¿Qué es el imperialismo? ¿Son imperialistas China y Rusia?

Por Gunes Gumus (SEP) Turquía

La guerra en Ucrania ha crecido tanto más allá de las expectativas de todos que el mundo entero está sintiendo el calor de la guerra hoy en día. ¿Estamos volviendo a la era del extremismo imperialista? Mientras Putin intenta invadir toda Ucrania, los imperialistas occidentales están poniendo muchas cartas sobre la mesa para hacer que Rusia pague por ello. Rusia corre contra el tiempo para acelerar su avance dentro de Ucrania, por otro lado, le recuerda a la OTAN su carta nuclear.

Mientras algunos desconcertados que caen en la trampa de la democracia liberal siguen preguntando «Estamos en 2022, ¿esto va a suceder?», la naturaleza bélica del imperialismo seguirá mostrándose una y otra vez desde la crisis de 2008 que sacudió al mundo.

El mundo es un lugar más inestable en estas condiciones de crisis global, es decir, cuando las ganancias no vienen fácilmente. Se intensificará la competencia imperialista por los mercados, los desarrollos tecnológicos, los recursos energéticos y por mantenerse en la cima del imperialismo mundial, ya que proporciona grandes ventajas económicas para hacerse con el botín. Y las tensiones que a veces desembocan en guerras se verán con más frecuencia y adoptarán formas más peligrosas.

En la actualidad, junto con EEUU, Rusia y China están en el centro de las tensiones mundiales. Estados Unidos ya ha declarado que su prioridad estratégica es la región del Pacífico durante la era Biden. Los avances económicos, científicos y militares de China están erosionando rápidamente la posición de Estados Unidos como única superpotencia mundial. Por otro lado, Rusia, que se ha recuperado militar y económicamente durante los últimos 25 años, está regresando con fuerza no sólo a los países de la antigua URSS, sino también a Medio Oriente, aprovechando que Estados Unidos está desplazando sus fuerzas a la región de Asia-Pacífico.

Mientras se producen cambios radicales en la jerarquía del imperialismo mundial, en Turquía y en el mundo se hacen análisis increíbles sobre el imperialismo, explicando que China y Rusia son países «no imperialistas», «semicoloniales», «periféricos». Para tomar una posición revolucionaria en esta guerra y en las futuras tensiones, tenemos que entender el imperialismo correctamente y dar respuestas correctas a la pregunta de si China y Rusia son imperialistas o no.

Definición del imperialismo

El imperialismo se entiende simplemente como un orden global de dominación. Sí, a lo largo de la historia, las grandes potencias/estados/imperios dominaron a los más pequeños, pero hay ciertas características que dieron origen al imperialismo en una determinada etapa de la historia y lo convirtieron en un fenómeno distinto.

Los teóricos revolucionarios como Lenin y Bujarin, que dieron al concepto del imperialismo su contenido actual, no equipararon el imperialismo con la política exterior de tal o cual Estado, la política de una de las fracciones de la clase capitalista (el capital financiero), la política de conquista o el colonialismo. Para Lenin, que estableció el vínculo entre el imperialismo y el capitalismo, el imperialismo representaba la etapa superior del capitalismo, la transformación del capitalismo en un sistema global bajo la dominación de los monopolios. Lenin caracterizó el imperialismo como la fase monopolista del capitalismo. Esta fase también marcó la culminación de la concentración y centralización del capital, y la transformación del capitalismo de un sistema que prevalecía en una parte de Europa en un sistema mundial.

El imperialismo se basa en un proceso de desarrollo contradictorio creado por el modo de producción capitalista. Por un lado, el capital tiene base nacional: el Estado-nación es el protector de los intereses generales del capital en la competencia intraclase e interclase. Por otro lado, el mercado por el que compiten los capitales tiene un carácter global.

El imperialismo expresa el sistema de competencia económica y geopolítica internacional de los Estados-nación que actúan para proteger los intereses más generales de su propio capital. La competencia geopolítica también está aquí subordinada al espíritu de las relaciones de producción capitalistas: detrás de la competencia por el territorio y la influencia está el dominio de los recursos energéticos y el objetivo de obtener las ventajas económicas que aporta la hegemonía regional-global. La competencia imperialista adopta una forma militar y política, además de económica, y acaba por desembocar en guerras.

Al abordar el tema del imperialismo, hay que destacar la ley del desarrollo desigual y combinado. Los países se desarrollan de forma desigual en el ámbito militar, económico y político. Esta desigualdad existe no sólo entre los más avanzados y los rezagados, sino también entre las grandes fuerzas del imperialismo. Lenin concibió el imperialismo como un sistema mundial jerarquizado: los puso en un orden jerárquico, considerando que incluso las Grandes Potencias de la época no eran auto-equitativas: «1- Tres fuerzas principales (completamente independientes): Gran Bretaña, Alemania, EEUU; 2- Segunda línea: Francia, Rusia, Japón; 3- Italia, Austria-Hungría». («Cuadernos sobre el imperialismo») La cuestión del desarrollo combinado puede ejemplificarse como el hecho de que el progreso técnico alcanzado en todo el mundo es tomado directamente por los rezagados y convertido en una herramienta de salto -véase EE.UU. y Japón- o el avance/retroceso de una potencia en la jerarquía imperialista depende no sólo de la situación de su propia dinámica sino también de la situación de otras potencias mundiales.

¿Son China y Rusia imperialistas?

Las preguntas más destacadas de hoy son: ¿Cómo posicionar a China y Rusia en la jerarquía imperialista? O bien, ¿qué criterios deben tomarse como referencia a la hora de posicionar a Rusia y China?

Cuando se trata del análisis del imperialismo, Lenin es el teórico que la más referenciado por la izquierda, pero destruyendo la teoría de Lenin. Se podría pensar que el libro de Lenin sobre el imperialismo es el libro sagrado: contiene versos que ni siquiera se pueden pensar en cambiar.  Algunos utilizan a Lenin para murmurar: «¿Dónde está la salida de capitales para definirlos como imperialistas?»

No necesitamos teóricos mecanicistas que persigan fórmulas dogmáticas en nombre del marxismo. El método dialéctico que el marxismo emplea para comprender el mundo, examina un fenómeno junto a las condiciones en las que surgió y considerando su desarrollo. Congelar los fenómenos, separándolos del conjunto en el que se conforman, de las relaciones y contradicciones que los crean, es un rechazo del método dialéctico. Para considerar la teoría del imperialismo de Lenin desde esta perspectiva, es necesario considerar las relaciones que crearon el imperialismo y las formas que ha tomado hoy. De lo contrario, se dejará de lado el espíritu de la teoría y se convertirán los artículos desarrollados por Lenin en su análisis marxista del imperialismo en un credo. Para entender si una potencia es imperialista o no, si te ciñes a los datos de la «exportación de capital», te conviertes en una versión actualizada de los economistas que Lenin más combatió. Sin embargo, la Rusia zarista que Lenin y los bolcheviques calificaron de imperialista, no tuvo una exportación neta de capital entre 1881 y 1914. La inversión extranjera que Rusia recibía de los países imperialistas occidentales era considerablemente mayor que las inversiones extranjeras de Rusia. Rusia no era capaz de invertir una cantidad significativa en el extranjero; estaba muy por detrás de sus rivales imperialistas.  Italia, Austria-Hungría y Japón, a los que Lenin calificó de imperialistas, tenían exportaciones de capital limitadas o no tenían ninguna exportación neta de capital. Pero como Lenin no redujo el imperialismo al volumen de la exportación de capital, no dudó en describir a estos países como imperialistas. Para Lenin, el imperialismo era esencialmente el comienzo de la era del capitalismo monopolista, y como resultado de este desarrollo, el surgimiento de un orden de competencia económica y geopolítica que trajo consigo las guerras.

Hoy en día, seguir los pasos de la comprensión de Lenin sobre el imperialismo requiere realizar un análisis observando la suma de las posiciones económicas, políticas y militares en la jerarquía de los países globales, sin quedarse estancado en un único criterio económico al posicionar a los países en la jerarquía imperialista.

La postura de China

Aunque no es posible entender a los que todavía describen a China como un país «semicolonial», que mostró un desarrollo gradual después de la crisis de 2008 y superó a EE.UU. en términos de producción industrial, vamos a dar respuestas a sus argumentos. Los que caracterizan a China como un país «periférico», «semicolonial» o «no imperialista» tienen tres argumentos destacados. El primero es que China exporta originalmente materias primas; la afirmación de que no hay exportación de capital. Otro es el argumento de que las empresas multinacionales que originalmente realizan su producción allí se benefician del desarrollo económico en China y los superbeneficios se trasladan a Occidente, la patria de estas empresas multinacionales. Este último argumento comenzó a abandonarse porque ya no es sostenible. El argumento de que China produce con intensidad de mano de obra y que no es lo suficientemente fuerte como para competir con Occidente en áreas como la tecnología de patentes.

Si empezamos por la cuestión de la salida de capitales, podemos decir que hay dos formas básicas de exportación de capitales: la exportación de capital productivo y la exportación de capital de deuda.

La respuesta más notable a quienes afirman que China tiene una economía centrada en la exportación de productos básicos debe ser la «Iniciativa de Cinturón y Ruta», cuya finalización está prevista para 2050. En el marco de este proyecto, se cree que se destinarán 100 billones de dólares a inversiones en infraestructuras que se realizarán en decenas de países. China ha invertido billones de dólares para construir carreteras, puentes, puertos y hospitales en unos 163 países, entre ellos muchos de África y Asia Central, en el marco del programa que se lleva a cabo desde 2013. Desde el anuncio del Proyecto de Cinturón y Ruta en 2013, China ha prestado alrededor de 1,9 billones de dólares a más de 70 países como parte de 1590 proyectos; las instalaciones de infraestructura de aquellos que no pudieron pagar sus deudas fueron confiscadas. Si ignoramos los increíbles comentarios como «estos puertos no se consideran exportaciones de capital, sirven para vender las mercancías de China», son hospitales, puentes, por supuesto, centros de producción de mercancías en la era del neoliberalismo, donde todo tipo de servicios se han vuelto de pago. Estas inversiones también son exportaciones de capital productivo, también conocidas como inversiones extranjeras directas.

Pasemos a la emisión de capital de deuda. Baste decir que los cuatro primeros de los diez mayores bancos del mundo pertenecen a China. Añadamos que China es el país con más bonos estadounidenses después de Japón, con un volumen de más de 1 billón de dólares. China es uno de los principales países prestamistas del mundo. Sus préstamos a países de renta baja y media se han triplicado en los últimos 10 años, alcanzando los 170.000 millones de dólares a finales de 2020.

Pasemos a la cuestión de las empresas multinacionales que arrasan con los beneficios creados por la producción industrial de China. En 2020, cerca de un tercio de la producción industrial mundial fue realizada por China. Estados Unidos realiza la producción industrial casi a la mitad de su capacidad. El argumento de que «los superbeneficios se trasladan a Occidente» en un país con esta capacidad de producción es realmente erróneo desde el principio, pero volvamos a ver los datos. En primer lugar, las empresas chinas dominan la lista de las mayores empresas del mundo. En segundo lugar, los multimillonarios chinos en dólares, casi exclusivamente ricos de primera generación, se han convertido en los más ricos del mundo. Según la Hurun Global Rich List de 2021, un tercio de los más ricos del mundo son chinos. Hace tiempo que China dejó de ser el paraíso mundial de la mano de obra barata. Gracias a las luchas, los salarios de los trabajadores chinos aumentaron. Como resultado, las industrias de gran intensidad de mano de obra se han desplazado incluso hacia otros países de Asia Oriental en busca de mano de obra más barata. Por otra parte, la gran riqueza creada por los trabajadores chinos va a parar a las arcas del capital chino, como se puede ver en los datos.

Pasemos al último argumento: el atraso en la competencia tecnológica. Hace mucho tiempo que China se convirtió en un centro de producción predominantemente intensivo en mano de obra. China ha avanzado en algunas áreas tecnológicas hasta un punto que pone nervioso a EEUU: clonación, semiconductores, cuántica, inteligencia artificial y robótica. Huawei, que ha avanzado en la tecnología 5-G, debe haber molestado tanto a EE.UU. que la principal ejecutiva de la empresa fue detenida en Canadá a petición de EE.UU.; la empresa Huawei está prohibida en Australia y Reino Unido. Incluso el hecho de que la cuota de China en la producción mundial de robots industriales haya aumentado del 3,2% en 2010 al 31% en 2020 es suficiente para entender la situación de China en el campo de la alta tecnología.

China está profundamente ocupada en completar su éxito económico con la fuerza militar en el entorno de las crecientes tensiones mundiales. Tras la llegada de Xi Jinping al poder en China, la política exterior china se volvió cada vez más agresiva. En este contexto, invirtieron mucho en la marina, y sus gastos militares ascendieron a 250.000 millones de dólares. Pero Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia militar del mundo. Por sí solo representa cerca del 40% del gasto militar mundial y destina un presupuesto de 800.000 millones de dólares a mantener y ampliar su poderío militar. Hay 800 bases militares estadounidenses en diversas partes del mundo. Para China, este número se limita a 2-3. Por lo tanto, China necesita tiempo para alcanzar a Estados Unidos en términos de poder militar. En este proceso, Estados Unidos, con el efecto de su poder militar y político, intenta frenar el crecimiento de China y obstaculizar el progreso de su rival. Para ello, va a establecer un bloque antichino con Taiwán, Japón, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas e incluso Australia, uno de los mayores socios comerciales de China, en Asia Pacífico.

La posición de Rusia

Para evaluar correctamente la posición de Rusia, es necesario considerar el poder económico, militar y político de este país dentro de la jerarquía imperialista. Rusia es la segunda potencia mundial, después de EEUU, en cuanto a industria militar. Rusia realiza el 20% de las exportaciones mundiales de armas. Las exportaciones de armas de Rusia representan una enorme potencia que predomina sobre el resto de los estados después del 37% de EEUU. No es de extrañar que Occidente quiera apartarse militarmente mientras hace un gran escándalo sobre la ocupación de Ucrania hoy en día. Estados Unidos incluso ha dejado claro que una posible guerra entre Rusia y la OTAN significaría la Tercera Guerra Mundial. Dado que las partes de la nueva guerra mundial serán países imperialistas hoy, como en el pasado, los Estados Unidos querrán debilitar a Rusia en Ucrania en lugar de entrar en un conflicto caliente con una Rusia con armas nucleares.

Rusia experimentó una depresión económica tras el colapso del Bloque del Este en 1991. Entre 1989 y 1998, su producción cayó un 45%. La rápida transición al capitalismo de libre mercado con políticas neoliberales condujo al saqueo de los recursos del país, al colapso económico y a la aceleración de la pobreza del pueblo.

La recuperación económica de Rusia fue posible gracias a la subida de los precios del petróleo en la década de 2000. Sin embargo, de 1986 a 1999, los precios del barril de petróleo habían fluctuado entre 10-20 dólares. Pero durante los años de la sorprendente llegada de Putin al poder, los precios del petróleo subieron a 50 y luego a 100 dólares en pocos años. Según los cálculos de los economistas rusos, entre 1999 y 2008 el Producto Interior Bruto de Rusia creció un 94% y la renta per cápita se duplicó. Al fortalecerse económicamente, Rusia tendió a modernizar su tecnología militar, diversificar sus actividades económicas y consolidar su influencia en el territorio de la antigua URSS.

Rusia es uno de los principales productores de petróleo y gas del mundo y el mayor exportador mundial de metales como el acero y el aluminio primario. Rusia tiene enormes ingresos energéticos y una red de gasoductos muy potente. Ocupa el octavo lugar en reservas mundiales de crudo, con una potencia de 80.000 millones de barriles. En términos de producción real, ocupa el segundo lugar con una producción diaria de 100 millones de barriles. Rusia está considerada la primera del mundo en reservas probadas de gas natural de 48 billones de metros cúbicos y exporta un tercio de su producción anual de gas natural, que asciende a unos 665.000 millones de metros cúbicos. Con la venta de gas natural, así como de petróleo crudo, Rusia genera unos ingresos anuales de 380.000 millones de dólares por exportaciones. Por lo tanto, esta riqueza energética hace que la clase capitalista monopolista dominante de Rusia y su líder, Putin, sean resistentes a los embargos económicos y a las sanciones de Estados Unidos y sus socios.

También es importante entender bien la estructura de la clase dirigente en Rusia. Las élites estalinistas ocuparon las piedras angulares en el nuevo régimen establecido tras el colapso de la URSS: aparte de los que siguen siendo burócratas, los que son capitalistas, los que hacen política, los que se convierten en líderes de la mafia… Cuando la URSS se derrumbó, casi ninguna de las privatizaciones en Rusia se vendió a extranjeros, a diferencia de otros países. Los oportunistas, muchos de los cuales eran la élite de la época de la URSS, y por tanto tenían las conexiones necesarias, se convirtieron de repente en súper ricos. Estos nuevos superricos, los oligarcas, también tenían una influencia política considerable con el poder que adquirieron en los años 90, pero a medida que Putin se hizo más fuerte, liquidó a estas élites del capital monopolista o las obligó a cooperar. Así, se produjo un proceso en el que el capital monopolista y el Estado se entrelazaron en una red de relaciones mafiosas.

Según los cálculos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD),»a finales de 2017, las 15 mayores empresas multinacionales de Rusia (excluyendo los principales bancos estatales VTB y Sberbank) representaban el 28% de la inversión extranjera en el exterior del país.»

Aunque las empresas estatales dominan esta lista, 9 de las 15 empresas son de propiedad privada. En 2017, cuatro de estas 15 empresas multinacionales fuera del sector financiero en Rusia operan en la metalurgia, cuatro en el petróleo y el gas natural, dos en el transporte, una en la química y una en la energía nuclear.

La economía rusa está controlada originalmente por el capital monopolista ruso. Las privatizaciones que se iniciaron tras el colapso del Bloque del Este en el país fueron asumidas por los restos de la antigua clase dirigente. Las enormes empresas basadas en asociaciones de capital estatal en el sector energético son también una fuente secundaria de combustible para los oligarcas. A finales de 2021, las tasas de inversión de las empresas rusas, extranjeras y mixtas en el país eran respectivamente: 86,3%, 7,3% y 6,4%. La participación de los bancos extranjeros en el sistema bancario disminuyó del 23% en 2014 al 14% en 2018. De ellos, el 11% de los bancos extranjeros están controlados por residentes nacionales.

El país no tiene una deuda significativa con una organización imperialista internacional, debido a su riqueza en recursos naturales y para evitar crear una vulnerabilidad económica ante las sanciones. La deuda pública también está limitada al 18% del Producto Interior Bruto. Con el fin de aumentar la resistencia económica, las reservas de divisas del país son también de 630.000 millones de dólares, constituyendo la quinta cantidad de reservas del mundo a partir de 2021.

En Rusia, donde la industria energética es la columna vertebral de la economía, la renta nacional ronda los 1,7 billones de dólares y produce el 2% del producto mundial. Según la lista «Forbes Global 2000», entre las 100 primeras empresas del mundo hay 10 de Alemania, 4 de Francia, 3 de Inglaterra y 2 de Rusia.

Si clasificamos las mayores potencias del mundo en términos de Producto Interior Bruto (PIB), que expresa el tamaño de las economías de los países, sale como el undécimo país.

Conclusión

Debemos tener en cuenta que la jerarquía imperialista, las contradicciones y las polarizaciones no son estáticas sino que varían. En la década de 1990, Estados Unidos estaba en la cima de su poder y capacidad de liderazgo como única superpotencia. Pero en los 30 años transcurridos, el mundo no ha sido el mismo. China ha continuado su avance económico acelerando y está sacudiendo el trono del imperialismo estadounidense con pasos firmes. Por eso EE.UU. quiere poner su peso principal en Asia Oriental, porque no tiene el poder económico y militar para dominar en todas partes y no tiene un liderazgo político para imponerse allí. Por eso EE.UU. está abandonando poco a poco Medio Oriente, su punto dominante en el pasado. No se inmiscuyó en Libia, Yemen y Siria, dejó Afganistán en desgracia y está tratando de salir de Irak… Este vacío fue llenado por las potencias locales (Irán, Turquía, Israel) y Rusia, que quiere volver a ser una gran potencia. Dejó su huella en Siria, antigua esfera de influencia de la URSS, reforzó sus bases en Latakia y arrancó muchas concesiones al régimen de Damasco. Luego intervino militarmente en Libia.

Antes (2008), Rusia había devastado Georgia, que contaba con el apoyo de Occidente. A medida que Putin se fortalece, intenta constantemente revivir la ideología imperial de la época zarista. Por un lado, condena a Lenin y abraza el legado estalinista de la URSS, por otro, refuerza el legado zarista, la tradición imperial y, al mismo tiempo, la Iglesia ortodoxa.

Por supuesto, en el otro lado de la cuestión, hay un esfuerzo por convertirse en bloque. Rusia, junto con China son artífices del euroasianismo. Esto es, por supuesto, problemático, aunque se trata de una unión en la que las partes no confían entre sí, pero la presión de Estados Unidos acerca a estas dos grandes potencias.

Dado que Rusia acepta las fronteras del período zarista como sus fronteras naturales, se esfuerza constantemente por intervenir contra los países que se encuentran dentro de estas fronteras. Envía su fuerza militar especial para reprimir la revuelta popular en Kazajistán; se instala en la región como fuerza de paz tras la guerra entre Azerbaiyán y Armenia; interviene de todas las formas posibles para que las administraciones de los países de Europa del Este se vuelvan prorrusas; invade Crimea… Así que no son sólo sueños. Es fácil soñar, por supuesto; todo Estado burgués sueña. Lo que es decisivo es el poder para actuar, para dar forma a la política internacional. Rusia interviene en las relaciones interestatales para jugar con su poder militar, político y económico; hace movimientos para dominar a los que son menos poderosos que ella y lleva a cabo una competencia económico-geopolítica con sus pares.

Si se compara el poder económico de Rusia con el de Estados Unidos, por supuesto que será en vano. Pero hoy en día Rusia tiene una economía mayor que la de algunos de los países considerados imperialistas. Cuando evaluamos el poder militar y político de Rusia y la capacidad de su economía dominada por los monopolios locales, se convierte en un hecho indiscutible que Rusia es un país imperialista. Esto es lo que hay que hacer: captar el lugar de Rusia, que desafía a la OTAN liderada por los EE.UU., al tiempo que tiene el poder económico para este desafío, y de China, que se ha convertido en el motor de la economía mundial y dura en la competencia geopolítica, dentro de un sistema de competencia económica y geopolítica global.

Terminemos el artículo con un importante énfasis en la política antiimperialista. No es asunto de los revolucionarios sostener uno de estos dos campos en las tensiones y conflictos que se han desarrollado o pueden desarrollarse entre el frente Rusia – China y la OTAN. Atribuir cualquier tipo de progresismo a Rusia y China hace que todos los llamamientos socialistas a la igualdad y la libertad carezcan de sentido. Ponerse hoy del lado de Rusia contra la OTAN significará exactamente esto. Los que llaman al campo euroasiático hoy deberían unirse a los ex-maoístas que ahora apoyan a Erdoğan. Dado que nuestra propia clase dominante está en la OTAN, sin duda criticaremos a la OTAN y a los OTANistas de la manera más dura y continuaremos nuestra lucha contra ellos. Pero esto no significa que vayamos a ser eurasianistas. Los socialistas revolucionarios no pueden tener una actitud de defensa de una de las potencias imperialistas contra la otra.