Fundador de la III Internacional. A 99 años de la muerte de Lenin

Por Gustavo Gimenez

Casi un siglo pasó, este 21 de enero, desde la desaparición física de uno de los revolucionarios claves de la historia contemporánea de la humanidad. Un recordatorio breve de los hechos principales de su biografía y aportes tomaría varios artículos, para arañar apenas la superficie de su extenso y profundo legado, o para polemizar con sus viejos y nuevos detractores. Me detendré en unas apretadas líneas en su más grande proeza: la fundación de la III internacional.

¿Y porque la Internacional? Cuando al revolucionario nacido en Simbirsk, puede recordárselo por la creación de la herramienta clave para la toma del poder – el partido bolchevique- de la primera revolución socialista de la historia. La primera que logró sostenerse y expandir su oleaje mucho más allá de sus fronteras, a diferencia de ese ensayo general que fue la Comuna de Paris. O puede reivindicarse porque comandó con Trotsky y la primera plana del partido esa insurrección triunfante que cambio la historia, o al que enfrentó tempranamente la degeneración burocrática oponiéndose al enterrador de la revolución, José Stalin.

¿Porque no destacar al profundo escritor que nos legó obras que siguen teniendo una enorme vigencia, como el “¿Qué hacer?”, “El renegado Kautsky”, “El imperialismo etapa superior…”, o “Las tesis de abril”, «El Estado y la Revolución” o el “Izquierdismo enfermedad infantil…”, entre una extensa producción reflejada en sus “Obras completas” o en las resoluciones del Partido y la Internacional escritas por su puño y letra?

Porque en la fundación y construcción de la III, se resumió quizás la esencia del legado teórico practico del marxismo, la convicción de que el capitalismo es un sistema mundial y que cualquier conquista parcial, por más grande que fuera, como la propia revolución rusa, debía convertirse en un eslabón de la pelea estratégica y había que estar dispuesto, como lo estuvieron Lenin y Trotsky, a sacrificarlo en aras de un eslabón superior de la revolución mundial, como por ejemplo, el triunfo de la revolución alemana.

Esa ubicación lo colocó entre la minoría de socialdemócratas que enfrentaron la defección de la conducción de la II Internacional, que violando todos los principios acompañó a sus respectivas burguesías en esa guerra de pillaje inter imperialista que fue la Primera Guerra Mundial de 1914. La que lo llevo a participar en la Conferencia contra la Guerra de Zimmerwald en 1915, cuando al decir de Trotsky “todos los internacionalistas del mundo” cabían “en cuatro coches”.

Fue también la que lo llevó a librar un importante debate político en el seno de esa conferencia, contra el ala centrista representada por apenas 8 delegados que, según relató Trotsky, no compartía la necesidad de romper con la Segunda Internacional y construir partidos revolucionarios orientados a la toma del poder. En definitiva, en dar comienzo a los trabajos que terminarían años después con la fundación de la III.

4 de marzo de 1919

El 2 de marzo comienzan los trabajos de la Conferencia Internacional, que se extenderían hasta el 6, dando fundación a la III Internacional. Rusia estaba cruzada por una cruenta guerra civil, por la invasión de 14 ejércitos imperialistas para apoyar a la reacción contrarrevolucionaria contra el naciente estado obrero, lo que dificultó el arribo de las delegaciones internacionales. Su fundación había sido calificada de prematura por enormes dirigentes de la época, como la referente del partido alemán Rosa Luxemburgo, quién junto a Carl Liebknetch, había sido asesinada recientemente por las balas del jefe policial socialdemócrata Noske.

Rosa Luxemburgo y Carl Liebknetch

No obstante, esto, y luego de haber esperado el momento oportuno, Lenin se lanza a la organización de esta ciclópea tarea, una vez que la Liga Espartaquista alemana, dirigida por estos dos grandes de la historia revolucionaria mundial, fundan en diciembre de 1918 el Partido Comunista Alemán, como producto de la fusión de la Liga con los Comunistas Internacionalistas de Alemania. El mes anterior había estallado la revolución alemana. Ante este hecho Lenin escribe: “Cuando la Liga Espartaco se pasó a llamar Partido Comunista Alemán, la fundación de la III Internacional, de la Internacional Comunista, verdaderamente comunista, verdaderamente internacional, se volvió un hecho. Formalmente la III Internacional aún no fue consagrada, pero la III Internacional existe en la realidad, desde este momento”. 

La fundación formal de la III internacional se realizó el 4 de marzo de 1919. El partido bolchevique era muy superior –tenía 250.000 militantes- incluso que los partidos que tenía una existencia real, como el alemán, polaco, austríaco o húngaro. El resto eran apenas pequeños grupos revolucionarios.

Lenin desde un comienzo se opone a considerar a la nueva internacional como una extensión del partido bolchevique ruso. En tal sentido Pierre Broué señala que, frente a la política de convertirla, para actuar en la situación revolucionaria que cruzaba Europa, en “un partido mundial centralizado, como ‘un partido bolchevique internacional’. Sólo Lenin pareció mostrar cierta inquietud ante tal rusificación pues esta organización, impuesta artificialmente a unos partidos que no tenían ni la experiencia ni la tradición de los revolucionarios rusos, amenazaba con frenar su desarrollo”. En ese sentido el dirigente bolchevique “había propuesto que se ubicase la sede de su ejecutivo en Berlín para disminuir de esta forma la influencia de los dirigentes rusos”[i].

Las sesiones de esta conferencia internacional trataron el documento de Lenin “Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”, en el cual se defiende la necesidad de la toma del poder para derribar el Estado burgués e imponer un Estado obrero, remplazar la dictadura de la burguesía por la dictadura del proletariado.

Frases como “la historia nos enseña que ninguna clase oprimida ha llegado nunca al poder y que no puede hacerlo sin sufrir un periodo de dictadura”; “la república burguesa más democrática es tan sólo una máquina para la opresión de la clase trabajadora por parte de la burguesía”; “Los capitalistas siempre han llamado ‘ libertad ‘ a la libertad de los ricos para amasar fortunas y a la libertad de los trabajadores para morirse de hambre” o “La dictadura del proletariado supone el verdadero ejercicio de la democracia por parte de las clases trabajadoras”, expresan la batalla de Lenin contra las ilusiones reformistas y son funcionales a la pelea más importante, la necesidad de abandonar toda ilusión de que es posible reformar la Segunda Internacional y volver a sus inicios, lo imperioso de fundar una nueva internacional revolucionaria, la III internacional.

La fundación de la III, pese a las enormes dificultades que atravesó y a algunos pronósticos agoreros, fue un éxito. A los pocos meses se tomaba el poder en Hungría –luego tristemente perdido por la incapacidad de su dirigente Bela Kun de dar respuesta a la cuestión agraria y de la organización del partido revolucionario-.

La crisis desatada por el desastre de la guerra va a impactar en la conciencia de amplias capas de la clase obrera y en las bases de los partidos socialdemócratas. Antes del segundo congreso (1920) el Partido Socialista Italiano, el Partido Obrero Noruego y el Partido Socialista de Izquierda Húngaro se incorporan a la Internacional.

La situación obliga a los dirigentes centristas, sin haber revisado sus posiciones, a pedir el ingreso a la nueva internacional revolucionaria. Se afilian a la Internacional, además de los mencionados, el Partido Socialista Francés, el Partido Socialista Independiente de Alemania, el Partido Laborista Independiente Inglés, entre otros. Esto obliga a que el centro del Segundo Congreso este destinado a debatir las “21 condiciones” para estar afiliado a la III Internacional con el objetivo de ponerle un freno a los elementos oportunistas que querían ingresar a la internacional revolucionaria. Producto de esto se forma la Internacional “dos y media”, que intentó constituirse como un engendro centrista entre la Tercera revolucionaria y la traición de la Segunda, sin éxito.

El tercer (1921) y cuarto (1922) congresos

Si los dos primeros estuvieron centrados en batallas políticas contra el oportunismo, el tercer y cuarto se dan en una situación distinta. La coyuntura europea había entrado en un reflujo. El capitalismo había logrado superar los embates revolucionarios consecuencias del fin de la guerra mundial y era decisivo adoptar tácticas que permitieran a los jóvenes partidos comunistas penetrar decididamente entre las masas obreras de sus países y disputarles la dirección a las viejas conducciones socialdemócratas. Tarea fundamental para dirigir y llevar a buen puerto las oleadas revolucionarias futuras.

Un obstáculo que se presentaba para tal empresa eran las tendencias ultra izquierdistas que se desarrollaban en las formaciones revolucionarias que adherían a la Tercera. Estas negaban la lucha sindical, la participación en el parlamento y cultivaban estrategias putchistas para la toma del poder. Estas tendencias ya habían causado daño, como fue el putch prematuro que la dirección del PC alemán encabezó en el año 1921, con consecuencias nefastas para la dirección de ese partido, entre otras manifestaciones.

Los congresos empujan la táctica del Frente Único Obrero para fortalecer la intervención de los PCs en el movimiento de masas. Otro de los logros de la Internacional en aquellos años fue “el planteamiento de la importancia histórica de los movimientos de liberación nacional en los territorios coloniales y semicoloniales”. Ya en los “Principios y guías sobre la cuestión nacional y colonial” escritas por Lenin en el Segundo Congreso, se consideraba “necesario hacer una alianza temporal con los movimientos nacionalistas revolucionarios, pero se resaltaba que la tarea de los comunistas no era unirse con estos partidos nacionalistas, sino la de sostener, incondicionalmente, el carácter independiente del movimiento revolucionario”[ii].

El Cuarto Congreso constató que en estos primeros tres años se había pegado un salto organizativo muy importante. Se habían construido secciones en todos los continentes y en casi todos los países. Los jóvenes PCs dirigían en muchos lugares del mundo importantes batallas contra los gobiernos capitalistas. La creación de Lenin, Trotsky y los revolucionarios de la época ya era una gran herramienta, la más importante, de la revolución mundial.

La pelea contra la contrarrevolución stalinista

En 1923 cambia la situación europea y mundial. Es derrotada la revolución alemana de ese año, que deja a la república de los soviets en un importante aislamiento internacional, la revolución rusa sufre un periodo de agotamiento dado el enorme esfuerzo que tuvieron que realizar las masas y la vanguardia luego de años de guerra, revolución y guerra civil. La enfermedad y luego muerte de Lenin van a acelerar el proceso de burocratización en el seno del partido primero y luego de la propia internacional, producto de un proceso contrarrevolucionario.

Lenin a pesar de haber desarrollado una penosa enfermedad a partir de 1922, no deja de pelear contra este proceso. En noviembre de 1922 señalaba: “Lo que necesitamos es que los comunistas controlen la máquina a la cual han sido asignados y no, como a menudo pasa entre nosotros, que la máquina los controle a ellos”[iii]Pocas semanas después le proponía un acuerdo a Trotsky para pelear en forma conjunta contra la formación de la burocracia partidaria.

Su propuesta no pudo realizarse ya que un nuevo ataque de su enfermedad lo postró hasta su muerte en enero de 1924. En su testamento, que la burocracia se negó a publicar en su momento, pidió le desplazamiento de Stalin de la conducción del partido y realizó la reivindicación del ya perseguido Trotsky.

No fue casualidad que a fines del año 1924 Stalin lanzara su teoría del “socialismo en un solo país”. La asunción en el poder de una burocracia conservadora, parasita de las conquistas de la revolución, asentada en la derrota de la revolución mundial y en el agotamiento de las masas rusas luego de tanta pelea, elaboró una teoría que destruyó primero la democracia partidaria y de la revolución y luego a la Internacional, convirtiéndola en una agencia de relaciones exteriores de la burocracia rusa. La tercera tuvo su último congreso en 1935 y fue disuelta formalmente en 1943.

Quedó en manos de Trotsky y los trotskistas continuar la más grande obra de Lenin y los revolucionarios de principios del siglo XX. Aquellos que nos proponemos con la fundación de la Liga Internacional Socialista (LIS) retomar ese camino y esas enseñanzas, lo hacemos con el mismo entusiasmo con que lo hizo Vladimir Ilich Uliánov.


[i] Citado de “El partido Bolchevique”, pág. 116, Ed. Alternativa Socialista, dic. 2005.

[ii] Cita de “Las tres primeras internacionales”, escrito por Novack, Frankel y Feldman, pág. 111, Ed. Antídoto 1987.

[iii] Lenin, Obras completas, Tomo XXXIII