Por Luis Meiners
La medianoche del jueves 14 de septiembre marcó el fin del periodo de vigencia del contrato colectivo y el inicio de una huelga de la UAW (United Auto Workers). Es la primera vez que las y los trabajadores automotrices van a la huelga simultáneamente contra las tres grandes empresas del sector: General Motors, Ford y Stellantis.
Las negociaciones entre las empresas y el sindicato comenzaron en julio. En agosto la votación para autorizar una posible huelga fue aprobada de manera contundente con un 97% de los participantes votando afirmativamente. Se trata de un sector clave de la economía estadounidense con alrededor de 146 mil trabajadores en 10 estados. Por su magnitud e importancia, la huelga tiene el potencial de convertirse en una pulseada clave para el conjunto de la clase trabajadora con efectos mucho más allá de la industria automotriz. Consciente de esto, en las últimas horas antes del plazo el propio Biden intentó interceder para frenar la huelga. Sin embargo, a las 12 de la noche trece mil trabajadores de 3 plantas de ensamblaje localizadas en Michigan, Ohio y Missouri dejaron sus puestos de trabajo dando comienzo a la lucha.
Las demandas de la huelga son audaces y fundamentales para comenzar a revertir décadas de retroceso de conquistas en el sector. En cuanto al salario, la exigencia es de un aumento del 40%, igualando así al aumento que han recibido los ejecutivos de las empresas durante el periodo de vigencia del último contrato. Además, exigen una reducción de la jornada laboral de 40 a 32 horas semanales sin reducción salarial. Uno de los principales retrocesos que había sufrido el sector fue la introducción de un sistema de estamentos que hizo que los nuevos contratados tengan salarios más bajos y no tuvieran beneficios de salud y pensiones de retiro. El sindicato exige eliminar este sistema. Finalmente, exigen que se implemente una cláusula de ajuste salarial de acuerdo al costo de vida.
Un dato importante para comprender la huelga que está comenzando es que se da en el marco de un cambio en la dirección del sindicato (UAW). Tras 80 años de conducción por parte del mismo sector, en marzo de este año se impuso una plataforma opositora que llevó a la presidencia a Shawn Fain. Esta plataforma estaba apoyada por la agrupación UAWD (Unite All Workers for Democracy – Unir a todos los trabajadores por la democracia) que se define como un movimiento de base de miembros de UAW unidos por el objetivo común de crear un sindicato más democrático. El eje de la campaña que derrotó a la burocracia tradicional fue: “no a la corrupción, no a las concesiones, no a los estamentos”.
La pelea por delante será dura. Las empresas vienen de registrar años de grandes ganancias. Solo en el primer semestre de este año tuvieron ganancias de más de 20 mil millones de dólares. Han acumulado reservas e inventario para la pelea. La movilización y participación democrática de los trabajadores y la solidaridad de toda la clase trabajadora será fundamental.