Por Vicente Gaynor
El lunes 9 de mayo renunció el primer ministro de Sri Lanka en medio de un estallido social contra el ajuste y la represión del gobierno encabezado por su hermano, el presidente Gotabaya Rajapaksa.
Las masas enfurecidas apuntaron contra las obscenas riquezas de la élite gobernante que les viene imponiendo la miseria y el hambre. La mansión de la familia Rajapaksa y la colección de decenas de autos lujosos estacionados ahí fueron incendiados, los autos de otros altos funcionarios fueron lanzados al río y un diputado y su guardaespaldas fueron muertos tras disparar y herir a dos manifestantes. La represión estatal, por su parte, dejó al menos 9 personas muertas y 250 heridas.
Las protestas de Sri Lanka comenzaron a principios de marzo. El país, una isla de 20 millones de habitantes en el Océano Índico, atraviesa la mayor crisis económica desde su independencia en 1948, marcada por fuertes aumentos en los precios del combustible, desabastecimiento de alimentos, cortes en el suministro eléctrico, niveles récord de inflación y una deuda externa acumulada de casi 50.000 millones de euros.
La dinastía Rajapaksa
Sri Lanka es gobernada por la familia Rajapaksa desde el fin de una larga guerra civil en 2009. Gotabaya Rajapaksa es el presidente; su hermano Mahendra es el recién renunciado primer ministro; otro hermano, Basil, es ministro de Finanzas; otro hermano más, Chamal, es ministro de Agricultura, y un sobrino es ministro de Deportes.
Con el apoyo del imperialismo, esta familia ha saqueado al país y se ha enriquecido obscenamente, a la vez que ha restringido las libertades democráticas constantemente. Por todo esto es que las protestas han apuntado contra los Rajapaksa y sus bienes, y exigen la renuncia de toda la familia.
Crisis económica y social
Gotabaya Rajapaksa llegó a la presidencia en 2019, prometiendo bajar la inflación. Sin embargo, incrementó la emisión monetaria para cubrir la falta de ingresos y mantuvo el dólar artificialmente a 200 rupees durante cinco meses consecutivos, lo que liquidó las reservas del país.
La pandemia de coronavirus impacto sobre esa frágil economía con fuerza, devastando tanto el turismo como el comercio agrícola. En los últimos dos años las reservas del país se redujeron un 70% llegando al punto más bajo en la historia del país.
En los últimos meses, el gobierno estaba entrando en negociaciones con el FMI para evitar un default y con China para intentar recibir un nuevo préstamo de Beijing. Sri Lanka ya entregó a China su puerto de Hambantota por 99 años, a cambio de reducir otras deudas previamente contraídas con el gigante del Este.
Mientras tanto, comenzó a escasear la comida y el combustible, los hospitales no conseguían insumos básicos, las escuelas se quedaron sin papel, y el pueblo se hartó.
Estallido social
El 31 de marzo miles de personas marcharon exigiendo la renuncia del presidente. Sin ser convocada por ningún partido de la oposición, la protesta comenzó en la capital Colombo y se extendió rápidamente por todo el país.
El gobierno decretó un estado de sitio, pero el pueblo movilizado no lo acató y las protestas se intensificaron. Al día siguiente, cientos de miles marcharon en Colombo, enfrentando una brutal represión y cientos de arrestos, con piquetes callejeros.
El gobierno redobló la apuesta, imponiendo un toque de queda de 36 horas y sacando al ejército a patrullar las calles. Esto provocó una indignación que multiplicó la movilización. Millones salieron a las calles contra el toque de queda.
Al día siguiente, el gobierno bloqueó las redes sociales, y sin embargo, se llevaron adelante las movilizaciones más masivas en la historia del país. Esto llevó finalmente a la renuncia de algunos ministros, pero no a resolver ninguno de los problemas que padece el pueblo, por lo cuál un nuevo estallido era inevitable.
El 9 de mayo las masas salieron a las calles nuevamente, con mayor ira y resolución contra la familia gobernante. Esta vez, tuvo que renunciar el primer ministro, y el gobierno entró en una aguda crisis política.
La crisis actual
Tras disolver el gabinete y llamar a todos los partidos de oposición a formar un gobierno de unidad nacional, el presidente instaló de primer ministro interino a un veterano de la política tradicional del país
Ranil Wickremesinghe, de 73 años, fue primer ministro de Sri Lanka entre 1993 y 1994, entre 2001 y 2004, 2015 y 2018 y de 2018 a 2019. Aunque refleja en primer lugar las intenciones de Rajapaksa de aferrarse al poder e imponer la continuidad, el recién asumido Wickremesinghe ha tenido que dar señales de concesión al movimiento de masas.
Para empezar, se ha comprometido a retirar la orden de «disparar a matar» que permanecía vigente entre las fuerzas de seguridad durante las últimas semanas. Asimismo, se ha comprometido a iniciar los trámites necesarios para derogar la 20ª Enmienda de la Constitución y reducir así las competencias presidenciales; y designado una comisión especial para resolver la actual crisis de escasez de alimentos esenciales, tras mantener reuniones con los embajadores de EEUU, China, Japón e India para explicar la nueva situación.
Sin embargo, lejos de resolver algo, la crisis que vive el pueblo de Sri Lanka, solo continúa empeorando. El 16 de mayo el flamante ministro interino dijo que, de las reservas de divisas extranjeras que sumaban 7,5 mil millones en noviembre, “hoy el Tesoro difícilmente encuentra un millón”; que “por el momento tenemos petróleo para un sólo día” y que es más probable que la situación empeore durante los próximos dos meses.
Por lo cuál también es probable que el ascenso de masas que comenzó en marzo contra el régimen de los Rajapaksa vuelva a las calles hasta deshacerse de ellos. Ninguno de los problemas que sufren se pueden resolver dentro del sistema capitalista imperialista y semicolonial rige en el país.