Alemania: crece la violencia derechista contra inmigrantes y refugiados

El Ministerio Federal del Interior y de la Patria publicó cifras semestrales para nada alentadoras sobre los ataques y protestas de la derecha hacia todo aquel de origen extranjero. La integración en la mira.

Por Carolina Menéndez Trucco

El número de ataques por motivos políticos contra los migrantes, refugiados, solicitantes de asilo y sus hogares sigue aumentando. En la primera mitad del año, el Ministerio Federal del Interior y la Patria contabilizó 80 incidentes. En la mayoría de los casos, se trata de delitos graves como la incitación al odio, amenazas, palizas, ataques incendiarios, que hasta incluso terminan en asesinatos. Es que, si bien solo desde la reunificación alemana se lleva un registro de las víctimas de la violencia de extrema derecha, ya los resultados son estremecedores. Significativamente, las cifras suben y cada vez hay más agresiones, la mayoría por un trasfondo xenófobo.
Las cifras hablan. El monto de arremetidas contra viviendas de extranjeros ha ido en aumento. Según la documentación presentada, la mayoría de los incidentes fueron cometidos por motivos raciales y políticos. Además, en las pesquisas acerca de la cantidad de manifestaciones y protestas frente a los centros de asilo, el Ministerio del Interior nombra 45 eventos para todo el semestre. Por lo tanto, estos habrían tenido lugar exclusivamente en Sajonia, dado que casi todos ellos fueron organizados por la agrupación política neofascista “Sajonia Libre.” A menudo, bajo el lema Nein zum Heim (No al hogar), el pequeño partido solo está activo en su Estado federado, pero el problema se extiende por toda Alemania.

El cronograma de la violencia

En resumidas cuentas, de acuerdo con el último informe semestral presentado por el Ministerio Federal del Interior y de la Patria, este año ya han resultado heridas 76 personas, incluidos nueve niños, y hubo 2,6 delitos diarios contra refugiados. Por si fuera poco, si se analiza el panorama desde principios de los 90, el número de personas que habrían sido asesinadas por extremistas en Alemania podría ascender de 94 a 198 casos. Desde tiroteos en bares, incendios a albergues y ataques con cuchillos, hasta simulacros de atentados para culpar a los refugiados y asesinatos, el itinerario del odio no ha parado de crecer.
Del racismo y la xenofobia al homo-lesbo-transodio, la ultraderecha no se queda corta. A los delitos contra migrantes, refugiados y solicitantes de asilo se agregan los cometidos brutalmente contra los miembros de la comunidad LGBTIQ+. Un país en muchos aspectos a la vanguardia en género y diversidad, desafortunadamente también acumula dos ataques por día contra la comunidad queer. Al fin y al cabo, a más vehemencia violenta, menos integración.

Migración, asilo y refugiados en Alemania

Un lugar en la tierra. Debido a la situación humanitaria crítica, producto de conflictos armados, pobreza, catástrofes ambientales o violaciones masivas de derechos, 1,7 millones de personas solicitaron asilo en Alemania entre 2015 y 2019. Hasta la crisis de refugiados ucranianos de 2022, se trató de la mayor crisis migratoria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Las principales nacionalidades procedían de Siria, Afganistán e Irak. Es que, al parecer, huir del hambre, las desigualdades, el agotamiento de los recursos naturales, la opresión, las persecuciones y los enfrentamientos políticos lamentablemente sigue siendo una constante en la historia.
Pues la guerra con certeza acarrea migración forzada. Más de un millón de personas en 2022 han huido de Ucrania a Alemania desde la ofensiva rusa en dicho territorio. La mayoría de los casos ha podido tener acceso a vivienda y asistencia social. Con todo, las perspectivas para conseguir trabajo muchas veces son inciertas. Es que las desgarradoras experiencias migratorias no se reducen al riesgo de cruzar una frontera por mar o por tierra, también implican nuevos comienzos en otro país, generalmente en otro idioma y en otra cultura.

La política migratoria en el espejo

Considerada la tierra de los poetas y pensadores desde el siglo XVIII, Alemania, no solo filosofa e inventa, también alberga. Y por sobre todo, necesita mano de obra. Al igual que trabajadores cualificados en determinados sectores como transporte, servicios y asistencia sanitaria. Tal vez por ello, al aluvión ucraniano de 2022, hoy en día todavía se le sigue sumando otro contingente de personas que llegan de África, Siria, Afganistán, Oriente Próximo y todas partes del mundo. De todos modos, aun cuando las condiciones de vida que ofrece el llamado Estado de Bienestar alemán para los que vienen de países más pobres sean un atractivo, en la mayoría de los casos los refugiados tienen dificultades para acceder a los puestos vacantes por falta de dominio del idioma, formación o cualificación requerida. Ahora bien, los obstáculos no se detienen allí.
Visto que el suelo germano lleva una década acogiendo refugiados, no todos los sectores les dan la bienvenida. Por ejemplo, la frontera de Alemania con Polonia es la primera línea en endurecer su política migratoria. Allí los controles y la presencia policial van en aumento. Pues el nuevo proyecto de ley del gobierno es parte de un borrador que el Ministerio Federal del Interior y de la Patria elaboró luego de varias discusiones con los sectores federales y locales. Así y todo, el debate seguirá más a fondo antes de que se pueda presentar su nueva regulación más restrictiva. Entre otras cosas, lo que proponen es que las autoridades tengan derecho a denegar la entrada de las personas que cruzan o llegan al país.
Consecuentemente, mientras la extrema derecha se dispara en las encuestas, y en sus ataques, Alemania tensa sus políticas y refuerza las medidas para reducir los ingresos que considera irregulares. En principio, a las personas interceptadas en la frontera se les da la posibilidad de presentar una solicitud de asilo o protección. Sin embargo, la inquietud oficial y social frente al flujo migratorio no cesa.

Un mundo para todos

No sólo es Alemania y la Unión Europea: actualmente el resto de los países también afronta grandes retos sobre cómo acordar medidas comunes para encontrar “soluciones”. En general, sus leyes se vuelven más expulsivas. El cambio de rumbo debería ser sin dudas hacia una política socialista, solidaria, inclusiva y ecológica. Atendiendo por supuesto las diversidades culturales, pero acercándonos respecto de todo aquello que nos aúna a los de abajo. Las políticas de asilo, por este motivo, deberían pensarse en el camino de lograr un mundo compartido, socialista, sin divisiones de clases ni entre países. A fin de cuentas, las fronteras son solo imaginarias. Sin embargo, los desafíos hoy son concretos.
Lo primero es abrir rutas de entrada seguras y legales sin riesgos a todas aquellas personas en busca de asilo. Cualquiera que se niegue a ello viola un derecho humanitario. Además de una misión de rescate marítimo estatal-civil, como en el Mediterráneo, en tierra deben cesar las persecuciones, centros de retención y expulsiones. A todos los solicitantes de asilo se les debe otorgar un derecho a permanecer después de una estadía más prolongada. Esta medida supone permitir no solo que las personas lleguen y se queden, también que puedan reintegrarse social y laboralmente, facilitando el acceso a la educación, la salud y el trabajo. En definitiva, se trata de crear perspectivas de inclusión para todos. Para ello, hay que integrar entre sí a la población trabajadora nativa y a los inmigrantes.
Es indignante que las personas en búsqueda de protección experimenten como respuesta violencia, hostilidad y exclusión. Por eso es clave unir fuerzas en repudio a todo ataque racista o discriminatorio -ya sea social o policial- y exigir al gobierno su investigación y castigo, así como la regularización de los “sin papeles” y políticas de resguardo y contención solidaria.
Al punto: la extrema derecha es un síntoma del capitalismo en crisis y decadencia. Y como todo síntoma peligroso, para resolverlo hay que detectarlo y combatirlo. O como bien decía Karl Marx, “todo movimiento de liberación cambia de carácter al pasar de la utopía a la realidad”. En otras palabras, mientras batallamos contra la derecha, la ultraderecha y los gobiernos xenófobos, sostenemos una salida de fondo anticapitalista y revolucionaria: un mundo sin fronteras, en donde toda persona pueda circular libremente.