16 de junio. Falleció Esteban “Sieva” Volkov custodio de la obra de León Trotsky

A los 97 años, en la ciudad de México donde residía, murió Esteban Sieva VolKov, nieto del gran revolucionario León Trotsky.

Escribe: Gustavo Giménez

Con sus largos años, Sieva era el último familiar directo del dirigente de la revolución rusa vivo y había dedicado una gran parte de su vida a proteger la casa de Trotsky en su último destino en Coyoacán que luego transformada en museo en 1990 gracias a sus esfuerzos. Una labor que lo mantuvo en contacto con muchos cuadros dirigentes y militantes del trotskismo a nivel internacional y le permitió desarrollar una labor de propaganda sobre el legado del gran revolucionario.

Esteban Volkov, quien pudo presenciar los dos atentados que sufrió León Trotsky, el último de los cuales, protagonizado por el agente de la GPU, Ramón Mercader, terminó con su vida el 21 de agosto de 1940, fue un sobreviviente de la familia de uno de los revolucionarios más grandes del siglo XX, cuyos integrantes pagaron con persecución y sus vidas su “crimen” de compartir las ideas bolcheviques por las que luchaba Trotsky, o incluso, aunque no tuvieran militancia política, pertenecer a su línea familiar directa.

Una vida cruzada desde la niñez por la persecución estalinista

Esnesto Volkov es hijo de Zinaida Bronstein, la hija mayor nacida del primer matrimonio de Trotsky. Este último apelativo lo tomó Lyev Davidovich Bronstein de su carcelero en la Siberia. Su primer compañera, Aleksandra Lvovna Sokolóvskaya, con la que compartió el exilio en su juventud y tuvo dos hijas, Zinaida y Nina, falleció en 1938, en los campos de concentración en el periodo de las Grandes Purgas.

Vsevolod (el nombre ruso de Sieva) nació el 7 de marzo de 1926 en Yalta, en la península de Crimea en la Unión Soviética. Su padre, Platon Volkov, fue un importante miembro de la Oposición de Izquierda trotskista que sufrió la deportación a Siberia para ser luego fusilado en 1936, luego de su arresto el año anterior. A su madre, Zinaida se le permitió abandonar la URSS junto a su pequeño hijo para visitar a Trotsky en su exilio en la isla Pinkipo, cerca de la costa de Estambul en donde se encontraba exiliado.

Según cuentan sus amigos cercanos, fueron muy borrosos en la memoria de Sieva los recuerdos de su padre. Su mamá se suicidó en Berlín, donde había viajado para someterse a un tratamiento médico en enero de 1933. El año anterior Stalin había clausurado la nacionalidad soviética de Trotsky y de todos sus familiares, colocando a Zina, afectada por una cruda enfermedad, en una situación de indefensión en una Alemania donde el nazismo se encontraba en pleno ascenso.

León Davidovich escribió, en aquellos años, una carta al Comité Central del Partido Comunista de la URSS, haciéndolos responsables por el deceso de Zina y también de la muerte de su otra hija Nina, en 1928, como consecuencia de la persecución desatada contra él y su familia.

En ella podían leerse las terribles circunstancias del reencuentro, luego de grandes esfuerzos con su hijo Sieva y el trágico desenlace: “no había estado con su madre siquiera una semana cuando la policía del general Schleicher, de común acuerdo con los agentes estalinistas, resolvió expulsar a mi hija de Berlín. ¿A dónde? ¿A Turquía? ¿A la isla de Prinkipo? Pero el niño debía ir a la escuela. Mi hija tenía necesariamente que recibir atención médica permanente y condiciones de trabajo y una vida familiar normales. Este nuevo golpe superó la capacidad de resistencia de la enferma. El 5 de enero se asfixió con gas. Tenía treinta años”.

Esteban Volkov pasó luego un largo periodo en un internado en Berlín hasta que, en 1935, su tío e hijo de Trotsky, León Sedov, se lo llevó con él a Paris, donde debió refugiase al entronarse Hitler en el poder de Alemania. En Paris Sedov dirigía las tareas de la Oposición de Izquierda, hasta que fue envenenado por agentes estalinistas en la convalecencia de una operación a la que debió someterse. Luego de un litigio con la compañera de Sedov por la tenencia legal de Sieva, este finalmente viaja a México en agosto de 1939, donde Trotsky y su segunda pareja, Natalia Sedova estaban exiliados, reuniéndose así, nuevamente, con su abuelo materno.

Coyoacán

Según relatan los que tuvieron contacto con la vida cotidiana de Esteban Volkov, durante un tiempo, la estadía en esta localidad fue un lugar tranquilo, donde Sieva pudo disfrutar de las alegrías de la vida familiar. En realidad, fue en aquellos terribles años, solo un descanso en medio de una nueva tragedia, los dos intentos de asesinato de su abuelo que, al nieto de Trotsky le tocó presenciar como testigo directo.

El primero consistió en una asonada de una banda para militar, organizada por el conocido pintor y dirigente estalinista mexicano David Alfaro Siqueiros. Los integrantes de la operación asesina lograron penetrar en la villa donde vivía Trotsky y dispararon ráfagas de ametralladora contra su dormitorio sin poder alcánzar ni a él, ni a su compañera Natalia. En una habitación contigua dormía Sieva, quien fue herido levemente por una de esas ráfagas.

Así relata Trotsky ese episodio: “Cuando se acalló el tiroteo oímos a nuestro nieto que gritaba en la habitación de al lado: ‘¡Abuelo!’ La voz del niño sonando en la oscuridad es el recuerdo más trágico que tengo de esa noche. El niño, luego de que los primeros tiros cruzaron diagonalmente su lecho (como lo demuestran las marcas que quedaron en la puerta y la pared), se tiró debajo de la cama. Uno de los asaltantes, aparentemente llevado por el pánico, tiró al lecho, la bala atravesó el colchón, golpeó a nuestro nieto en el pulgar y se clavó en el suelo. Los asaltantes tiraron dos bombas incendiarias y abandonaron la habitación. Gritando ‘¡abuelo!’, los siguió hasta el patio, dejando tras de él una estela de sangre y, bajo el tiroteo, se metió en la habitación de uno de los guardias.”
Semanas después, el segundo atentado, esta vez tuvo éxito. Un agente de la GPU, Ramón Mercader, quién había entablado una relación de pareja con una de las secretarias del viejo León, logró ser tomado como una persona de confianza en el círculo íntimo del revolucionario. Con esa licencia y la excusa de poner un artículo suyo a consideración de Trotsky, logró infiltrar un piolet (una pica usada en alpinismo) con que golpeó duramente su cabeza, provocándole la muerte.

Sieva regresaba del colegio cuando presenció la escena posterior con su abuelo sangrando abundantemente por la grave herida y aún con las fuerzas suficientes para indicar que retiraran al niño del lugar, mientras se esforzaba por mantenerse de pie.

El legado de Sieva Volkov

Esteban permaneció en México el resto de su vida. Mantuvo una estrecha relación con su abuela adoptiva, Natalia, hasta su muerte en 1962. Se recibió de ingeniero, donde destacó como parte del equipo que inventó la píldora anti-conceptiva, se casó y tuvo cuatro hijas.
En nuestro subcontinente latinoamericano viejos militantes trotskistas recuerdan su actividad como integrante el tribunal moral internacional que absolvió al militante Juan Pablo Bacherer, de las calumnias vertidas por Guillermo Lora, dirigente del POR en Bolivia, contra su persona.

Es que Sieva, a pesar de no militar en ninguna de las corrientes en que está dividido el trotskismo, fue respetado por su compromiso y los principios morales por los que su abuelo y su familia toda, dieron su vida.

Durante su niñez y adolescencia fue con su familia víctima de la persecución de la GPU. Después de más de 80 años del asesinato de su abuelo, cuando Sieva tenía apenas 14 años, se convirtió en el último sobreviviente de una familia donde su padre, madre, tío, abuela materna y abuelo, fueron asesinados por la barbarie totalitaria que copó la dirección del Partido Comunista. En sus esfuerzos por mantener intacta la villa en la Avenida Viena en Coyoacán, cumplió un importante rol por defender el legado revolucionario de su abuelo frente a las calumnias y degradación estalinista.

Como parte de aquellos que luchamos contra la depredación capitalista, que hunde a la humanidad en la mayor explotación de la historia y degrada la vida en el planeta al límite de su sobrevivencia, como parte de los que sacamos fuerzas y optimismo todos los días, de las luchas incansables de la clase obrera y los pueblos oprimidos. Dos frases, de muchos artículos escritos en torno a su fallecimiento, sirven para cerrar estas modestas líneas. La primera, dedicada a Sieva, nos identifica: “los seguidores de Trotsky tienen una partícula del futuro de la humanidad”, la otra, resume nuestro homenaje: “acaba de morir otra parte de la historia bolchevique. Que la Revolución te acompañe, camarada”.