Por Luis García A.
Uno de los buques insignia del gobierno de Gustavo Petro, el plan de “paz total”, atraviesa aguas tempestuosas. El ELN señaló la existencia de una crisis, así los voceros gubernamentales la desmientan.
Varios factores confluyen en la crisis. Todo comenzó a medianoche del 31 de diciembre con el trino presidencial anunciando un cese bilateral de fuego con cinco de las principales organizaciones con las que se busca pactar. El trino presidencial violó el protocolo pactado con el ELN en la apertura de las negociaciones en Caracas, semanas antes, donde se estipuló un mecanismo para pronunciamientos acordados y emitidos en forma conjunta y simultánea.
A la vez, en los primeros días del año nuevo se agudizaron los enfrentamientos entre las disidencias de las FARC y el ELN en Arauca, ocasionando más de 10 muertos. En el departamento del Cauca fue secuestrado por alguna de las fracciones guerrilleras un suboficial del Ejército. Por su parte, voceros de las disidencias de las FARC acusan al gobierno de alianzas con el ELN en Arauca, en contra de ellos. Para rematar, la Fiscalía General de la Nación se ha negado a cumplir una orden de libertad y suspensión de órdenes de captura a más de una decena de integrantes del denominado Clan del Golfo, organización completamente narcotraficante y de índole paramilitar, que intenta ser parte del plan de paz total.
Por razones no claras, casi seguro relacionadas con la crisis, la segunda ronda de negociaciones con el ELN prevista para México a mediados de enero se encuentra aplazada. Entretanto, se desarrolla una reunión de emergencia en Caracas para tratar de capear el temporal. Al servicio de ello, en parte, se realizó la reunión presidencial de Maduro y Petro el 7 de enero; en la cual Petro debe haber solicitado a Maduro que actúe en forma más decidida presionando, en diversas formas, al ELN para zanjar las diferencias y agilizar el proceso.
Petro tiene afán
El trino presidencial de la medianoche del 31 de diciembre expresa no solo el afán de protagonismo de Petro. ¿Qué mejor escenario que el final de año y la toma de posesión del presidente del Brasil para lanzar una noticia de gran resonancia? Petro, un pequeño burgués reformista, formado en las filas del M-19, tiene la concepción de que los grandes episodios políticos se definen por acciones espectaculares y declaraciones grandilocuentes. Por eso aún reivindica el robo de la espada de Bolívar, con la cual –y con el pueblo– el M-19 iba a llegar al poder.
Más allá de lo anterior, el anuncio presidencial –un error que todos sus asesores intentaron disimular– responde a un hecho objetivo. Petro corre contra el tiempo en su plan de paz total. A la vuelta de la esquina está ya el final de su primer año de gobierno, el 7 de agosto, y en octubre se realizarán elecciones intermedias. No cuenta, como Santos, con posibilidad de reelección o de prolongar durante años las negociaciones.
Más importante aún, en medio de la crisis económica mundial; de una inflación nacional desbocada que ya ha devorado el exiguo aumento salarial concertado con las burocracias sindicales y los gremios patronales; comprometido a pagar millonadas por intereses y capital de deuda externa; el gobierno sabe que el margen para medidas que alivien de manera significativa y duradera las angustias de millones que se debaten en el desempleo y aguantan hambre es muy reducido. Lograr rápido un acuerdo de “paz total” le daría un aire que necesita para afianzar el proyecto político que encarna el Pacto Histórico. Por eso pisa el acelerador a fondo, presionando al ELN.
El ELN tiene otro ritmo
Se sabía de tiempo atrás, todos los analistas lo advirtieron, que el ELN “no anda a las carreras”. Tampoco acepta que lo arrastren, como intento hacerlo Santos amarrándolo al acuerdo con las FARC. Apoyado en muchas de las creencias religiosas que lo fortalecieron y lo permearon, cree en la eternidad. Y discutir hasta el último detalle de todo el complejo entramado que hay que negociar antes de que el ELN cese definitivamente su accionar militar puede tardar una eternidad.
Acoplar el ritmo que necesita Petro a las conveniencias del ELN puede generar importantes fricciones. El ELN puede optar por “hacerse el digno” o “ponerse difícil” ante las premuras del gobierno.
Pero hay otro asunto que generó urticaria desde el inicio. El plan de Petro de “paz total” involucra a organizaciones ciento por ciento delincuenciales, narcotraficantes, con accionar paramilitar, que han chocado en distintos momentos con las organizaciones guerrilleras. El ELN ha rechazado en forma reiterada que “los metan en el mismo costal”. Quieren su espacio y protagonismo propio. El enfoque de Petro les reduce ese espacio y ese protagonismo; pues no ha dudado en catalogar al ELN como una organización “multi-crimen”.
Esta valoración del gobierno respecto a qué es el ELN hoy por hoy le sirve para justificar ante franjas de opinión pública su propuesta política. Pero genera un riesgo enorme al propio ELN; que ya ha perdido –igual que las FARC en su momento– mucha de la aureola de organización revolucionaria que décadas atrás llegaron a tener. Salir a la acción política “legal”, a lo cual se supone aspiraría el ELN, cubiertos con una negociación que simultáneamente involucra a asesinos de la peor calaña o narcotraficantes declarados no es la mejor carta de presentación. Petro, tirando gasolina al fuego, ya les anunció que debían optar entre dos caminos: defensores de la memoria de Camilo Torres (el cura guerrillero) o terminar como Pablo Escobar; el más grande narcotraficante en la historia del país. El dilema y las alusiones a uno y otro no deben haber sido del gusto del ELN.
A lo anterior hay que unir el hecho de que el cese bilateral proclamado por Petro el 31 de diciembre y desmentido tres días después por la Dirección del ELN no daba respuesta a un hecho decisivo, más grande que una catedral. Una parte importante de la violencia en diversas zonas del país se genera por los enfrentamientos entre las distintas organizaciones por el control de territorios, rutas, negocios y no por choque con las fuerzas estatales. Mientras esos negocios continúen existiendo como actividades ilegales (cultivo y tráfico de coca, minería ilegal de diverso tipo, contrabando con Venezuela, etc.) habrá lucha violenta por su control. Y el ELN, como se ha probado en Arauca, está dispuesto a defender “lo suyo”.
En el momento actual, pronosticar hacia dónde avanzará la política de “paz total” del gobierno de Petro es casi imposible. Cada sector está calculando sus apuestas, ventajas y desventajas, pérdidas y ganancias. Lo único claro es que el gobierno, en poco tiempo, tendrá que apostar los restos. De no concretar rápidamente una negociación con el ELN (pieza central) puede sufrir un significativo revés.
Bogotá, 20 de enero de 2023