Finalizó la Convención Constitucional luego de un año de su implementación y comienza la cuenta regresiva para el plebiscito de salida. Mas allá del voto, aportamos en nuestra opinión, entre sus límites y perspectivas, entre la delegación institucional, crisis y polarización.
Por Joaquín A., Movimiento Anticapitalista
La rebelión encauzada
Tras la irrupción de las movilizaciones masivas del 18 de octubre del 2019 se desbalanceó la dinámica política en favor del cuestionamiento a la herencia pinochetista que se mantiene intacta hasta la actualidad, “no son 30 pesos son 30 años”, en alusión a la responsabilidad de los representantes de turno que han administrado el capitalismo-neoliberal. De aquel impulso radical y masivo se identificó a los ojos de los pueblos la necesidad de cambiar todo sin las tutelas del gobierno que estaba en la lona debido a las movilizaciones, expresándose dos consignas centrales que se emanaban en cada asamblea, calle y plaza del territorio: por una nueva constitución y fuera Piñera. Es decir, por un lado, se identificaba que era necesario debatir los pilares del país, derribar la constitución del 80’ y poner en píe las demandas de las calles que se habían acumulados durante los 30 años, mientras que se cuestionaba el poder.
La profundidad de la dinámica de la rebelión no pudo ser derrotada por la orientación de la violación de los derechos humanos que encabezó el gobierno de Piñera, al contrario, alentó el repudio a los aparatos represivos, alentando el debilitamiento la institución de carabineros en particular. Por lo tanto, el conjunto del arco político del régimen, luego de la huelga general del 12 de noviembre, debió pactar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución desde el Frente Amplio hasta la UDI para hacerse cargo y administrar institucionalmente las dos principales demandas que las calles imponían, así salvando a Piñera de caer vía la movilización, hecho que hubiera ahondado el quiebre con el régimen y a su vez, pactando el cambio constitucional a través de un calendario electoral y una serie de trabas como los 2/3, la imposibilidad de tocar tratados internacionales y el tutelaje de los partidos tradicionales.
El cambio de etapa en el país que abrió la rebelión demostró las complicaciones que mantuvo el régimen pese al Acuerdo y pese a que no se resolvía la principal debilidad del proceso en constituir una fuerza política revolucionaria que impulsara las demandas del 18 de octubre. Así se manifestó en la continuidad de las movilizaciones que sólo debido a la pandemia se detuvieron y que el cronograma institucional por una nueva constitución se manifestó con tales contradicciones: fueron tomadas con fuerza por los pueblos y la movilización electoral fue acompañada en las calles en el caso del triunfo del plebiscito de entrada, mientras que las elecciones para constituyentes estuvo marcada por la derrota de la derecha y la ex concertación, y en contraparte, con el amplio triunfo de sectores independientes a los partidos de los 30 años, abriendo una nueva expectativa en amplias franjas sociales que veían con simpatía esta situación. Desde nuestra organización participamos con especial atención en todo momento, tomando las demandas de la rebelión para alentarlas en constituir candidaturas independientes y anticapitalistas para transformar todo, logrando reunir miles de firmas y tener una destacada elección que posteriormente la pusimos a disposición para generar llamamientos unitarios para construir un movimiento político y social para acompañar el proceso, lamentablemente no hubo eco entre las y los convencionales electos, un punto que abordaremos más adelante.
Entre las paredes de la institución: una Convención alejada de las calles
La situación social que atravesamos el último año está marcada por una importante crisis económica que se profundizó por la pandemia y que hoy vive un nuevo capitulo por la guerra en Ucrania, demostrando que el signo para el periodo estará marcado por un fenómeno que ya sufrimos las mayorías que vivimos de nuestro trabajo: la inflación que afecta a los precios de productos básicos y la amplia destrucción de puestos de trabajos, aumentando la desocupación. Todo esto empuja a los capitalistas a recomponer sus ganancias a costa de profundizar esta dinámica y que a su vez en nuestro país nos encuentra con las consecuencias del modelo: alto endeudamiento familiar, bajos salarios y la mercantilización de todos los derechos básicos, es decir, sin capacidad de contención mínima a nivel social. Estos ingredientes del panorama económico hacen que las promesas del gobierno progresista neoliberal de Boric no tenga márgenes de reformas posibles y acelere un proceso de ajuste al servicio del capital, tal como se ha visto en sus pocos meses dirigiendo el Estado, esto logra un profundo malestar social que a su vez las y los constitucionales no han respondido, disociándose de la dinámica cotidiana de los pueblos y la clase trabajadora con el proceso constitucional.
La institucionalización de la fuerza social expresada en el estallido, el marco de confianza en el proceso parlamentario y el “dialogo” con los sectores que expresan lo peor del pasado a jugado un rol más que claro en la generación de una respuesta masiva y popular frente a la crisis económica y social. No se trata solo de negociar los aspectos más progresivos, motivo de implementación de los 2/3 (peso en el veto y búsqueda de moderaciones), sino de dar a entender que aquello logrará de por si realizar las transformaciones, como si votar un articulo tuviera la fuerza de derrotar una determinada realidad estructural en el país, cuando no hay otra forma de lograr imponer condiciones favorables que por medio de la organización y la movilización, lo sabe hasta la derecha que felicita y alienta las movilizaciones de camioneros o las acciones directas de bandas lumpenes contra los estudiantes o migrantes.
Esta relación que entabló la Convención en su año de desarrollo es sin dudas el aspecto más negativo, dejando atrás los discursos del “desbordar la constituyente” y abandonando directamente la participación popular para generar un movimiento que impulsara las demandas más sentidas por las calles, limitándose meramente a iniciativas vía virtuales, que pese a sus estrechos márgenes de participación, las normativas propuestas que apuntaban a la nacionalización del cobre (que permitiría financiar cambios) fueron desechadas por las y los constituyentes, igualmente ocurrió con la propuesta popular por la amnistía a las y los presos políticos, desechada y negando los discursos de muchos sectores independientes que alentaban el “ni una convención con presos políticos” como eslogan de campaña, una voltereta en 180 grados.
En este 04 de julio, luego de un año de redacción de la Constitución, sectores convocaron para una movilización “popular”, aunque fue transformada en desfile hacia la entrega del borrador en La Moneda, esta posición lejos está de revertir la tendencia de delegación institucional, que como si fuera poco, ha debilitado la propia perspectiva de una nueva constitución entre las masas populares que ven deteriorarse sus condiciones de vida, que los de siempre siguen ganando y no sienten que un articulado de buenas intenciones signifique una herramienta rotunda frente a aquello. Política que ha abierto flancos para sectores reaccionarios.
En camino al plebiscito, más allá del voto
El cronograma pactado por el conjunto del régimen apuesta a la lógica de la delegación institucional, es por eso por lo que tras la foto del 15 de noviembre vino un momento cargado de elecciones, desplazando la actividad deliberativa de las calles a las urnas, aprovechando de esa forma el Acuerdo las variantes más nefasta y conservadoras que logran articularse bajo el “Rechazo”, demostrando las perspectivas más reaccionarias para mantener la herencia del pinochetismo, un sector que se debe combatir con todas las fuerzas, en la misma vereda se encuentran sectores de la ex Concertación que se abren al “rechazar para reformar”, otra variante para mantener tal cual el modelo.
La lógica de la polarización vía el voto amplia la recomposición de los representantes de los 30 años, es por eso que nos confundimos, por un lado sabemos que debemos enfrentar al rechazo sin titubeos, sobre todo en las calles y abrir un debate para avanzar en retomar las coordenadas que impulsó la rebelión, por lo tanto, no se trata del argumento de los sectores que firmaron el pacto y que hoy son parte del Apruebo como el Frente Amplio de agitar el “esto es mejor que lo anterior” o “viene la derecha”, cayendo en un chantaje electoral, sino de construir las condiciones para que lo que se escribe se pueda hacer, de lo contrario no es más que un nuevo engaño, un decorado de futuro para el mismo pasado, una nueva “transición” para postergar las fuerzas populares. Así se expresa en el borrador que mantiene los pilares del neoliberalismo como la Autonomía del Banco Central, órganos bicamerales y como ya expresamos, negar la nacionalización de los bienes comunes y no cuestionar la prisión política, estos hechos garantizan al capital como lo manifiestan sus principales instituciones, tal como lo hizo el informe del Banco Morgan Stanley: “Aunque las encuestas ante el plebiscito de salida de septiembre siguen mostrando que la opción Rechazo mantiene una tendencia de ventaja, nuestro escenario es que finalmente se apruebe la nueva Constitución”.
A contrapelo de la delegación institucional es fundamental abrir el dialogo entre todas y todos quienes queremos transformaciones al servicio de la clase trabajadora, más allá del voto, activando una nueva alternativa que al tenor de los cambios favorables y de las garantías a los derechos básicos que expresa el borrador de nueva constitución podamos generar un movimiento que ligue las problemáticas actuales para forjar un programa para que la crisis no la paguen las mayorías. Basta simplemente con echarle una mirada al continente para ver que hasta las experiencias más avanzadas en materia de derechos retroceden si no se producen cambios profundos en la estructura social, no se puede simplemente dialogar con el capital, llegar a acuerdos con los dueños de todo, hay que derrotarlos y para ellos hace falta fuerza social organizada, construir esa fuerza es la tarea fundamental de la etapa para responder favorablemente a los intereses de la clase trabajadora.