Por Sergio García
La guerra en Ucrania sigue su curso con la brutal y repudiable invasión del imperialismo ruso, la fuerte resistencia del pueblo ucraniano y la OTAN y el imperialismo occidental que se rearman y mantienen su estrategia de avance sobre el este europeo. Mientras se desarrolla esta guerra, se va configurando también una perspectiva de mayores tensiones y disputas entre las principales potencias del mundo, y veremos nuevos escenarios y fenómenos en la lucha de clases. Abordamos algunas opiniones sobre estos temas.
La guerra en Ucrania sigue su curso en un nuevo momento, donde ya no se desarrolla centralmente en los alrededores de Kiev, sino en otras zonas del país donde Rusia tiene objetivos militares y políticos a conseguir. Recrudecen los bombardeos en varias regiones del país, intentan afianzar su control sobre Mariúpol, avanzando sobre la atacada acería de Azovstal, y también controlar los puertos hacia el Mar de Azov y de ahí al Mar Negro. Incursiona sobre Donetsk atacada con el costo de civiles muertos y otras zonas que le permitan un corredor liberado y bajo su control político y militar desde estas regiones hasta Crimea. Aunque todo su accionar no evita que haya cierto empantanamiento militar de Rusia que no pudo hacerse rápidamente de una victoria, al tener que enfrentar una dura resistencia ucraniana.
Todo esto coloca en la perspectiva inmediata la continuidad de la guerra y el sufrimiento de la población civil ucraniana, por lo cual volvemos a exigir la retirada inmediata de las tropas imperialistas rusas de Ucrania, el apoyo y solidaridad con la resistencia ucraniana desde una posición independiente y crítica al gobierno pro-imperialista de Zelenski, y el reclamo de la salida de la OTAN del Este Europeo, como tareas políticas de primer orden y gran actualidad.
De la guerra a escenarios de mayor confrontación
Como consecuencia de la guerra y subproducto de la confrontación actual, se abren enormes interrogantes sobre la situación mundial y las perspectivas en el plano político, económico, social y militar. Ya que más de dos meses de invasión y guerra, reabrieron y profundizaron disputas interimperialistas y movimientos políticoeconómicos-militares que preanuncian nuevas escaladas y posibles conflictos mayores. El statu quo existente antes de la guerra entre las potencias, no existe más. Vamos a nuevos escenarios de conflictos y tensiones, dónde cada cual recalcula sus fuerzas y posibilidades.
Es evidente que Ucrania está siendo utilizada por todas las potencias y sus intereses geopolíticos. Detrás de la muerte de civiles y la destrucción de ciudades enteras, cada potencia imperialista atiende sus necesidades de acuerdo a sus objetivos de dominación. Rusia invade y destruye todo a su paso con el objetivo de recuperar control en toda su zona de influencia y para fortalecer sus intereses en asociación con la ascendente China, y para ese objetivo quiere liquidar los derechos nacionales y democráticos de una nación semicolonial como Ucrania.
A su vez el imperialismo yanqui y europeo a través de la OTAN, quiere fortalecer sus posiciones en toda Europa del Este, pasar a la ofensiva y reducir el margen de maniobra y los planes expansionistas de Rusia y su poderoso aparato militar, al cual ven asociado a la sigilosa China. La brutalidad del ejército ruso contra la población civil ucraniana le deja un argumento servido en bandeja a la propaganda mediática de las fuerzas de la OTAN que buscan aparecer como la «democracia», cuando es sabido que las potencias imperialistas occidentales cometen atrocidades de envergadura en cada lugar donde intervienen. De ahí que nos oponemos a la ampliación de la OTAN y que nuevos países se incorporen, como ahora están discutiendo Suecia y Finlandia. Esta última tiene 1300 km de frontera con Rusia, con lo cual su ingreso solo exacerbaría aún más las tensiones y posibles enfrentamientos. Más que ampliar, lo que hace falta es disolver la OTAN.
Para definir la perspectiva mundial, no podemos perder de vista que la pelea por la hegemonía jamás se ha resuelto en el plano de las negociaciones y la paz, sino siempre con fuertes tensiones y guerras regionales o mundiales. Ver hoy a todas las potencias intervenir en mayor o menor medida en torno a la guerra de Ucrania es un anticipo de ese mismo camino que es nocivo para la humanidad, y que solo representa los objetivos de los grandes poderes capitalistas-imperialistas.
Más aun, teniendo en cuenta que un conflicto mundial hoy incorpora la posibilidad de guerra nuclear, algo que como mínimo por primera vez en décadas está planteado como posibilidad hipotética, al calor de la decadencia y disputas interimperialistas. Así vemos a Putin amenazar con la utilización de armas nucleares y a EEUU que ha ido retirando su firma de varios tratados de acuerdos de utilización de armas nucleares en los últimos años. Cómo mínimo, tenemos que decir que en la perspectiva está la posibilidad de que la guerra en Ucrania escale a un conflicto todavía más regional o de implicancias mundiales, dada la irracionalidad de las fuerzas en disputa. Contra esa posibilidad activamos al luchar contra la guerra actual.
Nuevas guerras, nuevos negocios
A la vez tampoco podemos olvidar que el capitalismo imperialista como sistema mundial venía de una profunda crisis en el 2008 de la cual nunca se recuperó a fondo, y que previo al inicio de la pandemia en 2020 venía nuevamente incubando nuevos episodios de crisis sociales y económicas profundas, producto entre otras cosas, de la caída de su tasa de ganancia y las dificultades de revertir ese proceso a causa de las luchas sociales que recorren el planeta.
En este plano de crisis económica profunda, las guerras y los saltos en las amenazas y escaladas confrontativas, lleva a los imperialismos a rearmarse y avanzar en planes de militarización. Por ejemplo, previo a invadir Ucrania, la Rusia de Putin aumentó considerablemente hasta duplicar sus presupuestos militares, avanzando en la modernización de su maquinaria y en un salto en los negocios internacionales de venta de armas.
Y ahora, con la excusa de la guerra en Ucrania y agitando el temor al avance ruso sobre Europa, los países de la OTAN están votando un salto en sus gastos e inversiones en armamento. Con Alemania a la cabeza quien acaba de votar incrementar hasta el 2% de su PBI los gastos militares, destinando 100.000 millones de euros para más eficacia de su aparato militar. Sin olvidar que, tras la salida de Trump, ahora EEUU intenta con Biden recuperar terreno en el plano mundial, y destinó un presupuesto militar de más de 800.000 millones de dólares con los cuales sostiene sus incursiones y bases a lo largo del mundo. Aún en su crisis y debilidad, EEUU logra en torno a Ucrania recuperar algo de liderazgo e influencia sobre sus aliados europeos.
Todo esto, más los aumentos de presupuesto militar de otros países europeos y de China, se trasforman no solo un plan de militarización sino en una fuente enorme de negocios capitalistas para la rama productora de armamentos, que lucra y genera miles de millones de ganancias a costa de la vida de miles de personas y la destrucción de países enteros.
Como bien dice en su texto un escritor y sociólogo de la universidad de California; “Las acciones de las compañías militares y de seguridad se dispararon a raíz de la invasión. En las primeras dos semanas del conflicto: las acciones de Raytheon subió en un 8%; las de General Dynamics en un 12%; las de Lockheed Martin en un 18%; las de Northrop Grumman en un 22%. Mientras tanto, las acciones de compañías militares en Europa, la India, y en otros países experimentaron aumentos similares ante la expectativa de un incremento exponencial en el gasto militar global. Los ciclos de la destrucción y la reconstrucción proporcionan salidas constantes para el capital sobreacumulado, es decir, estos ciclos abren nuevas oportunidades lucrativas para los capitalistas transnacionales en busca de nuevas posibilidades de reinvertir las enormes cantidades de dinero que han acumulado” (1).
Las guerras, que son la continuidad de la política por otros medios, tienen por tanto enormes relaciones intrínsecas con la economía y las ganancias del mundo capitalista. Sucede que bajo este sistema decadente la vida no vale nada, pero las armas valen miles de millones. Y para el 1% más rico del mundo, esto es lo que cuenta.
De la polarización social, ¿a nuevas rebeliones?
Igualmente, la crisis del capitalismo mundial es tan profunda que difícilmente se salga de la misma solo por nuevos negocios armamentistas e incursiones militares. Ya que la guerra actual y las que puedan venir lo que provocan es mayor descalabro en la economía mundial, evidenciado en los veloces aumentos de precios de alimentos y combustibles, deteriorando la vida de millones en todos los continentes.
Esto sucede en medio de fuerte descontento de las poblaciones, luchas obreras y populares en países periféricos e incluso procesos dentro de EEUU, y escenarios de polarización social y política con crecimiento de polos a derecha e izquierda, como un subproducto de la crisis de las fuerzas políticas tradicionales y de gobiernos actuales. El empeoramiento económico a causa de la guerra, ya está alumbrando nuevos escenarios de mayores luchas sociales, peleas contra el hambre en diferentes países, contra el aumento de precios, por trabajo o salarios dignos.
Esta es una dinámica muy probable; de ahí que nos preparamos para nuevas luchas de magnitud, para nuevas rebeliones populares o revoluciones contra regímenes y gobiernos, en el marco de mucha polarización social. Las guerras son una desgracia para la clase obrera mundial y para las poblaciones que sufren sus consecuencias. Pero detrás de ellas dialécticamente muchas veces se originan nuevos fenómenos sociales y políticos, y nuevas revoluciones. También tenemos que estar preparados para esa perspectiva.
Política y tareas de la izquierda revolucionaria
Las tensiones mundiales crecen al son de tambores de guerra y en medio de un sistema en crisis y millones de descontentos. Lo que viene, será posiblemente mayores confrontaciones que la guerra actual. Es tarea de la izquierda anticapitalista y socialista enfrentar la guerra con una política correcta, y a la vez mostrar que hay otra salida opuesta a la que nos ofrecen las potencias capitalistas.
Además de impulsar las acciones unitarias contra la guerra, tenemos que apoyar cada lucha social en curso, desplegar la mayor movilización social y nuestro programa de ruptura con todos los organismos internacionales imperialistas, proponer la salida de las corporaciones extractivas y contaminantes de nuestros países, el control de la banca y el comercio exterior para dirigir el ingreso y salida de divisas y riquezas producidas, y todas las medidas que hagan falta, como las fuertes sanciones a empresarios e incautación de productos acaparados, contra los aumentos de precios y la carestía de la vida.
Además, tenemos que pelear por construir grandes alternativas de izquierda y partidos revolucionarios que en cada país se jueguen a disputar el poder político a todas las fuerzas del sistema impulsando la movilización revolucionaria de la clase obrera y los sectores populares. Cuando en Argentina proponemos que el FIT Unidad sea más que un frente electoral y tenga estrategias comunes en la lucha de clases y avance a un gran movimiento político común, es para prepararnos para las perspectivas de tensiones mundiales y cambios bruscos. Cuando en Brasil criticamos el rumbo de la mayoría del PSOL es para defender una estrategia socialista y organizar y defender a una parte de ese partido para prepararla hacia una disputa mayor en un gran país polarizado. Cuando en Chile criticamos el inicio del gobierno de Boris y llamamos a unir a la izquierda anticapitalista bajo la experiencia de la rebelión anterior, también es de cara a estar a la altura de las exigencias del momento. Con el mismo norte actúan compañeros de la LIS en otros países.
Cuando construimos la Liga Internacional Socialista con una política socialista e internacionalista, y con un método de privilegiar fuertes acuerdos de programa y proyecto, sabiendo respetar diversas tradiciones políticas y experiencias, es también porque hacerlo es decisivo para avanzar en construir una gran internacional revolucionaria, que esté a la altura de los desafíos que la situación internacional y sus perspectivas nos demandan. Que no es otra cosa que construir organizaciones que impulsen y se preparen para la revolución socialista, frente a un nuevo y dramático giro de la situación y crisis internacional.
(1) William I. Robinson, la economía global de guerra y la crisis del capitalismo.