Brasil: ¿por qué Lula no y sí un Frente de Izquierda Socialista?

Por Alternativa Socialista/PSOL – LIS, Brasil.

Se acercan las elecciones nacionales y el debate sobre quién debe gobernar pasa a primer plano. La necesidad de tirar a Bolsonaro es indiscutible, pero la de quién debe ser el sustituto presidencial abre debates tácticos y estratégicos en la izquierda en general y en el PSOL, el partido que construimos, en particular.

Fuera de Bolsonaro, obviamente.

No cabe duda de que echar a este gobierno es una prioridad para cualquier organización que represente los intereses de la clase trabajadora y del pueblo pobre. Entendemos que el gobierno de Bolsonaro lleva bastante tiempo al borde del abismo y que las posibilidades de que se mantenga en el poder son cada día más efímeras. Esto se debe a la pérdida de base social, provocada principalmente por la serie de ataques al pueblo trabajador que no fue convencido por los discursos de ajustes y desmantelamiento de derechos y conquistas. Desde allí este gobierno no logró la agenda neoliberal que la burguesía local e internacional exige, y que hoy le reclaman a través de editoriales en los principales diarios del país.

Pero eso no fue, ni es, suficiente para sacar a Bolsonaro. Su debilidad no se ha combinado con la aparición de una fuerza social capaz de movilizar a las masas contra este gobierno. Los esfuerzos de algunos sectores de la izquierda hasta ahora han sido superados por la política conciliadora de direcciones como el PT y Lula, que tienen en el horizonte las elecciones presidenciales de 2022. Apostar por las movilizaciones para hacer frente a este gobierno de ajustes, destrucción y muerte, sigue siendo una prioridad para quienes, como nosotros, no creen en las soluciones electorales conciliadoras.

Entonces, Lula-Alckmin no son la solución

Lula no se jugó en las movilizaciones y actos que exigían «Fuera Bolsonaro» el año pasado. Al igual que el PT, la dirección de la CUT y otros sectores políticos, como el PCdoB, no quisieron construir la huelga general de los trabajadores estatales para hacer frente a las impopulares reformas. Por el contrario, aislaron a los trabajadores de Correos, por ejemplo, que lucharon contra la privatización de esta empresa estratégica en junio de 2021. ¿Por qué? Porque el objetivo de Lula y del PT es precisamente llegar a un nuevo acuerdo con la derecha tradicional para llegar a la presidencia.

Y aquí es donde surgen los grandes debates de la izquierda. ¿Es la solución electoral la forma de derrotar el plan de guerra contra el pueblo por parte del poder económico? Además, ¿es un nuevo gobierno de conciliación de clases el que podrá responder a las demandas de un pueblo que padece hambre? Nuestra respuesta es no. Decir otra cosa es mentir y crear expectativas en un gobierno de Lula que no existe más que en las páginas y discursos de organizaciones o figuras oportunistas que buscan atajos, o que directamente han dejado de creer en el motor de la historia, la lucha de clases.


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Sabemos que hay confusión en gran parte de la población que sufre por el gobierno de Bolsonaro y el proyecto neoliberal de desmantelamiento del Estado, ajuste y reformas antipopulares. Existe la ilusión de que Lula es la única herramienta política para derrotarlo. No podemos engañarnos, esta ilusión es comprensible, pero basta con ver lo que fueron los 12 años de gobiernos del PT para confirmar lo contrario. Fundamentalmente hay que escuchar lo que dicen ahora Lula y el PT sobre el «capitalismo serio «[1] que pretenden «reconstruir» para el país. Y, por supuesto, los acuerdos que están tejiendo con la derecha tradicional como con el enemigo del pueblo trabajador y ex gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, para que sea el vicepresidente de Lula, junto con personajes nefastos como el propio Fernando Henrique Cardoso.[2]

La reedición de un gobierno de conciliación de clases tendrá otro final desastroso

Los gobiernos del PT fueron responsables del avance devastador del agronegocio y de la producción contaminante en las dos primeras décadas de este siglo (que aún defienden como modelo productivo), provocando lo que hoy es una crisis ambiental sin precedentes -sin duda, con un salto cualitativo en el agravamiento por parte del gobierno de Bolsonaro. Está en su cuenta las fabulosas ganancias de la especulación financiera y de los bancos privados, en una década de altos precios de las commodities y que, aún con la existencia de programas sociales para combatir la pobreza extrema y el hambre, avanzó la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, ampliando la brecha entre ricos y pobres en Brasil. Fueron responsables de las políticas que fomentaron el capital privado en la educación universitaria y básica, a través de leyes como la APP – Asociación Público-Privada. Los ejemplos son muchos y todos indican que los gobiernos del PT, lejos de ser una superación de los gobiernos liberales como el de FHC, fueron una continuidad.

La fórmula frentepopulista de los gobiernos, con discursos progresistas que dialogan con el pueblo trabajador y los pobres, pero que gobiernan para el capital, resultó ser un factor determinante para el surgimiento de la extrema derecha que llegó al gobierno. Bolsonaro es la expresión de este proceso, emergiendo como una «alternativa política» para las masas brasileñas que poco antes habían depositado sus esperanzas en el gobierno «popular» del PT.

Hay espacio para construir una tercera alternativa con independencia de clase

Como se está demostrando en América Latina, está creciendo un espacio político a la izquierda de los gobiernos progresistas para enfrentar a la derecha. En Brasil, el Partido de los Trabajadores y Lula ya no cuentan con esa sólida base social de los años 90 y principios de los 2000. Lula está generando expectativas en importantes sectores de la sociedad que lo sitúan en primer lugar en las encuestas electorales, abriendo la posibilidad de que gane en la primera vuelta. Pero estas expectativas son frágiles y caminan en la cuerda floja de una dirección política que opta por conciliar con el capital en lugar de enfrentarse a él como posible alternativa en tiempos de crisis capitalista mundial. Las masas ya han hecho la experiencia con el proyecto petista y han roto, esto abre el espacio para construir una tercera alternativa en la izquierda, siempre y cuando haya direcciones dispuestas a hacerlo.

El PSOL tiene la oportunidad de formar parte de un polo de confluencia de esta vanguardia que, hoy aislada y dispersa, mañana estará en las calles. Puede ser parte de la alternativa política de la izquierda socialista frente a los planes de guerra de la derecha y los «ajustes patrióticos» de la izquierda del orden, estando dispuesta a disputar y no caer en los cantos de sirena de la conciliación de clases. Así como ser el partido que convoca y construye el verdadero Frente de Izquierda Socialista, llamando al PSTU, al PCB, a Unidad Popular y a todas las organizaciones de la izquierda militante a fortalecer una alternativa con independencia de clase y un programa socialista.

Hay espacio para un proyecto de todos aquellos que se rebelan contra la opresión y la explotación y saben que no hay conciliación posible con el capital, y que tarde o temprano volverán a las calles para enfrentarse a cualquier gobierno, independientemente de sus bonitos discursos o promesas progresistas. Lo que falta es una dirección política para abrir esta disputa, y para eso debemos prepararnos.


[1]Palavras de Lula no discurso feito o dia 10/03/2021 na sede do Sindicato dos Metalúrgicos do ABC, em São Bernardo do Campo, SP.

[2]https://blogs.oglobo.globo.com/bela-megale/post/estrategia-de-lula-para-ter-o-apoio-de-fhc-e-da-velha-guarda-tucana-na-chapa-com-alckmin.html