Por J. Rojas, Comisión de Unificación GTS-Impulso socialista-LIS
Existe la costumbre de tomar las acciones políticas y proyectos definidos en los primeros 100 días de un gobierno como referencia para pronosticar lo que será la totalidad de su mandato.
La razón última de esa costumbre radica en que entre las promesas de la campaña electoral y la formulación de políticas y proyectos concretos, cuando ya se es gobierno, media lo que define el refrán popular: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”. Se supone que en esos 100 días hay que “bajar a tierra”, “aterrizar” lo que durante la campaña fueron solo palabras, discursos y promesas; muchas de ellas sin asidero en la realidad o que, en este caso, bajo las formulaciones programáticas del candidato, no pueden ser ejecutadas; a menos que tome medidas anticapitalistas que afecten en su esencia los intereses de empresarios, banqueros y terratenientes, lo cual el gobierno no está dispuesto a hacer.
Alejándonos de esa costumbre, transcurridos escasos 60 días del gobierno del Pacto Histórico, presentaremos (en diversos artículos sobre temas específicos) apreciaciones sobre los actos, proyectos y políticas que comienza a ejecutar el gobierno que permiten, desde nuestro punto de vista, con poco riesgo de error, hacer un pronóstico global sobre lo que será su accionar durante los próximos años; excepto que se llegaran a presentar situaciones muy excepcionales.
El gabinete y los acuerdos parlamentarios
El candidato Petro no contaba con la confianza de ninguna de las grandes fracciones burguesas nacionales. De hecho, su triunfo significó una muy importante derrota política de esas fracciones que terminaron, en segunda vuelta, agrupadas alrededor de un burgués pura sangre, aunque un verdadero charlatán. El triunfo en segunda vuelta, si bien incuestionable, no fue arrollador.
Previo, pero adicional a lo anterior, el Pacto Histórico –si bien logró una importante representación en el Parlamento– no logró las mayorías que esperaba; viéndose obligado a proponer una política de Acuerdo Nacional; para dar viabilidad a algunas de las promesas del presidente. A esa política se acogieron la mayoría de las fuerzas burguesas, reacomodándose en medio de su derrota, declarándose partidos de gobierno. Las contraprestaciones a favor de la burguesía, a las que obliga un acuerdo de esas características, son decisivas en el accionar gubernamental en su primera etapa.
Los dos elementos anteriores al combinarse con la concepción programática de las fuerzas del Pacto Histórico de reformar lo posible de reformar en la estructura económica, política y social del país –manteniendo, fortaleciendo y desarrollando la esencia capitalista de la misma– determinaron la conformación de su gabinete.
Un sancocho nacional
El gabinete integra exministros de gobiernos burgueses anteriores (neoliberales y uribistas) de los cuales Petro fue opositor, abiertos defensores de las políticas de esos gobiernos, exmagistrados y anteriores dignatarios de instituciones del régimen (Corte Suprema y Constitucional, Consejo de Estado, etc.). A la vez, no podía ser de otra manera, nuevas figuras provenientes de las filas del propio Pacto Histórico; algunas de ellas que incluso se animan a reivindicar su definición de “comunistas”, como la ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, que de comunista –como el Partido Comunista Chino– solo mantiene el nombre.
En últimas, la concepción del gabinete representa el “gran sancocho nacional” que siempre preconizó el M-19, donde Petro hunde sus raíces programáticas. Ese “sancocho” es la ilusión de que es posible un acuerdo entre el capital y el trabajo, que es posible construir una sociedad pacífica, tranquila, para “vivir sabroso”; en la cual convivan los explotadores y los explotados, los que generan la plusvalía, en unión fraternal, repleta de amor y cariño con quienes se apropian de ella.
Los próximos años y las profundas contradicciones económicas y sociales que están en curso mostrarán con claridad los estrechos límites de esta concepción y, no lo descartamos, pueden llegar a colocar al gobierno de Gustavo Petro en situaciones críticas.
Hay confianza e ilusiones, pero…
En el momento actual y en el proceso político colombiano, visto el polvorín social cuyas erupciones de meses anteriores a la contienda electoral explican el resultado de la misma, el gabinete conformado por Petro, los acuerdos en el Parlamento y las propuestas y proyectos políticos en curso dan relativa confianza a la gran mayoría de la burguesía nacional y amplias franjas del imperialismo mundial.
Una franja minoritaria de la burguesía, encabezada por el Centro Democrático y orientada por el expresidente Álvaro Uribe, guarda distancia sin proclamarse oposición radical (solo “oposición constructiva”); postulándose como opción de recambio ante el desgaste lento (pero que consideran probable o seguro) que sufrirá el gobierno. Las marchas del pasado 26 de septiembre muestran a las claras la política de este sector que busca recuperarse y fortalecerse.
Lo que se aprecia entre los millones que respaldaron electoralmente a Petro, también entre muchos que no lo hicieron, es una mezcla de expectativas, un dar espera, un mantener las ilusiones y esperanzas. Ese es un factor muy importante de la realidad actual.
Pero otro, decisivo en lo9s meses próximos, es que hasta ahora –fuera del discurso– poco o nada ha cambiado para los millones que sufren las penurias cotidianas: bajos salarios ante un aumento desbocado del costo de la vida, exorbitantes tarifas de servicios públicos y sólo promesas de que las empresas acepten su rebaja, aumento de precios de la gasolina que repercutirá en mayor aumento de precios de productos básicos, falta de empleo y fallas constantes en la atención de salud.
Será el choque entre esas ilusiones y esperanzas y la dura realidad la que, paulatinamente, irá modificando la actitud y comprensión de millones de trabajadores de lo que significa el gobierno de Petro. A la vez, será la aceptación por parte del gobierno de las condiciones y exigencias de los sectores burgueses nacionales e internacionales la que afianzará la confianza de ellos en que el mismo es la mejor garantía para defender sus intereses, respaldándolo aún más, o la que los llevará a reforzar las filas de la hasta ahora solo “oposición constructiva”.
En este marco, es necesario construir una alternativa de clase, con total independencia política del gobierno, que logre orientar las movilizaciones que se produzcan para exigir que se tomen medidas de emergencia que mejoren las condiciones de la clase trabajadora y los sectores populares. Así como el pueblo se levantó en contra del gobierno de Duque para exigir cambios, hoy esos cambios no pueden estar supeditados a los acuerdos con la burguesía y el imperialismo.
No puede ser la oposición uribista, burguesa y terrateniente la que tome las calles bajo un programa anti obrero y antipopular. Debe ser la clase trabajadora quien use sus métodos de lucha para conquistar derechos y solución inmediata a sus necesidades más imperiosas, haciendo retroceder a los explotadores.
Bogotá, 5 de octubre de 2022