Las acciones de la clase trabajadora reducen el espacio de la extrema derecha. Debido a que las acciones de los trabajadores son de naturaleza internacionalista, también son un antídoto intelectual contra las tendencias racistas, religiosas y antiinmigrantes que dividen a la clase trabajadora.
La protección de todo tipo de derecho democrático es uno de los deberes principales de los socialistas. La lucha por los derechos democráticos es la base de la lucha por la revolución socialista. Defendemos el derecho a la autodeterminación de los pueblos. El derecho de reunión y manifestación, la libertad de prensa, los derechos humanos fundamentales, la libertad de expresión y organización y los derechos sindicales; todo esto crea un ambiente en el que la clase trabajadora puede respirar libremente. La principal tarea de la clase trabajadora y los socialistas es defenderlos envidiablemente.
La fuerza callejera de los fascistas es otro tema sobre el que los socialistas deben tomar precauciones especiales. Cuando las bandas fascistas encuentran la oportunidad de organizarse, se fortalecen y realizan acciones violentas contra la izquierda y los oprimidos, con el apoyo que reciben de los Estados. Es imposible que los revolucionarios observen pasivamente este proceso. Los socialistas revolucionarios deben tomar la delantera en el movimiento antifascista y deben estar en la lucha por reducir constantemente las áreas del movimiento y la organización de los matones fascistas. Es de gran importancia ganar las fuerzas antifascistas, que crean un fuerte dinamismo en muchas partes del mundo, para el marxismo y la perspectiva de clase.
Los equilibrios imperialistas tambalean con conmociones y tensiones
La experiencia de los últimos años ha demostrado que los conflictos imperialistas se han intensificado con la crisis económica capitalista; los equilibrios están cambiando y las guerras se están generalizando. Afganistán, Karabaj, Ucrania, Libia, Siria, Rojava, Palestina, Yemen, Etiopía, Sahara Occidental, Sudán, Eritrea, Nigeria, Cachemira y otros han sido los países donde se produjeron guerras en los últimos años. Estas guerras, en las que las grandes potencias imperialistas están involucradas en su mayoría mediante terceros en el campo de batalla, y las nuevas que se alinean en la puerta, probablemente tomen formas más peligrosas con la crisis capitalista.
El extraordinario proceso de explotación y crecimiento que ha logrado China desde el último cuarto del siglo XX desplaza el equilibrio del sistema imperialista. El imperialismo estadounidense, que ha ido perdiendo gradualmente su posición de única superpotencia mundial, está invirtiendo en la política de contener a China con todo su poder. La lucha iniciada por Estados Unidos contra China en el campo económico, político e ideológico se transformó en una estrategia de asedio que intensificó el armamento global.
La política de “ascenso pacífico”, que ha sido la doctrina oficial de China durante muchos años, ha sido reemplazada por una política exterior más afirmativa y agresiva con Xi Jinping. El régimen del PCCh dirige los recursos estatales hacia mejorar el desarrollo tecnológico y la capacidad militar. Por otro lado, Estados Unidos sigue profundizando sus actividades y asentamientos político-militares, en especial en el sur de Asia. Hemos visto el último ejemplo de esto en el acuerdo de cooperación de defensa de Australia con EE.UU. y el Reino Unido (AUKUS), a pesar de las intensas reacciones de su principal socio comercial, China.
El Acuerdo de Asociación Transpacífico reúne con Estados Unidos a países como Japón, Vietnam, Malasia y Singapur, que están preocupados por el ascenso de China. Los problemas en regiones como Taiwán, Hong Kong y el Mar de China Meridional continuarán siendo campos de guerra calientes extremadamente peligrosos para los pueblos del mundo en los próximos años.
La profundización de los roces y disputas interimperialistas entre el decadente EE.UU y la ascendente China puede evolucionar en un futuro hacia una nueva confrontación mundial de impredecibles consecuencias para la sobrevivencia de la humanidad. No existe ningún campo progresivo. Los socialistas revolucionarios debemos mantenernos independientes y denunciar los intereses ajenos a la clase trabajadora y los pueblos de cada uno de ellos.
El imperialismo estadounidense, consciente de los límites de su poder, está reduciendo su peso en Medio Oriente por su estrategia de rodear a China. Nos enfrentamos a las sorprendentes consecuencias de este giro. Afganistán, donde la ocupación estadounidense terminó vergonzosamente y los talibanes obtuvieron un gran triunfo, es el último ejemplo de esto. En el Medio Oriente hay un gran conflicto entre Rusia, Turquía, Irán, Arabia Saudita, Israel, etc. por llenar las áreas desocupadas por Estados Unidos. No hace falta abundar en detalle que estos conflictos fueron muy sangrientos y que las potencias regionales libraron sangrientas guerras civiles a través de sus socios.
Mientras el capitalismo es sacudido por la crisis, las clases dominantes, los Estados burgueses y los políticos también se están volviendo más inestables. La naturaleza furiosa del imperialismo y del sistema capitalista de Estados-nación para perseguir ganancias y riquezas ilimitadas tiende a convertirse en formas extremas y en guerras bajo condiciones de crisis. La única fuerza social que puede pelear contra la guerra imperialista es la clase trabajadora internacional. Los mismos procesos sociales objetivos que llevaron al imperialismo a las guerras están impulsando a la clase obrera hacia las filas revolucionarias. Por eso nuestra tarea inmediata es fortalecer la unidad socialista revolucionaria internacional de la clase trabajadora.
La obligación de organizarse y girar hacia la perspectiva socialista revolucionaria
La depresión creada por la crisis capitalista obligará a las masas trabajadoras a bajar al campo de acción a lo largo de la década de 2020. No son sólo nuestras expectativas optimistas. The Economist Intelligence Unit, subsidiaria de The Economist, evaluó el riesgo de manifestaciones sociales masivas como de “muy alta probabilidad” en su análisis de diez riesgos que sacudirán al mundo en 2022.
Un estudio firmado por la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), que es instrumento del imperialismo alemán, analizando las protestas y haciendo un pronóstico sobre lo que vendrá los próximos años, llegó a la conclusión de que vivimos un periodo de la historia similar a los años 1848, 1917 o 1968, “cuando una gran cantidad de personas se rebeló contra el estado de cosas y se manifestó para exigir cambios”. El FMI pronostica posibles rebeliones y hasta revoluciones.
Como marxistas revolucionarios, debemos ser conscientes de que estamos ante grandes oportunidades. Sin embargo, las acciones de masas tienen grandes obstáculos en términos de desorganización y falta de perspectiva. Las tremendas experiencias de 2019 están llenas de claros indicios al respecto. Los manifestantes que lucharon heroicamente en Chile, Irak, Francia y muchos otros países no pudieron resolver muchos problemas complicados por sí mismos, como derrotar a Estados burgueses, gobiernos, agresores de derecha y tendencias conciliadoras de izquierda. Para ello, las masas deben tener una sólida perspectiva revolucionaria y una fuerza organizada eficaz. Por un lado, para resistir la agresión del Estado burgués, y por otro, para evitar el sabotaje astuto de las tendencias conciliadoras de izquierda, las organizaciones marxistas deben ganar poder y autoridad a los ojos de las masas.
A medida que las masas se desplacen hacia la izquierda y la perspectiva roja se fortalezca, los levantamientos de la década de 2020 adquirirán un carácter definitivamente revolucionario.
Las puertas de una nueva situación revolucionaria se abrirán cuando las masas respondan a las consecuencias más brutales de la crisis capitalista con acciones y huelgas y recurran a las ideas, los símbolos y las organizaciones revolucionarias socialistas.
Las masas, especialmente los jóvenes, ya están en una búsqueda seria de una alternativa. Esto es muy importante, porque sin buscar no será posible progresar. La clase obrera y la juventud atraviesan ahora estas etapas. Esto es realmente importante. Pero sabemos que la intervención de las organizaciones marxistas revolucionarias es necesaria para que las acciones de la clase obrera y la juventud alcancen sus lógicas consecuencias, es decir, para la realización de las revoluciones socialistas.
La LIS y todas las organizaciones marxistas revolucionarias tienen grandes responsabilidades en este sentido. El giro de los movimientos espontáneos hacia una perspectiva revolucionaria y la expansión de la organización dependen de nuestra efectividad e intervención.
En este sentido, debemos deshacernos del sectarismo, la estrechez de miras, la competencia ciega y debemos organizar un trabajo conjunto en la más amplia unidad de acción posible. Sólo a través de luchas conjuntas podemos convertirnos en una alternativa para las masas y romper el efecto tranquilizador de las tendencias conciliadoras de izquierda. La LIS está dispuesta a hacer todo lo posible para desarrollar una cultura de solidaridad y lucha común entre las organizaciones revolucionarias marxistas. La LIS se organiza sobre la base de un nuevo entendimiento en el que las diferencias secundarias se discuten con camaradería, no como razón para la división, y ha logrado importantes avances en poco tiempo hacia crear una gran unidad marxista revolucionaria en todo el mundo. Y será un punto focal para los saltos socialistas en la crisis histórica del capitalismo que estamos atravesando, levantando la solidaridad revolucionaria y la lucha persistente.
Superar las tendencias conciliatorias y la lucha ideológica
Estamos asistiendo a una polarización social y política que seguirá avanzando. Las tendencias hacia la derecha que ya hemos desarrollado son una cara de la actual situación. La otra es el giro a izquierda de sectores cada vez más amplios del movimiento de masas. En la medida en que no se fortalezca la organización de los socialistas revolucionarios este giro será capitalizado por el reformismo, que tratará de desviar el ascenso hacia el plano electoral y así salvar a los gobiernos y regímenes, lo que la mayoría de las veces terminará ayudando a la derecha.
Siempre que el sistema capitalista está en crisis, los partidos reformistas de izquierda, que son los cuidadores del sistema, y en la mayoría de los casos la burocracia sindical, que está bajo el control de estos elementos o de la propia burguesía, intervienen para rescatar el sistema. Como ejemplos recientes, la Concertación, el Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile; la CUT y el Pacto Histórico de Gustavo Petros en Colombia; los partidos del establishment estalinista del CPI y el CPI (M) en India, jugaron un papel crítico en salvar el sistema al hacer grandes esfuerzos para contener las protestas y huelgas.
En el pasado reciente, la vacilación del Partido Comunista y Mélenchon con respecto al movimiento de los chalecos amarillos en Francia benefició a Macron y Le Pen. En Alemania, el giro de Die Linke (La Izquierda) hacia el neoliberalismo continúa allanando el camino para la AfD de extrema derecha. Del mismo modo, la Rifondazione Comunista italiana dejó las calles al movimiento populista de derecha Cinco Estrellas y la Alianza del Norte de extrema derecha. En Grecia, la eurocomunista Syriza se convirtió en salvadora de la burguesía. En el Estado español, Podemos permitió la vuelta al poder del PSOE. En Brasil, el gobierno del PT hizo posible la victoria del semifascista Bolsonaro. En Argentina, el gobierno de Cristina Kirchner primero y ahora el de todo el PJ con Fernández-Kirchner a la cabeza han ayudaron al surgimiento y fortalecimiento de la derecha. En Venezuela, el gobierno de Maduro es el responsable de que la derecha sea un actor importante. En India, los partidos reformistas estalinistas [CPI y CPI (M)] sentaron las bases del autoritario populista de derecha Modi. En muchas situaciones similares, incluidos estos ejemplos, los partidos reformistas apoyaron políticas neoliberales de recortes sociales y privatizaciones. No es posible ganar la dirección del movimiento de masas y transformar la crisis capitalista en una revolución social sin derrotar a estas fuerzas.
Rechazar el modelo del Partido Bolchevique y adoptar como estrategia permanente el establecimiento de grandes partidos de masas con fuerzas reformistas, como sugiere el Secretariado Unificado (SU-IV) y algunas otras fuerzas, no es más que una adaptación al reformismo. Esto no significa no adoptar tácticas adecuadas para los diferentes procesos que pueden desarrollarse en determinadas situaciones; pero estas tácticas, que pueden incluir la participación en formaciones anticapitalistas amplias, no pueden ser estratégicas, ni para todo tiempo y lugar, ni contradecir la construcción de partidos revolucionarios.
El nuevo mundo que se está abriendo nos tiene que encontrar atentos a la posibilidad de rupturas por izquierda en partidos de masas y nuevos fenómenos que abran oportunidades para la construcción revolucionaria.
Así como los socialistas revolucionarios deben diferenciarse siempre de la izquierda reformista y centrista, también debe separarse de los sectarios y escépticos que obstaculizan el avance de la lucha y el liderazgo revolucionario allí donde tienen cierta influencia.
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta el movimiento de masas son los movimientos posmodernos antimarxistas, que argumentan que el tiempo de la lucha de clases ha terminado, denigran la lucha por la toma del poder político por parte de las clases trabajadoras y hacen propaganda negra culpando al socialismo por los crímenes del estalinismo. No es de extrañar que los mismos argumentos sean también los de los capitalistas. Los intelectuales y grupos posmodernos juegan un enorme papel reaccionario, planteando la lucha por identidades y culturas como un proyecto de izquierda. La experiencia ha demostrado en repetidas ocasiones que el proyecto de creación de pequeñas unidades autónomas liberadas, que es quizás la propuesta más afirmativa de estos grupos, no representa la menor amenaza para el funcionamiento del sistema.
Para responder con una revolución a la crisis del sistema, tenemos que lograr unir las fuerzas marxistas revolucionarias internacionales en el frente más amplio posible y construir secciones nacionales fuertes. Este empoderamiento sólo es posible con claridad ideológica, métodos sanos, una perspectiva sólida y un trabajo enérgico. Sólo así podremos derrotar a los burócratas reformistas, que son los cuidadores del sistema, y superar a las tendencias centristas que vacilan entre la revolución y el establishment. Cuando combinemos la enorme energía de las masas con el poder organizado del marxismo, habrá quedado atrás el período pre-revolucionario y comenzado una situación revolucionaria mundial.
Aprobado por unanimidad diciembre 2021