Pablo Vasco
El domingo 16 de octubre se llevó a cabo en París la marcha “contra la vida cara y la inacción climática” convocada por la NUPES, la coalición política reformista que lidera Jean-Luc Mélenchon, el dirigente de La Francia Insumisa. Ni las 140.000 personas que exageraron los organizadores ni tampoco las 29.000 que minimizó la policía: en realidad de la Plaza de la Nación a la Plaza de la Bastilla marcharon unas 50.000, muchas de ellas organizadas y también muchas en forma independiente, con sus propias pancartas y reclamos.
Entre los varios miles que iban delante de la cabecera estaban los autónomos y numerosos chalecos amarillos: “Seguimos organizados en cada lugar y a esta marcha los de derecha no vinieron pero muchos no podíamos faltar, porque la inflación nos afecta a todos”, me explicó una de ellas. Entre las columnas de la NUPES de las diferentes regiones se intercalaban colectivos sindicales, ecologistas, LGBT, pacifistas y antirracistas. Entre otras, se destacó la combativa columna de La Alternativa, una federación integrada por una veintena de agrupaciones estudiantiles de todo el país: “Somos anticapitalistas -me dijo un universitario, y sabemos que con la disputa parlamentaria no alcanza para cambiar la relación de fuerzas”.
La marcha del 16 fue una expresión de la bronca popular que crece en toda Francia contra la inflación, los bajos salarios y la reforma anti-jubilatoria que Macron pretende imponer a toda costa. El mayor exponente de esa caldera obrera y popular es la huelga salarial de los trabajadores de las refinerías: en los depósitos de la multinacional TotalEnergies siguen de paro pese a las amenazas oficiales de sanciones. Y mañana martes 18 hay una huelga nacional y movilización de los ferroviarios y choferes de autobuses, por aumento salarial y contra las sanciones, a la que otros sindicatos y agrupaciones estudiantiles llaman a sumarse, todo lo cual alimenta un clima de huelga general.
Además el gobierno de Macron, sin mayoría propia en el parlamento, para aprobar su presupuesto 2023 amaga con usar el decretazo anual que le permite el autoritario artículo constitucional 49.3. Esto aumenta el descontento. Tanto la ultraderecha de Marine Le Pen (RN) como la NUPES anunciaron sendas mociones parlamentarias de censura si lo usa. Ante la crisis político-institucional, algunos analistas no descartan que Macron disuelva el parlamento y llame a nuevas elecciones. Es más: días atrás, contra su postura, 20 diputados del bloque oficialista votaron a favor de una enmienda a la ley de finanzas para poner un impuesto parcial y temporario sobre ciertos dividendos empresariales.
En la cabecera de la marcha, teniendo que dar cuenta de la caldera social, los diputados de la NUPES portaban una bandera: “Apoyo a los trabajadores en huelga”. Allí estaban Mélenchon y otros diputadxs y dirigentes de LFI, el PC, el PS, el Partido de Izquierda y Lxs Verdes, todos integrantes de la NUPES. Allí estuvo también Philippe Poutou, vocero del NPA, el partido anticapitalista cuya dirección mayoritaria lamentablemente le hace seguidismo al reformismo. En un error simétrico, de sectarismo, Lutte Ouvrière no fue ni a llevar alguna postura alternativa.
Pero la clave no fue sólo la importante marcha, sino el discurso de Mélenchon desde el camión central, ya que marca su objetivo como dirección. Él pretende encauzar la movilización social en un rumbo político equivocado, de colaboración de clases, es decir funcional al sistema capitalista: “Con lo que estamos haciendo hoy delineamos la construcción de un nuevo Frente Popular, que ejercerá el poder en este país llegado el momento… Otra vida es posible, desligada del saqueo de la ganancia. Otro mundo es posible, liberado del saqueo del productivismo capitalista. La Unión Popular puede transformarse en un Frente Popular. Y todos nosotros lo deseamos”.
Pues bien, en 1936-1938 el Frente Popular francés significó el cogobierno de una alianza entre los dos principales partidos obreros (PC y PS) con un partido burgués (Radical), cuyo presidente fue el socialdemócrata Léon Blum. Ante la ola de huelgas y ocupaciones de fábricas, el PC que dirigía la CGT las traicionó a cambio de algunas conquistas. Pero rechazó la expropiación que exigían las bases obreras en lucha, lo que aterrorizaba a la burguesía imperialista francesa. El gobierno de Blum terminó aplicando la represión, perdió el apoyo de las masas y luego estalló, lo que facilitó el posterior triunfo de la derecha y la llegada del fascismo.
Desde la LIS y sus militantes en Francia creemos que ese rumbo que hoy plantea Mélenchon es una estrategia política tramposa a rechazar de plano, sin negar la posibilidad de tácticas de unidad de acción y exigencia hacia la NUPES por tal o cual reclamo o contra la derecha y la ultraderecha. A la trampa frentepopulista se le debe contraponer el reagrupamiento de los socialistas revolucionarios en un fuerte polo de la extrema izquierda combativa, en base a la independencia de clase, que luche por la derrota del capitalismo y por un gobierno de las y los trabajadores.