Del Frente para la Victoria al Frente de Todos y después a Unión por la Patria. De Néstor y Cristina Kirchner a Alberto Fernández, luego la ilusión fugaz de Wado de Pedro para terminar candidateando a Sergio Massa, otro hombre del FMI y los Estados Unidos. Pero no hay cambio de nombre ni de candidato que valga cuando se viene tan en picada. Un par de reflexiones sobre los porqué de semejante derrota, los dilemas del presente y la necesidad de romper el cerco.
Escribe: Pablo Vasco
El poder desgasta, se suele decir, porque es habitual que todo gobierno sufra cierto nivel de deterioro. Pero el tremendo zapatazo que recibió el oficialismo gobernante sacude toda su estantería:
En una elección nacional supuestamente planteada en tres tercios para las listas “presidenciables”, el conglomerado político peronista que conduce nuestro país, 16 de las 24 provincias, cientos de municipios y candidatea a Massa quedó tercero. Comparado con las PASO de 2019, el pejotismo perdió 5,7 millones de votos.
En Córdoba Unión por la Patria cayó al 8%. En Mendoza y Santa Fe bajó del 40% y 43% en 2019 al 16% y el 21% ahora respectivamente. Perdió también en Catamarca, Chaco, Formosa, Santiago del Estero y distritos históricos como La Pampa, La Rioja, San Luis y Tucumán. Axel Kicillof salva un poco las papas en el territorio bonaerense, pero en un marco en que todo está atado con alambre.
Ahora hablan de “recalibrar la campaña” y “volver a emocionar” con tal de llegar al ballotage, pero están casi sin resto. Aparte de votos que puedan venir de Guillermo Moreno u otros que no pasaron el piso, recuperar algún voto bronca requeriría alivianar así sea en algo el bolsillo popular. Pero acaban de pegarnos un sablazo al devaluar un 22% y encima toda la economía está al borde del desmadre.
Como un símbolo de lo que amaga ser una fase cuasi terminal del espacio político que se considera el kirchnerismo puro, “de paladar negro” digamos, está asimismo la derrota del candidato de Alicia Kirchner en las elecciones a la gobernación de Santa Cruz y de ella misma, que fue como candidata a senadora nacional. ¿Aroma a final de época?
Si ya el propio nombre de la alianza político-electoral alrededor del PJ se fue tornando con los años cada vez más derechoso, en paralelo el plan económico se fue endureciendo cada vez más al servicio de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, la deuda externa y el extractivismo de las corporaciones multinacionales y los grandes capitalistas locales.
Las consecuencias puras y duras de esa política económica en el pueblo trabajador las conocemos en carne propia. Para quienes vivimos de un salario, una jubilación, una pensión o un plan de ayuda social no hace falta explicar mucho: vamos de mal en peor. Aquella promesa de volver a asegurar la “heladera llena” terminó en que ahora esté más vacía que nunca. Se suponía que el pejotismo volvía no sólo para “para ser mejor” que su anterior gobierno K, sino sobre todo mejor respecto del ajustador Mauricio Macri, pero en realidad Alberto siguió y profundizó ese mismo camino macrista de ajuste antipopular y de entrega antinacional. Por eso no sorprende que en esta elección se expresara una ruptura masiva con quienes frustraron las expectativas de millones de trabajadores, trabajadoras, jóvenes y sectores populares y de la clase media.
Sobran razones para el enojo
Desde ya, la primera razón de la bronca es la economía. La macro y la micro. Alberto dijo que la deuda externa contraída por Macri era ilegítima y hasta inició una causa judicial. Pero, más allá de un poco de fulbito para la tribuna, pagó esa deuda taca taca, como si fuera blanca y pura. Y esa sangría monumental de la deuda trucha nos golpea en ajuste directo contra la educación y la salud públicas, la ayuda social, los planes de vivienda y los salarios de los trabajadores estatales. ¿Podía hacer otra cosa? Sí, denunciarla, suspenderla, investigarla, en vez de arrodillarse ante la estafa macrista que seguimos pagando.
La inflación que te devora el bolsillo día a día tampoco es una plaga celestial. Se puede culpar a la herencia, a la crisis mundial, a la pandemia de coronavirus, a la guerra en Ucrania, a la sequía, fenómeno. ¿Pero con las grandes empresas formadoras de precios que remarcan a lo loco, qué? ¿Con los bancos que fugan capitales, qué? ¿Con las petroleras, mineras y el agronegocio que se la llevan toda, qué? Nunca abrirles los libros para ver los costos reales. Nunca cobrarles altos impuestos, en vez de “aportes solidarios” que dan vergüenza ajena. Nunca subirles las retenciones a fondo. Nunca nacionalizar la banca y el comercio exterior. ¡Ni siquiera se animó a expropiar a los chorros de Vicentín cuando había fuerza social de sobra! Más que arrugar, gobernó para ellos y siempre a costa del laburante. ¿Cómo no iba a abrirle así el gobierno de los Fernández la puerta a la derecha si le asumió y le aplica la agenda?
Un párrafo aparte merece la burocracia sindical, esa de dirigentes millonarios de trabajadores cada vez más pobres, llena de privilegios, con métodos de patota y socias eternas de las patronales. Esos burócratas enemigos del activismo, que todavía siguen cantando que “los sindicatos son de Perón” cuando entre las bases trabajadoras hay compañeros y compañeros de todos los colores políticos. Esa burocracia de la CGT y las CTA, que dejó correr despidos, bajas del salario y pérdida de conquistas, que firma paritarias a la baja y que no llamó a un paro general ni siquiera ante la represión de Morales en Jujuy, ante las elecciones salió en bloque a respaldar a Massa candidato. Con todo su accionar de agachadas y traiciones durante estos años, también aportó lo suyo al desgaste del gobierno pejotista.
La acumulación de bronca no fue sólo por razones económicas, sino también políticas. El doble discurso se termina pagando, y caro. Por ejemplo este gobierno creó el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad como respuesta a la fuerza de la ola verde. Pero andá a preguntarle a las mujeres que sufren violencia de género si el subsidio de 60 lucas por seis meses les alcanza para romper el círculo de violencia de género y lograr autonomía. Andá a preguntarles a las personas trans si se cumple la ley de cupo laboral en el Estado. El barniz de progresismo y hasta de izquierda, ponele, se fue descascarando sin pena ni gloria. Y si hablamos de los temas ambientales, andá a preguntarles a las comunidades y asambleas en los territorios los efectos del glifosato y demás agrotóxicos, el fracking, la megaminería, los desmontes para meter soja y si el gobierno prohibió o como mínimo controló algo. ¡Al revés, en vez de acorralarlos les dio manija!
Este es también el mismo gobierno que habla de los derechos humanos, pero al mismo tiempo mantiene a los Sergio Berni, a la cana corrupta y de gatillo fácil, a la persecución contra las luchas sociales y el activismo en todo el país. Y ojo, la frustración política es tan grande que también llega incluso hasta la propia Cristina, que muchos y muchas al inicio suponían que sería la garantía de ponerle los puntos a Alberto pero terminó avalando este proyecto o hablando como si fuera ajena al gobierno y encima al final bendiciendo a Massa, el superministro de Economía amigo del FMI y los yanquis que nos deja una inflación de más del 150% anual, casi ya en la hiperinflación.
Con este gobierno del PJ y sus aliados, que al asumir hace cuatro años tenían el changüí de las expectativas populares, terminamos con medio país bajo la línea de pobreza, 7 de cada 10 pibas y pibes que comen mal, más gente viviendo en la calle, mayor desigualdad social que alimenta la marginalidad y el delito, el Fondo Monetario instalado acá controlándonos las cuentas cada tres meses y encima la cadena de la deuda eterna y la dependencia. Este combo de malaria es lo que fogoneó la bronca y la ruptura masiva que el 13 de agosto terminó no yendo a votar, votando en blanco o votando muy equivocadamente -porque votan a su verdugo- al esperpento llamado Javier Milei.
¿Adónde va Grabois?
Con casi 1.400.000 votos, un 5%, la buena elección que realizó Juan Grabois le permitió al candidato del oficialismo gobernante contener una parte del profundo y legítimo descontento social. De no presentarse, posiblemente una parte de ese caudal de votación hubiera venido hacia la izquierda. En el tablero político argentino, el dirigente de la UTEP ha recuperado un espacio de centroizquierda, del llamado progresismo, que se había asimilado y diluído en el kirchnerismo, y que al éste reducirse y derechizarse cada vez más hace rato quedaba vacante.
En su carta pública de reflexión tras las PASO, su postura la podemos sintetizar en el lema “Apoyo sí, cheque en blanco no”. Allí, como advertencia al gobierno y a Unión por la Patria, señala que “si seguimos en este rumbo, se le está poniendo una alfombra roja hacia la Casa Rosada a los que tenemos la obligación de derrotar”, refiriéndose a la derecha y en especial a Milei. Es decir, hace una lectura convergente con la nuestra sobre las razones de la derrota .
Es más, la noche de la elección Grabois fue al bunker de Massa a reafirmar su apoyo y le entregó un dossier de 23 páginas con todo un programa de gobierno en base a tres ejes: “socioeconómico, soberano estratégico y político institucional”. Y entre otras propuestas, plantea la necesidad de “medidas urgentes para el pueblo”: “aumento de salarios para trabajadores del sector privado, público y de la economía popular; una postura firme con los formadores de precios que roban el pan a los argentinos, con los bancos y financieras que cobran lo que se les da la gana; cancelar y renegociar el acuerdo con el FMI; la nacionalización del litio, y la distribución de tierras para la construcción de viviendas, para la producción de alimentos y el salario básico universal por lo menos en las provincias más pobres”. Es más: afirmó que el gobierno debería implementar ya mismo una parte ese programa para recuperar terreno de cara a octubre.
El problema es que al día siguiente de entregar y difundir ese plan, Massa le respondió a él y a todo el pueblo trabajador con una devaluación del 22% y suba de la tasa de interés en favor de los bancos. Allí esta la contradicción clave del alineamiento político de Grabois. Podemos coincidir en varias de sus propuestas, empezando por el aumento salarial, la distribución de tierras y otras, y también podemos debatir si en vez de renegociar la deuda externa con el FMI hay que dejar de pagar y echarlo soberanamente a patadas para siempre. ¿Pero cuál es el rumbo de Grabois?
Él define a su proyecto político como el de una Argentina Humana, y lo considera “una perspectiva revolucionaria porque enfrenta la lógica capitalista del individualismo consumista, la cultura del descarte y la deshumanización, la lógica depredadora del capital, la voracidad de los modernos usureros que son los sectores financieros concentrados”. Pero no hay un capitalismo humano distinto al real: el capitalismo es inhumano por naturaleza. Y aun dejando aparte el debate más ideológico, la contradicción de Grabois está en que ni Massa, ni los gobernadores, ni los intendentes ni el PJ en su conjunto tienen la más mínima voluntad política de llevar adelante ese programa o tan siquiera algunos de sus principales puntos. No lo hicieron, no lo hacen ni lo harán, porque son defensores acérrimos y confesos de este sistema capitalista que, si no lo derrotamos, nos va a llevar a la barbarie. De nada sirve pedirle peras al olmo, porque jamás las dará. Es decir, “dar la pelea por dentro” del PJ es un camino ya largamente trillado, que lleva directo a nuevas frustraciones y fracasos aún peores.
Si se es consecuente con las propuestas de cambios estructurales, si realmente se está en contra del FMI y sus condicionamientos, hay que romper de una vez por todas con el cerco del PJ que desde hace años gobierna a las órdenes del Fondo y los grandes grupos capitalistas concentrados. Ya no se trata de sapos, sino de escuerzos intragables. Y por cierto, hay que sumarse junto a la izquierda a la pelea política y en las calles contra el ajuste de cualquier gobierno que vaya a surgir en las elecciones de octubre, porque esa es la verdadera hoja de ruta que más allá de sus diferencias comparten Massa, Bullrich y el ultraderechista Milei. Si en las próximas semanas Massa no toma ninguna medida social genuina, fuegos artificiales aparte, ¿romperá Grabois con el PJ? Habrá que ver, entonces, cómo se resuelve esa contradicción.
Para hacerle frente a tanta derecha, más y mejor izquierda!
Como desarrollamos en otras páginas de este periódico, en la Argentina vamos a una mayor crisis económica y por lo tanto a muy fuertes choques sociales y políticos. Ni qué hablar si termina ganando el liberfacho Milei, con sus anticipos de alta conflictividad.
Para estar a la altura de las circunstancias que se vienen no van más las medias tintas. Ya quedó demostrado de sobra y con mal desenlace político-electoral que este gobierno pejotista le tendió “la alfombra roja a los que tenemos la obligación de derrotar”. Sólo la izquierda combativa puede pararle la mano a tanta derecha. La única garantía para enfrentar lo que se viene en las calles es alentar el voto al Frente de Izquierda Unidad, avanzar en los cambios que hacen falta para fortalecerlo y sumarse a militar en nuestras filas.